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Día: 7 de enero de 2015

PRINCESA LEHONOR

PRINCESA LEHONOR

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Enhorabuena a la princesa de Asturias, porque Leonor tiene su figura desde hace meses en el museo de cera, aunque el artista no se haya esmerado lo suficiente en realizarla, dándole mayor parecido a la niña del exorcista que a la futura reina de España, que lo será tras recibir formación militar en las tres academias como manda la tradición,  para ser la jefa suprema de las fuerzas armadas.

El currículum vitae de Leonor de Todos los Santos Borbón Ortiz pone en evidencia a sus detractores y contradice a todos los republicanos que cuestionan su privilegiada mente y capacidad de trabajo, así como los eruditos conocimientos que atesora y la acreditada experiencia demostrada que le hace merecedora de los títulos de princesa de Asturias, de Gerona y Viana, duquesa de Montblanc, condesa de Cervera y señora de Balaguer, debiendo ser tratada como Alteza Real y dignidad de infanta de España.

Pero le falta algo que su madre Letizia hará, como hizo con ella misma segregándose de todas las vulgares leticias que andan sueltas por el mundo, hablando con el cardenal Rouco para enmendarle la plana a todas las leonores medievales que fueron infantas y reinas consortes de Castilla, rebautizando a la niña como Lehonor para darle más honores de los que tan merecidamente ya se le han otorgado.

A falta de referéndum que lo acredite, dicen los cortesanos que son más los españoles que han festejado la continuidad de la monarquía, que el notorio grupo de republicanos que esperan un desgarro monárquico para cambiar al «gran moderador real» por un sencillo jefe del Estado elegido democráticamente, sin participación de genes heredados de épocas medievales.

Es decir, que la reina de mis hijos atenderá al nombre de Lehonor porque son muy singulares en esa casa. Tanto, que fue la única familia española que renunció a saber el sexo del ser humano que estaba por venir cuando nació la pequeña. Algo que fue conocido solamente por el ginecólogo que siguió el embarazo, como depositario del secreto mejor guardado, según lo contaron aunque ningún vasallo lo creyó.