PRIM, PAM, PUM ¡FUEGO!
El abrigo de piel de oso fue la causa de la muerte del general Prim el 30 de diciembre de 1870, cuando el trabucazo del asesino le destrozó el hombro dejando en su interior ocho balas y un boquete que se infectó con los restos del abrigo que llevaba la mañana del atentado, para protegerse de la fría nevada que caía sobre Madrid.
Juan Prim y Prats fue un militar y político liberal que presidió el Consejo de Ministros en plena Revolución Gloriosa de 1868, pagando con su vida la apuesta que hizo por entronizar en España la italiana Casa de Saboya con Amadeo I, olvidando que los republicanos de la Septembrina mantenían la pólvora en sus trabucos de grueso calibre.
A Prim le cupo el desgraciado honor de ser el primero de los cinco presidentes del Gobierno que han sido asesinados en España, desde Cánovas (1897) a Carrero Blanco (1973), pasando por Canalejas (1912) y Eduardo Dato (1921), sin que hasta el momento se sepa el nombre del arcabucero que le disparó en el coche de caballos donde iba con sus ayudantes.
Eso sí, sabemos que una de las balas fue disparada por los contrarios a la independencia de Cuba defendida por el General; otra por contratar a un rey, que además era italiano; la tercera, por los aspirantes a la corona española; y los últimos en disparar fueron sus enemigos los anarquistas.
Sospechas húbolas en torno al vinatero diputado extremista republicano José Paúl y Angulo que perdió la cabeza sentenciándolo a muerte en un artículo y advirtiéndole a Prim en los pasillos del Congreso que a cada cual le llega su San Martín, poco antes de que el General subiera al carruaje de la muerte.