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SÓLO ME INTERESAN LAS PERSONAS

SÓLO ME INTERESAN LAS PERSONAS

Entre todas las opciones posibles para justificar ciertas opiniones ajenas sobre pensares y sentires del patrón de esta bitácora, cobran ventaja dos de ellas sobre las demás: o tengo malas explicaderas o algunos de los que se acercan a estas páginas tienen lesionadas las entendederas.

Ayer tuve que repetir lo que ya he dicho muchas veces, y hoy proclamo una vez más: sólo mantengo la confianza en personas concretas, que tienen nombres y apellidos bien definidos. Seres humanos con huellas digitales específicas, identificado el rostro, gestos propios, personalidad única y comportamiento ejemplar.

Mis filias y fobias de antaño, mis viejos compromisos militantes y mi fe en las organizaciones humanas, se han diluido en experiencias y desengaños, es decir, que  mis simpatías colectivas y afiliaciones grupales, han pasado a mejor vida.

No creo en programas electorales, ni en los partidos políticos, – sean del signo que sean -, ni en sus dirigentes, porque he conocido sinvergüenzas en todos los bandos, interesadas adhesiones, cobardes silencios y detestables actitudes. Tampoco espero nada de las organizaciones sindicales, por mucho que sus siglas se acerquen a mi vocación social. Ni confío en organizaciones benéficas o corporaciones pretendidamente altruistas.

Sabed que no me preocupa, ni me inquieta, ni me separa de las personas la ideología política o religiosa que profesen, sino sus comportamientos reales y actitudes manifiestas. Envidio las virtudes de quienes las tienen, intento seguir el ejemplo de las personas ejemplares, trato de imitar la solidaridad de los vecinos solidarios, comparto con los amigos su lucha por la igualdad, participo de su empeño por defender al débil, hago mío su compromiso con la justicia y desprecio asqueado con ellos a los estafadores, corruptos, politiqueros y especuladores.

Todavía mantengo intactos mis principios de juventud y todos los ideales que han movilizado mi espíritu a lo largo de la vida. Bueno, todos, no. Un buen día abandoné las pilas bautismales, porque la experiencia y la razón me impidieron sumergirme en ellas, pero disfruto de buenos amigos clérigos y seglares de diferentes creencias.

VISIÓN DE LA REPÚBLICA EN LA DICTADURA

VISIÓN DE LA REPÚBLICA EN LA DICTADURA

En todas las ciudades que visito, busco afanosamente librerías de viejo donde perderme entre el polvo de páginas desgastados por el tiempo, esperando siempre encontrar algo inesperado que ilumine algunos de los múltiples rincones que la ignorancia ocupa en mis limitados conocimientos.

Es así como adquirí ayer en Coruña la Historia de España de Segundo Grado publicada en 1944 por la zaragozana editorial Luis Vives, cuyos contenidos sirvieron de base a la formación que recibí sobre la  historia de la España, durante los primeros años de mi vida.

La lectura de este relato confirma el buen trabajo del servicio de adoctrinamiento y propaganda del régimen anterior para convencernos a los alevines de las maldades de la República, en una burda manipulación que confunde gobiernos con sistema político, atribuyendo a la República las malas acciones de los gobiernos regentados por “hunos” y “hotros”.

Así, en la página 213 del citado libro se mencionan “los crímenes y desafueros de la República”, rematando la faena a vuelta de hoja denunciando los “crímenes republicanos”, como si la República tuviera algo que ver en ello, identificando torticeramente sistema político y gobierno. Es más, gobierno de izquierdas, claro. Es decir, dos manipulaciones en un lote, y por el mismo precio.

Muchos han censurado la monarquía juancarlista argumentando que fue impuesta por el dictador, saltándose a la torera la línea dinástica. Pero son pocos los que han reparado en el gran servicio que hizo la dictadura a la monarquía asociando de forma indisoluble la República a la izquierda, como si Gil Robles, toda la CEDA y los generales Franco, Mola y Sanjurjo no hubieran sido republicanos, y jurado libre y voluntariamente lealtad a la República, en vez de retirarse cobrando íntegramente el sueldo, como hicieron 80 generales y 8000 oficiales que se negaron a ello, cumpliendo la Ley Azaña de 1931.

SINWERTGÜENZA

SINWERTGÜENZA

Siendo ya tertuliano en tertulias innombrables, el sociólogo Wert exhibió una desvergüenza acreedora de duras calificaciones por su falta de vergüenza. Vamos, que este ministro pilarista en más de una ocasión demostró ser un sinvergüenza, es decir, un hombre sin vergüenza, un atrevido, para entendernos, un osado o si preferís, un descarado.

Lo que desconocíamos quienes cambiábamos de canal cada vez que aparecía en televisión, era la ambición por incluir su nombre en el libro Guinness de los records como el peor ministro de educación de la historia de España, por gracia de su propia gracia, para desgracia nuestra.

Desde su estreno ministerial, leyendo públicamente y con descaro las páginas de un libro sobre educación para la ciudadanía, que no era tal libro de texto sobre educación para la ciudadanía, hasta ayer que por primera vez en la historia los 79 rectores de nuestras Universidades – todos, «hunos y hotros» -, le han dado con las puertas en las narices no acudiendo a la reunión del Consejo de Universidades, este personaje no ha dejado de dar golpes en la herradura.

Un hombre que quiere hablar, pero no negociar; que entiende las peticiones como chantajes; que falta descaradamente al respeto a los profesionales de la enseñanza; que ofende con sus declaraciones; que desprecia la comunidad universitaria; que incumple reglamentos; y que se quita el zapato para golpear en la mesa emulando a Kruschev, imponiendo sus disparates, no puede seguir al frente de un ministerio tan importante para el porvenir de España, en beneficio de la salud mental de la población y del futuro de la juventud.

Esperemos que Rajoy le quite pronto la cartera a este sociólogo, como hizo Arias con el ministro de Carrero autor del disparatado “calendario juliano”, porque es muy peligroso poner tijeras en manos de insensatos que pueden terminar clavándolas en la yugular de la educación, cortando por lo sano el más elemental sentido común.

TREPAS

TREPAS

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Viendo cómo van asentándose muchos incompetentes en rentables poltronas, sin más mérito acreditado que transportar la cartera del jefe y aplaudir sus disparates, caprichos y despilfarros, no queda otra opción que denunciar a los trepas que buscan acomodo en sillones oficiales haciendo voto de obediencia a sus promotores como única forma de sobrevivir a su incurable y penosa incompetencia natural.

Ineptitud que ocultan a sus subordinados estirando el cuello, sacando pecho y engolando la voz para darle más resonancia gutural, apelando al Boletín Oficial para hacerse obedecer porque su liderazgo natural no alcanza siquiera la patatera rosquilla.

Los trepas ven las Instituciones como tetas donde mamar hasta saciarse y confunden estatura con grandeza, mientras se acomodan en cargos públicos apretando entre sus dientes el carné del partido. Son ellos quienes silencian con amenazas subliminales a los disidentes, al tiempo que se autoproclaman paladines de la libertad en sus discursos y defensores del progreso de la patria, sin percibir que el nepotismo no engrandece al país ni lo libera de la mediocridad, porque esto es algo que se consigue situando en puestos de gestión a los ciudadanos más competentes para ejercerlos, aunque no lleven rosas en la mano ni gaviotas en la solapa.

Lo triste es que no hay forma de romper este vicioso círculo de ineptos que nos rodea y escapar de él. “Hunos” y “hotros” pretenden que nos interesemos más por defender su dedocracia que por hacer real la democracia. Pero los que todavía seguimos creyendo en un país gobernado por los mejores, mantenemos en el pebetero de nuestra vida la antorcha de la esperanza y lucharemos por convertir en necesario lo que hoy se nos antoja inalcanzable quimera.

DON MANUEL

DON MANUEL

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Recibo un correo de mi querida Sofía, amiga que abandonó su Galicia natal para dejarse la piel en Bolivia liberando de la miseria a los desfavorecidos hundidos en la pobreza. Me pide Sofi que dedique un artículo a la memoria de Manuel Fraga y voy a hacerlo, sabiendo que mis palabras van a decepcionarla, porque sé lo que piensa del personaje y los piropos que le dedica, como yo hice hasta los meses de su arrepentimiento.

Siempre he dicho lo que pienso sin esconderme y ahora tampoco voy a fingir la voz, aunque me lleve un arañazo por olvidarme de Grimau, de Ruano, de Montejurra , de las víctimas del franquismo y de los cinco obreros muertos en Vitoria cuando Fraga era responsable de la cartera de Gobernación.

Puse 788 páginas de un libro al servicio de los últimos años de la vida de Unamuno, por entender que en ellos se encontraba el verdadero Unamuno, el hombre sedimentado por la experiencia de vida después de muchos vaivenes, quehaceres, dudas, ilusiones, decepciones, errores, esperanzas, disgustos, dolores, sudores, pesares, aplausos y silbidos. Y eso voy a hacer con Manuel Fraga Iribarne.

Mi discrepancia ideológica con él me lleva a rechazar su posición política, pero mi vocación al esfuerzo me impide negar su singular capacidad de trabajo. Mi crítica a “hunos” y “hotros” siempre que han sometido los intereses comunes al bien propio, me acerca al hombre que nos pidió a todos tirar juntos del carro. Mi relación sincera con personas de izquierda y derecha me lleva a felicitar a Fraga en la presentación que hizo de Carrillo en el Club Siglo XXI, dándole a la derecha más rancia un ejemplo de convivencia que reforzó abrazando a Fidel Castro. Y su concepto del Estado convendría que fuera imitado por políticos de pacotilla y politiqueros.

Lo siento, Sofía, pero el último Fraga nada se parecía al “amo de la calle”, ni al enemigo del marxismo, ni al látigo del separatismo, ni al ciclón del insulto y el despotismo. Fue protagonista de las tres etapas más complejas de la moderna historia de España: el franquismo, la transición y la democracia. Intelectual venido a político que llegó a ser el político más intelectual. Franquista que reformó el franquismo desde dentro. Verdadero animal político, megaterio que pasó más de sesenta años dedicado a la vida pública, con tiempo para eliminar la censura previa y llenar el país de Paradores, impulsando nuestra mejor industria, sin llevarse ni un duro que no le perteneciese.

Observando a sus alevines, es obligado recordar a quien dijo “verdades sin condón”; a quien pidió ser recordado como «un hombre de bien»; a quien puso el mayor empeño en «unir y no desunir»; a quien un año antes de morir “pidió perdón a todos” por sus errores, complicidades y omisiones.

UNAMUNO EN EL RECUERDO

UNAMUNO EN EL RECUERDO


Tal día como hoy, a las cuatro de la tarde del jueves 31 de diciembre de 1936, caía herido de muerte sobre la camilla de su casa don Miguel de Unamuno y Jugo, a causa de “mal de España”, aunque el doctor Adolfo Núñez certificara su muerte por una hemorragia bulbar que se lo llevó sin previo aviso.

Ese día enmudeció una de las voces más sabias de nuestra historia, un socialista con ideario político sin ataduras, un intelectual comprometido con la liberación de obreros y campesinos, un republicano decepcionado con los gobiernos republicanos, un padre espiritual de sus alumnos y un profesor excepcional que hoy estaría a la cabeza de todas las manifestaciones, sosteniendo la pancarta a favor de la enseñanza pública.

A este personaje, que supo conciliar la bondad doméstica con la firmeza paterna; la lealtad política y la noble censura; la benevolencia en la cátedra y la exigencia de trabajo; la formación de espíritus rebeldes y la disciplina escolástica; el rigor académico y la tolerancia de errores, rendimos con esta página un homenaje filial de respeto, admiración y cariño.

A este luchador por la patria,  político honrado, profesor ejemplar y rector diligente, que supo ser a la vez maestro y discípulo. Hombre sabio, rebelde, honrado, generoso, inconformista, sincero, familiar, incomprendido y, sobre todo, leal a sí mismo, a su familia, a su profesión y a sus amigos, cuya memoria todavía hoy se disputan hunos y hotros, va dedicado con profunda gratitud por su legado este recuerdo.

A quien fue Catedrático de la Universidad de Salamanca, Rector vitalicio de la misma, Diputado nacional en las Cortes Constituyentes de la segunda República, Concejal electo del Ayuntamiento de Salamanca, Alcalde honorario perpetuo del mismo, Presidente del Consejo de Instrucción, Ciudadano de Honor de la República, Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oxford y Grenoble; Presidente de la Liga de Derechos del Hombre; Presidente de la Junta de Defensa de los Derechos Humanos; Candidato a Premio Nobel; Presidente del Ateneo; Presidente del Casino; Presidente de la Federación Obrera; novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, filósofo, articulista, crítico literario, prologuista y dibujante, lo evocamos hoy en esta humilde bitácora al cumplirse el setenta y cinco aniversario de su muerte.

A este luchador contra todo y contra todos, incomprendido de todos, víctima mortal de la guerra y protagonista sin pretenderlo de la tragedia griega que le tocó vivir entre dos cruentas guerras civiles, vaya este abrazo filial hasta el nicho donde descansa su cuerpo cansado de tanto bregar, mientras su alma deambula por los corredores de un misterioso hogar, sin encontrar respuesta a los interrogantes que atormentaron su vida.

CESARISMO

CESARISMO

Muchos males que suceden en la política española se deben al cesarismo que invade ministerios, gobiernos autonómicos, diputaciones, ayuntamientos y partidos políticos.

Este es uno de los riesgos que tiene la democracia. Yo creo que todo comenzó cuando Napoleón pretendió justificar sus actuaciones amparándose en el poder otorgado por el pueblo, con su organización jerárquica incluida.

En terminología weberiana, esto nos ha llevado a los famosos “líderes carismáticos”, aunque ni sean líderes ni tengan carisma, que se emborrachan de un poder que desborda con creces el otorgado por las urnas, jaleados mediáticamente por sujetos que ponen su asnal debajo del olivo para recoger el fruto que caiga cuando el caporal comience a varear las ramas. Nos conviene un liderazgo social digno, pero el despotismo es incompatible con la esencia democrática.

Este bonapartismo caló fácilmente en Alemania e Italia, y se ha extendido como una epidemia a las democracias inglesa, americana y española. La consecuencia nefasta de esta perversión democrática es la impunidad del poderoso, fruto del reconocimiento que los dominados le otorgan, atribuyéndole supuestas cualidades sobrenaturales para dirigirlos. Tanto poder en manos del guía disgrega al Estado de la sociedad, al gobernante de los ciudadanos, al dirigente de los militantes y al alcalde de los vecinos.

Cuando la autocracia toma cuerpo en un partido político, la democracia interna huye despavorida por la ventana, dejando en manos del autócrata el futuro del partido. A partir de aquí se anula el debate interno, la crítica pasa a galeras y se trepana el cerebro de los afiliados hasta llegar al pensamiento único. Es entonces cuando el cesarismo alcanza su perfección logrando que la voluntad del césar sea la voluntad de todos, porque todos quieren ver su nombre escrito en la bitácora del autócrata.

Tanto “hunos” como “hotros” han culminado el autoritarismo canonizando políticamente a sus líderes y anulando la propia voluntad al imponerse como norte la obediencia debida. Mínimo ideario que consolida el poder absoluto de los cortijeros y su infalibilidad. Esta identificación de poder y verdad excluye toda discusión y alienta la sumisión incondicional de los subordinados a la voluntad de los patriarcas.

Así, las tímidas voces que expresan pensamientos divergentes, son acalladas por el griterío de la manada que sigue ciega la voz de su amo. Algo de esto le pasó a los sensatos “roedores” del partido que no fueron capaces de controlar el ardor guerrero del santo patrón, de la misma forma que nadie critica ahora sus desmanes, caprichos, rabietas y desatinos. No porque sean torpes o ciegos, sino porque los caudillos y sus cuerpos de guardia se encargan de seleccionar las fotografías.