JOVEN ANCIANO

JOVEN ANCIANO

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La casualidad puso ayer delante mis ojos en la pantalla televisiva a un joven hablando con palabras de ancianidad a la que nunca espero llegar, aunque la vida me conceda la desgracia de ser inservible centenario en manos ajenas, sin posibilidad de encontrar una enfermera como la de Johnny cuando dejó su fusil y le taparon la cara.

Tales fueron las palabras de este joven anciano, que sospeché tratarse de un truco mágico en la que un viejo reviejo se había puesto careta joven para disimular su rostro ajado, pero no fue así. Se trataba de la imagen real-real de un joven-joven, que se expresaba con ideas de viejo-viejo, sin que el director de escena gritara ¡corten!, y el responsable de emisiones de la Bola del Mundo en Navacerrada, cortara la emisión.

Yo, que tantas veces he pedido a mis hijos y alumnos rebeldía y fuerza para luchar contra todos los molinos de la vida, me encontraba ante un joven anciano moralmente moribundo, resignado a su injusta desgracia, que daba paternales consejos de confesionario a otros jóvenes con voz doblada por el miedo, pidiéndoles paciencia bíblica, humildad evangélica, esperanza en providenciales sortilegios, apuntillada con el deseo de que tuvieran suerte en la lotería y les acompañara la fortuna de un braguetazo que les resolviera la vida.

El discurso de este anciano de veintitantos años hubiera ganado un concurso galáctico de monólogos, provocando carcajadas en los marcianos, fraternales paisanos de este ejemplar de fauna extinguida, del que afortunadamente solo queda él como muestra en la Tierra.

BANDERA ROJIGUALDA

BANDERA ROJIGUALDA

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Todo el bandereo de ayer me permite recordar que hoy es el aniversario del drapeau nacional, porque el 13 de octubre de 1843 la ninfómana reina Isabel II firmó el decreto unificador estableciendo la bandera rojigualda como enseña nacional única, evitándose así que cada ejército tuviera la suya, cada regimiento su enseña, cada batallón su estandarte y cada fortificación su gallardete.

Desde ese día, ondeó la misma bandera en todos los mástiles, buques de guerra y campamentos militares, manteniéndose los colores rojo y gualda durante la Primera República Española de 1873, cambiando  la República de 1931 una de las bandas rojas por el color morado del pendón comunero.

Explicaron a mi infancia escolar que el color rojo hacía referencia a la sangre derramada por los nacionales en la guerra civil, y el amarillo al oro que robaron los rojos del Banco de España durante la contienda. Luego supe que los colores “encarnado” y “amarillo” fueron elegidos por Carlos III al ser estos los más visibles en el mar.

También me fue aclarado que el amarillo no es tal, sino gualda como la planta de tal nombre con tallos ramosos, hojas enteras, lanceoladas, con un diente a cada lado de la base, flores gualdas en espigas compactas, y fruto capsular con semillas pequeñas en forma de riñón, cultivada para teñir de amarillo dorado la bandera, tras su cocción.

 

CRÓNICA DE UNA CATÁSTROFE ANUNCIADA

CRÓNICA DE UNA CATÁSTROFE ANUNCIADA

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Los herederos de Michel de Nôtre-Dame han acertado en sus profecías al cumplirse las predicciones de tales Nostradamus, aunque ninguno de ellos sea astrólogo provenzal ni tengan origen judío, recibiendo el aplauso de sus seguidores por el acierto en las catástrofes predichas por ellos.

Las siniestras profecías de los agoreros comienzan a cumplirse con el súbito apagamiento del Sol, la caída de meteoritos sobre la corteza terrestre, el galope de los jinetes apocalípticos, la desaparición de la atmósfera, el deshielo de los casquetes polares y la inversión del giro de la Tierra, provocándose catástrofes superiores a las previstas por el gran profeta del cataclismo.

La victoria de los antipatriotas está convirtiendo España en un sinvivir, un sindiós, un sinpaz y una sinvergonzonería. Desde que los luciferes ocupan las poltronas, el sol ya no sale por Antequera sino por Tiananmen, corre sangre por las calles y se fornica en los bancos municipales, manteniéndose la castidad más pura en los consejos de administración de las entidades financieras.

Arden los conventos, monjas on fire van de tuiteras, comeniños que desayunan infantes cada mañana, bíblicas Sodoma y Gomorra han cobrado vida en las ciudades gobernadas por diabólicas fuerzas impositoras de la barbarie, el fornicio, la molicie, el vicio, la holganza, el robo y la mudanza.

VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

Amanecer

Es obligado soplar cada mañana la negra nube de la rutina para cruzar felices el rubicón del día que nos espera. Hay que apartar la losa agónica de la nada eterna para alcanzar la resurrección en la jornada. Es preciso gritar, alzar los brazos, cantar, reír y saltar asombrados ante el milagro de la vida que amanece, para ahuyentar la pesadumbre.

Vamos, pues, a ganar la vida que hoy nos espera, mirándola a la cara sin extrañeza por su llegada, reservando las dudas para mañana y sin tener en cuenta sus andanzas de ayer para evitar el rapto de la memoria, porque debemos hospedarnos cada día en la jornada que despierta con el deseo de alcanzar la sorpresa desprevenida que no ven los profetas del infortunio.

Vamos a estrujar todo lo bueno que nos traigan las horas que tenemos por delante, aprovechando la nueva oportunidad que nos da la suerte para hacerlo, conscientes de que no será un día menos que nos queda sino el día a mayores que hemos robado a la innombrable, aunque sepamos que nos espera cuando no podamos cumplir nuestro propósito de ganarle cada día un minuto más de felicidad a la vida.

BOMBHUMANA

BOMBHUMANA

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La historia nos ha hecho enmudecer durante siglos por los efectos devastadores de las bombas sobre las personas, animales, campos y ciudades, ya sean bombas convencionales, dispersivas, atómicas de fisión, de fusión o neutrónicas. Igualmente, nos han estremecido las imágenes generadas por las bombas de racimo. Y han mantenido cerrados nuestros ojos los dolorosos efectos de las quemaduras del napalm. Pero falta por llegar lo peor.

La insolidaria codicia de los amos del mundo están fabricando una nueva bomba cuya deflagración no se limitará a llevarse por delante a los de siempre, sino que también acabará con la vida de los humanoides que están fabricando en los despachos políticos y financieros semejante artefacto para su autoexterminio.

Se trata de la bombumana que está a punto de estallar, porque no es normal que en el norte estemos discutiendo sobre la calidad del chocolate o el porcentaje de sodio en el agua, mientras unos kilómetros al sur la hambruna cause estragos entre los seres humanos y las personas beban agua embarrada directamente de la charcas, junto a los animales, viendo sobrevolar buitres sobre sus cabezas.

EL OLVIDO DE VIVIR

EL OLVIDO DE VIVIR

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Si tomamos la vida con rigor, nos basta pensar que habita en nosotros como huésped pasajero desposeído de fidelidad eterna, pero con el don divino de la ubicuidad que le permite expandirse hasta el último rincón del mundo donde una célula se mueva en el interior de algo material que nace, crece, se reproduce y muere.

En ese espacio se acomoda la vida con prisa y sin clavar muy profunda la estaca, ni llevar más equipaje que la ropa puesta sabiendo que está de paso, con efímera permanencia, hasta ser desahuciada por la innombrable, dejando en herencia nuestro recuerdo a familiares, amigos y vecinos, que será olvidado el día que el diluvio final que se los lleve a todos por delante en riada inevitable.

Es la vida intermitencia de luz que se apaga en unos cuerpos para encenderse en otros, advirtiendo de sus virajes a quienes van detrás de ella para mostrarles a qué atenerse, antes de hacer una maniobra inesperada que coja despistados a los perseguidores y se despeñen dormidos al volante o enviciados en la ruleta rusa con una flor de oro en la solapa y la ambición en bandolera.

Desatender a tan sensible inquilino es preludio del adiós, por eso no debemos olvidarnos de vivir para evitar que un despiste del azar apague la luz y encienda velas a nuestros pies por tirar la vida por la borda, ocupados en menesteres propios de los enterradores de la virtud y la felicidad.

EL EXPRESO DE ORIENTE

EL EXPRESO DE ORIENTE

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Un día como ayer de 1883 inició su primer viaje el Expreso de Oriente uniendo París y Constantinopla con vagones de lujo donde se acomodaron aristócratas, políticos, millonarios y altos empresarios europeos, reuniéndose todos ellos dos veces por semana en el andén de la Gare de l’Est antes de emprender viaje hasta la ciudad de Estambul, a través de Alemania, Austria, Hungría y Rumanía.

Así lo hizo hasta que la primera Gran Guerra interrumpió su paso durante cinco años, alcanzando luego su mayor auge en los años treinta, siendo enviado de nuevo al dique seco por la segunda barbarie mundial que dinamitó los raíles del monstruo de acero que cabalgaba por Europa, comenzando de nuevo sus servicios el Orient Express al finalizar la matanza, concluyendo su cabalgadura en 2009 cuando los vuelos baratos y la alta velocidad ferroviaria cerraron definitivamente sus taquillas.

Este rey de trenes y tren de reyes fue el resultado del gran empeño puesto por el liejense Georges Nagelmackers, fundador de la Compagnie Internationale del Wagons Lits, primera empresa que introdujo camas y restaurantes en los trenes, consiguiendo unir Europa occidental con el sudoeste asiático, en lujosos vagones que disfrutaron los privilegiados burgueses de la época.

No se trataba de viajar de una ciudad a otra, sino de hacer negocios a bordo, compartir departamentos con amantes, conspirar políticamente, urdir tramas empresariales, comer exquisitos platos con cubertería de plata, libar los mejores vinos en cristalería de Sèvres, brindar con Moët Chandon, bañarse con agua espumosa, expulsar los desechos en váteres de mármol de Carrara y compartir ventanilla y cama con Mata Hari.