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LORCA, ENTRE LOS MÍOS

LORCA, ENTRE LOS MÍOS

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Prefiero evocar la venida de Federico García Lorca al mundo un día como hoy de 1898, antes que recordar su trágica muerte a manos de la sinrazón treinta y ocho años después, cuando las chicharras aturdían los disparos entre olivos mudos por el estío abrasador y sanguinolento de los matarifes.

Ciento dieciséis años cumpliría hoy el escritor fuenterino que brilló con luz propia y se entregó al mundo con una donación de alma creativa que lo llevó a la inmortalidad sin pretenderlo, porque fueron bastante para él las teclas del piano familiar donde trotaron los cuatro muleros.

No soy del Lorca gitanero de los romances, ni del cante jondo, ni del llanto por un torero, ni de los sonetos de oscuro amor. Soy del Lorca que se hizo revolucionario poeta literario con el surrealismo en Nueva York, viendo a los negros del Harlem y paseando por el aceitoso Hudson abrazado a Cummings por un lado y por el otro a Whitman, con lenguaje metafórico y verso libre.

Tampoco asistí a sus bodas de sangre, ni conviví con Yerma, ni me hospedé en la casa de Bernarda Alba, ni luché con Mariana Pineda, porque entretuve todo mi tiempo hablando con El público, mientras tomaba con él surrealistas mojitos cubanos en 1930 por las tabernas, viéndole enjugar deseos homosexuales reprimidos en su tierra, aunque la obra no se estrenara hasta cincuenta y seis años después .

Soy del Lorca rompedor, heterodoxo, innovador, creativo y liberado de ataduras personales y literarias, impuestas por culturas populares enmohecidas, tendencias líricas clásicas y dramaturgias anquilosadas en moldes sin futuro, que solo creadores con talento lorquiano pueden superar.

HEREJE DEL FRANQUISMO

HEREJE DEL FRANQUISMO

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El calendario nos da hoy la oportunidad de felicitar al poeta Antonio Gamoneda en su ochenta y tres aniversario y desearle que cumpla muchos versos más en los años que viva entre nosotros, porque necesitamos su arte de memoria en la perspectiva de la muerte, frente a la desnudez de la efímera existencia.

Premio Nacional de Literatura, Cervantes, Reina Sofía y de la Crítica castellanoleonesa, este huérfano ovetense renacido en León, aprendió a leer en los versos de su padre frente a la ventana de un barrio obrero, testigo de la barbarie provocada por una guerra incivil que asoló su corazón, dejando a la intemperie un alma de poeta por nacer.

Humilde recadero, sencillo bancario y hereje político en la dictadura, intento corromper el sistema desde dentro, promoviendo una cultura progresista desde la Diputación leonesa con dinero franquista, pagando por ello el precio de la expulsión y la recompensa de una sentencia judicial de readmisión.

Desde su presentación poética en sociedad con “Sublevación inmóvil” hasta su poemario “Esta luz”, este poeta de la resistencia antifranquista no ha soltado la pluma de la mano en cincuenta años, salvo siete años de silencio durante la transición política, tras la muerte del “generalísimo”.

En la caja del tiempo numerada con el 1001, que guarda el Instituto Cervantes en una cámara acorazada de la madrileña calle Alcalá, ha depositado Gamoneda el 20 de abril de 2007 su legado literario, asegurando que abrirá él mismo esta cápsula del tiempo un día como hoy del año 2032, cuando el cumpla 101 años.

SEA CON NOSOTROS, JUAN RAMÓN

SEA CON NOSOTROS, JUAN RAMÓN

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Un día como hoy del año 1958 se fue de este mundo montado en su pequeño, peludo, suave y blando Platero, el moguereño maestro de poetas Juan Ramón, entre cantos de pájaros y lágrimas de exilio, abandonando el árbol verde y el pozo blanco de su huerto florido y encalado, mientras tocaban a muerto, como hoy están tocando, las campanas del campanario.

Se fue con la soledad de la luna hacia la eterna paz que a todos nos espera, llevándose en la mochila de su eterno sueño el Premio Nobel que recibió dos años antes del viaje definitivo, dejando atrás sus depresiones, desvelos, malhumores, múltiples amores y jotas abandonadas entre sus versos y antologías.

Renovador poético, padre literario de los jóvenes versificadores del 27, maestro de autores vanguardistas y republicano por convicción, acogió en su casa a huérfanos de guerra que Zenobia y él educaron, alimentaron y vistieron, hasta que la muerte en el frente de Teruel de su sobrino Juan Ramón, dejó a la pareja al pairo del exilio americano, mientras los “nacionales” saqueaban su piso, quemaban sus libros, distraían manuscritos inéditos y robaban pertenencias de la pareja, que nunca se recuperaron.

Tres días después de que la Academia Sueca pusiera la atención en su obra, moría Zenobia en San Juan de Puerto Rico, sumiendo al poeta en la más profunda de las depresiones que padeció en su vida, recogiendo el rector de la Universidad porteña el Premio Nobel en su nombre, antes de morir en la misma clínica donde falleció su esposa. En Mimiya de Santurce cerró los ojos, aceptando morir cristiano, pero fuera de la Iglesia católica, manteniendo su anticatolicismo hasta después de muerto.

Hoy los restos de Juan Ramón descansan en el cementerio de Moguer junto a Zenobia, y hasta allí enviamos el recuerdo de afecto personal, respeto a su memoria, gratitud por sus obra y reconocimiento al dolor de un alma sensible que fue zarandeada por la barbarie de una guerra incivil, dejándonos un testimonio desgarrador de singular belleza en sus últimos versos:

“Conciencia… Conciencia, yo, el tercero, el caído, te digo a ti (¿me oyes, conciencia?). Cuando tú quedes libre de este cuerpo, cuando te esparzas en lo otro (¿qué es lo otro?), ¿te acordarás de mí con amor hondo; ese amor hondo que yo creo que tú, mi tú y mi cuerpo se han tenido… Dime tú todavía: ¿No te apena dejarme? ¿Y por qué te has de ir de mí, conciencia? ¿No te gustó mi vida?… ¿Y te has de ir de mí tú, tú a integrarte en un dios, en otro dios diferente a este que somos mientras tú estás en mí, como de Dios?”

ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

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Hoy cumple 79 años el poeta andaluz más desconocido entre todos los galardonados, porque el roteño Ángel García López suma al Premio Nacional de Poesía, al Adonais y al de Crítica, varios premios más, que su humildad franciscana le impide exhibir en los foros literarios y publicistas.

Conocí al poeta en el colpicio de mi adolescencia cuando él era estudiante universitario que inspeccionaba desocupadamente a los internos del madrileño Infanta, mientras enamoraba a la hija del capitán de la emisora, veía consumir sus cigarrillos sobre la mesa del estudio y cargaba a los habladores con la “peladilla”, una enorme piedra blanca, redondeada y pesada.

En medio de aquellas fiebres “A flor de piel”, nos dijo que “Emilia era su canción”, poniendo “Los ojos en las ramas” en la “Tierra de nadie”, y hospedándose emigrado desde su pacífico albergue gaditano a la capital de la dictadura, donde aún permanece dedicándonos su Posdata, aunque el rey se haya trasladado desde El Pardo a la Zarzuela.

En medio de todo ello nos hizo un “Retrato respirable en el desván” entre “Latrocinios, virginidades” y “Perversificaciones” en “Territorios del puma”, haciéndonos enmudecer con su “Trasmundo”, extenso poemario dolorido en la antesala del quirófano, con un pulmón quebrantado.

Dominador de la rima y la medida en los sonetos; elegante en la prosa poética; emotivo en los largos versos libres; desgarrador ante la angustiosa muerte; creador de rumbos lingüísticos; y clásico en la modernidad, es García López profundo trovador de inimitable belleza lírica, que hoy celebra en familia su encuentro con la vida.

Feliz cumpleaños para el inspector de mis sueños juveniles. Dichoso aniversario para el sencillo profesor de mis colpicianos; reconocimiento al maestro de los versos, por los momentos de placer que nos ha dado leyendo sus poemas; y gracias al hombre, por ser “Carne mortal, terrestre 
alacena del agua,
 pretérito presente y
 puerta abierta cerrada”.

DOMINIO DEL MIEDO

DOMINIO DEL MIEDO

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El poeta de Tábara llegó al andén de la estación término para tomar el tren hacia el gran viaje, llevando poca sabiduría en la mochila porque solo tenía certeza de las experiencias vividas, dejándonos como legado en sus versos que el miedo nos hace inventar los cuentos que nos duermen desde la cuna a la tumba.

Y tenía razón el farmacéutico al advertirnos del riesgo que corremos a sufrir una sobredosis de miedo que nos domine, paralice y debilite, doblegando nuestra voluntad y sometiéndonos a caprichos ajenos que nos impidan seguir nuestro camino, dejándonos sin capacidad de respuesta ante los dictados de la conciencia.

El miedo nos hace conformistas, cobardes y sumisos al misterio, por temor a ser apaleados en la plaza pública por una sociedad conservadora asentada en el diván de la indiferencia, que desprecia la inteligencia con igual desdén que arroja a la papelera un folio en blanco por miedo a emborronarlo con propuestas desalienantes.

El miedo a la verdad nos encadena, aunque sepamos por el evangelio laico que la verdad nos hace libres, pero también tememos a la libertad porque no sabemos qué hacer con ella ante las múltiples direcciones obligatorias que nos imponen quienes gobiernan nuestra temerosa voluntad.

Pero debemos saber que si perdemos el miedo a la reflexión personal alcanzaremos la libertad; si perdemos el miedo a la muerte lograremos conciencia plena de nuestra existencia; y si perdemos el miedo al miedo seremos complacidos con la felicidad de liberarnos de cuentos y cadenas, aunque terminemos la lucha con jirones en la piel del alma, por decidir ser dueños de nuestra propia vida.

¿ QUÉ ES POESÍA ?

¿ QUÉ ES POESÍA ?

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Qué es poesía, le preguntaban ayer las ondas de radio a una adolescente que mecía los versos en la lozanía de su juventud, con la misma inquietud que el poeta de rimas se hacía esa pregunta, y voy a desesperanzarla diciéndole que poesía no es la enamorada cuando clava su pupila azul en el iris de su enamorado.

Tampoco es poesía aquello que en el verso queda, como dijo el de Tábara, cuando se avientan las palabras que lo forman y pierde los caireles de la rima,
 el metro, la cadencia 
y hasta la idea misma. Ni siquiera es poesía la manifestación de la invisible belleza puesta al descubierto en estrofas aromatizadas con ensoñadores pétalos.

Si la poesía fuera expresión trivial de íntimos sentimientos, convertiría la estética en exhibicionismo. Si pretendiera ser arte poético encristalado, moriría en su intento por mantenerse en la ortodoxia del diccionario. Y si intentara idealizar líricamente la belleza con el alfabeto, sería un esfuerzo baldío porque en el intento perdería su nombre.

Transformada en creación dócil, la poesía se disfraza de harapos. Destilada en el serpentín especulativo, huye a los trigales para refugiarse en el seno de la espiga. Cristalizada entre algodones se evapora por las alcantarillas sociales. Y licuada por la erudición, nunca toma la forma del recipiente.

No es la poesía refugio de alas, ni sigiloso nidal, ni ponedero feliz, ni cavidad bulliciosa, ni crisálida en capullo. Ni siquiera pregonera de secretos, cantos enjaulados, hija de temblores, heraldo de nostalgia, o vuelo de humo que se diluye en sentimiento puro y deshojada idea.

Si tampoco es la poesía vaguedad de niebla, anclaje de esperanzas, reservado cenáculo de sentimientos, bullicioso silencio, soñadero conmovido, helado fuego, pequeño mundo, paraíso perdido, ni estremecimiento, pálpito, escalofrío, caricia, beso o denuncia, ¿qué es, pues, la poesía?

EL AMOR HECHO RIMA

EL AMOR HECHO RIMA

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Hoy, que el pequeño grupo de afortunados descorcha vino espumoso extremeño, valenciano, catalán o francés, para brindar por los euros que les han llovido desde nubes invernales de lotería navideña, otros recordamos al poeta de la rima que esculpió con su pluma inmortales versos de amor que todos guardamos en el más íntimo rincón de nuestros recuerdos adolescentes, cuando el roce de una mano se antojaba escalofrío y el beso furtivo, milagro de felicidad.

Evocamos hoy a Gustavo Adolfo Bécquer, porque se cumplen 163 años de su muerte y otros tantos de su resurrección en las almas enamoradas que convierten el parpadeo de las pupilas en poesía esta mañana de invierno, cuando las oscuras golondrinas descansan en los nidos del sur, preparando el vuelo a los balcones en la verdecida primavera.

Qué no daríamos en la madurez del amor por retornar a las convulsiones y azaramientos del primer encuentro, la primera caricia y el primer golpe de sangre agitada en la turbulencia de una juventud que proclamaba a los cuatro vientos el prendimiento mutuo y la promesa de feliz enajenación perpetua reflejada sobre el rostro fundido en las miradas.

Treinta y cuatro años de vida le bastaron al sevillano poeta para inmortalizarse en el romántico espacio amoroso de los encadenados por ligaduras de amor liberador con diástoles entumecidas y gestos anhelados, desde la triste despedida hasta la gozosa bienvenida, avecindando el espacio y el tiempo en el mismo territorio con ojos lacrimosos y paciente espera.

Ello así, porque los amantes saben que el amor perdura si se fortalece con renuncia propia a cambio de la felicidad ajena; si se blinda con generosidad desprendida, se protege con tolerancia y se renueva cada día con esperanzas renovadas para hacerlo invencible, porque mientras fundirse puedan en un beso dos almas confundidas, la poesía de Bécquer seguirá iluminando el gran misterio del amor y la heredad humana se vestirá de perfumes y alegrías, aunque la ciencia no alcance a descubrir los misterios de la vida, ni la historia sepa hacia donde camina el amor por la línea del horizonte, rozando mar y cielo con sus alas.