CABEZA TAJADA POR EL RAYO

CABEZA TAJADA POR EL RAYO

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Hoy cumpliría 92 años el madrileño poeta santanderino don José Hierro, perdón, Pepe Hierro. Ojeador de Juan Ramón, Machado y Salinas en sus primeros pasos, antes de entrar de hoz y coz en la poesía social, sumergiéndose en compromiso solidario hasta ahogarse por defender lo que en tiempos de dictadura era intocable para el régimen de la espada y la cruz.

Pepe fue detenido, apaleado y encarcelado cinco años por ayudar a presos políticos como su padre, ganándose luego el pan y el agua en Radio Nacional con su voz navegando por el aire de la piel de toro, y sobreviviendo a golpe de palabras escritas, en periódicos y revistas literarias con su crítica pluma.

No fue lo más importante para Pepe Hierro el asiento en la Academia, ni los doctorados honoríficos, ni el Premio Cervantes, ni el Príncipe de Asturias, ni las prestigiosas medallas honoríficas, ni la adopción cántabra, ni las calles con su nombre, ni las estatuas repartidas por las plazas, ni la Universidad Popular de un pueblo madrileño, ni el resto de galardones que recibió sin poner la mano, sino el talento, la humildad, el compromiso y la sabiduría, que le llevó a ser nombrado poeta del pueblo.

Incapaz de escribir un solo verso en su casa, buscó la inspiración entre el humo, bullicio y trasiego de cafeterías y rincones de tabernas, pidiendo a Machado que tachara de su agenda los nombres de Guiomar y Leonor, recordándole al presuntuoso dueño del mundo que no era dueño de sí mismo, viendo a España vieja y seca.

Con el desaliento prendido en sus redes, tuvo sueño, pasó frío y estuvo solo entre cuatro paredes, luchando para que nacieran flores en su país de niebla, redentoras de penosa amargura, pintando la vida de bellos colores para dejar espacio a su cabeza rodada, descolorida y tajada por un rayo de espada purificadora y piadosa.

Las cenizas de Pepe Hierro, fueron depositadas en el Pabellón de Hombres Ilustres de Santander, haciendo realidad su deseo: «Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar».

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