SECRETISMO OFICIAL

SECRETISMO OFICIAL

Sucede que a muchos ciudadanos les molesta tener información sobre hechos acontecidos en el pasado que les fueron ocultados cuando se produjeron, por razones que no comprenden. Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos afectan, en el ámbito de la “cosa pública”.

Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que se inventaron una comisión para ocuparse de ellos, a partir de unas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Además, hay personas que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino
el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten, disfrazándola de secretos oficiales.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro ha de estar informado de cuanto sucede entre bastidores y opinar sobre lo que hacen sus dirigentes. Un pueblo adulto no necesita ninguna tutela para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. El calor que estamos pasando estos días es un buen momento para derretir las leyendas y cuentos infantiles con que nos durmieron al recuperar la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia colectiva. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen del pueblo con los patucos puestos y el chupete en la boca.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo, que ignorarlo. Preferimos saber la verdad, por dura que sea, a vivir engañados. Deseamos conocer los guisos que se preparan en las cocinas políticas, para evitar ser envenenados. Queremos estar informados de las negociaciones y participar en las decisiones, porque es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

Borges nos habla de Abtu en su libro sobre los seres imaginarios, y Castel lo cita como Abdyu en su Diccionario sobre mitología egipcia. Sea como fuere, era uno de los dos peces, – el otro era Anet -, que según la teología heliopolitana nadaban por delante de la barca del sol en su viaje nocturno y subterráneo, para advertir al dios Ra de los peligros que pudieran venirle.

No cabe metáfora más elocuente sobre el valor de la experiencia, ni existe imagen retórica de mayor convicción para recordar a los impetuosos jóvenes que van por el mundo arrollando las canas y a la sociedad que lo permite, la necesidad de abrir los oídos y despejar la mente para dar cabida en ella a sabias palabras no contenidas en libro alguno, ni al alcance de quienes surcan la vida entre inevitables turbulencias, desconocidas para ellos.

Joubert nos advirtió en póstumos pensamientos, que la tierra por donde los jóvenes caminaban perdidos, era harto conocida para él. Pero esto al mercantilismo dominante le rebota en los tímpanos y a la plutocracia le resbala en la cartera, guiados por un feroz capitalismo y desmedido abuso laboral, amparados por una comunidad social que navega con el rumbo equivocado.

En nombre de un artificioso progreso disparatado y una modernidad trasnochada antes de su nacimiento, la actual sociedad ha olvidado que desde el comienzo de los tiempos, los humanos tuvieron claro el valor de la experiencia y se protegían con la sabiduría de quienes iban delante en la travesía colectiva, advirtiéndoles de los peligros que acechaban para evitar que cayeran en ellos. Así, por ejemplo, el Consejo de Ancianos, institución consultiva de la monarquía, contrabalanceaba el poder real en la antigua Roma.

Pero esto, que en la mitología recibe el aplauso y la admiración, sólo merece el desdén en los años que nos ha tocado vivir, donde se menosprecia la sabiduría, templanza y experiencia de quienes han viajado antes por la vida, igual que los nuevos ricos abandonan valiosas antigüedades a cambio de las novedades que el marketing les pone en la pantalla del televisor.

Hoy quedan postergados sabios ciudadanos excluidos de la vida laboral, en un alarde de despilfarro intelectual merecedor de eterno castigo.  Hoy se trata como material de desecho a preclaras mentes de veteranos profesionales, con capacidad para aportar grandes beneficios a la sociedad, olvidando el Conseil des Anciens francés de finales del siglo XVIII, precursores del grupo The Global Elders, que ayudaban a resolver los conflictos mundiales.

REINO SIN REY

REINO SIN REY

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Dar un golpe de Estado llevándose por delante la voluntad ciudadana, provocar una salvaje guerra fratricida y ahogar las libertades de los leales al régimen derrocado, llevaba en el mismo lote contradicciones legales que nadie se atrevía a denunciar por insultantes que fueran. Esto sucedió en el franquismo, ocho años después de la vergonzosa derrota de los dos bandos, porque en las guerras sólo vence la sinrazón.

Tal contrasentido legal tuvo lugar en España hace sesenta y cuatro años cuando el 93 % de los votantes aprobaron en referéndum la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado durante el verano de 1947, que establecía en su primer artículo la concepción de España como unidad política de un Estado católico, social y representativo, que, de acuerdo con su tradición, se declaraba constituido en reino.

Pero fue un reinado muy singular, único y fraudulento, porque en tal reino no reinaría un rey, sino la persona que determinaba el segundo artículo otorgando la Jefatura del Estado al “Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde”.

Es decir, que los españoles de la época habitaban en un reino, sin rey, administrado por una cohorte de silenciosos monárquicos, reconvertidos por obra y gracia de los cañonazos en seguidores fieles de sí mismos, con el pretexto de apoyar al victorioso militar sublevado.

Muerto seis años antes Alfonso XIII en Roma, un dictador sin corona ni corte real, instauraría un extraño modelo de Estado ilegal que homologaron él y sus innumerables siervos e incondicionales beneficiarios del contradictorio régimen monárquico-dictatorial, recordando que también jugó a ello Miguel Primo de Rivera con el Borbón Alfonso, para justificar el sin sentido.

No obstante, tuvieron suerte los españoles con el modelo impuesto por el Generalísimo de los ejércitos de tierra, mar y aire, porque su lugarteniente Carrero Blanco intentó nombrar rey a Franco el 1 de octubre de 1942, siguiendo los pasos de Espartero, que fue Jefe de Estado regente durante la minoría de edad de Isabel II, gozando el honor de ser el único militar que ha recibido el tratamiento de Alteza Real.

De haber prosperado la idea del almirante asesinado, la madre de la concursista bailadora hubiera reinado en España junto a al garañón del marqués. Afortunadamente, – ¡qué cosas! – Franco se contentó con pasearse bajo palio por las alfombras religiosas, de iglesia en iglesia, como Santísimo sin corona.

En medio de tanta arbitrariedad, abuso, ignorancia, ilegalidad y confusionismo, el falangista Fernández Cuesta tuvo la inspiración necesaria para resolver la situación ante sus camaradas definiendo el régimen establecido como ¡reino republicano! Tampoco se quedó atrás el inventor del grito ¡Arriba España!, Rafael Sánchez Mazas, proponiendo que se trataba de una “monarquía guerrera”. Y el inefable fascista Ernesto Giménez Caballero calificó, el 29 de enero de 1942, la incalificable situación como “monarcato”, del que Franco fue Caudillo por la gracia de Dios, ante una Iglesia complacida, sin que nadie le haya pedido todavía explicaciones por ser tan graciosa.

IRONÍA EN LA DECEPCIÓN

IRONÍA EN LA DECEPCIÓN

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Ahí están, cada uno a lo suyo, que siempre es a lo nuestro, como debe ser. La oposición pidiendo el anticipo de las anticipadas elecciones para asegurarse cuanto antes el sacrificio por el pueblo. Y los que por nosotros han padecido durante los últimos ocho años, practicando el injusto masoquismo de seguir flagelándose por los vecinos otros cuatro años más.

“Hunos” queriendo mantenerse en el ara del martirio, y “hotros” pidiendo solidariamente el relevo por considerar que los adversarios ya se han esforzado bastante, tocándoles ahora a ellos la mortificación. Los primeros encadenándose a los sillones de tortura y los segundos comprando cizallas por las ferreterías españolas para liberarles de la inmolación. La izquierda prometiendo hacer lo que hasta ahora no ha hecho y la derecha prometiendo que hará lo que tuvo ocasión de hacer y no hizo.

Tanta generosidad por ambas partes abruma a los ciudadanos, faltándonos palabras para agradecerles tanto esfuerzo por el pueblo, tanta renuncia personal, tanto desprecio a sus intereses y tanto riesgo para su salud mental. Esto último es lo que más preocupante porque la obsesión por el bienestar ajeno les está llevando a un estado de enajenación mental crónica de imprevisibles consecuencias, llevándoles a creer en nuestra incapacidad cerebral para comprender lo incomprensible.

No dudéis, amigos de este blog, que el candidato rosado lleva casi treinta años en círculos de poder utilizando su modesto Skoda Fabia en los desplazamientos y pagando de su bolsillo los aparcamientos públicos, sin gozar en todo ese tiempo de coches oficiales ni privilegiados estacionamientos. Todo un ejemplo de solidaridad con los desfavorecidos. Igualmente, el candidato alado sacrificó su vida en diferentes ministerios, por los que pasó sin romperlos ni mancharlos para evitar daños mayores que los producidos por aquellos “hilillos” del Prestige sin importancia alguna, antes de ser investido por el César candidato a llevar las riendas del gobierno nacional.

Este digitalismo antidemocrático diferencia al cántabro del gallego, pues el primero ganó las elecciones primarias de su partido por ¡unanimidad!, tras apabullar a la otra candidata que fue llevada por las orejas hasta la puerta de salida sin permitirle votarse a ella misma siquiera en las elecciones celebradas, siguiendo el mandato estatutario del partido.

Ciertamente, creo que los ciudadanos debemos agradecerle a ambos su sacrificio por nosotros durante los treinta años que cada uno de ellos lleva dedicados a la política, ayudándoles a recuperar su vida familiar y profesional porque se lo merecen. Es por su bien, no por el nuestro. Debemos renunciar al glorioso privilegio de que nos gobiernen para que disfruten en los trabajos que colman su felicidad: uno explicando mecanismos de reacciones orgánicas en la Complutense y el otro registrando propiedades en Santa Pola.

Ocupémonos de ellos por una vez, hagamos por ellos lo que su ofuscada mente les impide realizar. Preocupémonos por su bienestar, hagámosles felices para agradecerles cuanto han hecho por nosotros. No los comprometamos con más trabajos, aliviemos sus sacrificios y llevémosles a su natural reposo junto a todos los compañeros de partido que llevan tantos años como ellos velando nuestro sueño y protegiéndonos de todo mal.

Hagamos por ellos lo que por nosotros han hecho. Devolvámosles los favores recibidos. Seamos generosos por una vez y concedámosles a todos ellos la jubilación anticipada y el paro, aunque con ello aumente un millón más la lista de desempleados.

MANDAMIENTOS DEL INERTE

MANDAMIENTOS DEL INERTE

No es el virus de la cobarde resignación el que se ha extendido como epidemia medieval entre millones de ciudadanos, causándoles una grave enfermedad que afecta a su voluntad de forma terminante y sin remedio. Es la gandulería en sus vertientes mental y física, quien se ha apoderado de sus voluntades.

Dolencia que incapacita a los afectados para dar respuesta contundente a la injusticia social reinante, al abuso de poder permanente, a la cotidiana manipulación informativa, a la explotación laboral diaria, a los impunes excesos politiqueros, a la amenazante especulación usurera  y a la corrupción política seudogeneralizada.

Esta patología inmoviliza a quienes la padecen causándoles parálisis sociales, acompañadas de la indiferencia más absoluta sobre lo que sucede al vecino, sin percibir que mañana puede ocurrirle a ellos, cuando no haya tiempo para arrepentirse de su actual complicidad con quienes no merecen sino el desprecio y destierro a islas desiertas.

Siguen estos afectados al pie de la letra la terapia impuesta por galenos sin titulación alguna que presumen de especialistas universales y sabelotodos de la nada, basada en estos diez mandamientos que cumplen con severa disciplina:

1.  Soportarás con resignación cristiana y humilde espíritu evangélico, la corrupción política en todos los bandos, dejándote adormecer con la dudosa cantinela de que “no todos los políticos son así”.

2.  Aceptarás en silencio bajadas de sueldos, congelaciones de pensiones, despidos laborales y desahucios, sin mirar para los despachos donde se abrazan banqueros, politiqueros y especuladores.

3.   Consentirás la pérdida de miles de millones de euros en fraudes fiscales, y que el dinero del Estado, – es decir, el tuyo – vaya a parar a los mismos directivos bancarios que niegan créditos de subsistencia.

4.  Apoyarás reformas laborales que supriman ayudas económicas a los parados, perjudiquen las pensiones, prolonguen la edad de jubilación y atenten contra las bajas laborales.

5.  Aplaudirás a reyes legatarios, príncipes herederos, archimillonarias duquesas y marqueses renombrados, con el mismo entusiasmo que los enajenados siervos de la gleba se inclinaban ante sus señores.

6.    Aprobarás con tu voto la multiplicación de administraciones públicas, los sueldazos de quienes las dirigen, el nepotismo interno reinante, la impunidad de los errores y la mediocridad de los afincados.

7.  Admitirás los desmanes de las empresas transnacionales etnocéntricas, policéntricas o geocéntricas, la engañosa competencia, los abusos y las voces metálicas que desatienden a los clientes por teléfono.

8.   Permitirás que unos pocos se lleven la mayor parte de la tarta común, que los pobres sean cada vez más pobres y que cada cinco segundos se muera un niño de hambre devorado por las moscas.

9.   Votarás a políticos inmersos en procesos judiciales, dando más crédito a quienes los defienden, protegiéndose a ellos mismos, que a los jueces y policías investigadores de casos que necesitan poca investigación.

10.  Aprovecharás el tiempo enlodándote en cenagosas pantallas televisivas, evitando contaminarte con páginas redentoras de inculturas ancestrales y cerrando los oídos a voces comprometidas.

Estos diez mandamientos se encierran en dos:

1 .   Amarás el poco dinero que tienes por encima de todas las cosas, incluso de ti mismo y a cuantas cosas puedan darte la felicidad que buscas donde nunca la encontrarás.

2.      Sufrirás con mansedumbre franciscana la que se te viene encima, viendo como una casta social privilegiada sigue brindando con Moet Chandon en sus veleros por el Mediterráneo.

BOTELLONES

BOTELLONES

No me refiero a las botellas grandes, claro. Hablo de la costumbre tomada por los jóvenes de reunirse al aire libre para fomentar relaciones, oír música y charlar de sus cosas, acompañando estas actividades con licores espirituosos envueltos en bebidas carbónicas de diferentes colores y sabores, para reponer los fluidos corporales que pierden con tanto bacalao, hip-hop y reage, mezclado con cantos en honor a la querida patria asturiana, tan socorridos en las fiestas en honor al dios Baco.

También en mi juventud comprábamos bebidas, hacíamos acopio de vinilos para el pick-up y los más ligones trataban de convencer a ciertas féminas para que nos acompañaran a los guateques que organizábamos en casa de fulano o en el local de mengano. Esto nos permitía bailar una conga de jalisco entreverada con twist, yenka y rock and roll, mientras acariciábamos sutilmente la primera cintura, sin dejarnos muchas pesetas en el empeño.

Bien es verdad que también jugábamos a ver quién era más bestia abriéndonos la cabeza a pedrada limpia en aquellas legendarias pedreas, pero nunca incendiamos carros de la basura. Disputábamos los favores femeninos, pero las navajas jamás salieron de la cocina. A la hora acordada se tocaba zafarrancho de limpieza, antes de  marchar a casa con una bola de anís en la boca para ocultar el olor de los Celtas cortos, porque entonces maría sólo era un nombre sagrado imposible de cultivar en las macetas ocupadas por geranios. Eso sí, nos abrían el apetito con una copa de vino quina de diecisiete grados.

Para que se me entienda, el botellón es algo así como un guateque salvaje que se celebra en la calle durante toda la noche, sin orden ni concierto, al que puede añadirse cualquiera sin previo aviso. Comprenderéis entonces que si se cuelan descerebrados “cojos manteca” en la fiesta sin previo aviso, las consecuencias pueden ser muy negativas para vecinos, asistentes y policías, porque estos vándalos han sustituido su masa cerebral por virutas de alcornoque apelmazadas con etanol y sólo responden a garrotes, barrotes, bozales y grilletes.

No obstante, debe hacernos pensar esta rebeldía colectiva de los jóvenes contra el abuso económico y los “garrafones” de los bares de copas, y sobre su determinación para boicotearlos solidariamente. Si el resto de ciudadanos fuéramos capaces de coordinarnos para tomar medidas similares en otros órdenes, los empleados de las oficinas del consumidor pasarían a engrosar la lista del paro. Y, como dice un amigo mío, el gremio de la hostialería pondría algo más de sentido común en los precios.

El resultado del botellón, cuya finalidad parece tan encomiable, tiene poco que ver con la realidad, por diversas causas. Sí, veréis. Las ciudades no disponen de recintos capaces de albergar en condiciones dignas los cientos de chicos que se reúnen en torno a un vaso etílico de plástico. A esto se añade una personalidad inmadura que les impide controlar sus acciones porque en el grupo se diluyen las razonables opiniones personales que mantienen aisladamente cada uno de sus miembros por separado.

El botellón permite al joven salir del ámbito gobernado por los adultos; tomar un territorio; y afianzarse en el grupo. Además, beber es un rito iniciático para el joven, pero su inmadurez le lleva a un consumo neurótico de alcohol, bien para desinhibirse y mejorar su relación con el sexo opuesto o por presión del grupo. ¿Solución? Puedo decir que no confío en fórmulas represivas, aunque mantengo que los actos vandálicos no pueden salirle gratis a los salvajes. Creo más en el compromiso de las familias. Se ha pasado de una educación doméstica autoritaria a la permisividad sin límites, blindando a los jóvenes con derechos sin mencionarles sus obligaciones, desequilibrando el discurso democrático sin medir bien las consecuencias de tal exceso.

PROTESTAS EN MI JUVENTUD

PROTESTAS EN MI JUVENTUD

Con motivo de la entrada que inserté en este blog sobre los “indignados”, donde aludía a las protestas que hacíamos los jóvenes en mi juventud, me ha preguntado un internauta sobre nuestras quejas juveniles, y voy a responderle salvando la gran protesta de la minoría que gritaba contra la dictadura, apoyada por el silencio precavido de una mayoría absoluta.

Esto pudo verse tras la muerte del dictador, con el grito mudo que soltamos los españoles al conseguirse la cuadratura del círculo con el suicidio de los “cuarenta de Ayete”, propiciado por la Ley de Reforma Política, que obligó al harakiri al Consejo Nacional del Movimiento tras declarar que dicha reforma  ¡estaba inserta en el proceso político iniciado el 18 de julio!

La falta de libertades, el abuso de poder, la disciplina militar académica, la desmedida influencia de la iglesia católica, los castigos escolares, la tergiversación de la historia, el oracionario permanente, la manipulación informativa y el lavado de cerebro con el espíritu nacional, fueron objeto de nuestra tímida protesta, sin éxito alguno porque la fuerza era desproporcionada y la represión franquista inclemente y sin redención.

Pero con desconfiada firmeza protestábamos por los rincones de las Facultades y ciertas parroquias contra cosas menores, – pero no sin importancia -, comparadas con las anteriormente citadas. Entre las cuestiones ajenas al gran objetivo común de retomar la democracia de la papelera donde fue arrojada el verano de 1936, protestábamos por:

  1. El conservadurismo ideológico de los padres y la rigidez doméstica
  2. La falta de comprensión de los adultos hacia los problemas juveniles
  3. El entusiasmo militar y la exaltación de los movimientos bélicos
  4. La instrumentalización de la voluntad y limitación de futuro
  5. El trato paternalista y la falta de respeto a las opciones personales
  6. La asfixia social generada por ilimitadas prohibiciones
  7. El materialismo disfrazado con moralina religiosa
  8. La ausencia de diversiones y organizaciones que no fueran juveniles y españolas
  9. El cinismo dominante en los dirigentes políticos y sociales
  10. La cultura enajenante y alienante de un Estado enajenado
  11. El castigo físico y psicológico en el centro escolar y la familia
  12. La fuerte represión religiosa y la obsesión por el sexto mandamiento
  13. El acoso permanente de los “grises” y los abusos impunes de la policía
  14. La obligación cotidiana de tener que estar a las diez de la noche en casa
  15. El miedo a comprar preservativos en la farmacia
  16. La burocracia, el “papeleo” y los clericales certificados de buena conducta
  17. El autoritario y abusivo respeto exigido por padres, profesores y adultos
  18. La guerra helada, fría, templada y caliente exterior, y la silenciosa interior
  19. El dedo que condenaba el sexo y la mano que tapaba los besos en las películas
  20. Las dificultades para salir al exterior y leer “libros prohibidos”

Estas son veinte protestas de mi juventud, entre las miles que circulaban de boca en boca con sordina. Digo esto porque protestar, lo que se dice protestar, no era posible hacerlo en un país con férrea censura periodística, disolución de reuniones con más de tres personas, frecuentes Estados de Excepción, prohibición de manifestaciones y condenas del Tribunal de Orden Público a quien se quitara el esparadrapo de la boca.

Invito a los que compartieron tan casposos años conmigo a participar en esta entrada, añadiendo otros argumentos merecedores de nuestra protesta en aquella época.