CODEX CALIXTINUS

CODEX CALIXTINUS

Un manuscrito desconocido para la mayoría de ciudadanos, ha pasado a primer plano de actualidad por la acción de varias manos negras, – tan detestables como desconocidas -, que sin previo aviso y de forma que nadie explica, se han llevado el pasado día 5 el Códice Calixtino guardado en una cámara blindada de la catedral de Santiago de Compostela, donde llevaba ochocientos años.

Pero no voy a hablaros de este manuscrito iluminado del siglo XII, primera guía de peregrinos a Santiago, que da consejos a los caminantes, detalla la ruta, describe las obras de arte que hay en el camino y comenta las costumbres locales, al tiempo que reproduce sermones y milagros del apóstol Santiago. Y digo que no quiero hablaros de él porque cualquiera de vosotros puede acceder a información sobre el mismo abriendo una de las múltiples páginas web que lo describen.

Deseo simplemente ofreceros fotos de algunas páginas para que disfrutéis con esta obra de arte, patrimonio de creyentes y descreídos, hoy en paradero desconocido, y explicaros como llegó a las estanterías de mi casa una reproducción del mismo, tras pagar un elevado precio por ella, complaciendo así mi afición de adquirir obras históricas que guardo con tanto cariño como celo.

Sabed que fue el azar quien me llevó al códice cuando rastreaba siete cartas dirigidas por Unamuno a su médico de cabecera, que terminaron finalmente en la universitaria Casa Museo Unamuno, tras año y medio de búsqueda y siete meses de negociaciones con la propietaria de las cartas, Pilar Zataraín, viuda de Millán Bravo Lozano, catedrático de Latín, fundador del PANCAL, traductor y editor de la reproducción facsimilar del Codex Calixtinus, uno de cuyos ejemplares compré a mi amiga, quien tuvo la generosidad de regalarme tres obras de don Miguel imposibles hoy de adquirir.

Disfrutad con estas páginas del Códice desaparecido.

SOMOS NÚMEROS

SOMOS NÚMEROS

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Se ha dicho que los seres humanos somos aquello que comemos. No creo. También se da por cierto que somos animales dotados de razón, lo cual no parece muy acertado. Igualmente, me niego a compartir eso de que somos una realidad sustantiva o un sistema clausurado de notas psico-orgánicas. Me sorprende que alguien haya podido pensar que somos animales políticos aristotélicos o positivistas prácticos. Y tampoco voy a pronunciarme sobre la opinión del sherewsburyense, porque no me hace mucha gracia pensar que soy un primate venido a más.

Después de darle cientos de vueltas al tema, he llegado a la conclusión de que somos números, y sólo números, interdependientes en una pegajosa retícula similar a un sudoku, que determina nuestra existencia. Tal vez por eso no tenemos otra opción que resignarnos a ser el preso número nueve, aunque no nos hayan condenado todavía.

Unos elementos tan simples, que aparecieron en el zurrón de los pastores hace treinta mil años para ayudarles a contar las ovejas, se han convertido con el paso del tiempo en la seña de identidad humana. Los números decidieron en su día apoderarse de nuestra personalidad, y vaya si lo han conseguido. Además, de tal usurpación no tienen culpa sus inventores, porque los babilonios ignoraban las consecuencias de lo que hacían cuando balbuceaban el alfabeto numérico que ha suplantado nuestros nombres.

Ni cuerpo, ni alma, ni esencia, ni razón. Somos simplemente números. El Gran Organizador Social se encarga de numerar nuestro calzado, nuestra ropa, nuestra casa, nuestro coche y nuestra tumba. Al nacer nos asignan el primer número en el paritorio. Acto seguido, otro diferente en el documento oficial que acredita nuestra llegada a este mundo numérico. En el colegio nos cambian de nuevo los guarismos, y por si esto fuera poco, nos asignan un número de ciudadano, otro de contribuyente, un tercero de funcionario y hasta el de trabajador. Números de cuentas bancarias, de  bases telemáticas, de tarjetas financieras y comerciales; de distritos postales y de teléfonos. Claves de acceso a controles financieros, a correos electrónicos, a llaves numéricas de portales y a cajas fuertes.

Nuestro nombre es un complemento decorativo que adorna el número que nos identifica. En comisaría nos piden el número de ciudadano; en Hacienda el número de identificación fiscal; en el club, el número de socio; en la biblioteca, el número de lector; en el archivo, el número de investigador; en el hospital, el número de la Seguridad Social; en el periódico, el número de suscriptor; en el comercio, el número de cliente; en la frontera, en número de pasaporte; y en el supermercado, el número de turno. Sí, porque en las colas hemos sido todos los números, y así nos identifica el pescadero cuando aparecen nuestros dígitos en el panel eléctrico, gritando: ¡el24!

Dime cuantos guarismos tienes en la cuenta corriente y averiguaré como vives. Declara el hándicap que tienes y sabré como juegas al golf. Háblame de tu edad y del número de caballos de potencia del coche y anticiparé el tiempo que te falta para acabar en el centro de parapléjicos de Toledo. Expresa la altura que tienes y sabré si juegas al baloncesto. Menciona los kilos que pesas y te diré si necesitas una reducción de estómago. Confiesa tu declaración de hacienda y adivinaré si estás indignado. Revela las pólizas de seguros que tienes y sabré el futuro que te espera. Anuncia el número de calzado que gastas y te diré si vas a tener suerte en las rebajas. Divulga tus “medidas” y conoceré los metros de eslora del barco de tu amante, donde tomas el sol. El número que juegas a la lotería puedes evitarlo porque la suerte no está contigo.

Debemos recordar tantos números que no puedo deciros ahora la cantidad de los que tengo archivados en el disco neuronal de mi sesera. Y el futuro no pinta mejor, amigos, pues la salvación a todo ello pasa porque una enfermedad degenerativa del cerebro venga a
visitarnos y nos incapacite para el recuerdo, borrando de la memoria los innumerables guarismos con que nos han numerado a lo largo de la vida.

CAMPUSEROS

CAMPUSEROS

Sin alcohol en las venas ni cervezas en la mochila, sin armas en la lengua ni pistolas en el cinturón y sin estimulantes en el cerebro ni alucinógenos en papel de aluminio, están reunidos en la valenciana Ciudad de las Artes varios miles de jóvenes espíritus.

Amantes de Internet y de las nuevas tecnologías, con edades comprendidas entre los cinco y cien años, han llegado a la ciudad del Turia llevando a cuestas un ordenata, dos toallas, productos de higiene personal, humor, entusiasmo, compañerismo, montón de creatividad y ganas de diversión, que nada tiene que ver con el pandillerismo, la picaresca o los campus de botellón.

Uniendo sus talentos serán capaces de crear un futuro internáutico del que todos nos beneficiaremos, con nuevas reglas insospechadas hasta el domingo que apaguen sus pantallas.

Asistirán estos días a conferencias divulgativas, jugarán a imposibles juegos inimaginables, aprenderán a construir un telescopio, editarán astrofotografías, acabarán dominando el HTML5, hablarán a través de la pantalla con millones de internautas perdidos en el ciberespacio, competirán en concursos, superarán pruebas de retoque digital y disfrutarán juntos de los maravillosos viajes virtuales que les esperan.

Confieso mi respeto a todos ellos por los conocimientos informáticos que atesoran y el dominio que tienen sobre Internet y redes sociales, tan alejado de la ignorancia que asiste al bloguero que firma estas opiniones diarias. Pero unido a ello va mi gratitud por la generosidad con que siempre han atendido mis preguntas y resuelto mis dudas en los foros, sin pedir nada a cambio ni conocer a quien ayuda les pedía.

Y puestos a agradecer, expreso mi reconocimiento a quienes abrieron en España la ventana de nuestras casas al mundo virtual, a quienes pusieron las primeras piedras de Internet y nos llevaron a todos de la mano dando los primeros pasos por la red. Ahí está José Barberá, que fundó y dirigió durante seis años RedIRIS, antesala de la red española; Juan Quemada, realizador en 1985 de la primera conexión española a un servicio de Internet; y Juan Antonio Esteba, creador de Goya Servicios Telemáticos, primer proveedor de Internet.

Finalmente, espero que la presencia en el Campus Party del ciudadano Olmo Gálvez, representante de la Plataforma Democracia Real Ya, haga posible la comunicación rápida y eficaz entre todos los “indignados” a través de Internet, para hacer frente de forma coordinada a la que se nos viene encima, porque nadie va a librarnos de ella como no lo hagamos la mayoría silenciosa de ciudadanos que estamos hartos de politiqueiros, banqueiros y especuladeiros.

EL ESPÍRITU DEL PALOMAR

EL ESPÍRITU DEL PALOMAR

La familia columbidae, sobre todo las palomas urbanas, andan por el suelo, aunque no falten doctrinas que las santifiquen y mantengan en vuelo permanente iluminando con lenguas de fuego las cabezas de sus seguidores.

Hay palomas “bobas” que han emigrado desde el caribe a los rancios páramos esteparios; “celebianas”, que han abandonado Indonesia y andan ahora en páginas de las hojas parroquiales abanderando celibatos, continencias y purezas carnales; “tamborileras”, pluriempleadas en manifestaciones de charanga y pandereta, que han huido del Sahara a las pancartas episcopales; y “azules”, propias de selvas tropicales que han dejado los cursos de agua natural para estancarse en las pilas bautismales.

La antipatía de muchos por las palomas se debe al carácter ácido de los excrementos que depositan donde se les antoja, dañando fachadas y puertas de acceso al buen entendimiento; obstruyendo canalones de comunicación; ensuciando la ropa limpia de los vecinos; y produciendo goteras en las Instituciones.

Además, estas aves, por muy espiritualmente santas que sean, transmiten enfermedades como la coriza, cuyo síntoma principal es la aparición de una coraza contra el sentido común, que las hace impermeables al cambio, a la innovación y al progreso. Finalmente, amigos lectores, voy a deciros que los nidos donde se reúne la familia columbidae son fuente inagotable de ácaros, piojos, pulgas y garrapatas, por lo que en algunos países está prohibido alimentarlas.

Por otra parte, la idílica imagen de las palomas volando sobre el cielo está dando paso a una realidad menos poética, pues ahora se ven más estas pícaras aves en los vertederos, que surcando el cielo. Pícaras, porque engañan; y crueles, porque no dudan en picotear el agnosticismo reinante para arrancarle a pedazos la piel.

La gran maestría que las palomas exhiben en el vuelo deja extasiados a los ingenuos, seduce a los crédulos y despista a la mayoría civilizada que no percibe la rigidez de sus plumas ni el peligro de sus puntiagudas alas, ya que pueden clavarse sin reservas en almas cándidas, tratando de confundir una realidad incuestionable.

Entre los emergentes tipos de palomas, destacan las “sombrías” y las “tridáctilas”. Unas por su permanente gesto antipático y las otras por sus tres agudas uñas, como colmillos depredadores, dispuestas a rapiñar la carroña, insectos y lombrices que la ignorancia deja como detritos en la sinrazón. Y lo más curioso: las palomas viven más tiempo el cautiverio del libro sagrado, que la libertad, porque la doctrina les ahoga el albedrío.

Son vertebrados que se vertebran en estructuras mentales anquilosadas y viven la simbiosis de los líquenes, apoyándose mutuamente para proteger sus intereses frente al enemigo común: las punzantes espinas de la incredulidad que pretenden crucificarlas en sus púas para evitar la ensoñación del milagro.

Para defenderse, las palomas excretan ideologías crepusculares sobre la fantasía de cuentos milenarios. Se arrullan, se cortejan y, tras la cúpula, hacen un vuelo conjunto de ostentación, batiendo las alas en un aplauso que sólo emociona a los beneficiarios de su apareamiento.

DE IMPUTADOS A INVESTIGADOS

DE IMPUTADOS A INVESTIGADOS

Semanas después de que la Fiscalía General del Estado anulase el intento de un sector del Consejo General del Poder Judicial de ponerle un nuevo parche poroso a la añeja Ley de Enjuiciamiento Criminal, enmendando la Ley de Agilización Procesal, el inquieto ministro de Justicia, Francisco Caamaño, abría la caja de sorpresas en un momento de incierto futuro para el gobierno, reconociendo públicamente la existencia de un borrador que modificará sensiblemente la Ley de Enjuiciamiento Criminal – piedra angular del ordenamiento jurídico – proponiendo como novedad fundamental que la Fiscalía se encargue de dirigir la investigación penal tanto en los procesos ordinarios que concluyen en auto de procesamiento, como en los abreviados que finalizan en imputación.

Esto significa sencilla y llanamente la desaparición de los juzgados de instrucción, pero no de los jueces en el proceso, que se mantendrán en la figura del «juez de garantías», ocupados en centrar el trabajo de los fiscales, con el fin de proteger los derechos del sospechoso.

Aunque esta es la variación más importante, quiero poner la atención en un aspecto menor que me preocupa porque alivia la pena moral y pública de los políticos “presuntamente” corruptos, al calificarlos como investigados, en lugar de imputados. Beneficio nominal inmerecido por los implicados.

En el libro de la Academia donde se recogen y explican de forma ordenada todas las voces de la lengua española, no figura la palabra investigado por ninguna parte. Tampoco aparece en el Diccionario de Términos Jurídicos de Aranzadi, lo que dificulta saber a qué se refiere exactamente el ministro empleando un término inexistente. Algo que no ocurre con la voz imputado, utilizada para definir a la persona que se encuentra en proceso penal.

No obstante, podemos intuir el significado del término investigado, sabiendo que investigar  es hacer diligencias para descubrir algo y aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente.

Si esto es así, no queda más remedio que concluir afirmando que se trata del mismo perro al que se le pretende sustituir el collar con púas del castigo popular por una gargantilla de san Blas. Sustitución que rechazamos porque la investigación es el proceso y la imputación su consecuencia, si procede.

Dicho esto, conviene advertir que se trata de un borrador con largo camino a recorrer, pues debe pasar primero al Consejo de Ministros, luego viajar al Congreso como proyecto de Ley donde no será consensuado dada la oposición ya manifestada por el Partido Popular y, finalmente, ser objeto de preceptivos informes de órganos judiciales y corporativos afectados por la norma. Pero según informa el ente público, cuenta con el apoyo de las Asociaciones Francisco Vitoria y Jueces para la Democracia, habiendo emitido ésta un comunicado valorando muy positivamente el borrador de la norma, que «por fin aborda una reforma estructural del proceso penal con el objetivo de poner fin a una situación insostenible».

El transiberiano que espera al proyecto significa que tiene pocas posibilidades de salir adelante en el plazo pretendido, a pesar de la urgencia del ministro por “copiar las pautas propias que las democracias avanzadas, especialmente las de la Unión Europea, siguen en los procesos penales, ya que la actual Ley de Enjuiciamiento Criminal no contempla muchas de las garantías constitucionales, que el Tribunal Constitucional y el Supremo si contemplan, pues se trata de una ley con 129 años de antigüedad».

ANTONIO LÓPEZ

ANTONIO LÓPEZ

Vivir en “provincias”, como dicen los madrileños, reporta el sosiego necesario para vivir en paz y sin precipitaciones, gozando del encuentro callejero con amigos en cadena interminable de abrazos y saludos.

Pero tiene la servidumbre de obligar a los provincianos a viajar a la capital del reino para disfrutar de espectáculos teatrales, exposiciones, conferencias y otros actos culturales, inasequibles a lugareños del extrarradio, aunque se viva en una ciudad esencialmente cultural, que presume de esa capitalidad.

Esa es la razón por la que este bloguero puso ayer manos al volante y marchó carretera arriba hasta el museo de la baronesa, para disfrutar de las ciento treinta obras que los lápices, pinceles, palillos, vaciadores y buriles del mejor seguidor de Velázquez  que aún tenemos entre nosotros, nos ha dejado en telas, escayola, bronce y madera.

Y ha valido la pena el viaje porque me ha permitido viajar sin prisas por el anárquico trabajo del artista tomellosano, saboreando las pinturas, esculturas y dibujos de López desde 1953 hasta ahora, traducidas en figuras humanas, dependencias domésticas, flores y paisajes urbanos, especialmente madrileños, llevados al lienzo y la tabla durante los últimos cincuenta y ocho años.

Aunque me declaro seguidor de Renoir, Cézanne, Manet y Monet; admirador de Goya; aliado de Picasso; fan de Velázquez; cómplice de Miró; imitador de El Bosco; y exaltado incondicional de Van Gogh, debo confesar que desde noviembre de 1985 cuando descubrí a Antonio López en la Europalia de Bruselas, le sigo atentamente los pasos, sufriendo ciertas decepciones ajenas al artista, como la visita frustrada que hice a Madrid para verle frente al caballete que mantuvo durante años en la caída de la madrileña Gran Vía.

Si amar es ver algo hermoso y querer compartirlo, permitidme lectores que desde la estima que a todos tengo, – aunque a muchos no conozca -,  os invite a pasearos por las salas y pasillos del baronésico museo antes del 25 de septiembre en que cerrará sus puerta a la obra de López, marchándose ésta tan contenta al Museo de Bellas Artes de Bilbao.

PUTADAS DE LOS PUTOS MICRÓFONOS

PUTADAS DE LOS PUTOS MICRÓFONOS

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Doña Espe le ha confesado ayer a su hijo de puta predilecto que la comunidad de Madrid no tiene un puto duro, sin darse cuenta que había un puto micrófono abierto, dispuesto a hacerle la putada de difundir urbi et orbi lo putas que van a pasarlo los madrileños al tener vacías las putas arcas autonómicas.

¡Ay que joderse! Con tanto cabrón suelto en el bando contrario a nadie  extraña que doña Espe esté ya hasta los ovarios de aguantarle putadas a los enemigos internos, externos y mediopensionistas. Tal vez por eso ha emprendido el camino del puteo, y no se cansa de putear los castos oídos de sus compañeros populares  con expresiones populacheras que expresan lo putas que las van a pasar cuando ganen las putas elecciones, si los votantes no les hacen la putada de no votarles, puteándoles al romper las putas esperanzas que tiene de obtener una puta victoria que persiguen.

Me gustaría contaminar con esta puta entrada las putas orejas de doña Espe con la esperanza de que  eche un vistazo al diccionario para enriquecer su puto vocabulario con palabras que vayan más allá de tanta puta, tanto puto, tanta putada, tanto puterío y tanto putón.

Tiene como alternativa la obra de su putero amigo el irioflaviano, y en lugar de hablar del hijo puta de su vecino alcalde y de que no tiene ni un puto duro, puede decir que ha eliminado del consejo al hijo de la rabiza o que no tiene un colipoterro duro en las izas arcas madrileñas. Pero, claro, estas cursis expresiones no tiene la fuerza del hijo de puta o el puto duro, ni sentido acorde con esta “golfa” – en nuestro argot –  que va por los campos golfolíticos dando pelotazos en los cojones  al respeto ajeno.

 Y si con esto no queda satisfecha, que alguien le regale un diccionario de sinónimos porque está jodiendo demasiado al personal con los hijos de puta que tiene al lado, el puto dinero que le falta, los cabrones que la rodean, los maricones que la imitan, las busconas que le huyen, las fulanas que se cagan en su madre, las furcias que la maldicen, las prostitutas que la insultan, las meretrices  que la desprecian y las rameras que la siguen, ante el abucheo de los putos que  temen su castigo.

Y si algún cabrón le esconde en sus intervenciones públicas un micrófono abierto, pidamos que haya a su lado un puto esclavo dispuesto a darle un vaso de agua para que se enjuague la boca, porque tales vociferios son impropios de quien preside una comunidad tan castiza como la  madrileña que representa.

¡Ah!, y como diría esta lenguaraz, el que no esté de acuerdo con esto que le den por el culo, porque ya estamos hasta los cojones de los putos puritanos que se la cogen con papel de fumar.

Posdata a la deslenguada: Ha visto, presidenta, qué fácil es escribir apedreando el buen sentido de la comunicación; qué sencillo ofender el gusto por la elegancia verbal; qué  estúpido herir el respeto que debemos a las palabras desde la tribuna; qué penoso delatar vergonzosamente tacos al pronunciarlos fuera de lugar, sin la gracia que requiere toda imprecación inofensiva; y qué lamentable convertir las confidencias en el circo de sálvame.
Usted, presidenta, tiene que distinguirse en algo de las princesas populares….