La pérdida de nueve escaños en Euskadi y siete en Galicia pone a los socialistos en grave aprieto frente a los socialistas, ya cansados de que los primeros no dejen de mirarse al ombligo mientras ellos mantienen la disciplina ideológica sin quitarse el esparadrapo de la boca, salvo algunos como este bloguero, condenado al socialismo vocacional sin filiación política.
No pretendo hacer leña del árbol caído ni recrearme en el dolor ajeno, pero vengo reclamando desde hace años en la prensa y en este blog una necesaria catarsis en el socialismo español para eliminar a los socialistos que hoy están de nuevo lamiéndose las heridas ensimismados en el santuario de Ferraz y mirándose al espejo roto, sin percibir que el martillazo se lo han dado ellos mismos con sus aspiraciones desmedidas por seguir llevando las riendas de un caballo desbocado que terminará por despeñarse si los socialistas no lo remedian, como ya dije a los oídos sordos de los socialistos, con motivo de su 38 Congreso.
Negar la tozuda realidad conduce al suicidio, pero los sesudos analistas de la rosa no parecen darse cuenta de ello, permitiendo que la carcoma destruya el proyecto socialista de quienes apuestan por un ideario de valor indiscutible, descolorido por los socialistos que siguen perdiendo elecciones sin percibir que tienen mucha culpa en el hundimiento.
De nuevo está la pelota en el tejado de los militantes socialistas que tienen la obligación de moverse, aunque no vuelvan a salir en la foto, y decir en voz alta lo que pregonan por las esquinas. Hay que forzar las ventanas, abrirlas de par en par y dejar que corra el aire. Urge la renovación de caras, ideas, compromisos, programas y actitudes. Rostros con auténtica vocación de servicio público, sin atisbo de interés por perpetuarse en los cargos, ni hacer profesión política.
Ya no vale mirar para otro lado, ni silenciar la autocrítica, ni esconder la crisis bajo las alfombras, ni poner parches Sor Virginia. Urge el relevo, la renovación sin paliativos, la regeneración, el rearme moral y la imaginación para reinventar un nuevo partido sobre los cinco valores que han sustentado durante tantas décadas el verdadero y honrado socialismo.
Superar el gran esperpento de la continuidad, es la tarea. Esos espejos deformantes que Valle Inclán nos dejó en el callejón del gato, donde los socialistos observan una realidad distorsionada que les lleva a ceguera social, empeñados en verlo todo a través del espejo cóncavo irreal que conduce a una galopante presbicia mental, llevándose por el camino preciados valores que a todos pertenecen.