LAICIDAD

LAICIDAD

LAICIDAD

Más de tres décadas como profesor me permiten confirmar el desgaste intelectual que supone explicar muchas veces cuestiones evidentes a quienes no desean entenderlas. Esfuerzos baldíos que caen en barbecho ante la falta de voluntad y entendederas de los oyentes, por elementales que sean los argumentos.

Esto ocurre con la laicidad desde finales del siglo XIX cuando se decidió que las diferentes iglesias y los estados debían respetarse mutuamente y no cruzar sus caminos, porque la libertad de conciencia personal no autorizaba la injerencia de normas o valores morales religiosos en asuntos que concernían a cada cual.

Debatir sobre laicismo – ya que curiosamente la Academia no permite hablar de laicidad – debía ser ocioso en una democracia por ser consustancial a ella. Concepto tan obvio y constitucional no merecería ni un segundo del tiempo que a todos ocupa en múltiples páginas humedecidas con ríos de tinta, en aclaraciones innecesarias, en resolver problemas inexistentes y en manifestaciones diarias por los rincones con exaltaciones de fervor religioso desmedidas, en esta España católica, apostólica y romana.

Incluso mentes despiertas que alcanzan cuestiones muchos más complejas, se niegan a comprender lo proclamado en el artículo 16.3 de nuestra Constitución, donde se establece que ninguna confesión religiosa tendrá carácter estatal. Algo que no tiene nada que ver con el anticlericalismo ni la condena de los valores religiosos, pero que va a la esencia misma del respeto que cada ciudadano merece, al optar por una ideología concreta.

El proceso de laicización es consecuencia legal y lógica de aplicar una doctrina que defiende la independencia del hombre, la sociedad y el Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa, sea ésta católica, protestante, musulmana, judía o budista.

Es decir, el laicismo no es una actitud antirreligiosa, ni mucho menos, sino todo lo contrario. Tampoco va contra religión alguna, ni creencia sostenida, porque sólo pretende dar trato igualitario a todos los credos, alejándolos de la institucionalidad oficial que en muchos casos se otorga a una religión concreta.

Laicizar es poner las cosas en su sitio, dando al César lo que a éste pertenece y a los dioses lo que a cada cual corresponde. No se trata de impedir prácticas religiosas, pero tampoco de imponerlas, porque las creencias personales son patrimonio individual y propiedad privada de cada cual, reservándose las personas el derecho de admisión en el ámbito de su intimidad ideológica.

Por eso, en un Estado laico como el nuestro que consagra en su Carta Magna la independencia religiosa, no es de recibo que los representantes del pueblo hagan ostentación pública de apoyo a una religión concreta con su presencia en actos donde a todos representan, ni que autoridad religiosa alguna intervenga en la gobernabilidad del Estado o interfiera en uno de sus tres poderes.

Un Estado laico debe proteger la libertad de religión, culto e increencia de cada ciudadano, porque los descreídos también tienen derecho a disfrutar de la secularización estatal. Algo que no ocurre en Estados constitucionalmente ateos, opuestos a toda creencia y práctica religiosa, o el los teocráticos, como extremos de la realidad. El Estado laico no prohíbe las manifestaciones públicas religiosas de los ciudadanos adscritos a cualquier religión, siempre que éstas no se institucionalicen.

Dicho esto, cualquier desfanatizado debería comprender que la jerarquía católica española no tiene licencia para moralizar desde la tribuna pública a la sociedad estableciendo límites entre el pecado prohibido y la gracia permitida, porque carecen de autorización legal para hacerlo, aunque se arroguen el derecho moral de predicar fuera del púlpito a quienes no son de su grey.

 

SHOCK ELECTORAL

SHOCK ELECTORAL

Escribo esta página desde la UVI intelectual en la que todavía permanezco ingresado desde la noche del domingo cuando supe los resultados electorales, afectado por un fuerte shock electoral generado por compatriotas que elevaron a sillones municipales y parlamentarios a la gran pandilla de políticos encausados en procesos de corrupción pública.

Como hombre profundamente político en sentido aristotélico, pero radicalmente antipartidista, estoy temiendo por mi vida política ya que la afección que padezco, fruto de la decepción sufrida, está impidiendo que llegue a mi cerebro el flujo de sangre honesta que esperaba recibir el domingo de las plaqueletas.

Muchos de los votos emitidos han cambiado de posición la cisura de Rolando, provocado en mi cerebro un torbellino de críticas democráticas que está permitiendo el desarrollo de patologías cuya aparición se asocia a un estado de hipoperfusión electoral e hipoxia mental que terminará produciendo en mis convicciones democráticas lesiones irreversibles y un fracaso multiorgánico de todas las esperanzas que tenía puestas en la regeneración moral de la política en mi país.

El mecanismo fisiopatolítico que me ha llevado a semejante estado tiene su origen en la quiebra intelectual producida al ver en sillones oficiales, beneficiándose de sueldos públicos y privilegios inmerecidos, a personajes inmersos en procesos judiciales por casos de enmierdamiento político, en sus múltiples versiones de ilegalidades, sobornos, corruptelas, compraventas, trampas, regalos, mentiras y abusos.

El fracaso de los tratamientos políticos quimioterápicos que esperaba de las urnas, aconseja un tratamiento quirúrgico urgente que solo puede venir de las togas judiciales porque la gravedad del cuadro clínico que me afecta no tiene otra solución, y en ella confío.

Conde Pumpido dio no hace mucho tiempo la cifra de 730 políticos encausados por delitos de corrupción; en Baleares se habló de 504 imputados por idéntico motivo; el juez Pedreira ha perdido la cuenta de los implicados en el caso Gürtel; y los cordobeses ¡han sentado en su Ayuntamiento a Rafael Gómez!, paradigma de la mayor distorsión democrática que jamás pudo imaginarse.

Ignoro los latidos del alma cordobesa y mi afecto por la ciudad y sus vecinos está fuera de toda duda, pero alguno de los votantes a la “Unión Cordobesa” de Sandokán tendría que explicarnos las razones de su elección, para salvarnos a muchos de una muerte intelectual segura.

¿Quién puede confiar la gestión pública a un ladrillero fuertemente imputado en el caso Malaya por entregar 600.000 euros a Roca a cambio de favores urbanísticos? ¿Con qué argumentos se le abren las puertas de la caja fuerte municipal a quien debe 24,6 millones de euros al Ayuntamiento? ¿Qué pasa por la mente de quienes pretenden emular las hazañas de Gil?

Perdonen, pero tengo que abandonarles porque me falta el aliento y estoy a punto de perecer por disnea de “mal político”, al bucear a pulmón libre en el lodazal donde nos han sumergido, del que sólo puede salvarnos el compromiso de los jueces con la regeneración ética que necesitamos.

 

RESACA ELECTORAL

RESACA ELECTORAL

Acabo de hablar con un abogado amigo, sensato, prudente e ilustrado, cuyo voto tenía que valer dos votos, acordando ambos en calificar los resultados electorales como decepcionantes, no por el incuestionable valor numérico de los mismos sino por razones que merecen un tratado imposible de compendiar en esta página.

Dichos resultados anuncian que la gaviota ha sobrevolado por encima de la rosa a más de dos millones de votos de altura, llevando en un ala cuatro mil quinientas plumas de concejales más que pétalos ha desgranado la flor, y en el ala derecha un bote de pintura para decorar de azul comunidades tradicionalmente floridas como Castilla la Mancha y Extremadura.

Pero estos no son los únicos resultados electorales, hay otros diez que, como los mandamientos se encierran en los dos ya citados.

  1. Muerte anunciada. Echamos de menos la pluma de Gabo para que nos relate con sabiduría literaria y acertado olfato político la crónica de esta muerte anunciada, provocada por muchas causas que vienen encabezadas por la crisis económica, pero seguida de razones contundentes que nunca se harán públicas porque en política no cabe reconocer errores propios, aunque en el caso de los socialistas hayan sido múltiples y consistentes, a lo largo de años en el poder. Incluso en vísperas del éxito tuvo resbalones su líder muy aplaudidos entre los militantes de un partido que hoy permanece en silencio sin atreverse a declarar su parte de culpa en el desencanto de muchos votantes de izquierda.
  2. Abstención. No ha sido el Partido Popular la organización más votada, sino la agrupación política formada por los militantes de la abstención, aunque esto no haya sido tenido en cuenta por los líderes políticos en sus primeras declaraciones, ni sea previsible que lo hagan, porque ni ellos ni ciertos analistas políticos están dispuestos a meterse en el confesonario para reflexionar sobre el hecho de que 12 millones de ciudadanos no hayan acudido a las urnas, amparándose en que la validez de esa categoría de votos sólo hay que concedérsela a las papeletas en blanco.
  3. Derrota socialista. No está claro que haya ganado las elecciones el Partido Popular, según han proclamado a los cuatro vientos con megáfonos de alta potencia algunas bocas propias y extrañas. Es el partido socialista quien ha perdido las elecciones, que es bien distinto, como sucedió en 1982 a la derecha y en 1996 a la izquierda.
  4. Zapaterismo. Se consolida el hastío de los ciudadanos con la izquierda regentada por Zapatero, y toma cuerpo la decepción de muchos votantes con una situación calificada de insostenible, a la que el partido socialista no prestó atención hasta última hora, tomando medidas cuando el globo ya había estallado. Y es que no siempre los afectos incondicionales van acompañados de aciertos, ni el silencio es irresponsable, ni el aplauso inmerecido el mejor camino del éxito, ni la complicidad ajena al fracaso.
  5. El 15-M. Es difícil cuantificar la incidencia del movimiento 15-M en los resultados electorales, pero está clara la rebeldía ciudadana contra los banqueros y especuladores, aunque no haya podido demostrarse su repulsa a politiqueros, corruptos y encausados, sino todo lo contrario, como se ha podido comprobar. Pero, ojo, que no se confíen demasiado los vencedores porque el malestar va en serio, y a nadie extrañaría que quienes no tienen nada que perder estén dispuestos a perderlo todo, y quienes tienen ahora todo, se queden con lo necesario.
  6. Elecciones anticipadas. Da buen olor que Rajoy no pidiera anoche con su habitual contundencia un anticipo de las elecciones. Golpe de inteligencia, impropio de quien lleva meses haciendo lo contrario. Pero llegará esta exigencia, porque el partido socialista tiene difícil la papeleta de gobernar tras lo sucedido ayer, y los populares se mantendrán al acecho. Han sido unas elecciones municipales, no generales, pero el 12 de abril de 1931 sucedió algo parecido y el rey zarpó hacia Marsella en un buque de la armada española.
  7. Rajoy, líder. A partir de hoy los populares cerrarán el debate abierto sobre el liderazgo de Rajoy y los socialista iniciarán una travesía por el desierto en busca de un líder nacional que bendiga a los nuevos mandatarios locales, aunque esto sea difícil de conseguir, porque los análisis de la situación no pasan por reconocer los sucesivos errores cometidos por sus actuales mandamases provincianos, ni por el abandono de los cargos, aunque en algunas provincias lleven perdidas más de quince elecciones consecutivas. Catarsis imposible, renovación utópica y renuncias impensables, porque la afición por los placenteros sillones de masaje político es el único punto en común de todos los dirigentes, sean del color que sean.
  8. Previsible victoria. Cabe esperar que la grieta entre los dos partidos disminuya por el bien de todos, aunque se mantengan las diferencias ideológicas y estratégicas de cada cual. Previsiblemente, los populares ganarán las próximas elecciones generales, pero que no se hagan ilusiones porque el desgaste será inmediato, como van a comprobar en los ayuntamiento y comunidades donde a partir de ahora tienen que defender sus proyectos, en tiempos donde la bonanza económica se han tornado en recesión y la sonrisa del bienestar en lágrimas de parados.
  9. Subjetividad. La objetividad de muchos creadores de opinión ha brillado por su ausencia, como era de esperar. Los que conforman las plumas de gaviota han volado con ella a espacios oníricos alejados de la realidad y quienes aromatizan con incienso los pétalos de rosa han tratado de cambiarle el agua en los floreros. Ambos grupos cabalgan a lomos de sus propios deseos sin bajarse de la nube ni percibir la realidad de los ciudadanos que pisan la calle rechazando la falsa virtualidad de sus discursos.
  10. Futuro. Los ciudadanos han votado al partido de su devoción, subidos a la peana del olvido, sin reparar en el significado de los casos de corrupción, en el alcance del daño que han hecho a Instituciones públicas determinadas declaraciones y actitudes, en el peligro de indultar pecados políticamente mortales, en la complicidad del silencio con los especuladores sin escrúpulos, y en promover la opinión de quien afirma sin pestañear que ¡la corrupción es consustancial a las Instituciones públicas! A los votantes parece no haberles afectado la mierda que hay bajo las alfombras de los despachos oficiales. Pero es más grave que no se vea en el horizonte una fuerza política regeneradora, porque los esfuerzos 15-M no han dado los resultados apetecidos, aunque se mantenga el desencanto y la frustración entre los indignados, conscientes que lo más grave de la corrupción política es perder la conciencia de lo que representa. El instinto de supervivencia impide a ganadores y perdedores hablar de listas electorales verdaderamente abiertas para terminar con la partitocracia, lo cual obliga a pensar en que todo seguirá igual. Es decir, más de lo mismo durante más tiempo, porque a partir de hoy la preocupación de la izquierda será mantener el poder en las próximas elecciones generales, y el propósito de la derecha, quitárselo.

 

ANTE LAS URNAS

ANTE LAS URNAS

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ANTE LAS URNAS

Acabo de “pillarlo”. Llevo más de treinta años “rayao” y acabo de entender por qué  muchos políticos permanecen eternamente en despachos oficiales, y otros tantos hacen cola en casas de reposo. Ha tenido que ser un amigo militante socialista quien me desvelara el misterio de la eterna permanencia en los cargos, de las ataduras a los sillones  y de las soldaduras a las llaves del poder.

Creía yo yo que los políticos se perpetuaban en los despachos guiados por una vocación de servicio a la comunidad sostenida en una generosidad sin límites. Pensaba que no abandonaban el poder por un exceso de responsabilidad para evitar que cayera en manos de ignorantes, alejados de partidos políticos regidos por juanes palomos que todo se lo guisan y comen solos.

Pero no, no era eso. He sabido que los políticos no se rebrincan ante un fracaso electoral por la frustración de no haber conseguido igualar en sus derechos a los vecinos, mejorar el bienestar social, ofrecer a todos las mismas posibilidades, y proteger a quienes más lo necesitan. No.

Según parece, los rebotes se deben a la pérdida del sueldazo, al abandono del sillón, a la disipación del poder, al desvanecimiento de privilegios y a la caducidad de los politonos oficiales. Vaya por Dios.

El estímulo a mi desencanto es que a partir de mañana cientos de políticos acudirán a las consultas psiquiátricas, y el quebranto de mi ánimo es que otros de similar condición ocuparán su lugar. Conozco azulados y rosáceos que hasta hoy han disfrutado de varios sueldos, diversos tronos y múltiples privilegios, bien a lomos de gaviotas o perfumados con pétalos de rosas descoloridas. ¡Joder, joder!

En tal situación ¿quién no saca los ojos al vecino, decapita al adversario y le rompe el corazón a codazos  a todo “compañero” que pretenda desplazarlo?

Algo hay que hacer, amigos, contra los vividores a costa del sudor ajeno, los embaucadores de voluntades, los charlatanes de feria y los sofistas de barrio. Algo hay que hacer, y los utópicos rebeldes del 15-M nos están dando una oportunidad que debemos aprovechar. No será tarea fácil porque el resultado electoral no afecta a los partitócratas, si permanecen en el trono, pues interpretarán los resultados a su antojo con tal de mantener la tajuela junto a la ubre para seguir ordeñando la vaca que todos alimentamos.

Debo confesar que un buen amigo lleva días tratando de convencerme para que me una a la lucidez de Saramago y vote en blanco, pero un irracional instinto me lleva por el camino contrario. Vísceras y cerebro pugnarán por controlar mi voto hasta la misma puerta del colegio electoral. Mi naturaleza de zoon politikon me conduce en una dirección, pero la decepción con los partidos y la forma que tienen de ofendernos, manteniendo en sus listas a quienes sólo buscan propio beneficio, empujará mi voto en sentido contrario.

¿Será esto así? No lo sé, pero quienes me conocen se sonríen….

 

JORNADA DE REFLEXIÓN

JORNADA DE REFLEXIÓN

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No cuestiona la jornada de reflexión el hecho de que países con más larga tradición democrática que el nuestro, como Alemania y el Reino Unido, carezca de esos pretendidos ejercicios político-espirituales, porque cada cual en su casa opta por aquello que más conviene a la familia. Pero es obligado exigir la abolición de la penosa jornada de reflexión porque goza el triste privilegio de ser la norma más hipócrita de cuantas regulan la campaña electoral.

Se produjo su nefasto nacimiento el 18 de marzo de 1977, llegando al mundo con amenazas de arresto mayor o multa de cincuenta mil a quinientas mil pesetas a quienes realizaran actos de propaganda, una vez finalizado el plazo de la campaña electoral. Así estuvimos hasta 1985 en que esta liturgia electoral recibió un espaldarazo más firme, obligándonos a permanecer días como hoy en el reclinatorio, por mandato del art. 53 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, que prohíbe difundir propaganda electoral y realizar actos de campaña durante toda esta jornada.

Mandamiento político que no preocupa lo más mínimo a los candidatos porque la difusión de propaganda se mantiene, la petición de voto continúa y los actos de campaña siguen celebrándose con descaro insultante y cinismo espantoso. Algo confirmado por la realidad de unos hechos incuestionables, aunque los interesados y sus palmeros quieran disfrazarlos con argumentos y falacias ofensivas para el más común de los sentidos.

El artículo en cuestión, desautoriza la propaganda electoral, pero  ahí quedan por todos los rincones del país miles de carteles en vallas publicitarias y balcones, pidiendo a gritos el voto a los partidos, mostrando la foto de los candidatos y proclamando eslóganes electorales, que los ayuntamientos y partidos se niegan a retirar, alegando ceguera transitoria en los ciudadanos.

¿Han abierto ustedes hoy los periódicos? Pues háganlo y se encontrarán con magníficas fotografías de los líderes políticos, información sobre los actos realizados ayer, artículos de opinión relacionados con las elecciones de mañana y múltiples referencias que nada tienen que ver con el religioso silencio que la ley exige y la JEC reclama a los manifestantes del 15-M.

¿Se han paseado ustedes por las páginas Web de los medios de comunicación audiovisuales? Pues háganlo y verán maravillosos reportajes sobre los partidos, líderes y campaña, que harán sus delicias. Leerán artículos de opinión dirigidos a la línea de flotación del pensamiento indeciso, si lo hubiera. Y comprobarán que el título de esta entrada no exagera con su calificativo la realidad.

Navegando esta mañana por las ondas hertzianas he oído perlas que no tienen desperdicio, constatando que los plásticos de la Puerta del Sol han servido a muchos opinadores para ocultar tras ellos censuras a los adversarios y elogios a los afines. El paradigma sabatino del cinismo llegó por boca extraña, afirmando que respetaría la jornada entrevistando a candidatos de su cuerda para saber cosas de su vida, aficiones, preferencias, lecturas y pensamiento no político.

Pero hay más.

La doctrina de la Junta Electoral Central en su instrucción 4/2007, sobre utilización de equipos, sistemas, programas o dispositivos electrónicos que permitan la difusión de información, ideas u opiniones, mediante páginas web, blogs, foros, «chats», correo electrónico, redes sociales, otros medios en Internet o mensajes por telefonía móvil (SMS), establece la prohibición de utilizar estos medios a candidatos, formaciones políticas, coaliciones electorales o agrupaciones electorales, quedando los ciudadanos libres de tal prohibición.

Esto significa que los millones de votantes que no sean candidatos pueden hacer propaganda electoral a través de tales medios sin incurrir en delito. Además, los junteros no han tenido en cuenta que esas redes de comunicación pueden anonimizarse de tal forma que los propios candidatos pueden hacer la publicidad que quieran de ellos mismos o de sus partidos, sin que nadie los identifique.

Dicho esto, a los vecinos de a pie sólo nos queda la esperanza de que toda la farsa de la jornada de hoy sea desterrada, borrando el obsoleto artículo de la ley que lo sostiene, conscientes de que esto es imposible porque los actuales políticos que nos gobiernan terminan de consolidarlo en la última reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, llevada a cabo el pasado 29 de enero, manteniendo el Art. 53, relativo al Período de prohibición de campaña electoral, en los siguientes términos: “No puede difundirse propaganda electoral ni realizarse acto alguno de campaña electoral una vez que ésta haya legalmente terminado”.

Epílogo: La tozudez de nuestros parlamentarios en mantener tal sinsentido durante treinta y cuatro años, nos obliga a confiar en la mayoría natural que conforma el movimiento 15-M, para conseguir su abolición.

 

URNAS

URNAS

URNAS

El hecho de que las urnas otorguen poder, pero no sabiduría, complica las cosas cuando las papeletas caen sobre incapatuales, beatílicos y cinitirosos. Por eso no debemos entregar el bastón de mando a lunáticos especímenes que han pasado años maquiavelicando, con ceremonias confusas y manipulaciones. Votemos el domingo con la esperanza de promover en España políticos que destierren a quienes llevan amamantándose con la leche, – mala, desde luego -, de famosas vaquerías o de pazos.

Y hay que hacerlo porque las urnas no facilitan la prudencia, el talento y la templanza monacal que exige la acción de gobierno. Tampoco facilitan la generosidad necesaria para anteponer los intereses generales a las preferencias personales; ni conceden la responsabilidad que se precisa para distribuir con justicia la riqueza común; o la honradez necesaria para administrar el dinero que pertenece a todos. No pueden las urnas conceder la vocación de servicio que demanda la actividad política; ni la honestidad precisa para evitar el nepotismo y el amiguismo; ni el sentido común requerido para distinguir prioridades de caprichos; o el instinto natural preciso para orientar los pasos cuando se han borrado las huellas del camino.

Que nadie espere de las urnas una receta que haga demócratas a herederos de la dictadura en el mismo tiempo que se tuesta una rosquilla, o que mueva la voluntad de abandono a quienes han hecho de la política su pesebre, después de caricaturizar a Martín Villa por los años que pasó sin bajarse del coche oficial.

Tampoco ponen las urnas al alcance de los triunfadores la voluntad de pisar la calle. Ni aportan la sensatez necesaria para anteponer la política de Estado a la de partido; ni la transparencia obligada en la gestión pública; y, menos aún, el respeto a todos los administrados, incluidos los discrepantes, inmigrantes, deficientes, necesitados y débiles.

Finalmente, las urnas tampoco evitan la testarudez, ni liberan a los amargados de su malhumor congénito, ni habilitan para el cargo a los incompetentes.

Pero votemos, aunque sea en blanco, para darle la razón a Saramago por si algunos se dan por aludidos y salen corriendo por la puerta de servicio.

 

EL LUNES, MÁS PARADOS

EL LUNES, MÁS PARADOS

EL LUNES, MÁS PARADOS

Teniendo en cuenta que las urnas son imprevisibles, podemos considerar la posibilidad de que los 79.162 cargos públicos que hoy están ocupando sillones oficiales, hagan cola el lunes en las ventanillas del Servicio Público de Empleo Estatal, con lágrimas en los ojos y el rabo bajo las piernas, solicitando una prestación por trabajos prestados, que muchos no merecen.

Salvo pequeños errores de menor consideración, dentro de cuatro días es posible que deje de sonar el teléfono para 17 presidentes de comunidad, 171 consejeros autonómicos, 1190 altos cargos, 1206 parlamentarios, 8116 alcaldes y 68.462 concejales.

Algunos de estos millares solamente se irán al paro político porque la excedencia que han disfrutado en el sillón les permitirá reincorporarse a su oficio natural, recibiendo la nómina cada mes.

Pero ¿la mayoría de ellos? unirán al paro político, la desocupación profesional, recibiendo del SEPE la asignación mensual que les corresponda por la exclusividad del cargo que han ocupado, o debida a la inactividad en la que estaban cuando el partido – que no las urnas, ¡ojo! – los sentó en consistorios y parlamentos.

Bien, pues sólo nos queda imaginar el domingo por la noche a estos miles de ciudadanos comiéndose las uñas delante del televisor durante el escrutinio, y lamiéndose las heridas a la mañana siguiente, pensando más en su futuro que en la ideología que hoy defienden y predican apasionadamente.

Y detrás de ellos, pero muy próximos, irá la incontable nómina de los favorecidos por sus decisiones; de los que hoy todavía ocupan cómodos e influyentes puestos secundarios; de los que han gozado de bula en sus actuaciones durante cuatro años; de los que tienen comisiones de servicio inmerecidas, por injustificadas; de los que pisan aún despachos oficiales ajenos sin pedir permiso a nadie; de los que han hinchado el pecho sin virtud alguna; de los que medraron a base de genuflexiones; de los que se han recogido a la sombra del padrino por carecer de sombra propia; de los jefes de gabinete, y asesores de la nada, que jamás llevaron la contraria al césar que los protegía; y de los cargos de confianza, eufemismo de la mayor prevaricación.

Esto les sucederá a ellos, mientras los demás permaneceremos resignadamente en nuestro sitio, pensando que los nuevos ¿dirigentes? actuarán con igual impunidad que sus predecesores, disfrutarán de los mismos privilegios, cobrarán sus elevadas nóminas y actuarán con el mismo nepotismo, porque la diferencia entre unos y otros no pasa de las siglas que imprimen en sus carteles, panfletos, sedes y banderas.