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Etiqueta: trabajo

INMIGRANITIS

INMIGRANITIS

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El duro comentario pronunciado por unas personas al pasar junto a varios hombres de raza negra que vendían en la calle sus productos, me ha confirmado que la inmigranitis es una enfermedad crónica propia de quienes padecen xenofobia, caracterizada por una inflamación persistente de la glándula insolidaria, productora de aversión enfermiza al inmigrante, cuando éste ofrece sudor y lágrimas al país de acogida.

Si el inmigrante viene a tomar el sol, dejar propinas, meter goles, llenar hoteles y consumir, es bien recibido, sin importar el color de su piel. Pero si se hacina en pisos, busca alimento en los contenedores, hace trabajos despreciables, es explotado y mendiga por las calles, entonces hay que dejarlo agonizar a las puertas de los hospitales.

Si el inmigrante exhibe tarjetas platino, juega al fútbol y toma piña colada en la cubierta de los barcos, es venerado por los súbditos nativos que les abren las puertas; pero si trabaja veinticinco horas al día realizando tareas que desprecian los aborígenes y cobra cantidades simbólicas para engañar el hambre, entonces se les mira con desprecio.

Si el inmigrante viene acompañado por un séquito de servidores y deja sin existencias lujosas tiendas, se le aplaude al salir de las galerías comerciales; pero si consigue un puesto de trabajo con papeles y gana el mismo salario que el nativo, hay que expulsarlo del territorio porque quita puestos de trabajo y arruina las divisas del país de acogida.

Si el inmigrante pasea en coches de lujo, se enriquece con dudosos negocios, blanquea bolsas negras de basura con billetes de color púrpura, entonces merece un asiento en los banquetes oficiales; pero si huele mal, va descalzo y lleva ropa ajada de empresa en empresa buscando trabajo, se convierte en intruso indeseable.

El dinero no necesita pasaporte para viajar, ni hay frontera que se oponga su paso, venga de donde venga. En cambio, el hambre muchas veces no llega siquiera a la frontera porque termina entre las algas del océano capturada en arrecifes para alimentar a los depredadores marinos o en comisarías policiales fronterizas o en centros de acogida donde el respeto brilla por su ausencia.

ZAPATERO LINDE, A SUS ZAPATOS

ZAPATERO LINDE, A SUS ZAPATOS

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El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, ha propuesto ante la Comisión de Economía y Competitividad del Congreso nuevas «fórmulas complementarias» de capitalización adicionales a las pensiones públicas, que refuercen el ahorro durante la vida activa de los trabajadores.

Es decir, ha pedido que los ciudadanos contraten planes de pensiones con empresas aseguradoras, vulnerando sus competencias y emulando a los propietarios de dichas empresas, pareciéndose más a uno de ellos que a un funcionario público con responsabilidades diferentes a las ejercidas hoy por él antes los representantes del pueblo español que debe servir.

Recordemos que las funciones del Gobernador del Banco de España son: inspeccionar, supervisar y controlar las actividades financieras de las entidades bancarias, gestionar la deuda pública pactando procedimientos de emisión, amortización y gestión de la deuda, establecer la cantidad de moneda que debe ponerse en circulación, promover el buen funcionamiento de los sistemas de pago y elaborar informes y estadísticas sobre indicadores económicos como: PIB, precios, demanda nacional y de actividad, balanza de pagos, mercado de trabajo, etc. Esas son sus funciones y no otras.

Sugerimos al señor Linde que olvide presuntos intereses personales y se ponga a investigar, entre otros muchas cosas, por qué no fluye el crédito bancario a los ciudadanos y las empresas, después de recibir miles de millones de euros procedentes de los 100.000 recibidos por el Gobierno para el rescate bancario, que el Estado ha utilizado para el saneamiento del sistema financiero español a través del FROB.

De no hacer esto podríamos pensar que su situación es similar a la del director del Servicio Catalán de Salud, señor Padrosa, a su vez apoderado de seis empresas privadas sanitarias que facturaron 14 millones de euros al propio CatSalut dirigido por el ilustre Josep María, investigado hoy por la Oficina Antifraude catalana.

Zapatero Linde, dedíquese usted a reparar sus zapatos, olvídese de las pensiones, no caiga en intrusismo político, póngase al servicio de los ciudadanos que le pagan el sueldo, quítese la camisa de once varas que se ha puesto, salga del lodazal donde se ha metido y cumpla con sus obligaciones, que no son pocas, ni baladíes.

EL OFICIO DE ESCRIBIR

EL OFICIO DE ESCRIBIR

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Aseguraba Carlyle que escribir era lo más milagroso de cuanto el hombre pudo imaginar, convirtiendo así la escritura en un milagro. Delille simplificaba la acción, diciendo que escribir no era más que interesar. Y Goethe afirmaba que escribir era un ocio muy trabajoso. Es decir, ocio y trabajo se ponen de acuerdo en contradictoria armonía para convertir en arte los juegos de palabras, sobre la página en blanco.

Todas las personas milagrean con la escritura, todas. La mayoría fuerzan esponsorios ilegítimos de palabras que terminan en divorcios literarios. Algunas son escribientes sin manguitos. Muchas lucen su palmito literario ejerciendo de copistas. Gran parte de ellas son escribidores asalariados. Y en contados casos surge un escritor con suficiente calidad en su pluma para merecer ese nombre.

Saber medir los quilates de la buena literatura, despreciar la abundante bisutería literaria que se expone en las estanterías comerciales, identificar la argamasa que cimenta el edificio literario y saber con qué tipo de arcilla se modela un escritor, es una exigencia de nuestro tiempo.

El oficio de escribir exige peregrinar por un largo sendero, pedregoso, empinado y estrecho, minado con trampas, jalonado de fracasos y marcado con decepciones, donde el trabajo silencioso, la voracidad lectora, el aprendizaje diario y la permanente renuncia a la holgazanería, han de ser el norte de la brújula profesional de quien aspire a ser escritor, aunque ese caminar no le lleve a parte alguna.

APRECIO DE LO AUSENTE

APRECIO DE LO AUSENTE

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El aprecio de lo ausente y el desprecio a lo presente es una actitud humana universal muy generalizada, que afecta al comportamiento de ciertas personas en todas las latitudes, sin distinción de edad, sexo, cultura, riqueza o poder.

Estos seres aprecian la salud cuando la enfermedad llama a la puerta, por pequeña que sea la dolencia que los postra, aumentando proporcionalmente el aprecio al bienestar perdido cuanto mayor sea el malestar que afecta su salud.

Valoran la importancia del aire cuando éste les falta y su ausencia ahoga los pulmones, pero no lo tienen en cuenta en ninguna de las treinta mil inspiraciones que hacen cada día para sobrevivir gracias a él.

Tienen en cuenta el agua cuando la sed les reseca la lengua y la ausencia de manantiales predice la tragedia, pero hacen rutina inapreciable abrir el grifo doméstico para beber el líquido elemento ante la más leve llamada de la sed.

El cotidiano plato de comida en la mesa, pasa desapercibido para ellos por la usanza, y cobra su verdadera dimensión de subsistencia cuando les falta el pan de cada día y el hambre lleva sus pasos a los contenedores de basura y comedores sociales.

Sus quejas por las dificultades inherentes al trabajo diario, se transforman en lágrimas de impotencia y dolor en la cola del paro cuando el mercado laboral les cierra sus puertas y las ofertas de trabajo son quimeras sin futuro.

La costumbre al cariño familiar, a la palabra amable, al consejo oportuno, a la compañía diaria, a la lealtad incondicional y a la ayuda generosa, comienzan a valorarlo con devoción frustrada y fervoroso anhelo, a la vuelta del cementerio cuando abandonan entre los muertos a la persona amada.

Tenedlo en cuenta amigos, porque tras la despedida final de nada sirve salir con Marcel Proust de la mano en busca del tiempo perdido, ni se encuentra consuelo en el arrepentimiento por no haber hecho en la vida todo aquello que hubiera contribuido a la felicidad del difunto.

TRIPALIUM

TRIPALIUM

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Se conoce con el nombre de tripalium los tres palos donde eran amarrados los esclavos para ser azotados. Por eso este nombre se aplicaba en el Renacimiento a las actividades que producían dolor en el cuerpo, como eran los trabajos físicos que dejaban a los obreros apaleados y sin resuello.

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El tripalium del siglo VI derivó en tripaliare, luego en trebejo y concluyó en trabajo, es decir, esfuerzo y sacrificio que aparece cuando la rentabilidad empresarial está por encima del bienestar de los trabajadores, es autorizado por las leyes, consentido por los trabajadores, silenciado por la sociedad, bendecido por la Iglesia y aprovechado por los explotadores.

El trabajo se convierte en tripalium medieval cuando los obreros trabajan doce horas seguidas encerrados en naves, por un puñado de euros. Cuando la miseria ofrece diez brazos al explotador y éste paga salario por dos. Cuando la salud del trabajador pende de un hilo en los núcleos de las centrales nucleares, en campos de fumigación o en las naves de tinte.

El trabajo se convierte en tripalium cuando falta el aire, sudan las pestañas, crujen los huesos, se quiebra el espinazo, no llegan las fuerzas y la enfermedad laboral se hace costumbre. Cuando los cazadores de brazos utilizan como arma la injusta legalidad para azotar las espaldas de los obreros. Cuando el trabajador piensa más en la desgracia del patrón que en su propio infortunio.

En definitiva el trabajo se convierte en tripalium, con hoguera en los pies incluida, cuando la libertad se esclaviza a horarios interminables, salarios raquíticos, escasos derechos laborales y nula seguridad profesional.

PERRO POLICÍA

PERRO POLICÍA

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Que nadie interprete lo que no es, porque al decir “perro policía” no pretendo insultar a los policías llamándoles perros de presa, sino referirme a los perros que utiliza la policía para diferentes menesteres, entre los que se cuenta llevarlos a las manifestaciones populares para que muerdan a los ciudadanos que piden trabajo, pan y justicia.

Por otro lado, si el perro es el mejor amigo del hombre y vemos que en su jornada laboral se dedica a morder policías, ¿podemos concluir que los policías no son hombres? Pues no. Como tampoco pueden considerarse delincuentes merecedores de sanción a los vecinos que se manifiestan en la calle ejerciendo un derecho constitucional, o a los que pasean cerca de ellas o a los curiosos que cotillean desde las aceras.

La foto que encabeza este artículo es tan elocuente que apenas necesita explicación, pero sorprende ver a un perro policía dar ejemplo de insumisión para salvar sus convicciones, viéndole clavar sus colmillos en el cuerpo de los represores, en vez de seguir la orden de morder a los reprimidos.

Si una imagen vale más que mil palabras, la estampa gráfica de ese perro policía negándose a cumplir la misión para la cual fue adiestrado, es un testimonio ejemplar de algo que no tardará en suceder en la sociedad si los políticos no detienen la máquina exprimidora.

Ese humilde perro rebelándose contra las órdenes del “adiestrador” y atacando a un policía que cumple órdenes procedentes de algún despacho donde se despachan mandatos que no debían despacharse, puede ser el camino que sigan muchos ciudadanos desesperados.

NO ES FÁCIL VIVIR ASÍ

NO ES FÁCIL VIVIR ASÍ

Un amigo que compartió conmigo dorado exilio en Suiza, me ha confesado su deseo de abandonar definitivamente la tierra que le vio nacer y marcharse a vivir al país helvético. Huir de España en definitiva, para despedirse de la vida entre aromas de honradez política, seguridad ciudadana, libertad democrática y responsabilidad profesional.

Algo que comparto, aunque el apego a mi familia y terruño me impidan tomar esa decisión, sabedor de que hay otros mundos mejores que este, fabricado por  unos padres políticos putativos que llevan años mirándose al espejo, haciendo de la piel de toro una antesala de estercolero.

Sin haber podido superar el shock cultural que le produjo el regreso a España, este amigo me confesaba estar harto de que en su patria ni siquiera los funcionarios  administrativos funcionen como debían funcionar; que los centros de enseñanza no liberen el pensamiento; los jueces exculpen a los poderosos; el Gobierno indulte a los corruptos; y los policías apaleen indiscriminadamente a ciudadanos que piden trabajo, pan y justicia.

Cansado está mi colega de que las ruinas bancarias se socialicen; el dinero de las grandes fortunas pase las fronteras con más facilidad que los ciudadanos honrados; los políticos de todo signo incumplan impunemente las promesas electorales; los periodistas vayan del ronzal de sus amos; los medios de comunicación corten la comunicación; y los ciudadanos voten pero no elijan.

Por mi parte, sólo me resta desearle suerte en ese nuevo exilio, forzado por su desencanto personal con un país resignado a la desdicha, donde medran los bueyes 
en sus páramos y un yugo ha caído 
sobre el cuello humillado del pueblo, como cantaría hoy Miguel Hernández.