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Etiqueta: Resurrección

SOBRE EL LIMO

SOBRE EL LIMO

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Tendido sobre el limo donde nos obligan a sobrevivir los mercaderes de vidas ajenas, contemplo el lodo que nos envuelve sin poder anticipar un final a la resignación compartida, porque el cieno nos impide levantar el vuelo como aves fénix y alzarnos sobre los escombros con un abrazo solidario que haga posible la resurrección.

Ello no será posible mientras el tubo de ensayo se empeñe en confirmar que las gotas de lluvia son idénticas en todas las latitudes, mientras dos lágrimas de diferentes pupilas son esencialmente distintas, aunque ambas estén constituidas por el mismo fluido lacrimoso.

No puede culparse al azar de que la luna ruede herida por un cactus, ni es responsable el colibrí de que las espinas se hayan trasplantado de los cardos a las rosas, porque quienes han desviado el rumbo del dolor son los mismos que deformaron el pensamiento en las carpintería evangélica, extirpando con gubias los nudillos de quienes llamaron a la puerta de la justicia social.

Sabed, amigos, que las flores tienen color, aroma, encanto y belleza, pero unas celebran desposorios y otras entierran a los muertos; unas acompañan suntuosas ceremonias palaciegas y otras destilan savia roja de amapolas en las chabolas; unas palidecen en las fotografías en sepia y otras verdean en los amores adolescentes.

Y la misma campana que hoy festeja una vida nueva congregando a todos los vecinos al sur de la espadaña, mañana reunirá a los mismos asistentes con golpes de badajo funerario para ahogar el aire silvestre en el cementerio, provocando tempestades de cuarzo sobre los adoquines y confundiendo la estela de los cometas con dentaduras enajenadas que huyen del seno de la vida a la tierra madre.

ADIÓS, MATRIMONIO, ADIÓS

ADIÓS, MATRIMONIO, ADIÓS

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Los académicos que limpian, fijan y dan esplendor a nuestra lengua, se empeñan en mantener que el matrimonio es la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. Y el catolicismo convierte el matrimonio en sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan – ¡perpetuamente!- con arreglo a las prescripciones eclesiásticas.

Obligados a aceptar esta situación por órdenes directas del diccionario y la católica iglesia, debemos admitir que el matrimonio poco tiene que ver con el amor, al tratarse de un invento humano basado simplemente en un contrato que puede extinguirse por voluntad de los contrayentes, urdido sin más finalidad que higienizar socialmente la situación de la pareja y su prole.

Cuando el acuerdo se aleja del afecto amoroso, la vinculación se convierte en atadura y el compromiso en jaula impermeabilizada, entonces el contrato matrimonial no debe imponer continuidad perpetua a la pareja, por muchas bendiciones que haya recibido ante el altar o conciertos hayan firmado los protagonistas.

Cuando el amor sale por la ventana, la ilusión ha perdido el brillo en las pupilas y el reflejo de cada miembro de la pareja se ha marchitado esperando una reconquista imposible porque el cariño ha olvidado su paradero, el matrimonio ha de aceptar su derrota por K.O. técnico debido al oppercut propinado por el desamor.

Cuando los contratantes no están dispuestos a recrear el pacto cada día afianzando el concordato al futuro, todo está irremediablemente perdido en el torbellino de la infelicidad sin posibilidad de rescate, porque en el matrimonio no todo condimento es orégano aromatizado de felicidad, ni todo tiempo es orgasmo.

Cuando la rutina asoma por la alcoba, el tedio se abre espacio en el hogar, el aburrimiento se hace costumbre, la imaginación reseca la esperanza y el dolor se reparte sin compartirse, entonces el amor huye dejando pelos en la gatera y la redención se aleja camino de la nada, con los malos recuerdos a cuestas, haciendo imposible la resurrección.

ECHAR DE MENOS

ECHAR DE MENOS

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Sin cita previa ni aviso anticipado, se han apoyado en el alféizar de mi ventana recuerdos embalsamados en sepia verdecida por los años, llegados con vocación de permanencia y esperanza de resurrección, vivificada en atardeceres otoñales cargados de nostalgias redentoras, para advertirme de todo aquello que dejé abandonado en el tiempo al borde del camino,  obligándome a echar menos cuanto me hizo feliz en el pasado.

Tarea agridulce es revivir encuentros, abrazos, tertulias, viajes, canciones y copas nocturnas en domésticas estancias, con personas hoy alejadas por azares de la vida e infortunios irreversibles, que elevan mi ánimo y destilan suspiros ante el inevitable discurrir de la historia personal de cada cual.

Echo de menos las voces de los que partieron, la compañía de quienes no son aquello que fueron y el apoyo fiel de los desaparecidos. Echo de menos lo que fui y no volveré a ser, lo que tuve y ya no tengo, pero me estimula lo que espero alcanzar y todo lo que está por venir. Echo de menos hermosas historias compartidas, gozosas bienvenidas, lágrimas conmovidas, cunas adormecidas, nieves encumbradas, paraísos infantiles y eternas despedidas envueltas en amorosos pañuelos blancos.

Sabiendo que la realidad no fue como ahora la sueño revivida, porque es más fácil embellecer el pasado que predecir el futuro, mantengo la certeza en que la despedida eterna anticipe los golpes del badajo en las espadañas de la vida y la resurrección sea una quimera del catecismo.

Pero guardo todos los recuerdos felices en el rincón más profundo del alma, donde se refugia mi desconsuelo, cuando la vida se empeña en hacerme ir por caminos pedregosos y los cardos sustituyen los pétalos en los floreros, sin dar tiempo a que la esperanza en la resurrección ocupe el espacio que le corresponde, para redimirme del dolor de echar de menos.

Mantengo la certeza familiar y los besos de mis dioses embalsamados en la amarga certidumbre de saber que el mayor aprecio a las personas que amo cobrará superior fuerza cuando las eche de menos y lamente con dolor irredimible el tiempo perdido y las oportunidades de felicidad que desprecié junto a ellos, cuando estuvieron conmigo.

VIVIR ESPERANZADOS

VIVIR ESPERANZADOS

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Vivir esperanzados es el mejor antídoto contra el desánimo y el mayor argumento para mantener la lucha por los valores eternos en el pedregoso camino de la vida, confiando en la derrota de todo aquello que nos perturba, enoja y decepciona, porque la certidumbre en la victoria mantendrá encendida la llave de la esperanza, contra toda desesperanza, incluso más allá de la muerte.

Para ello, ha de valernos la ceguera que tiene la esperanza al no ver el peligro que acecha. Debemos usar la temeridad que impulsa su atrevida inconsciencia. Emplear la fortaleza que activa su atrevimiento. Servirnos del valor que otorga la sinrazón de sus razones. Alentarnos con el ánimo que alimenta la ilusión. Confiar en la fe que siempre le acompaña. Y esgrimir el espíritu de lucha que invade a quien no pierde la esperanza.

Todo ello aderezado con paciencia infinita que garantiza su perduración en el alma de los esperanzados para que alcancen lo deseado, de la misma forma que espera el grano de trigo hacerse pan en la mesa, el agua mantiene el anhelo de la sed y la fruta la fecundación del polen cada primavera.

Sólo la esperanza cierra las puertas al pasado, abriendo de par en par las ventanas al futuro, pues no cabe esperanza en lo que ya fue, sino en lo que está por venir, haciendo de la virtud promesa de resurrección cada mañana, igual que la noche más negra es desterrada del horizonte por la luz del amanecer.

EXECRABLE CÁNCER

EXECRABLE CÁNCER

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Caprichoso empeño de un grupo de células rebeldes a la norma, empeñadas en proliferar y reproducirse por su cuenta, sin atender a leyes ni mandatos, con la misión de invadir territorios del cuerpo que no le pertenecen, ante la impotencia de la ciencia, el dolor del enfermo, la solidaridad del médico y el sufrimiento de quienes están a su lado.

El pulmón de alguien querido no ha podido evitar la diseminación fatídica de una mancha en sus alvéolos, presagio de tragedia en la juventud de sus cuarenta y ocho años, cuando encaraba la vida con la esperanza puesta en sus tres hijos, sin pensar que un repugnante sarcoma se interpondría en su camino.

Ayer recibí el mazazo de la noticia y con él a cuestas caminaré largo tiempo, condenando la injusticia de un tumor que adelantó su llegada cuando nadie le había llamado, ni era deseado, ni se le esperaba, para darnos tiempo a maldecirlo y arrojar nuestra indignación contra la suerte traidora que se ha metido sin llamar en un pecho desafortunado.

Ahora toca rebelarnos ante la caprichosa desgracia que compartimos con él y sólo cabe la lucha frontal y sin descanso para que cese la fragmentación celular, en la que todos vamos a poner nuestras armas para vencer al invasor, sabiendo que la herida es grande, largo el calvario y difícil la resurrección.

NOCHEMALA EN HENARES

NOCHEMALA EN HENARES

Consciente de caer irremediablemente en el tópico navideño de recordar en nochebuena a los que celebrarán una nochemala más sin redención posible de su pobreza, me dejo llevar por mi sincera vocación de solidaridad con todos aquellos que pasarán mala noche, dejando en esta bitácora un recuerdo a quienes esperan el milagro de la imposible resurrección.

Esta noche de fraternidad compartida que llega a nosotros con billete urgente de vuelta a la inevitable realidad de cada día, no renuncio a sentar en mi mesa a todos aquellos que no tienen mesa donde sentarse, y abrazar a los que carecen de amigos para estrechar.

Pero, de forma especial, es mi voluntad compartir esta velada de gozoso encuentro familiar, con los treinta trabajadores sanitarios que pasarán mala noche en el vestíbulo de un hospital acompañados de padres, hermanos y amigos, dando la cara por los demás, hasta que se la partan.

Con estos celebrantes de nochemala, que humedecerán con lágrimas de impotencia el pan ácido de la rebeldía, quiero encerrarme en el Hospital de Henares para rendirles homenaje por los cincuenta días que llevan luchando por la salud de todos nosotros, dejándose la piel por conseguir una quimera que todos compartimos.

AUTOEXILIO INTERIOR

AUTOEXILIO INTERIOR

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¿Qué hacer cuando nada puede hacerse? ¿Cómo superar la frustración que genera la impotencia? ¿Cuál es el camino hacia la imposible redención? ¿Qué decir cuando las voces claman en desiertos? ¿Dónde acudir para recoger el armamento social? ¿Cómo evitar la sordera política al grito del pueblo?

La falta de respuesta a estas preguntas puede llevarnos a tirar la toalla sobre la lona del cansancio y abandonar el combate. La indiferencia política y la manipulación informativa puede llevar nuestros pasos tras el rastro del lema insolidario que pregona: ¡sálvese quien pueda! Negro preludio del autoexilio interior. Antesala de la rendición total que nos lleva a vivir en nuestra patria como si habitáramos en tierra ajena. A sobrevivir mirándonos el ombligo.

La situación de autoexilio interior puede llevarnos a salvar los enseres personales, a precintar la casa propia, a cerrar la puerta con llave, a colgar la solidaridad en el perchero, a poner sordina hermética a lamentos y suspiros, a censurar periódicos y noticieros televisivos, a formar gueto con amigos y a convertirnos en lo que detestamos.

Si hacemos eso, habremos perdido la esperanza en la resurrección, la vejez espiritual será nuestra compañera y la vida no bastará para salvarnos de la infelicidad.