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LA SEDUCCIÓN DE LA IMAGEN

LA SEDUCCIÓN DE LA IMAGEN

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Que una imagen vale más que mil palabras es un hecho incuestionable desde Gata a Finisterre, utilizado en campaña electoral por aspirantes a la Moncloa para seducir a miles de indecisos el próximo día 20, pendientes estos de los debates televisivos, lo cual dice mucho de su fragilidad y volatilidad de criterio.

Esta circunstancia es aprovechada por algunos politiqueros, electoreros, agencias de publicidad y basureros sociales, para lanzar sus mensajes domiciliarios a través de la pequeña pantalla, sabedores del extraordinario poder de penetración mental que tiene, superior al de cualquier otro medio de comunicación.

La capacidad de persuasión depende más de la imagen que de la palabra, por docta, afectuosa y comprometida que ésta sea, pues la convicción está a merced de la estampa que se muestra sobre el plasma, capaz de imponernos un alimento, una doctrina, una idea, un libro o un voto, en plena campaña electoral.

Estemos, pues, atentos porque esto puede ser utilizado por farsantes, estafadores y engañabobos, convencidos de que los televidentes hemos sustituido las neuronas por serrín y cegado las retinas, quedando incapacitados para el entendimiento y la visión del crecimiento narigudo de los embaucadores cuando sus apéndice nasales se alargan con las mentiras que cuentan.

ME DUELE PARÍS

ME DUELE PARÍS

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Leo con estupor lo sucedido ayer en París y el corazón no me responde. Veo las imágenes mortuorias en la televisión y se me nubla la vista. Oigo el grito de ¡Alá es grande! y se me endurecen los tímpanos hasta la sordera. Pongo la mano sobre el Corán y encallecen las yemas de los dedos.

Me duele el centenar de víctimas inocentes que ha dejado un reguero de sangre en las calles parisinas, abierto por vesánicos disparos de quienes gritan hasta enronquecer la grandeza de Alá desde su pequeñez mental, convencidos en la venturosa felicidad que les espera en inexistentes paraísos.

Me duele el peregrinaje de miles de personas que deambulan sonámbulas, sin futuro ni paradero, de frontera en frontera y de campo de refugiados en campo de refugiados, con los hijos en brazos, huyendo de matanzas provocadas por los señores de la guerra desde sus despachos, impasibles al dolor ajeno.

Me duelen las sonrisas del trío de las Azores y su frialdad reconociendo que con sus cínicos polvos provocaron lodos de sangre que ahora se expanden como plaga bíblica, sin que a los palacios donde habitan les llegue el barrizal sangriento de la venganza terrorista amamantada en el estado islámico

Me duele la impotencia del Estado ante los atentados terroristas, porque siempre habrá un alienado dispuesto a salpicar las pareces con sangre ajena, sembrando el pánico en una población sin culpa de la pena que impone la barbarie de mentes abducidas por doctrinas manipuladas.

Me duele la impunidad de quienes aprietan los botones mentales de ciudadanos ignorantes y predican violencia contraria al mandato islámico de paz, pues no en vano el Profeta Muhammad reiteró el mensaje de Dios cuando dijo: «Ustedes no entrarán al Paraíso hasta que crean, y no creerán hasta que se amen unos a otros”.

SIRIA EN EL CORAZÓN

SIRIA EN EL CORAZÓN

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Me duele Siria en el alma y me late el corazón con indignación alentada por lágrimas de impotencia ante la brutal tragedia que está viviendo su pueblo, mientras los amos de la guerra juegan en los despachos sobre un tablero enrojecido con sangre inocente, al tiempo que un éxodo del terror es engañado y los refugiados no encuentran refugio, peregrinando heridos por concertinas y a la intemperie del pairo de la vida.

Tengo tres amigos sirios, uno médico que lleva entre nosotros cuarenta años aliviando el dolor de los españoles enfermos; otro, dentista, ocupado en mejorar la salud bucal de nuestros vecinos; y el tercero, profesor, empeñado en difundir generosamente su lengua materna entre quienes desean aprenderla, que ha podido traerse a parte de su familia a España, liberándola de la barbarie.

A los tres le brillan los ojos evocando a los familiares que allí se desgarran en una incivil guerra sin comprender nada, porque ante tanta locura no es posible entender las razones de unos y otros, ni aceptar que quienes pueden parar la guerra la prolonguen por razones de interés geopolítico, sin pensar en la aniquilación de tantos inocentes como están dejando injustamente su vida ante la indiferencia de los culpables y la pasividad que quienes pudiendo evitar la tragedia se lamentan cínicamente de ella.

Nada disculpa la salvajada que contemplamos impasibles en las pantallas televisivas, ni hay argumento que justifique el poder ilimitado de la sinrazón, salvo el empeño de la raza humana en demostrar que los más irracionales seres vivos son quienes presumen de lo contario, como evidencia el rastro de sangre que los animales racionales hemos dejado en la historia de la Humanidad, deshumanizada por intereses bastardos que rastrean el poder como reptiles.

NUESTRA TELEVISIÓN ES SUYA

NUESTRA TELEVISIÓN ES SUYA

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Mi televisión, la del pueblo, la que pagamos todos, la nuestra, resulta que es suya. No porque la hayan comprado, sino porque se han apropiado de ella hurtándonos a los paganos el derecho de propiedad que tenemos sobre Televisión Española, conocida por otro nombre, debido a la manipulación informativa y propagandística que sus rectores hacen del ente público, convirtiéndolo en corralito privado.

Lejos quedan los tiempos en que nuestra TVE recibía premios internacionales por su honestidad informativa, llegando a tener los telediarios más prestigio y credibilidad que la mismísima BBC. Tiempo aquel de noticias limpias sin contaminación politiquera, sin fallos de cada día que sonrojan a los profesionales del medio con errores ortográficos en los rótulos, imágenes ilustrativas desilustradas, falsas entradas periodísticas, noticias de vecindario y manipulaciones informativas que nos obligan a dejar abandonada en un rincón la televisión que nos pertenece.

Grosero escamoteo de noticias, vulgares minimizaciones de sucesos importantes, toscas ocultaciones de novedades y chabacanos recortes de imágenes, son órdenes habituales que se ven obligados a cumplir los presentadores, sin mover una pestaña ni hacer gestos negativos, aunque sus miradas expresen la frustración profesional que les producen los mandatos que llegan del piso superior.

Afortunadamente, hoy no tenemos que sintonizar cada noche Radio Pirenaica para enterarnos de lo que sucede realmente en España, porque basta pulsar el botón del mando a distancia para conseguirlo, aunque algo interior se revele en nosotros al ver como utilizan los mandamases nuestro dinero en su propio beneficio propagandístico.

TELEADICCIÓN

TELEADICCIÓN

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El día que el ingeniero físico escoces John Logie Baird puso en marcha el primer televisor, no sabía que tal aparato crearía en muchos ciudadanos adicción semejante a la provocada por los alcaloides tropanos, los opioides, cannabiaceos o hierbas de la tía María, pues su invento cambio hábitos familiares, costumbres ciudadanas, juegos callejeros y lecturas diarias, por tronos reclinables ante el dios de la casa que todo lo inunda con su presencia.

La cosa empezó empezó cuando Logie hizo parpadear en 1924 una Cruz de Malta en las 25 líneas de la pantalla, que después se hicieron marioneta blanquinegra en 625 rayas, más tarde color y finalmente tres dimensiones en plasma, encandilando a seres humano de toda edad, sexo, nacionalidad y condición, algunos de los cuales padecen síndrome de teleadicción severa.

Personas inestables y carentes de iniciativa, sumidas en letargo vital y tedio cotidiano, caracterizadas por una sequedad mental contagiosa y pasividad crónica de espíritu, con tendencia inercial rutinaria y fijación visual a una pantalla sin filtros, pero con propiedades adormecedoras, claramente alienantes, profundamente penetrantes y lamentablemente deformantes, que concluye en el encarcelamiento personal a las imágenes virtuales que entran en los hogares por la ventana televisiva como realidad incuestionable, con fuerza manipuladora singular.

¡ CHAPEAU, JORDI !

¡ CHAPEAU, JORDI !

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El falso documental dirigido por Jordi Évole que emitió ayer noche La Sexta con el título de “Operación Palace”, no consiguió engañar a todos los que nos pegamos a la pantalla, pero convenció a muchos, despertó fantasmas ocultos, suscitó dudas y nos hizo disfrutar con una nueva manera de hacer televisión, recordando a Orson Welles en “La guerra de los mundos” y a Stanley Kubrick con su “Operación Luna”, simuladora de la falsa llegada del hombre a la Luna.

Lo verdaderamente meritorio de Évole no ha sido el buen juego de ficción que puso en pantalla, ni la farsa de una posible verdad que sigue corriendo por los mentideros urbanos y rurales, sino la denuncia que hizo el programa de la manipulación informativa a la que estamos sometidos por el quinto poder, servidor de los cuatro primeros que dominan el mundo.

Las palabras de los protagonistas, los argumentos de los participantes en la simulación, las tomas falsas, el fingimiento de los actores y la veracidad de las imágenes, convirtieron en drama político un sainete televisivo, cumpliendo sobradamente su objetivo de convertir una mentira en verdad, sin recurrir a la vulgaridad de Goebbels ni a la grosería intelectual de muchos políticos que insultan el sentido común del pueblo con mentiras directas a la línea de flotación de la inteligencia colectiva.

Tanto los espectadores incrédulos y desconfiados que delataron el enredo, como los asombrados e indignados que se creyeron la mentira, deben reconocer el éxito de la idea, el atrevimiento del proyecto y la valentía de los realizadores por llevar a la pantalla una apuesta infractora de normas televisivas, transgresora de modales al uso y contraventora de convencionalismos comunicativos, con dos mensaje ocultos de inapreciable valor para una sociedad informativamente manipulada y opaca que camina del ronzal, embridada por ocultos poderes dueños de la voluntad comunal.

VENERACIÓN AL DELINCUENTE

VENERACIÓN AL DELINCUENTE

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Sucede en el país un fenómeno inexplicable para sociólogos, psiquiatras, antropólogos, filósofos y psicólogos, que consiste en aplaudir, adular y venerar a delincuentes convictos, confesos y condenados, que roban el dinero y estafan a los propios palmeros que les hacen pasillo en la Audiencia.

Confunde oír los vítores a un famoso jugador a la puerta del juzgado cuando va a recibir la sentencia condenatoria por defraudar impuestos que pagan religiosamente quienes corean entusiasmados su nombre, mientras él saluda complacido y sonriente a la concurrencia que le aplaude.

Asombra ver a ciudadanos imputados es casos de corrupción en las listas electorales, ofreciéndose a representar al pueblo en las instituciones públicas; pero más altera el ánimo que los ciudadanos estafados pongan los nombres de los tramposos en las papeletas electorales.

Desconcierta ver a un abogado sevillano arropado y aplaudido por andaluces de su tierra, después haber robado a los aplauseros varios millones de euros con facturas falsas, presentándose ante ellos con cara de inocente pajarraco recién caído del nido y lágrimas de cocodrilo.

Perturba ver al “amiguito del alma” ocupando escaño parlamentario junto al cómplice del “conseguidor”, abrazándose ambos al estafador condenado que enseñaba al nieto su aeropuerto millonario de juguete, pagado con dinero esquilmado a los vitoreadores.

Aturde ver en la televisión pontificando, criticando, aconsejando y predicando al pueblo virtudes, quien se ha mofado de jueces, consejeros, accionistas, impositores y clientes, antes de ser condenado y encarcelado por meter la mano en la caja de los ahorradores.

Trastorna la mente y desazona el espíritu vivir en un mundo al revés, donde ocupan los altares y hornacinas sociales algunos delincuentes venerados por un pueblo, de los que me declaro iconoclasta y ateo social, pidiendo ser condenado a la eterna caldera del desprecio.