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Etiqueta: Resurrección

¡FELICES PASCUAS!

¡FELICES PASCUAS!

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Cabe desear felices pascuas a todos los creyentes católicos que hoy celebran su más importante y florida fiesta, en memoria de la resurrección de Jesucristo en cuerpo y alma al tercer día de ser crucificado, como dijeron los evangelistas en sus crónicas, transformadas en libros sagrados por la bendición papal.

Una vez muertos los cronistas, se reunieron en el año 325 de nuestra era en Nicea los santos, sabios y virtuosos padres de la Iglesia para decidir que tal conmemoración pascual se celebrara el primer domingo que siguiera a la luna llena, tras el equinoccio de primavera.

La resurrección del Hijo del Hombre pertenece en exclusiva al ámbito de fe religiosa y justifica ésta, porque como dijo Pablo de Tarso: sin la resurrección, vana sería la religión cristiana. Aunque la realidad sea que nunca llegó a probarse la resurrección como hecho histórico, quedando la Iglesia como fedataria de un hecho por demostrar.

De igual manera, los incrédulos tampoco han podido demostrar sus afirmaciones de que Jesucristo no muriera en el Gólgota, que curara sus heridas en casa de Magdalena y terminara emigrando a la India, donde casó con mujer nativa, muriendo de viejo rodeado de hijos y nietos.

En todo caso, parece claro que Jesucristo no resucitó con el rostro y cuerpo que vivió y murió, algo que explica que sus seguidores no le reconocieran cuando se presentó ante ellos, como le sucedió a los dos amigos que fueron conversando con él hacia Emaús. Ni que su enamorada Magdalena le confundiera con un hortelano cuando se presentó ante ella. Ni que a los discípulos tuviera que mostrarles sus manos y costado para que le reconocieran. Ni que Tomás se viera obligado a meter la mano en la herida. Ni que los pescadores del Tiberiades sólo le reconocieran al sacar las redes llenas de peces siguiendo las instrucciones del “aparecido”, y no cuando se acercó a ellos.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan y de hacer creer a los fieles lo que no han visto, como es el caso de la resurrección, fundamento, justificación y sostén de la doctrina cristiana.

NOSTALGIA DE LA MAR

NOSTALGIA DE LA MAR

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Siendo marinero de tierra castellana adentro, con rechazo a la playa veraniega, menosprecio al salitre y aborrecimiento a las sombrillas, mantengo un indescifrable y reverencial amor a la mar, sin saber dónde está el origen de tal pasión, ni las razones de mi permanencia como sentimiento profundo que siempre me ha acompañado.

No sé si son las metáforas vitales y estremecedoras de sus tempestades, cuando la goleta personal que gobernamos zozobra en el infortunio y un golpe de dolor abre en nosotros vías de agua por los cuatro costados solo restaurables en el astillero del tiempo, haciendo posible el milagro de la resurrección.

Tal vez mi eterno maridaje con la mar se deba al aprendizaje de pequeñez y humildad a que me obliga su testimonio de grandeza y poderío, obligándome a llevar sobre los hombros la dulce carga de la inmensidad que abarca, empequeñeciéndome hasta reducir a un punto mi vanidad.

Puede ser su estremecedora belleza en la agitada bravura contra las rocas la causa de mi enamoramiento; o el contrapunto de la placida lisura en rojos atardeceres y complacientes despertares quien nutre mi complacencia, cuando la niebla ciega el horizonte y su estampa fantasmal se convierte en refugio de sueños y esperanzas almohadilladas en la fina arena que lamen las olas.

Tampoco sé si tal encantamiento tiene su origen en el misterio que siempre permanece bajo el azogue del espejo superficial que se extiende hasta donde los ojos no alcanzan, obligándome a soñar realidades existentes solo en la imaginación que siempre acompaña mi visión de la mar desde ventanas y balcones.

O, tal vez, sea debido, simplemente, a que me hice mardependiente una tarde de diciembre torrecialmente lluviosa en el acantilado isleño de Cabo Blanco, cobijado en un coche zarandeado por el viento, contemplando una cortina de agua con el alma en vilo, el cerebro bloqueado y el corazón latiendo con amores renovados por la nostalgia de una mar, testigo de mis cavilaciones.

CUANDO LA SOLEDAD ACAMPA EN EL ALMA

CUANDO LA SOLEDAD ACAMPA EN EL ALMA

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A veces, la soledad clava su estaca en el alma sin previo aviso, dejando sola y a la intemperie la liberación que buscamos en el calendario, cerrando esclusas a la vida y poniendo barreras en el entorno inmediato al que solo accede el otro yo que nos habita, con la falsa certidumbre de estar condenados a la infelicidad.

Pero sabed que es posible la redención buscando entre las sombras recuerdos imprevisibles de felices momentos vividos con espíritu hermanado, en crepúsculos encendidos de Amor y amaneceres liberadores de penumbras pasajeras, sin que la memoria pueda hacer algo para olvidar felices recuerdos, ni borrar el perfil sepia de las fotografías que nos envuelven con irremediable felicidad.

Sucede así por voluntad imperativa de la memoria disolvente de soledades en el espejo, para milagrear sonrisas al silbo de felices evocaciones que transparentan el azogue desterrando pesadillas al olvido, mientras subimos horizonte arriba, llevados de la mano por bienaventuradas historias personales que ahuyentan la soledad.

Es entonces cuando debemos recortar las esquinas del Viento, humedecerlas con puntos de ola y abrir con ellas las ventanas enladrilladas a la esperanza, poniendo tenaz empeño en ver el futuro con ojos alentados por quimeras que en el pasado cristalizaron realidades, a pesar de la incertidumbre impuesta por las negras soledades ya vencidas.

RESURRECCIÓN

RESURRECCIÓN

UnknownAlguien querido mío a quien un TAC dio por muerto hace unos años, ha recibido confirmación clínica de su resurrección porque las células enloquecidas han recuperado su cordura tomando la senda de la vida y aplazando su viaje al valle de Josaphat donde todos partiremos algún día.

Quienes estamos cerca de él compartimos felizmente la renovación del pasaporte vital que le permitirá seguir viajando por la vida, gracias a su vocación de permanencia entre nosotros, más que al bisturí, la radio y la quimio, aunque estos se hayan esmerado en hacer bien su  tarea.

Quienes lo hemos visto luchar contra toda desesperanza y dolor familiar, entregarse con fe a su propio renacimiento, poner su voluntad incondicionalmente al servicio de la vida, dibujar sonrisas en el llanto de los demás y testimoniar con su sacrificio el deseo de vivir, sabemos que merece la resurrección.

Como las palabras tienen la fuerza de convicción que les otorguemos y la realidad se sustenta por sí sola, no voy a deciros que metáis los dedos en las llagas de su alma como santotomases, pero creedme si os digo que la enfermedad ya descrita en los papiros egipcios, hoy puede vencerse si el paciente pone voluntad en la victoria.

Así ha hecho este resucitado, soplando las letras prematuramente esculpidas en su lápida, desterrándolas a la nada, mientras el coro de amigos le cantamos coplas de bienvenida al mundo de los mortales, del que fue apartado por caprichosa voluntad de una irregular partición celular que la ciencia y él han corregido.

NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

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A Manolo, compartiendo su doliente viudedad.

Titubea la llama de los cirios en el espacio que dejó la pupila enamorada de Ana María sobre las espadañas, tocando a muerta las campanas sin dar tiempo a la despedida, porque el antojadizo infortunio anticipó la separación con previo aviso imprevisible en las agujas del reloj, goteando lágrimas desconsoladas en la semilla fértil del amor y la ternura, ya irrecuperables en el destierro de la luz.

El silencio abandona su paradero para descender al luto de los brazaletes y solapas, y el ángel de las bodegas cotidianas olvidó acudir puntual a las copas de sobremesa, requerido por la pena de un adiós irremediable, sin encontrar consuelo en las amistosas cepas compartidas durante décadas con lisura de sonrisa y desenfadado humor filial.

Hoy vierten los capilares de la memoria un aliento húmedo que impide al milagro de la resurrección recuperar el himno que la sombra de la oblada custodia con invisible celo, entre rosarios terminales y reliquias adormecidas sobre las almohadas familiares.

Más tarde, la ausencia se hará costumbre sin más requerimiento, ni posible retorno, ni propuesta de salvación. Se aceptará el luto con resignación inevitable. Y un rosario interminable de sinembargos apadrinarán los nuevos desposorios del viudo con los hijos que comparten el dolor, mientras el crucifijo devuelve la esperanza en futuro encuentro con la mujer que anticipó su viaje, convencida del reencuentro feliz con quien gozó de la vida, compartiendo promesas de resurrección.

SANTOS CASI TODOS

SANTOS CASI TODOS

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Superada la resaca del caricaturesco festival de Halleween, incluida la “noche de brujas” importada de países anglosajones, pasamos a festejar cristianamente los santos muertos en la fe católica, aunque muchos de ellos no merezcan la santidad, otros la rechacen y la mayoría acepte este premio de consolación otorgado a los familiares y amigos fallecidos.

No participo de ninguno de los dos festejos, pero comprendo menos que se haya dedicado la noche pasada a historias de miedo y películas de terror, como si fuera poco la que está cayendo, y pretendiéramos ocultar la angustia con disfraces sanguinolentos, cabezas taladradas por cuchillos y rostros deformados para asustar a inocentes vecinos y amigos, sin atrevernos con los farsantes, politiqueros y especuladores, en un alarde público de máxima confusión.

Cuarenta días después del equinoccio de otoño, cuando huye la luz y el frío invernal anticipa las primeras las primeras ráfagas resecando la naturaleza, la liturgia católica invita a celebrar el Día de Todos los Santos desconocidos, honrando la memoria de los muertos desde que el papa Gregorio IV hizo en el siglo IX la propuesta de recordarlos a todos por su santidad el primero de noviembre.

A todos, porque los primeros cristianos celebraban aisladamente el sacrificio de los mártires en el lugar donde fueron sacrificados por la fe, hasta que la coincidencia de muchos de ellos en el mismo día aconsejó el homenaje común de todos los que fallecieron abrazados a la cruz, porque al perseguidor Diocleciano se le fue la mano con las matanzas a inocentes cristianos.

Desde entonces, los cementerios se convierten por un día en centro de peregrinación donde creyentes y descreídos acuden a limpiar tumbas, adecentar nichos y rezar por los familiares que se anticiparon a ellos en el viaje a la eternidad que a todos nos espera, sin posibilidad de redención ni esperanza de resurrección.

DIARIO DE RESURRECCIÓN

DIARIO DE RESURRECCIÓN

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Sin previo aviso ni anticipo de dolor sentido, un día como hoy de 1992 se nos fue el poeta encendido Luis Rosales desde la clínica Puerta de Hierro a la eternidad, tras sufrir un paro respiratorio, cansado de respirar versos, acompañados de un embolismo cerebral  inagotable de creatividad poética.

No fue suficiente para este soñador, encender la casa ni dar contenido a su corazón para ahuyentar la vieja amiga de la almohada, aunque Félix Grande afirmara que la muerte no interrumpió nada, explicándonos que Luis Rosales fue perseguido toda la vida por defender la vida de Federico.

Alternando la estética clasicista con el vanguardismo surrealista, nos dejó una poesía humildemente espiritual plena de sentimientos nobles y desbordante belleza literaria dirigida a la línea de flotación de esenciales valores humanos, éticos y estéticos, descubiertos por Rosales en la cotidianidad de la vida.

Murió Luis eternizando sus versos, mientras el injusto rumor de la malicia sigue falseando la realidad de lo sucedido el 16 de agosto de 1936 en su casa falangista, cuando la sordera de Trescastro y García Alix impidió oír los gritos de Luis pidiendo la liberación del amigo, sin que la historia haya visto sus lacrimales acuosos de impotencia ante la barbarie.

No existió el ofrecimiento ni la obediencia y así lo creyó Federico cuando recogió las muletas del viento funerario para que su alma caminara por el mismo sendero eterno que se hace veintidós años emprendió Luis Rosales a su encuentro, para llevarle la contraria a los mentideros de la historia.