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JUSTICIA, BIENESTAR Y PAZ

JUSTICIA, BIENESTAR Y PAZ

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El superjefe de la justicia española ha dicho en la homilía dominical pronunciada ayer con motivo de celebrarse el 200 aniversario del alto Tribunal que preside, que desea “una sociedad de justicia, de bienestar y de paz que sea el reino del futuro”. Yo también lo deseo, sabiendo que será difícil llegar a ella con personajes como el predicador de tal anhelo.

Yo también deseo una sociedad de justicia donde la ética y la ley vayan de la mano, sin que ésta última abra rendijas por donde puedan escaparse quienes abusan de inmorales principios éticos y religiosos no contemplados en las leyes, haciendo del sillón negocio con los “amiguitos del alma” como hizo el valenciano o de su toga un sayo con íntimos guardaespaldas, como hace el malagueño.

Yo también deseo una sociedad de bienestar, pero de bienestar para todos los ciudadanos, no sólo para aquellos que tienen el privilegio de gastar fondos públicos a su antojo en lujosos hoteles y selectas zonas de recreo, sin necesidad de dar cuentas a nadie, porque la ley abre una vía de agua por donde se destila la impunidad de los beneficiados.

Yo también deseo una sociedad en paz, donde reine la solidaridad, y el sacrificio por la supervivencia del vecino sea norma de conducta, por lejos que éste viva de nosotros. Una sociedad donde los golpes de pecho en las iglesias sean un símbolo real de compromiso por la liberación de la pobreza y no el somnífero que adormece preceptos evangélicos y pervierte la doctrina que dicen practicar quienes dan ejemplo de compromiso anticristiano.

ESTADO DE DERECHO

ESTADO DE DERECHO

Un Estado de Derecho se caracteriza por someter todas las acciones políticas, laborales, sociales y personales, a las leyes vigentes, respetando la independencia de los tres poderes del Estado, así como el principio de legalidad y el de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Demasiado hermoso para ser realidad, porque es otra la verdad.

Nadie duda que las leyes sean públicas, estables y defensoras de los derechos ciudadanos. Tampoco puede negarse la legalidad de su aprobación, la honradez con que se administran y su implementación. Lo que no está tan claro es que hayan conseguido plenamente los dignos objetivos que se proponen, a la vista de los resultados obtenidos.

Hay demasiadas vías de agua en las leyes, demasiada ingeniería financiera en las operaciones mercantiles, excesiva ingenuidad en los tribunales de justicia, mucho leguleyo con la toga al hombro, mentiras amañadas para escapar de la justicia, sobrada desvergüenza en los desvergonzados y abundante cemento armado en la cara de los políticos como para que el Estado de Derecho supere al Estado de Corrupción.

A pesar de ello, debemos confiar en los tribunales de justicia y tener con ellos la misma generosidad que Yavé tuvo con Abraham cuando negociaban la salvación de Sodoma, y conformarmos con ver en la cárcel de por vida a diez sinvergüenzas de los que hoy pisan moquetas con el alma corrompida, por muy saneada que tengan su cuenta corriente.