Ante la pasividad e inoperancia de políticos, cómplices y beneficiarios de la situación en que nos encontramos, no queda otra opción que confiar en el justicia y el honrado valor de quienes tienen que administrarla, para salir a flote del lodazal donde estamos embarrados.
Es absurdo pedir a los decadentes políticos que se hagan el harakiri eliminando sus privilegios, reduciéndose el sueldo, suprimiendo dietas, borrando el Senado, uniendo ayuntamientos y erradicando la corrupción política, porque su vocación, aficiones e intereses, van en sentido opuesto.
A los indignados, decepcionados y frustrados ciudadanos sólo nos quedan dos opciones posibles para dignificar la vida política, es decir, apenas hay dos caminos a seguir para rearmar éticamente la sociedad y salir cuanto antes de la crisis: reproducir los sucesos de 1789 o mordernos los puños y confiar en la justicia.
Mantengo la convicción de que quienes formamos el pueblo aceptaremos gustosos todo lo que se nos eche encima, por duros que sean los sacrificios demandados, si quienes los exigen dan ejemplo de renuncia y austeridad.
Tengo la certeza de que los ciudadanos caminaremos silenciosos por la vía dolorosa, si los ladrones nos acompañan con su condena cuestas, tras devolver los miles de millones que han robado con la mayor desvergüenza.
Estoy convencido que si el juez Fernando Andreu logra que terminen en la cárcel los 33 consejeros políticos y sindicalistas de Bankia, con Rato, Acebes y Olivas a la cabeza, acusados todos ellos de apropiación indebida, estafa, falsedad y fraude, habremos dado un gran paso para superar la depresión que nos han provocado los estafadores.
Si, además, el magistrado consigue clarificar los créditos de Bankia a los partidos políticos y las indemnizaciones recibidas por los mandatarios de la entidad, al tiempo que todo el dinero evaporado se condensa de nuevo en la caja, este será el gran brote verde que estamos esperando.
Si los jueces que tienen sobre la mesa de sus despachos los casos «Urdangarín», «Gürtel», «Berzosa», «Alcorcón», «Millet», «Campeón», «EREs», «Matas», «Pretoria», «Malaya», etc. consiguen evitar a los encausados enfermedades debidas a la radiación solar ultravioleta, poniendo a los «presuntos» un siglo a la sombra, esos infinitos brotes verdes de limpieza ética harán del secarral español, un vergel.