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¡ ENHORABUENA A TODOS !

¡ ENHORABUENA A TODOS !

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No hay como inyectarse una buena dosis electoral en vena para salir del pesimismo y la resignación, porque las urnas son el mejor antídoto contra el desánimo y la decepción. El PSOE se felicita por el cambio de tendencia; los populares por su victoria histórica en Andalucía; Izquierda Unida por el aumento de confianza ciudadana; UPyD porque sienta a un militante en el escaño; y el Foro por asentarse como segunda fuerza. ¡Todos contentos!

Las papeletas llevan a los líderes políticos a un país de fantasía multicolor en el que una alucinante catarsis les permite euforizar con la mayor ilusión. Así sucede, – elección tras elección -, entre la clase política cuando los ordenadores escupen los resultados electorales contra la pantalla, sin conseguir salpicar de fracaso a ninguno de los partidos contendientes.

Equilibrio dialéctico insostenible en el que la autocrítica brilla por su ausencia y todos enarbolan estandartes victoriosos, aunque la realidad objetiva sea bien distinta. Todos parecen haber ganado las elecciones. La derecha porque ha ganado en el sur con escasas posibilidades de gobernar; la izquierda porque sale victoriosa en el norte pero no alcanzará el sillón presidencial; los unidos en la izquierda porque de ellos depende el reparto; y un exiguo diputado, porque ha sido la gran novedad electoral.

Pues ¡enhorabuena a todos!, y que la suerte acompañe a los descendientes de quienes comenzaron la Reconquista y a los que acabaron con ella. Todos contentos y felices ante las cámaras, llevando por dentro la frustración que genera saber que en la oposición hace un frío que pela, aunque se hayan ganado las elecciones.

VENCER EL MIEDO

VENCER EL MIEDO

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Pocas emociones tiene más poder sobre nosotros que el miedo, ni existe argumento mayor para explicar algunos comportamientos. Tal emoción incontrolada se sostiene por la aversión instintiva que tenemos a todo aquello que pueda hacernos daño y perjudicarnos, siendo a veces desproporcionado el temor sentido en relación con la amenaza que lo genera.

Esto explica que el miedo haya sido hábilmente utilizado como ariete contra la insumisión y rebeldía de pueblos y personas, por dirigentes políticos, económicos y religiosos, con el fin de lograr sus objetivos, con el menor esfuerzo posible y máximo rendimiento.

De esta forma, el miedo ha sido el arma psicológica empleada por los dictadores para imponer su ley sembrando el terror entre los administrados, porque quien recibe amenazas de muerte en un Estado totalitario, admitirá en silencio grilletes y latigazos, pidiendo a su virgencita quedarse como está.

Los directores, gerentes y patrones saben que intimidando a los subordinados con despidos y traslados que amenacen su estabilidad profesional, económica y familiar, conseguirán la sumisión, explotación y obediencia de los temerosos empleados y funcionarios.

Incluso en la educación doméstica y escolar de la infancia se ha utilizado tradicionalmente el miedo que genera el “hombre del saco”, la turbación que producen las sanciones y el consiguiente desconsuelo a la falta de regalos mágicos reales, para conseguir que los temerosos niños sean buenos y complacientes a la voluntad de padres y educadores.

En mis tiempos adolescentes, muchos predicadores de la frustración nos amenazaban con perder la virilidad, contraer enfermedades extrañas y ser eternamente condenados al fuego del infierno, si no evitábamos las inevitables y placenteras masturbaciones al descubrir el sexo. Siendo entonces, y ahora, la amenaza del castigo el mejor argumento utilizado por muchos para conseguir sus objetivos.

Hoy día, políticos y banqueros están inoculándonos miedo en las venas para conseguir paralizarnos y ganarse nuestro aplauso resignado a unos recortes y austeridad que a ellos no les afecta, sin darnos tiempo a reaccionar porque han logrado limitarnos y atenazarnos, haciéndonos caer en la trampa de un miedo inexplicable, porque no existen razones para tenerlo mientras ellos sonrían.

Sin darnos cuenta, estamos frente a nuestro mayor enemigo, al irracional elemento causante de la desdicha general. Tenemos dentro del cuerpo social el origen de la infelicidad colectiva, el fantasma irreal que atenaza la esperanza en el futuro, el origen de nuestra resignación, la causa de nuestros males, y no hacemos nada por expulsarlo del cuerpo.

Es hora, pues, de actuar. Es hora de darnos cuenta que el miedo sólo tiene espacio en nuestra vida cuando abandonamos la razón. Esto quiere decir que para acabar con él debemos maridar la cordura con el firme propósito de vencer el miedo que nos oprime y salir a la calle para ganar el futuro.

CHORICETES

CHORICETES

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Que Salamanca es tierra de buen chorizo y mejor jamón lo saben quienes vienen a vernos para cargar la mochila con tripas de cerdo rellenas de carne cruda picada, adobada con pimentón y curada al humo, que hacen las delicias de familiares y amigos, cuando les invitan en su casa a merendar.

Pero este enfundado alimento no llama nuestra atención, dedicada hoy a los choricetes, un nuevo fiambre elaborado con carne humana que urge embutir entre barrotes, ya que tales embuchados no son comestibles por faltarles una curación y solera, imposible de obtener en templados microclimas.

No intentéis cortar unas rodajas de estos choricetes porque están blanditos de moral y son incomestibles. Que no han madurado éticamente, vamos, y por eso acabarán en la basura. Carne de segunda clase, barata, que sólo puede conservarse sin problemas en una celda a la temperatura ambiente.

Estos choricetes carecen de prudencia, talento y discreción, porque van sobrados de chulería, cinismo y desvergüenza. Trileros políticos que han comenzado a proliferar como champiñones otoñales, uniéndose como gremio medieval en la ACHU (Asociación de Choricetes Unidos) con el fin de defender su rateromomio de intromisiones ciudadanas, que no judiciales, porque la ley  decidirá algún día reunir todas las manzanas podridas en un solo cesto, levantando su índice para indicarles el camino más corto hacia el reposo duradero, que muchos desearían perpetuo.

¿Será cierto que hay choricetes por localizar en ese santuario de corrupción donde se cambian contratos, convenios y concesiones por bolsas de dinero y regalos de diferentes colores, formas, precios y tamaños? Es seguro que los choricetes conocidos no son los únicos ni los últimos que conoceremos. En despachos amurallados de muchas ciudades puede haber cómplices que con su silencio permiten que la bola de nieve engorde hasta echar abajo el caseto donde se brinda con cava, vino y horchata por la amistad y el intercambio.

¡Qué afán tienen los choricetes en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir la prepotencia hasta en la puerta de los juzgados! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la soberbia que van tropezándose por la calle con sus propios errores y cayendo torpemente en las trampas que ponen a los demás.

¡Tomad y callad, coño!, les dicen los beneficiarios de sus favores. Pero ellos no lo hacen. Tienen necesidad patológica de poner en evidencia sus chorizadas, y eso ya no hay quien lo borre. Muestran en público los regalos recibidos, y esto es algo que no tiene remedio.  Caen en trampas judiciales y eso les condena, porque lo evidente no necesita demostración alguna. Algunos niegan cínicamente las chorizadas y esto nadie lo olvida. Pero otros mienten al pueblo que les da su confianza en las urnas y estamos a la espera de respuesta.

SECRETOS OFICIALES

SECRETOS OFICIALES

Ignoro si algunas de las cosas que ocurren en España, también suceden en todos los países, pero no me gustaría que así fuera porque se pasa mal cuando uno se entera de ciertos hechos acontecidos en el pasado, de los que no se tuvo noticia cuando sucedieron.

Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos nos afectan, como suele ocurrir en el ámbito de lo que se ha dado en llamar “cosa pública”. Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que crearon entre ellos una comisión para que se ocupe del tema, a partir de aquellas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados fondos reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Porque, vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con los beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo me habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Hay personas, amigos, que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Para mí que esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten disfrazada de secretos oficiales, pues no quedan bonzos en la vida pública.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro tiene que opinar sobre lo que deben hacer sus dirigentes; ha de estar informado sobre las acciones que realizan; y no necesita ninguna tutela real para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. Es necesario encender la hoguera para quemar en ella leyendas y cuentos infantiles con los que nos han dormido desde que recuperamos la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan los informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia de los ciudadanos. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen de os vecinos con los patucos puestos y el chupete entre los labios.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo a ignorar cuanto sucede. Es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.

ELECTOREROS ( I )

ELECTOREROS ( I )

En los procesos electorales hay dos tipologías muy definidas de aspirantes a sillones  parlamentarios: los políticos, que representan una especie en extinción; y los electoreros, que ocupan en las listas casi todas las plazas disponibles. Esta diferenciación nos permite separar el grano de la caja. Sí, de la caja, no paja, porque los electoreros buscan la caja y no la paja.  Por eso, quiero alertar a los votantes sobre esta fauna mayoritaria que amenaza con invadirnos aún más de lo viene haciéndolo.

Una cosa son los Políticos, así, con mayúscula; y otra muy diferente los electoreros, así, con minúscula. Contándose los primeros con los dedos de una mano, porque no abundan los ciudadanos honrados, dispuestos a gestionar con vocación de servicio público el interés común de los vecinos que representan.

Los Políticos son un bien necesario; y los electoreros una peligrosa epidemia, sin vacuna posible, que amenaza con arrasar los valores éticos fundamentales. Y en esto la Política – también con mayúscula – no tiene culpa de que algunos desaprensivos la ensucien y manipulen de la forma que lo hacen, en su propio beneficio. Esos no son políticos, son electoreros. Personajes que estos días proliferan como las setas en otoño electoral.

Manejan los electoreros como nadie el lenguaje de la confusión, mezclando embustes con afirmaciones solemnes; falsas promesas con declaraciones de principios; y contradicciones perdidas entre frases sin sentido. Son personas que viven de la política y no para la Política, es decir para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y ayudarles a vivir en paz con la prosperidad que merecen.

Entre ellos hay sensibles diferencias. Mirad. El Político se sacrifica por la comunidad que representa; el electorero sacrifica los votantes a su voluntad. El Político tiende puentes; el politiquero abre socavones. Uno habla; el otro grita. Uno sonríe; el otro frunce el ceño. Uno propone, el otro ordena. Uno tiende la mano, el otro picotea el aire con el dedo. El Político es sincero y convincente; el electorero es mentiroso y confuso. El primero puede vivir de su trabajo; el segundo vive de la política. Uno es “intocable”; al otro se le puede sobornar con un plato de lentejas. Uno camina erguido; el otro se arrastra a los pies del amo. El Político es tolerante; el politiquero, dogmático.

En ellos se enfrenta el interés común y el bien propio; el diálogo y la confrontación; la sugerencia y el mandato; la autoridad y el autoritarismo; la paz y la guerra; la izquierda y la derecha; la derecha y la izquierda. Porque en esto falla la teoría relativista y la geometría espacial, pues tanto monta como monta tanto, una como otra.

¡Ah!, y tenemos abundancia de electoreros de todos los colores, escondidos en los rincones de cada partido político.

DISTINCIONES INMERECIDAS

DISTINCIONES INMERECIDAS

En la vida profesional, no se  felicita a los que cumplen las responsabilidades que le son propias porque, quienes eso hacen, no hacen otra cosa que cumplir con sus obligaciones. Algo que no ocurre en la vida política española, donde se considera excepcional lo que en otras latitudes no sobrepasa el ámbito de la normalidad.

Nuestra beocia nos lleva a felicitar y distinguir con elogios a ciertos políticos por llevar a cabo acciones de obligado cumplimiento con aquellos que les han elegido para realizarlas, aunque no pongan un duro de su bolsillo y llenen de asesores y currantes las antesalas de sus despachos con dinero ajeno.

Nunca hacer tan poco fue tan reconocido, especialmente por quienes sirven al felicitado, protegiendo sus espinas dorsales con firmes corsés y las manos con guantes de cuero para evitar que los aplausos al cortijero hagan ampollas en los dedos o que las inclinaciones de tronco quiebren sus espinazo.

Además, los reconocimientos suelen ir acompañados de medallas, placas, estatuas, portadas de periódicos, entrevistas, crónicas y fotografías para inmortalizar el recuerdo y perpetuar una buena imagen del felicitado entre el vecindario, hasta que el tiempo abre la ventana del olvido y una corriente de menosprecio devuelve las cosas al lugar del que nunca debieron salir.

Los agasajos son para quien logra objetivos extraordinarios, evitando homenajear a los que hacen cosas ordinarias que tiene la obligación de hacer, para no devaluar las virtudes de quienes realmente merecen los parabienes, pues los brindis son para aquellos que transforman lo excepcional en cotidiano.

Por el contrario, cabe la censura a quienes detentan poder político cuando muestran una evidente falta de previsión, exhiben una ostensible incapacidad para el cargo, despilfarran nuestro dinero o certifican ineptitud manifiesta. Pero no tiene espacio la alabanza gratuita que se prodiga por la tarea política rutinaria.

La palmada en la espalda es para quien la merece si queremos que esa palmada continúe significando lo que verdaderamente representa. De la misma forma que sólo debemos planificar lo imprevisible, tenemos que acostumbrarnos a premiar a nuestros representantes políticos por sus logros excepcionales.

Por eso considero excesivo el inmerecido reconocimiento que se hace a las “autoridades”, por realizar lo que forma parte esencial de su actividad política como responsables directos del área que gestionan, pues están obligados por ley democrática a llevar a cabo correctamente las tareas que tiene encomendadas.

Pero esto tiene difícil solución mientras se repartan las medallas entre ellos.

QUIÉN DECÍA…

QUIÉN DECÍA…


Quién decía que ya se veían brotes verdes, si en el desierto laboral apenas queda agua.

Quién decía que la enseñanza era mal negocio, si los centros privados se frotan las manos.

Quien decía que la “telebasura” era mierda concentrada, si muchos se alimenta de ella.

Quién decía que Paquirrín no valía para nada, si ahora trabaja en “Tú sí que vales”.

Quién decía que no eran iguales los políticos, si dicen que entre ellos no hay diferencia.

Quién decía que los no bautizados iban al limbo, si lo han cerrado por falta de clientes.

Quién decía que la verdad llevaba a todas partes, si es la mentira quien abre las puertas

Quién decía que los emigrantes quitaban el pan, si se alimentan con migajas que sobran.

Quién decía que “Cachuli” llevaba altos los pantalones, si ahora arrastra la culera.

Quién decía que los especuladores dejarían de especular, si sobran especulaciones.

Quién decía que la honradez era la mayor riqueza, si se hacen millonarios los corruptos.

Quién decía que “el bigotes” era una entelequia, si un juez ajusta la “correa» a la gaviota.

Quién decía que “la Esteban” era ordinaria, si está de ordinario metida en todas las casas

Quién decía que los parados pararían, si tienen motivos sobrados para no parar.

Quién decía que el Misterio de la Trinidad era un misterio, si no tiene misterio alguno.

Quien decía que la política era el arte de servir al pueblo, si los políticos se sirven de ella.

Quién decía que los sindicatos trabajaban para los currantes, si los liberados no trabajan.

Quién decía que la burbuja de indignados no existía, si está a punto de explotar.

Quién decía que Camps se pagaba los trajes que usaba, si le ha crecido la nariz.

¡Ah!, pero quien decía que España era un país de quijotes en manos de sancho panzas, tenía razón.