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Mes: julio 2012

TROITIÑO

TROITIÑO

La detención en Londres del etarra palentino Antonio Troitiño ha traído a mi memoria el más doloroso recuerdo de cuantos atentados ha realizado la banda en toda su historia, por encima de Hipercor, incluso.

Podría deberse tanto dolor al lugar donde se produjeron los asesinatos: la madrileña plaza de la República Dominicana, por donde tantas veces paseó mi primera juventud; o a los doce guardias civiles muertos, tan cercanos a mí. Pero no es sólo eso.

La explosión del coche bomba, traicionero y cobarde, escabechó en sangre a más de cincuenta personas, y en medio de la conmoción humana la pandilla celebraba el éxito caminando en sentido contrario a las sirenas que acudían impotentes a un rescate imposible, porque la pólvora de la sinrazón había hecho a la perfección su macabro trabajo.

Cuando supe que tras la matanza se reunieron los matarifes en el supermercado de El Corte Inglés de la calle Fernández Villaverde para darse un festín, sentí un asco nauseabundo al comprobar que sus estómagos estaban hechos a prueba de bomba y sus cerebros vacíos de neuronas.

Estas carencias permitieron a los matarifes llenar la andorga tras la matanza como si de una montería se tratara, donde inocentes antílopes con tricornio pagaron con su vida el capricho de ociosos verdugos sin conciencia.

DIAGNÓSTICO ECLESIAL

DIAGNÓSTICO ECLESIAL

Ha sido recordado por la historia, anunciado por la jerarquía eclesiástica, pregonado por los feligreses y predicado por la clerecía, que la Iglesia católica es redentora de condenados, liberadora de oprimidos y salvadora de pecadores, pero nunca sospechamos que fuera también experta en medicina social, con capacidad para diagnosticar enfermedades sociopolíticas, aunque sean notorios sus milagreos en santuarios marianos.

En opinión de la Conferencia Episcopal Española, la sociedad está enferma, muy enferma, enfermísima, contaminada por una “cultura de la muerte” que la ha llevado al matrimonio homosexual y al aborto. Vaya por Dios, amigos, la decepción que me he llevado al comprobar lo equivocado que estaba, creyendo que la grave enfermedad social que nos afecta, tiene orígenes diferentes a los expuestos por la infalible Iglesia católica.

Creía ingenuamente que la alteración fisiológica de la sociedad era debida a la corrupción generalizada en todos los estamentos sociales, incluida la Iglesia. Pensaba que la dolencia era causa de la injusta distribución de la riqueza, contándose la Iglesia de los pobres entre las Instituciones más ricas del planeta. Consideraba que esto, unido a la pederastia y el quebrantamiento sistemático de votos sacerdotales por parte de los profesionales de la virtud, desacreditaban toda crítica.

Fijaos lo equivocado que estaba, que había llegado a pensar que  las guerras santas y los crímenes contra la Humanidad que iluminaron tantas hogueras inquistoriales, eran la causa de muchos males históricos y el origen de lastimosas secuelas.

También creía yo que el todopoderoso Estado católico que padecimos los de mi generación, amordazados, sin pensamiento divergente ni opinión contraria, tenía mucho que ver con las voces que todavía impone la Iglesia en la sociedad, creyendo que aún estamos en tiempo de dominio y condenas a otras ideologías y creencias religiosas, haciendo que la innombrable laicidad no pase de ser una palabra sin contenido real en nuestra Constitución.

PRIMEROS BROTES DE ESPERANZA

PRIMEROS BROTES DE ESPERANZA

Lo he dicho en varias ocasiones y vuelvo a repetirlo de nuevo, porque así lo siento, lo deseo y lo espero. Nuestra salvación nunca llegará de la clase política y sindical que infestaba las Cajas de Ahorro, ni de los regidores de este sistema corrupto que muchos soportamos con la resignación de mansos bueyes.

La redención sólo puede venir de la justicia y del pueblo desesperado. La primera, a través de jueces valientes, honrados, justos y solidarios, dispuestos a poner entre barrotes a corruptos y estafadores, recuperando el dinero robado; y la otra vía de salvación colectiva vendrá de la mano encallecida de ciudadanos que viven desahuciados y a la intemperie, sin nada que perder por haberlo perdido todo,  que terminarán linchando a polítiqueros, usureros y  especuladores.

Ya sé que no hay en la cárcel ni uno sólo de los imputados en casos de corrupción política; que seis dirigentes condenados en sentencia firme desde hace años, no pisarán la cárcel; que la justicia no es igual para todos;  que muchas actuaciones judiciales son lavados de imagen social para consolar a los ingenuos. Lo sé todo.

Pero dejadme soñar en que las  actitudes de los jueces de la Audiencia Nacional Javier Gómez Bermúdez y Fernando Andreu, van en serio. El primero, citando a declarar en calidad de imputados a cinco antiguos directivos de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) por presuntos delitos societarios, estafa y manipulación del precio de las cosas. Y el segundo, acusando a 33 consejeros políticos y sindicalistas de Bankia, con Rato, Olivas y Acebes a la cabeza, de apropiación indebida, estafa, falsedad y fraude.

Permitidme creer que la hostilidad pública, insultos y reproches que hicieron el viernes los accionistas de Bankia a la mesa presidida por Goirizolzarri, es el punto de inflexión que terminará con la resignación silenciosa de la mayoría que permanece escondida tras los visillos, esperando que otros hagan la tarea de limpieza.

Dadme la oportunidad de pensar que el arrepentimiento y perdón solicitado por el director de una sucursal de Bankia, Francisco Xavier Carbelleda,  es el camino que seguirán el resto de bancarios que fueron obligados a engañar a los clientes, presionados por banqueros sin escrúpulos.

SARNIDAD

SARNIDAD

Se expande  una grave enfermedad por todos los hospitales públicos, que los científicos han calificado como sarnidad, producida por ácaros parásitos procedentes de la cepa  sarcoptis popularis, comúnmente llamada trituradora de salud.

Es una afección que ataca directamente la salud de la población, la calidad asistencial en centros públicos y la dignidad de los profesionales que en ellos trabajan, produciendo en los pacientes daños irreparables, irritación en los médicos, malestar en las enfermeras e indignación en los celadores.

Los primeros efectos de la sarnidad consisten en el exterminio por inanición económica de los pensionistas, la muerte prematura de los enfermos en las listas de espera y la frustración del personal sanitario, lo que está ocasionando hinchazón de gónadas en todas las personas afectadas, de imprevisibles consecuencias.

Copago, reducción de personal sanitario, disminución de salarios, restricción de medicamentos, aumento de jornada laboral y eliminación de la alimentación a los médicos de guardia, son algunas de las consecuencias de la enfermedad, que contrastan con el mantenimiento de excesivos cargos directivos, injustificados gastos de representación, prolongaciones laborales más allá de la edad de jubilación, elevados complementos de productividad a gerentes, directores, subdirectores, jefes, subjefes, ayudantes de subjefes y asesores de la nada.

Consuela saber que la sarnidad puede erradicarse fácilmente con la rebelión activa de pueblo,  la unión de todos los sanitarios y la sublevación de los enfermos, porque no hay mejor fungicida para fumigar los ácaros causantes  de la misma que la insumisión a la injusticia.

PAÍS ENROJECIDO

PAÍS ENROJECIDO

Mi moderada afición al fútbol no me impide reconocer que la marea roja que ayer inundó España entera acabó afectándome y quedé sumergido en ella irremediablemente, comprendiendo aquello que no sólo de pan vive el hombre, ni de toda palabra que sale de la boca de Dios, ni de arriesgadas primas económicas, ni de empréstitos, crisis, paro y decepción.

El país enrojeció con unos locos bajitos, magos del balón, cautivadores de ilusiones, provocadores de sueños y encantadores de esperanzas, que hicieron el milagro de hacernos olvidar durante unas horas la realidad que ahora tirará la puerta abajo pintando de negro el futuro que ayer enrojeció con la fantasía del mágico juego balompédico que nos brindaron once nacionalistas españoles de todas las comunidades autónomas.

Si Lope de Vega conseguía en horas veinticuatro  pasar sus obras de las musas al teatro, a la “roja” le bastaron unos minutos para transformar un país sonrojado por la crisis en un país enrojecido de alegría por la victoria.

Dice el maestro Distéfano  que el secreto del fútbol está en que la bolita entre o no entre en la portería, porque todo lo demás es humo. No es verdad. Ayer quedó demostrado que jugar al fútbol con encanto es el secreto de un deporte que tantos ejercitan sin descubrir la esencia de su belleza, porque sólo los privilegiados son capaces de armonizar eficacia y  estética.

MI VARYKINO

MI VARYKINO

He llegado a Varykino donde permaneceré hasta finales  de septiembre si el tiempo lo permite, la salud me acompaña y el silencio se mantiene, lejos de insomnios urbanos provocados por las continuas agitaciones nocturnas de los descerebrados, a quienes se añaden los pisotones de  minotauros vecinos estudiantiles sobre mi cabeza.

Varykino es el reposo estival y la vida retirada, el régimen laminar de mi existencia que contrasta con el turbillonario movimiento de la ciudad donde habito el resto del año. Varykino es la calma reparadora de los desajustes capitalinos, el espacio de independencia  alejado del urbano “piso pasillo” que hace imposible en tránsito fluido por las dependencias domésticas.

El humilde Varykino me concede refrescante reposo nocturno, haciéndome olvidar el insomnio de las altas temperaturas del asfalto, cuando el mercurio suda por los capilares del termómetro reventando los reguladores térmicos, empapando sábanas y humedeciendo almohadas. Trae Varykino reencuentros con amigos en la bodega, amparados por las cepas y el churrasco, tras regocijante partidas de mus.

Retorna a mis manos la raqueta de tenis olvidada por imperativo del palo de golf y vuelve inclemente el temblor de la ducha fría, pero fría, con agua de sondeo, previo al baño reparador en la solitaria piscina durante la ardiente mediodía, cuando el bullicio infantil se retira a los comedores familiares, mientras degusto una Leffe en el pórtico, hojeando el periódico.

Y ocupan la mayor parte del día, horas interminables de trabajo frente al portátil, porque de los veranos en Varykino han salido mis últimos libros y espero que el nuevo alumbramiento de otoño, hoy condensado en 1.357 fichas,  se geste y cobre vida en el sosiego que este redentor espacio me concede.