ESCUELA

ESCUELA

ESCUELA

Carente el ser humano de la sabiduría del asno, tropieza más de dos veces en la misma piedra perdiendo el equilibrio los minutos justos para olvidarse del tropezón anterior, aunque presuma de aprender de sus propias experiencias, sin darse cuenta del engaño.

Hablo sólo de lo que conozco, de lo que he vivido y de cuanto he aprendido en la escuela de la vida, evitando repetir lo que otros han dicho y rechazando hacer mías experiencias ajenas, por ilustrativas que éstas sean.

Es así como he aprendido que admitir los errores propios satisface sentimientos, alimenta la salud mental y mejora la confianza en uno mismo, al tiempo que confirma la necedad de quienes se empeñan en mantenerlos. Pero también me ha enseñado la vida que disculpar las confusiones de otros y perdonar a quienes nos meten el dedo en el ojo no siempre regenera los comportamientos del agresor.

He aprendido que caminar por la vida enarbolando la bandera de la verdad junto a un rótulo enjaretado en la solapa condenando el cinismo, reconforta el ánimo, aleja el insomnio y estimula la moral de quien hace honor a tales distintivos. Pero también sé que tal actitud reduce notoriamente el número de amigos; que el destierro social está garantizado; y que los esfuerzos de promoción profesional y personal se multiplican por el cierre de despachos políticos, expulsión de redacciones de periódicos, eliminación en comisiones de selección y demoras injustificadas en oficinas administrativas.

He aprendido que respetar a todos los semejantes es una obligación que debe alejarnos del insulto y la ofensa personal, por muy distantes que estén de nosotros las creencias y hábitos del vecino. Pero he confirmado también que están eximidas de este respeto las decisiones tomadas por dirigentes cuando éstas sean desacertadas o nocivas para los intereses de quienes las sufren. Tampoco merecen consideración alguna las opiniones vertidas sin argumentos que las justifiquen; ni las actitudes y gestos detestables, aunque se disfracen con trajes de gala; ni algunas sentencias judiciales por mucho que se amparen en togas; ni los asertos de ignorantes que protegen sus memeces tras las cuentas corrientes; ni las pontificaciones celestiales de clérigos que viven en su paraíso sin mancharse los zapatos rojos en el fango de la miseria.

He aprendido a distinguir entre la multitud al tramposo, obstinado en engañar a cuantos le rodean; al corrupto, capaz de robarle la medicina a un enfermo; al prepotente que estira el cuello sin saber que en cualquier momento van a cortárselo; al cínico que insulta nuestra inteligencia con burdas mentiras; y al politiquero que se disfraza de político a la puerta de los colegios electorales.

He aprendido a golpes de sangre que nada hay más importante que ser uno mismo en la parcela que a cada cual corresponde, por mucho que los murmuradores se empeñen en llevarnos por rutas que despreciamos. Permanecer en el espacio que corresponde a cada uno en cada momento nos ayuda a ser algo más felices. Y despojarnos de las orejeras nos permitirá ver el paisaje a los lados del sendero.

He aprendido, finalmente, que sólo pierde el tiempo quien que no lo aprovecha, por eso el ocio estéril es la bancarrota de la vida.

 

PERCEPCIONES

PERCEPCIONES

PERCEPCIONES

Desde hace más tiempo del preciso,  reciben los sentidos  imágenes y sensaciones extrañas que impresionan retinas, tímpanos y dendritas, dejándonos el amargo sabor de la decepción, la contrariedad de la frustración, la impotencia de la derrota y el convencimiento de la inevitable ruina social, porque las pancartas han sustituido a la rebeldía, y la resignación se ha hospedado en los corazones heridos, ahogando toda capacidad de respuesta.

Ver a patrones subidos a lomos de sus obreros fustigándoles los ijares obliga a pensar que los capelos han modificado a gusto de los jinetes la doctrina, decretando que el mandato evangélico de amarnos los unos a los otros se haga realidad amándonos los unos sobre los otros.

Comprobar la categórica respuesta de los tribunales de justicia con quienes han hurtado un lapicero, contrasta con la indulgencia mantenida por las togas con políticos y corruptos que se protegen con guantes blancos para ocultar sus podridas manos por la ambición, como sepulcros blanqueados condenados al desprecio en el libro sagrado.

Observar los privilegios, ingresos económicos, dietas y jubilaciones de los políticos – muchos de ellos sin titulación, méritos, ni capacidad -, representa un insulto a la inteligencia de los que pagamos tales prebendas con nuestros impuestos; una afrenta a los trabajadores que sudan para ellos; una burla para los desempleados que se muerden los puños de impotencia; una ofensa para la democracia que pervierten; y un agravio al sentido común, que exige una llamada al voto en blanco, a la quema de fueros inmerecidos y a las barricadas electorales.

Quienes mantienen la sartén por el mango y el mango también autorizan la protesta civilizada, dentro del orden establecido por ellos y sin permitir que la violencia deslinde el marco legal dictado por su dedo índice.  Pero ha llegado el tiempo de dar un paso hacia delante, conculcando normas que sólo a ellos benefician.

Mi querido Benito, buen amigo adolescente en el Infanta, me ayuda a cerrar la carta de hoy con las palabras que me ha enviado, escritas por Ayn Rand en 1950, premonitorias de la que se nos viene encima:

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican, no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias mas que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”

 

TELEAFÓNICA

TELEAFÓNICA

TELEAFÓNICA

Al parecer, la multinacional Telefónica se está quedando afónica en la casa donde la parieron y amamantaron durante 80 años, desde aquel lejano 19 de abril de 1924 en que Directorio de Primo de Rivera la bautizara con el nombre de Compañía Telefónica Nacional de España, hasta 1999 en que fue privatizada por el Gobierno de turno, multinacionalizándose hasta llegar a ser en julio de 2010 la quinta compañía de telecomunicaciones del mundo.

Al parecer, esta empresa tuvo un beneficio neto de 10.167 millones de euros en 2010, representando un incremento del 30,8 % sobre los beneficios obtenidos en 2009, el mayor de las empresas españolas. Todo ello gracias especialmente a los brasileños, porque en España la rentabilidad estuvo por debajo de lo esperado, a causa de una crisis que tardará en tocar fondo. Es decir que en España se obtuvieron pingües beneficios, pero no los suficientes para saciar la voracidad de la empresa.

Al parecer, ésta prefiere centrarse en mercados que le ofrezcan mayor rentabilidad, y para mejorar su competitividad en España ha decidido enviar al paro en tres años a más de 6.000 empleados, es decir, al 20 % de sus 35.000 trabajadores, y a 250 directivos, el 6 % de los mismos. Mientras tanto, los 1.600 jefes restantes están dispuestos a repartirse en bonos 450 millones de euros, porque los millones que se llevaron en 2010 no les sirvieron ni para abrir boca.

Al parecer, los sabios economistas al servicio del dragón, opinan que pasar al infierno del paro es la mejor solución para los trabajadores, porque más vale un despido con indemnización y cobertura de paro, a una expulsión sin compensación ni derecho a desempleo. Por supuesto, y si además viene acompañada del embarazo del trabajador y un desarrollo anormal e incontrolado de células que destruyan sus tejidos orgánicos, entonces peor, claro. Pero como todo esto no parece probable, pues que se vayan al paro felices en su banal y fingida desdicha. ¡Hay que joderse!

¿Todo bien hasta aquí? Pues concluyamos. Permítanme pedirles que apaguen la luz del escritorio y enciendan una vela para seguir leyendo el final de esta página con la música del Dies Irae como fondo de nuestra conversación.

Ante situaciones de emergencia sólo caben respuestas excepcionales. Los opios deístas han de revelarse contra los opios capitalistas cuando las sirenas anuncian bombardeos sobre una tierra ya devastada con cinco millones de parados pegados al cristal de la ventana, viendo como festejan los mercantilistas con champagne el ascenso de sus cuentas corrientes con el sudor del de enfrente.

Ante un gobierno temeroso de intervenir dando un puñetazo en la mesa para decir basta a este capitalismo salvaje e insolidario que nos aplasta. Perdida ya la confianza en los sindicalistas de despacho que deambulan por las sedes sindicales liberados de la fábrica, la oficina, el aula, el comercio y el patrón. Con la Iglesia declinando su vocación liberadora a favor de veleidades lejanas del compromiso ético-profético que de ella se espera. Y con la indiferencia sometiendo la voluntad de rebeldía de los acomodados en la complaciente modorra de la indiferencia, no queda otro camino que llamar a la revolución armada de los indefensos, de los parados y de quienes mendigan en las alcantarillas los detritus de quienes despilfarran aquello que les daría a ellos la vida.

 

RESURRECCIÓN

RESURRECCIÓN

RESURRECCIÓN

Vamos a ir directamente al grano: La resurrección del Hijo del Hombre pertenece en exclusiva al espacio de la fe religiosa y justifica ésta, porque como dijo Pablo de Tarso sin la resurrección los católicos no irían a parte alguna.

Pero la realidad es que nunca llegará a probarse la resurrección como hecho histórico, encontrándose el automilagro en la capacidad para creer – o crear – lo que no se ha visto, quedando la Iglesia como fedataria de un hecho inexistente, como tantos otros, y la fe dando solución al enigma con la sartén por el mango, arrimándole sartenazos al incrédulo.

De igual manera, tampoco se ha podido demostrar que Jesucristo no muriera en el Gólgota, que curara sus heridas en casa de Magdalena y terminara emigrando a la India, donde casó con mujer nativa, muriendo de viejo rodeado de hijos y nietos.

Llama la atención que los cuatro cronistas oficiales reconocidos por la Iglesia Católica Apostólica y Romana no se pongan de acuerdo en los hechos acontecidos en el día que hoy se conmemora, como puede comprobarse leyendo los relatos descritos por cada uno de ellos, donde el único punto de encuentro entre los cuatro es la presencia de María Magdalena y la propia resurrección del muerto.

Por otro lado, es curioso que el resucitado no se presentara a sus seguidores con el mismo aspecto físico ni la misma cara que los discípulos le habían visto durante los años que estuvieron con él. En caso contrario no puede entenderse que dos de estos amigos no le reconocieran cuando conversó con ellos camino de Emaús. Ni que su enamorada Magdalena le confundiera con un hortelano cuando se presentó ante ella. Ni que a los discípulos tuviera que mostrarles sus manos y costado para que le reconocieran, con ayuda del Espíritu Santo, claro. Ni que Tomás se viera obligado a meter la mano en la herida. Ni que los pescadores del Tiberiades sólo le reconocieran al sacar las redes llenas de peces siguiendo las instrucciones del “aparecido”, y no cuando se acercó a ellos.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan o los pollinos vuelen y de hacer creer a los fieles lo que no han visto, como es el caso de la resurrección, fundamento, justificación y sostén de la doctrina católica.

Quiero terminar esta serie que comencé el Viernes de Dolores con las siguientes palabras de Buda, por si algún lector de este cuaderno quiere hacer uso de ellas:

“No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen  de la razón y a la voz de la conciencia”

 

EXPLICACIÓN Y GRATITUD

EXPLICACIÓN Y GRATITUD

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EXPLICACIÓN Y GRATITUD

A veces lo necesario toma carácter urgente, desplazando el orden establecido a la papelera para dar paso a explicaciones requeridas por el amigo que se da por aludido, sin tener razones para ello.

Tenía ya escrita la entrada de hoy, Sábado Santo, cuando recibo el correo de un amigo en mi dirección de gmail, diciéndome que en la entrada del Miércoles Santo titulada “Imagenofobia” no se encuentra incluido en el grupo de ¿creyentes? aludido por mí en el texto, y debo contestarle desde este cuaderno para hacer pública mi solicitud de perdón y darle explicaciones.

Por supuesto, Santiago, que tú no estás entre los católicos que pretendía censurar y caricaturizar en mi bitácora, como tampoco están en ese grupo: Casaldáliga, sor Raquel Díaz de Cerio, Hélder Cámara, Casimiro, la madre Teresa, el padre Ferrer, nuestro querido Ángel, y tantos y tantos católicos, así Católicos, con mayúsculas, para distinguirlos de los católicos de escaparate y bisutería.

A éstos últimos quería referirme en la nota que inserté ese día. A los que patrocinan un Dios mercader y vengativo, satisfecho con el dolor de sus fieles. A los que promueven un Dios que exige renunciar a la condición de hombre, que castiga la sexualidad y antepone la castidad al amor. A los que apadrinan un Dios complacido con quienes van a misa y siguen robando, calumniando y corrompiendo, mientras toleran inmóviles la miseria que pasa por delante de su puerta. A los cofrades que se disfrazan y exhiben en las procesiones legitimando un Dios que bendice la hipocresía y la falta de compromiso evangélico de sus vidas. A los que pretenden salvaguardar actitudes contrarias a la fe que dicen profesar creyendo en un Dios que acepta a su lado a quienes pasan por la vida ocupados solamente en su enriquecimiento y lucro personal. A los políticos que utilizan el espectáculo procesional como bandera para mostrar públicamente una fe en valores evangélicos que no practican.

A estos sepulcros blanqueados me refería en mis reflexiones, Santiago. No a los que como tú comprometen su fe cada día por la felicidad de los demás, aunque seáis muy pocos los católicos que esto hacéis en la ciudad, incluyendo a los profesionales de la virtud que bendicen a los miles que acuden a las iglesias dándose golpes de pecho en vez de golpear la pobreza, miseria, desprecio y abandono que sufren muchos de sus hermanos, hijos también del Dios que aparentan venerar.

Gracias por tu compromiso, Santiago, por tu ejemplo, por tu testimonio y por tu amistad.

 

PROCESIONES

PROCESIONES

PROCESIONES

Buena la lió Josué el séptimo día, cuando se le ocurrió obedecer a Dios y ponerse a dar siete vueltas alrededor de las murallas de Jericó, para luego derrumbarlas a trompetazo limpio con el shofarim y la ayuda de Yahvé, por supuesto.

A partir de entonces le salieron imitadores por todos los rincones del planeta, y las procesiones se impusieron en el hinduismo, obrerismo, judaísmo, intelectualismo, parlamentarismo, islamismo y cristianismo, con actos a los cuales asistían y asisten personas que van en filas de un lugar a otro con algún fin público y solemne.

El concilio de Trento, la Contrarreforma y los francisanos, sumaron el catolicismo a tales itinerarios, monopolizando su vertiente religiosa para reclamo de turistas, entretenimiento de cofrades, liberación de pecadores, exhibición de penitentes, satisfacción de curiosos y consolación de creyentes.

La escenografía patrocinada por una fuerte burguesía permitió exhibir ante los artistas las primeras Máquinas de Representación para que pintores y escultores hicieran sus obras de arte. Y de aquellas Mandorlas vinieron los Pasos procesionales que inundan estos días todas las ciudades españolas, desde Finisterre a Gata y desde Creus a Trafalgar.

En estos homenajes públicos a Dios, a la Virgen, a los ángeles, a los santos, a los patriarcas, apóstoles, mártires, y a quienes se lo merezcan, se muestran imágenes redentoras de penas. Bellas esculturas de personas anónimas, convertidas en sagrados iconos por efecto del agua bendita derramada con el hisopo sobre los cuerpos de madera policromada.

Imágenes que ejercen de padrinos conseguidores para quienes algo les solicitan, a cambio de pequeños sacrificios personales sin importancia alguna y muy saludables, con el fin de agradar al Dios justiciero y vengativo que veneran.

Así, puede verse a los peticionarios paseándose con cadenas en los pies,  llevando cruces sobre los hombros o peregrinando descalzos por los adoquines con un cilicio en cada pierna como desagravio por el mal causado o agradeciendo un favor recibido, sin que la Iglesia-estructura diga ni pío a favor del Dios en el que dicen creer, tan lejano del salvador mercader que veneran quienes tales menesteres ofician, manteniendo intacto su traje de la primera comunión.

 

CENA CON AMIGOS

CENA CON AMIGOS

CENA CON AMIGOS

Vale la pena evocar la liturgia del Jueves Santo sólo por recordar el cuadro de la última cena que  Leonardo nos dejó sobre la pared del  refectorio del convento dominico milanés de Santa Maria delle Grazie. Nunca tuve sensación más placentera ante un cuadro como aquel mediodía estival en que accedí al comedor donde se encontraba la escena, quedando boquiabierto, mudo y sin respuesta.

Pero vayamos con la histórica cena que tuvo lugar, aunque ningún cronista de la época nos haya dicho con qué alimentos llenaron la andorga los comensales aquella memorable noche. No obstante, cabe suponer que seguirían la tradición judía degustando cordero puro y del año acompañado de pan y regado con vino, intercalado todo ello con amena tertulia y discurso de sobremesa.

De haber sido ese el menú, no faltamos a la verdad si decimos que fue una cena poco dietética y pesada, que exigiría después – como así fue – un paseo por el Monte de los Olivos para ayudar digerirla, donde al parecer pasó lo que pasó.

En cambio, lo que sí se nos aclara, para sorpresa general, es que no se lavaron los comensales las manos antes de cenar, sino pies. Fue el Mesías quien aseo las extremidades de sus seguidores para que aprendieran a hacerlo y lo repitieran entre ellos cuando Él no estuviera.

También ignoramos todo lo que hablaron durante la colación, pero las noticias que nos han llegado confirman que hubo despedidas, preaviso de traición y encomienda del líder a sus seguidores para que repitieran el increíble milagro de transformar el pan en carne del paladín del amor, y el vino – tinto, claro – en su sangre, advirtiéndoles que no hicieran ascos a sus órdenes ni pensaran que se trataba de canibalizarlos ni vampirizarlos porque era algo simbólico, ya que el pan mantendría su sabor ácimo y el vino conservaría su bouquet.

Lo que tampoco queda claro – en caso de confirmarse el menú indicado – es que se exagerara tanto el milagro, pues habiendo carne sobre la mesa sobraba el alarde de transformar primero el pan en carne y ésta en el cuerpo del Salvador, cuando podían haberse ahorrarse el primer paso y el milagro intermedio.

Sea como fuere, el Maestro pidió a sus seguidores sin reparos que repitieran la cena durante siglos y siglos, cuantas veces fuera posible en memoria suya, porque en el pan manducarían su cuerpo y en el vino libarían su sangre. ¡….! Creando así el rito cristiano de “Acción de gracias” que los griegos llaman Eucharistia y los católicos “Sacramento del sacrificio del cuerpo y la sangre de Jesucristo”.