MANDATOS DIVINOS

MANDATOS DIVINOS

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Lleva años insistiendo Rajoy en sus críticas a los socialistas, que las cosas hay que hacerlas “como Dios manda”. Pero no acaba de decirnos cuál es el mandato de Dios. Qué órdenes se reciben por inspiración divina en la Moncloa a través del motorista angelical portador de los mensajes celestiales.

Ante tal situación, sorprende la falta de colaboración del cardenal Rouco, la no contratación de un logopeda a tiempo completo y la ausencia de un otorrino en el palacio del presidente, porque sólo caben tres opciones para explicar los sucesivos fracasos de las medidas tomadas por Rajoy cada viernes de dolores: o Dios no manda lo que tiene que mandar y se equivoca más de lo previsto; o Rajoy no comprende bien los mandatos divinos; o está sordo.

Personalmente, pienso que nuestro hombre está afectado por las tres dolencias a la vez, especialmente por la segunda de ellas. El pobre no entiende nada porque oye lo que quiere, sin poner atención a lo que Dios le dice a través de sus mensajeros.

Basta leer el Libro de los Proverbios (24,11) para saber que Rajoy no obedece al Señor cuando le ordena: “¡Libra a los que son llevados a la muerte!”. Por si tuviera dudas sobre la inoportunidad de sus decretos, le dejó a través de Isaías (10.1-2) este post-it en su mesa de recortes: “¡Ay de los que decretan leyes injustas y de los que toman decisiones injustas, para privar de justicia a los necesitados, para robar sus derechos a los pobres, hacer de las viudas su botín, y despojar a los huérfanos!”. Por si desconociera cuál va a ser su paradero eterno, los Salmos (41.1), le recuerdan: “Bienaventurado el que piensa en el pobre”. Y para los circunloquios marianísticos sin pies, cabeza, ni sentido, profetiza Job (16.3): “¿Tendrán fin las palabras vacías?”

FRANCO VS. HITLER

FRANCO VS. HITLER

Ayer tuve una elocuente conversación con varios amigos que derivó inevitablemente en la penosa situación que están viviendo muchos de nuestros vecinos. Ante ello, uno de los contertulios criticó a Rajoy por no enfrentarse a Merkel, poniendo como ejemplo el mérito y los “huevos” que tuvo Franco negándose a seguir las órdenes alemanas, evitándonos así entrar en la Segunda Guerra Mundial, cuando en Hendaya negó a Hitler la participación de España en la barbarie que asolaba Europa.

Vamos, que según este amigo con Franco no pasaría lo que está pasando, porque Rajoy es un «marianocomplejines» que se está bajando los pantalones ante Merkel para arruinar a los inocentes de la tragedia, en lugar de darle el portazo en las narices como hizo Franco con Hitler.

Bien, pues aclaremos lo que es obligado aclarar, porque no es cierto que el dictador español hiciera lo que la propaganda franquista dicen que hizo, aunque yo esté de acuerdo con este amigo en el sentido de abandonar temores, prejuicios y obediencias a la «cancillera» para seguir el camino que mejor convenga a los ciudadanos, pero no como hizo Franco “poniendo los cojones encima de la mesa”, entre otras cosas porque no los puso, ni los tenía, ya que le faltaba un testículo, según testimonio de sus biógrafos.

Los de mi generación fuimos adoctrinados en que Franco nos libró de los nazis y de la segunda gran guerra, haciendo uso de su excepcional talento político mediante una genial maniobra diplomática, negando a Hitler la piel de toro, en la histórica entrevista que ambos mantuvieron en Hendaya.

Pero las aguas democráticas de la transición, trajeron la verdad por boca de Joaquín Satrústegui desmintiendo el cuento narrado en aulas, periódicos de cinco flechas y radios del movimiento, por los ideólogos del régimen, ya que fue el mariscal Petain, y no Franco, quien nos libró de la tragedia mundial, pues el gallego estaba empeñado en meternos de hoz y coz en ella, presintiendo la victoria alemana, según palabras del mismísimo general Kindelán.

EXILIO Y DESEXILIO CON BENEDETTI

EXILIO Y DESEXILIO CON BENEDETTI

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La separación de la tierra que nos vio nacer conduce al exilio por razones de distinta índole, aunque esta palabra se haya reservado a causas políticas, guardando el término emigración para referir el exilio derivado de la pobreza, el desempleo y la hambruna. Tal fue el caso del exilio republicano español o la falta de futuro en la década de los sesenta, que provocó el éxodo masivo de españoles.

Quienes hemos conocido el exilio en alguna de sus formas, sabemos que el desexilio llega a veces con el amargo sabor de la despatriación vecinal, pues al retornar, los paisanos identifican al exiliado como “el suizo”, “el francés”, “el alemán” o “el belga”, después de haber sido señalado durante años como “el español” por los vecinos en el país de acogida.

La nostalgia del terruño, y no de la patria, es la ocupación sentimental del exiliado,  apenas interesado por el himno nacional y la bandera. El que abandona la tierra madre lleva en su maleta la familia que le espera, los amigos escolares, la infancia perdida, la calle de sus juegos, los amores primerizos, el idioma materno, los pucheros domésticos, las canciones juveniles, la siesta, el chateo y la tertulia.

De todo esto hablaba hace hoy 28 años, la noche del 2 de octubre de 1984, con Mario Benedetti en la Rote Fabrik de Zurich, – según veo reflejado en mi diario de aquel tiempo -, el día que llevé a los alumnos a la conferencia que allí dio el escritor uruguayo, dirigida a la colonia de exiliados políticos acogidos en Suiza.

De forma imprevisible y generosa compartimos Mario y yo nuestro común exilio, aunque en mi caso fuera dorado y en el suyo forzado por la situación política de su país. Guardo con entrañable afecto, infinita nostalgia y redentor estímulo, las horas nocturnas de conversación, tabaco y vino, que pasamos juntos, agradeciéndole cuanto ofreció el veterano intelectual de sesenta y cuatro años a un joven profesor de treinta y cinco años que sostenía románticas esperanzas justicia social y democracia real que no llegaría a conocer en su vida.

Encuentro inolvidable que el azar ha puesto hoy en mis manos al hacer la revisión anual de “papeles” que guardo en mi retiro de Varykino, a punto ya de concluir con los frescores otoñales.

CIELO E INFIERNO

CIELO E INFIERNO

Habiéndome olvidado de cumplir la promesa hecha el pasado día 8 de septiembre, un buen amigo me recuerda el compromiso que hice ese día de explicar en este blog dónde está “mi cielo” y “mi infierno”. Algo que me obliga a pedir disculpas por el retraso sin demorar ni un segundo más la respuesta.

Mi cielo se encuentra en el mismo lugar que lo sitúa el santificado escritor Lucas en el capítulo 17 de su libro, cuando afirma en el apartado 21 que el reino de Dios está entre nosotros. Siento esto así, y así lo creo, es fácil imaginar que el cielo se encuentra en la sonrisa de los niños, en los gestos de solidaridad, en la ayuda mutua, en la verdad sincera, en la generosidad desprendida, en la honradez demostrada, en el respeto al discrepante, en la paz sostenible, en la amistad leal, en la lectura de un libro, en la música preferida, en el paseo compartido, en compartir algo hermoso, en abrazar a la persona amada, en el humor que libera beta-endorfina,  en la capacidad de perdonar,  en el agua que sacia la sed, el pan que destierra la hambruna, en el beso de buenas noches y por supuesto, en el amor sin exclusiones, que nos libera de miserias morales.

Sin pecar de soberbia que al infierno me condene, no estoy de acuerdo con Lucas (16,23), ni con Mateo (13,42), ni con Marcos (9,46), ni con el arte litúrgico, porque en mi infierno no hay más llamas que las procedentes de las hogueras inquisitoriales. Para quien hace públicos estos pensamientos, el infierno se encuentra en la muerte prematura de alguien querido, en la enfermedad que rompe el alma, en el sufrimiento inmerecido, en la injusticia social, en el desengaño de la amistad, en las chabolas de cartón piedra, en la especulación de la pobreza, en la explotación de la miseria, en el abuso de los patrones, en el desprecio de los poderosos , en la sinrazón de las balas, en las viudas y huérfanos de guerras, en la usura de los banqueros, en las lágrimas de los desahuciados, en la muerte por inanición, en la mentira como oficio, en el enriquecimiento con sangre ajena, en la hambruna y en las pateras desesperadas.

La ventaja de mi cielo es que está al alcance de cualquiera que lo persiga llevando el corazón en la mano. Y el consuelo del infierno es que su castigo no es eterno, pues apenas dura el tiempo que la vida nos concede, por canalla que ésta sea para nosotros.

¡ A POR ELLOS !

¡ A POR ELLOS !

Cuando los ciudadanos no se sienten representados por los representantes que han elegido para que les representen, y las leyes promulgadas por los seudorepresentantes populares se utilizan para cerrar la boca a los hipotéticos representados ante las injusticias que éstos padecen, no queda otra opción que desterrar a los falsarios y anular las leyes que condenan al pueblo al silencio ante el abuso, engaño y la demagogia institucionalizada.

Es hora de hacer efectivo el grito futbolero “¡a por elloooos, oeeee!” y lanzarnos contra nuestros padres políticos, por putativos que sean, haciendo grandes sentadas diarias ante las barricadas que defiendes ciudadanos de uniforme, protegiendo a los depredadores del propio destino que espera a los defensores de los engominados perversores democráticos.

A muchos de estos no les basta con llevarse los sueldazos que se llevan por gandulear en los despachos parlamentarios. A la mayoría les parecen escasos los complementos económicos que ingresan en sus cuentas corrientes por bostezar en los escaños. Gran parte de ellos no tienen bastante con los privilegios sociales que reciben por holgazanear entre alfombras y tapices, dormir en hoteles de lujo, tomar copas de madrugada y pagar caprichos con Visas de platino-iridio. Tampoco les satisface plenamente ser abanicados por asistentes, llevados  en volandas por chóferes y ser protegidos por ciudadanos con placa en el bolsillo.

Su descaro, falta de vergüenza, nula ejemplaridad y falso testimonio, les lleva a pluriemplearse  para obtener varios sueldos, en un país con cinco millones de parados y 1.700 familias sin tener un mendrugo de pan que llevarse a la boca porque todos sus miembros están en el dique seco del paro.

La Comisión del Estatuto del Diputado, o sea, ellos mismos, han autorizado 76 compatibilidades a parlamentarios: 27 para ejercer la abogacía, 13 para la docencia y 19 para dirigir sus empresas o participar en sociedades de las que son accionistas. Por otro lado, 7 diputados pueden además compatibilizar el escaño con el cargo de consejero de alguna caja de ahorro; 4 ejercen la medicina privada y varios tienen permiso para trabajar como editores, ingenieros técnicos industriales e incluso farmacéuticos. Finalmente, 71  de ellos son alcaldes o concejales, obligados por ley a optar por un sueldo, pero si eligen el de diputado pueden cobrar dietas de las corporaciones locales. El resumen es que el 80 % de ellos está pluriempleado, por el descontento que tienen con el cargo institucional, ya que se aburren en él por falta de tareas y necesitan entretenerse con otros trabajos, incrementando el patrimonio con sueldos extraparlamentarios.

¡Aconjonate, indignante, humillante, insultante, vergonzante, repelente y asqueante!

FUMIGACIÓN POLÍTICA

FUMIGACIÓN POLÍTICA

Ayer, mientras paseaba con la indignación a flor de piel al enterarme que se ha aprobado una partida presupuestaria en el Parlamento de miles de euros para pagar las multas de tráfico de sus señorías y otra para invitarles al aparcamiento en los aeropuertos, tuve tres encuentros por la ciudad con tres personas distintas que me expresaron el mismo deseo verdadero, cumpliéndose así el dogma social de la santísima indignación.

En la Rúa Mayor me detuve a conversar con el responsable de una biblioteca, quien proponía iracundo instalar una guillotina en la Plaza Mayor salmantina para cortar las cabezas de muchos políticos locales.

En la Plaza del Corrillo, un amigo catedrático universitario de ciencias concluía su alegato contra la clase política – casta, la llamaba él – proponiendo meter en el Congreso a diputados, consejeros y Gobierno en pleno, cerrar las puertas y fumigarlos a todos.

Y subiendo por la calle Zamora tropecé con un abogado “golfista”, trajeado, encorbatado y cartera en mano, que acaloradamente exigía derrumbar el Senado con todos los senadores dentro.

Esto opinaban tres personas a quienes la situación crítica que vive el país no le afecta de manera terminante, porque este trío no se alimenta en comedores sociales ni busca comida en contenedores de basura.

Como puede verse, coincidían en la aniquilación de la “casta”, pero diferían en los métodos. En cambio, los tres estaban de acuerdo que antes de marzo la piel de toro arderá por los cuatro costados….

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

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Me gustaría encabezar esta carta con una frase de saludo como es habitual, pero no voy a hacerlo porque a ustedes ni les quiero, ni les estimo, ni les respeto, sino todo lo contrario, les detesto, subestimo y menosprecio, por traerme el recuerdo de 1967 cuando fui salvajemente golpeado por los «grises» en el descampado del Paraninfo de la Ciudad Universitaria por pedir libertad y derechos civiles secuestrados en la dictadura.

No merecen ustedes lucir el uniforme que visten porque sus actitudes pertenecen a otra época y sus comportamientos están más próximos a la chulería y abuso de proxenetas, que a garantes de la seguridad pública como les enseñarían en la academia de Ávila, aunque faltaran a clase ese día por estar durmiendo la borrachera de prepotencia que todavía les dura.

Son ustedes mercenarios de un poder político en decadencia, aunque mantenga la capacidad para explotar el temor, comprando sus voluntades con platos de lentejas. Son ustedes verdugos ejecutores de órdenes dictadas por los mismos inquisidores que les condenan a la pobreza. Son ustedes la mano de hierro de quienes jamás se quitan los guantes blancos. Son ustedes el instrumento que utilizan los beneficiados del sistema para protegerse del pueblo que clama justicia. Son ustedes los que custodian el blindaje económico, social y político de quienes acabarán arrojándoles a las tinieblas.

A los ciudadanos nos queda el consuelo de saber que son minoría entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Y sabemos también que ocultan su maldad bajo el cobarde pretexto de la obediencia debida. Pero no engañan a nadie, porque el ensañamiento con que ustedes han actuado, la arbitrariedad de sus detenciones y el abuso de autoridad ejercido, no se justifican bajo el amparo de ninguna orden, por déspota que sea quien dirige sus voluntades.

Los jefes que les pagan el sueldo cada mes con el dinero de los apaleados conocen sobradamente sus limitaciones neuronales. Saben bien que a ustedes les falta valor y les sobra fuerza bruta. Y saben también que carecen de la sensibilidad que les rompa el corazón cuando arrastran por el suelo a un anciano, estrangulan a una joven, pisotean con sus espuelas la mano de alguien ya reducido, aplastan el ojo de un esposado en el suelo o le rompen el tabique nasal a un vecino que lucha por sus derechos.

Derechos constitucionales que están siendo barridos sin justificación alguna, con su inestimable ayuda. Derechos básicos que le llevarían a ustedes y sus familias a tener una vida digna, hoy en peligro porque se la están robando aquellos por los que ustedes le parten la cara a los demás, mientras los responsables brindan con Moet Chandon, sin importarle el llanto indignado que cruje a la puerta, porque ya se encargan ustedes de secar las lágrimas a garrotazo limpio.

Han demostrado con sus actuaciones una incapacidad manifiesta para el ejercicio de la función que tienen encomendada. Han evidenciado una falta de respeto a los derechos ciudadanos merecedora de sanción. Y han castigado tan desproporcionadamente al «enemigo» que ya no hay camino para la reconciliación, por mucho que ahora la obediencia debida hiera sus conciencias, por escasa que sea la moral que profesan.

Avergüenzan ustedes a la gran mayoría de sus compañeros de profesión, porque han hecho estremecer al país con las brutales imágenes de apaleamientos a ciudadanos cuyo delito era pedir justicia, democracia y empleo. Sonroja ver el linchamiento indiscriminado de ciudadanos que esperaban un tren, paseaban por la calle o hacían su trabajo periodístico. Y abochorna ver a sus jefes aplaudir la barbarie que ustedes han protagonizado.

Por ello, merecen el desprecio de los parados, el abucheo de los funcionarios, la crítica de los periodistas, el ultraje de los obreros, la ira de los indignados, las pedradas de los jóvenes, el zapatillazo de las madres, la condena de los desahuciados, la repulsa de los profesores, el desaire de los jubilados, la indiferencia de los médicos y la sentencia de los jueces, pues el ensañamiento de sus actuaciones les excluye de la raza humana.

Quiero recordarles finalmente que la Ley Orgánica 4/2010, de 20 de mayo, del Régimen disciplinario del Cuerpo Nacional de Policía, tipifica como falta muy grave en su Artículo 7, apartados c), d) y o): el abuso de atribuciones que cause grave daño a los ciudadanos; la práctica de tratos inhumanos, degradantes, discriminatorios o vejatorios a los ciudadanos, y la obstaculización grave al ejercicio de las libertades públicas. Y les advierto que estas faltas, según el Artículo 10 de dicha Ley, pueden llevarles a la separación del servicio, a la suspensión de funciones y al traslado forzoso.

Pero ustedes saben que no pasará nada de esto porque los políticos beneficiarios de su violencia les protegerán injustamente con la impunidad que no merecen.