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Etiqueta: ley

IMPUNIDAD

IMPUNIDAD

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La falta de castigo para quienes cometen delitos es el mayor daño que sufre la  justicia al desigualar los ciudadanos ante ella, sin que estos puedan hacer nada por evitarlo, salvo consolarse en la mentira oficial de que todos somos iguales ante la ley.

La impunidad de algunos bandoleros ofende a la condena de los reclusos y representa el injusto beneficio que se otorga a ciertos delincuentes liberándoles de sufrir el castigo que merecen, pues la exención de la pena merecida es el premio que reciben los malhechores por realizar sus fechorías.

Supone también un acicate para potenciales forajidos, animándoles a cometer acciones semejantes siguiendo el ejemplo de los impunes transgresores, convencidos en la liberación de su pena, sobre todo si los desmanes se hacen desde una poltrona política o financiera.

Hoy sale gratis violar la ley a muchos infractores de guante blanco y mano negra, que roban y estafan sin dar cuentas a nadie, sabiendo que la dama desequilibrará la balanza y se quitará la venda para mirar hacia  otro lado ante la indignación popular que nada vale, pues los infractores tienen luz verde para hacer cuanto les plazca.

Es la democracia quien paga los platos rotos y las consecuencias de la impunidad que disfrutan los bandoleros políticos y financieros, cuando los tribunales de justicia utilizan las leyes para amedrentar al pueblo exigiéndole su cumplimiento con sentencias condenatorias, mientras otorga a las cúpulas dirigentes la impunidad, como trofeo a sus diabluras.

RETRATO DE PAREJA

RETRATO DE PAREJA

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La exhibición de poderío público y desprecio legal mostrado por el duque consorte de la cómplice duquesa, no debe quedar impune por mucho que ambos nieguen la realidad que confirman los hechos descubiertos por el socio, los gendarmes, la oficina tributaria y los medios de comunicación.

Sólo la osadía y el descaro de este sujeto puede llevarle a cometer acciones como la reflejada en la fotografía. Sin su impunidad y prepotencia es difícil entender el comportamiento de una persona que sabiéndose vigilada veinticinco horas al día por cámaras de televisión y objetivos fotográficos, infringe la ley para dejar claro quién es quién ante la justicia y los agentes de tráfico.

No sé si este documento gráfico tiene valor legal, pero le sobra argumento moral para condenar al jugador de balonmano a doscientos latigazos de críticas y tres puntos de sutura en el cascarón de galápago que oculta sus fechorías, trampas, estafas y mentiras, en caso de que ningún fiscal proponga la sanción de 200 euros y tres puntos de carnet, con que este infractor debe ser castigado por la ley.

Pero lo más importante es que nunca una foto mostró tan claramente la estrategia que está siguiendo la pareja: él con el timón en la mano incumpliendo la ley hablando por teléfono y ella copilotando a su lado y haciendo lo mismo que él, pero sin enterarse que su marido está defraudando la norma que todos debemos cumplir menos el suegro, por ser constitucionalmente inviolable.

SOCIEDAD EN ESTADO DE COMA

SOCIEDAD EN ESTADO DE COMA

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Basta echar un vistazo por encima, sin profundizar en la realidad que envuelve nuestra existencia cotidiana, para darnos cuenta que la sociedad se encuentra en estado de coma, sobreviviendo con la respiración asistida que recibe de un pequeño grupo de justos que la salvan de la condenación eterna, como sucedió con los diez santos evocados por Abraham ante Dios, para evitar que éste destruyera las corrompidas Sodoma y Gomorra.

La sociedad acusa una severa pérdida de conciencia ética por falta de sensibilidad, compasión y bondad en la mayoría de los dirigentes perteneciente a una rara especie, autocalificada de racional, sin que la grave patología que sufrimos tenga remedio alguno, y la quiebra sistémica generalizada se antoje inevitable, si las togas no lo evitan.

Sólo un valiente compromiso de la justicia con la moral, puede rearmar éticamente la sociedad y sacarnos del lodazal donde nos hundimos cada día más, empujados por quienes multiplican gérmenes malignos con su cinismo social, falta de escrúpulos y voraz canibalismo de los depredadores, con una exhibición de impunidad ofensiva.

Actualmente se reproducen, sin castigo, en tribunas políticas, financieras y mercantiles, las cínicas y demagógicas palabras pronunciadas por Alphonse Gabriel, más conocido por Scarface Capone, es decir, Al Capone en 1931: “Hoy día la gente no respeta nada. Antes poníamos en un pedestal, el honor, la verdad y la ley… La corrupción campea en la vida. Donde no se cumple otra ley, corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país”.

Lo que no sabía este mafioso gánster sifilítico, vendedor de antigüedades, es que días más tarde la justicia americana lo enviaría a la prisión de Alcatraz, como muchos esperamos que haga la justicia española, facturando a diferentes “carabancheles” a todos los corruptos, estafadores, politiqueros, yernos y banqueros,  que hoy tiene entre sus dientes.

SOCRATÍZATE

SOCRATÍZATE

La historia nos enseña que la muerte ha llevado a muchos revolucionarios a la vida eterna, haciendo su memoria inmortal en el recuerdo de la humanidad. Uno de los primeros en sacrificar su vida por la eternidad sin pretenderlo, fue Sócrates. Pensador ateniense que decía no saber nada, sabiéndolo todo, a quien los demócratas griegos pusieron cicuta en los labios.

Por negarse a colaborar con el régimen de los Treinta Tiranos, se vio envuelto en un juicio en plena restauración democrática bajo la doble acusación de no honrar a los dioses y corromper a la juventud. Acusación promovida por supuestos demócratas que portaban el cetro del poder, sin saber ejercerlo.

Al parecer, enseñaba a los jóvenes a vivir por encima de la ley si se trataba de salvar su vida, porque a un hombre honrado no hacía falta decirle lo que estaba bien o mal, pareciéndole a los dirigentes políticos muy peligroso que los ciudadanos estuvieran por encima de la ley.

Sócrates fue condenado a envenenarse después de evidenciar en su defensa la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena pero aceptó la muerte por predicar la libertad y desechar leyes de personas corrompidas, llevándole su inconformismo a una lucha permanente contra la ignorancia del pueblo, sabiendo que el conocimiento llevaría a los ciudadanos a la libertad.

Antes de morir, cuando el tósigo estaba a punto de enfriar su corazón, pidió a su discípulo Critón que pagara a Asclepio el gallo que le debía, recordando a todos que no moría un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo, que pidió siempre a los gobernantes no hacer algo que fuera vergonzoso en presencia de alguien o en secreto.

OBJECIÓN DE CONCIENCIA

OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Hacen espinosa la decisión de objetar, los principios de libertad, conciencia y ley que conforman la negativa a obedecer mandatos contrarios a las propias convicciones personales, en ciudadanos con pensamiento libre que viven en un país organizado con leyes promulgadas por sus vecinos.

Es, pues, la objeción de conciencia el principio moral que sustenta la rebelión ciudadana, cuando las personas se niegan a cumplir leyes artificiales con fecha de caducidad, contrarias a universales leyes naturales que determinan los comportamientos humanos.

¿Tienen los poderes públicos capacidad para exigir a los funcionarios del Estado el cumplimiento de leyes dictadas por ellos, si éstas son contrarias a las convicciones personales de quienes deben cumplirlas?

¿Merecen sanción quienes se niegan a traicionar su íntima conciencia, incumpliendo dictados externos, leyes y órdenes de sus vecinos, que confrontan y colisionan con su personal modo de sentir, vivir y creer?

¿Merece arresto un policía que se niega a reprimir manifestaciones ciudadanas que piden pan, trabajo y justicia para los hambrientos, parados y desahuciados, objetando razones de conciencia?

¿Merece suspensión un juez que se inhibe o evita el desahucio de un ciudadano desesperado, negándose a cumplir una ley centenaria, injusta y caduca, rechazada por su conciencia y ética profesional?

¿Merece sanción un médico que atiende a un “sin papeles” contraviniendo el eufemístico “Decreto Ley de medidas para garantizar la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud”, siguiendo el código deontológico dictado por su conciencia?.

LA SAL DE LA LIBERTAD

LA SAL DE LA LIBERTAD

Cuando Mahatma Gandhi se puso en 1930 al frente de la marcha de la sal, las ironías, desprecios y burlas de los periódicos hindúes redactados en inglés, fueron unánimes, porque los británicos habían prohibido a los nativos consumir su propia sal, a pesar de ser mejor y más barata que la importada de Liverpool.

Pero aquel hombre diminuto, delgado y miope, que semidesnudo caminaba apoyado en un bastón, inició su andadura hacia el mar con un pequeño grupo de peregrinos al que se fueron añadiendo miles de ellos, en tan sufrida, valiente y arriesgada caminata.

Cuando llegaron al mar tras un mes de marcha, cada uno de ellos cogió testimonialmente un puñado de sal con la única intención de violar la ley, en un acto de desobediencia civil contra el imperio británico, que condujo finalmente a la independencia de la India en 1947, aunque en aquel intento muchos insumisos cayeron ametrallados por fusiles ingleses y más de cien mil acabaron en las cárceles.

El poder siempre ha temido y condenado la desobediencia civil porque su aparición lo aniquila, pero cuando el desprecio y la hambruna llaman a la puerta solo cabe la rebeldía.

IMPOSIBLE NUREMBERG FINANCIERO

IMPOSIBLE NUREMBERG FINANCIERO

No os hagáis ilusiones, amigos, porque el deseado macro juicio de Nuremberg a todos los mangantes y sinvergüenzas de los consejos de administración que arruinaron las Cajas de Ahorro con su gestión, llevándose como premio  indemnizaciones millonarias, no llegará nunca.

En nuestro caso, no gozaremos con un proceso de Nuremberg financiero similar al seguido en esa ciudad contra los criminales del III Reich alemán, sencillamente porque entonces fueron los vencedores quienes promovieron el juicio y condenaron a los asesinos, pero hoy son los vencedores culpables y no parecen dispuestos a hacerse el harakiri, ni a permitir que la justicia interrumpa su millonaria vida, porque los tentáculos políticos también han contaminado las togas que presiden las Audiencias del piso superior.

En nuestro caso, la codicia de los depredadores ha postergado su dignidad; sus golpes de pecho en las iglesias han demostrado ser una farsa; el cinismo que destilan se ha colado por las rendijas de la ley; y su descaro les ha permitido sonreír como hienas, porque la honradez nunca ha formado parte de sus comportamientos morales.

En nuestro caso, son juzgados y desahuciados los inocentes de la catástrofe. Se le quita el pan a quienes nada hicieron para merecer la hambruna. Se paraliza a los trabajadores que sudaron para enriquecer a los culpables. Y se condena a un pueblo inocente de la desgracia, mientras los culpables permanecen en sus puestos, gozando de la impunidad que no merecen y llevándose a manos llenas lo que pertenece a los condenados.