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DINERO FÁCIL Y RÁPIDO

DINERO FÁCIL Y RÁPIDO

Dinero fácil

Cuando hablo de dinero fácil y rápido no me refiero al obtenido con la lotería, ni al patrimonio heredado, ni al de los “cofidises”, ni siquiera al de los préstamos bancarios, sino al dinero que llega a manos de traficantes, politiqueros y especuladores, que con mínimo esfuerzo multiplican su fortuna a costa de venas ajenas, sumisos contribuyentes y depositarios ingenuos.

Dinero fácil, que mezclado con la ambición propia de los beneficiarios y la ausencia de valores éticos en su conciencia, produce daños a la humanidad muy superiores a los ocasionados por las diez plagas bíblicas enviadas por Yahveh, sin que tales perjuicios sean castigados por la justicia, ni tenidos en cuenta por el libro sagrado, porque nada se dice de ello en sus páginas.

El mercado de la droga, la corrupción política y las estafas financieras son consecuencia directa del dinero fácil que se obtiene con la detestable moda de contaminar la vida de los débiles, timar a los desamparados, engañar a los votantes y estafar a los incautos ahorradores que van por el mundo confiando en el vecino.

El dinero fácil se expande por la sociedad como macabra peste medieval, arrasando despachos, destruyendo vidas y produciendo desgarraduras sociales, convirtiendo las relaciones humanas en inmorales juego de intereses que practican con detestable sabiduría quienes destilan maldad y esparcen codicia como mancha de aceite que a todos impregna de mentira, insolidaridad y violencia.

HONRADEZ

HONRADEZ

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No es la honestidad virtud que consista en actuar según se piensa y siente, porque no siempre el pensamiento es honrado, ni noble el sentimiento. Pero sí es la honradez cualidad humana que lleva a decir la verdad, actuar con justicia, comportarse con rectitud y mostrar integridad moral, sin mácula de contaminación denigrante para la dignidad humana.

La honradez compromete la actitud con uno mismo y con los demás, promueve la justicia, evita el autoengaño y consolida los principios éticos que deben regir la sociedad, aunque ello exija sacrificios personales y renuncias imprevistas en aras a consolidar el primer valor que debe imponerse en las relaciones humanas, porque el resto de las virtudes siguen los pasos marcados por la honradez.

A la honestidad acompaña la limpieza de espíritu, el compromiso solidario, la generosidad espontánea, el sacrificio ignorado, la bondad humilde, el esfuerzo callado y la inevitable reciprocidad otorgada por los beneficiarios de la honradez ajena, impuesta por la empatía de que quienes participan de la fiesta de la verdad.

La honradez lleva a la paz interior, a la armonía de cuerpo y alma, al respeto personal, a la confianza mutua, a la hermandad entre corazón y razón, a la conformidad entre valores y actuaciones. Y al fortalecimiento de la voluntad necesaria para rechazar propuestas de comportamientos deshonestos.

Frente a la mentira, impongamos la verdad; contra la malicia, ofrezcamos buena fe; contrarrestemos el enmohecimiento espiritual abriendo las ventanas de la decencia; redimamos la opacidad con transparencia; y reverenciemos en el camarín institucional la conciencia social que impulse a la honradez para evitar que caiga en cepos de los tramperos.

Actuemos como hace Aquiles en la Iliada, despreciando a las personas que dicen lo contrario que siente su corazón. Busquemos con el profeta Jeremías por las calles de la vida a ciudadanos justos y virtuosos, evitando que nos pase lo que a Diógenes cuando buscaba, sin encontrar, hombres honestos. Proclamemos junto a Kant que la honradez está por encima de toda política. Y luchemos por imponer la honestidad como postura ética que nos dignifica.

INDEPENDENCIA PERSONAL

INDEPENDENCIA PERSONAL

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No hay actitud más cercana al ejercicio de la libertad personal, como mantener independencia de criterio frente a toda injerencia externa que pretenda interferir en la intimidad moral de cada cual, con insinuaciones, amenazas o mentiras, para conseguir objetivos que sólo benefician a los interventores.

A la independencia personal se llega por el camino del sacrificio, la renuncia, el compromiso y la verdad. Servicio a la verdad por encima de todo beneficio externo, porque basta la satisfacción que produce la lealtad a sí mismo, aunque tan noble testimonio lleve aparejado el desencuentro con quienes buscan complicidad para doblar la vara de la justicia, engañar ignorantes, manipular argumentos y disfrazar la realidad en beneficio de los censores.

Hoy, más que nunca, es necesario proteger la autonomía individual de los ataques subliminales procedentes de quienes pretenden someter la voluntad ajena a la propia, doblegando los principios éticos de conducta personal.

Hoy, más que nunca, se necesita emancipación mental que distinga el grano de la paja, la verdad de la mentira y la objetividad de la manipulación, para evitar encadenamientos a servidumbres y esclavitudes indeseables.

Hoy, más que nunca, debemos mantener autodeterminación subjetiva para librarnos de las maliciosas comadres que nos fustigan tras los visillos de las ventanas sociales con  doctrinas, consignas, ideologías y credos.

Hoy, más que nunca, hay que saber leer un periódico, oír un discurso, escuchar una declaración pública, presenciar un espectáculo y atender promesas, con mente despierta que delate el engaño que ocultan los estafadores mentales.

Hoy, más que nunca, es preciso imponer el propio juicio sobre criterios ajenos; dominar los sentimientos y tener voz propia ante la despersonalización  que pretenden imponer quienes juegan con la voluntad de los demás.

Hoy, más que nunca, necesitamos aunar voluntades independientes de toda imposición externa, para limpiar el sistema de tumores y adherencias, liberándonos de dictados de conciencia ideológicos, sociales o políticos.

Hoy, más que nunca, la independencia es la gran presea de la individualidad, lo que justifica nuestra libertad, nos define y particulariza, alejándonos del redil donde el gran pastor cobija a las ovejas sin criterio propio, ni personalidad definida.

CRONISTAS Y CRONICONES

CRONISTAS Y CRONICONES

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El sevillano Mateo Alemán aconseja en el Guzmán de Alfarache no entrar en laberintos de los que no pueda salirse libremente y sin mancha alguna, pero la realidad de las tribunas periodísticas actuales exige entrar en sus renglones y palabras para denunciar la servidumbre de muchos columnistas, tertulianos y opinadores, al jefe de turno que corresponde en cada caso, aunque nos dejemos algunos pelos en la gatera.

La abundancia de periodistas al servicio del pagador, que venden su voluntad al mejor postor y hacen juegos de magia con palabras disfrazadas de verdades absolutas para complacer con ellas al patrón que los sustenta, hace evocar a cronistas independientes que humedecen su pluma en sangre recién vertida.

Las crónicas de tan invocados escritores son el reflejo de la vida y sus columnas actas notariales de la realidad que observan, sin más que descorrer los visillos de las ventanas, por muy triste, dolorosa, injusta y amarga que sea la realidad que contemplan.

Pero también el cronista honrado tiene la obligación de mostrar el reverso de esta avinagrada medalla, porque la vida se endulza ocasionalmente con buenas nuevas que recrean el espíritu y noticias alentadoras de cuando en cuando para nutrir el alma, alejadas del triunfo conseguido por pescadores de bienes ajenos en este río revuelto de mercaderes, depredadores y matarifes, merecedores de excomunión.

El cronista honrado que aplaudimos no es cómplice de la mentira, ni falsea la realidad, ni encubre fechorías, sino todo lo contrario, las pone al descubierto en la plaza pública para escarnio de los protagonistas merecedores de ser lapidados por la sociedad que soporta sus extorsiones, trampas y estafas.

Si ustedes conocen algún cronista con este perfil soñado de notario independiente, honrado y veraz sobre la realidad objetiva de la vida diaria, digan su nombre en voz alta para complacernos en él y desterrar este artículo, escrito con decepción al ver la compra-venta de opiniones que campea a sus ancha entre los periodistas sometidos a poderes ideológicos, religiosos, políticos y financieros.

CLASE DE CULTURA POLÍTICA DESPRECIABLE

CLASE DE CULTURA POLÍTICA DESPRECIABLE

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Es conocido por todos que el saber no ocupa lugar en las estanterías mentales, que las enseñanzas no tienen precio dado su alto valor y que el aprendizaje es inagotable porque como dice el castellano refrán “no te acostarás sin saber una cosa más”.

Eso nos ha ocurrido a muchos ciudadanos que ayer asistimos como televidentes a la clase privada de política parda que el antiguo alcalde de Madrid, ¿señor? Álvarez del Manzano dio a novicia Ana Botella, para exculparse de los doce mil euros en clases de golf que pagó el Consistorio madrileño al matrimonio Aznar.

Es difícil encontrar una frase que defina de forma tan clara y contundente la situación actual de mentira institucional y corrupción moral dominante en la clase política española como la pronunciada por Manzano, aconsejando a Botella lo que debía hacer ante el abuso cometido: “Tú di que eso es falso”.

Algo que traducido al lenguaje ciudadano sería: «Miente, Ana, que no te pasará nada aunque se descubra la verdad porque estos son imbéciles, tu impunidad está garantizada, nadie va a denunciarte, los tribunales carecen de pruebas y la dimisión no está contemplada en nuestro código antiético político».

Al ver caer el manzanazo inmoral del señor Manzano, Newton no hubiera propuesto la Ley de Gravitación Universal,  sino la del Éxito Político con Mentiras, cuyo enunciado sería: “Los políticos y los cargos públicos se atraen con una fuerza que es directamente proporcional a las mentiras pronunciadas e inversamente proporcional a la inteligencia de los votantes”, es decir, el cargo público será tanto mayor cuanto mayor sea el engaño y menor el entendimiento colectivo.

LA VERDAD EN UNAMUNO

LA VERDAD EN UNAMUNO

Ante la mentira institucionalizada en la vida política. El engaño como norma que campea a sus anchas por todos los rincones. La estafa verbal de quienes dicen lo que no piensan. La falsedad de los que piensan lo que no dicen. Y ante el insulto permanente desde tribunas y micrófonos a la inteligencia y sentido común del pueblo, no queda más opción que hacer una parada y abanderar la verdad que proclamaba el maestro, antes de ser abandonado por «hunos» y «hotros».

Dejo a todos los amigos de este blog algunas de las palabras de Unamuno en torno a la verdad, adornadas con imágenes, en este sencillo PowerPoint.

 

DESPOTISMO

DESPOTISMO

Vaya, vaya, amigos. De manera que el despotismo ha desaparecido en las democracias occidentales. Pues no. Basta con echar un vistazo alrededor para darse cuenta que la realidad tiene poco que ver con el deseo. Es cierto que no presenta la misma cara que tuvo en las monarquías europeas del siglo XVIII, pero ahí sigue. Menos ilustrado que el reconocido históricamente en los libros de texto, pero sigue con nosotros. Eso sí, disfrazado ahora con tules, sedas y velos para confundir su imagen. Se ha maquillado, ha pasado por el quirófano, sonríe, saluda y seduce a los incondicionales seguidores que se benefician de él. Pero el despotismo continúa siendo ese vecino abusón que tenemos que soportar cada día sin poder hacer nada para echarlo de la comunidad, aunque la mayoría hayamos sufrido alguna vez sus excesos.

Lo que ha disminuido es el número de dictadores, porque ahora todos los dirigentes políticos europeos han llegado al poder por elección popular; pero los déspotas se mantienen y continúan como antaño abusando de su poder y autoridad. La diferencia entre unos y otros viene escrita en las papeletas electorales, no en las actitudes. Bueno, tal vez el tirano sea más amigo de la violencia que el déspota, porque éste no es necesariamente belicoso, es simplemente un césar equivocado de siglo. Ambos razonan poco, exigen mucho, convierten sus decisiones en dogmas indiscutibles y no dan muchas explicaciones.

Actualmente el despotismo se ha colegiado, aunque en determinados momentos sea ejercido por algún empecinado dirigente ocupado en satisfacer sus caprichos, sus intereses o sus compromisos. Ahora se han agremiado los déspotas formando grupos de distinto color, amparados en la legalidad para despistar a quienes aplauden la forma de actuar de su correspondiente bandería, sin darse cuenta que tanto unos como otros reencarnan un cínico despotismo que no beneficia a nadie, aunque estas oligarquías se escondan detrás de siglas políticas de diferente pelaje.

La debilidad del déspota es su falta de inteligencia para percibir el pensamiento del pueblo. Por eso nos consideran siempre menores de edad. Como niños, vamos, a los que se puede engañar con milongas de tres al cuarto o con mentiras de camello imposibles de introducirse en el estrecho orificio de nuestro sentido común. Dicho de otra forma, nos tratan con el despotismo que algunos padres tratan a los hijos, pero sin el cariño que estos profesan a sus descendientes. El problema surge cuando el bondadoso padre no percibe que sus hijos crecen y que desarrollan su mismo entendimiento, dejando al descubierto su actitud. Es entonces cuando el túnel del tiempo lo absorbe llevándose el espíritu del déspota doscientos años atrás, aunque su cuerpo permanezca despoticando en pleno siglo veintiuno.

El desprecio que los déspotas tienen por la inteligencia ajena les lleva al abuso de poder y a ocultarnos información, considerando que nuestra inmadurez no merece explicaciones, incomprensibles para nosotros. Confunden poder y talento, creyéndose que las urnas otorgan la sabiduría infinita que ellos se atribuyen a sí mismos, menospreciando las opiniones ajenas y haciendo de nuestra capa su sayo.

De esta forma se toman decisiones sin justificar que afectan a los ciudadanos, aunque sea para llevarlos al matadero. Se negocian acuerdos en alcobas sin luz, para que los niños no se escandalicen de los compromisos adquiridos. Se conciertan ataques en desiertas mesas ocultando los argumentos, porque nuestra infancia social nos impide comprenderlos. Se negocian transacciones que sólo comparten los comerciantes que llegan con sus contratos a la mesa de negociación. Se pactan silencios en los sillones sobre rutas de paz que somos incapaces de comprender el resto de los mortales, según ellos, claro. Y se hacen componendas de todo tipo ignoradas por los que pagamos sus sueldos, dietas, viajes y complementos, para que todo sea políticamente correcto.

El despotismo es incoloro como el aire e insípido como agua; pero huele a mentira desde media legua y despide el mismo hedor que una fosa séptica. El despotismo padece fotofobia, porque detesta la luz; aborrece los taquígrafos porque su argumento es la censura que hace opaco el envoltorio. Por eso prefiere las órdenes a las insinuaciones; las imposiciones, a las sugerencias; las direcciones obligatorias, al campo abierto; y la adulación a la crítica.

Para ser déspota no hay que hacer esfuerzos complementarios ni oposiciones. Es algo que se lleva en los genes y tiene difícil tratamiento porque rechaza los trasplantes de cromosomas portadores de generosidad, servicio, honradez y respeto. El déspota es tan inculto como inseguro, y tan prepotente como débil. Los actuales déspotas desilustrados sólo pretenden arreglar la fachada del edificio y apuntalarlo, respetando los cimientos y reforzando la estructura que sustenta el sistema, su sistema. De esta forma consiguen perpetuar los dogmas políticos, religiosos y económicos, para consolidar sus privilegios y su poder. Es decir, se trata simplemente de lavarle un poco la cara a la democracia que los ampara, de tal modo que se perpetúen los principios básicos de la sociedad dominante y los privilegios de políticos y eclesiásticos, dando la sensación de que se cambia todo para que todo siga igual.