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LA FUERZA DEL MIEDO

LA FUERZA DEL MIEDO

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El miedo no es más que una perturbación angustiosa del estado de ánimo de cada cual, a la que se llega cuando nos acecha un riesgo o un daño que puede ser real o imaginario. Sentimos miedo por el recelo o aprensión que tenemos a que nos suceda lo contrario que deseamos.

De esta forma, el miedo mutila la esperanza, oscurece la voluntad, anula la razón, nubla el pensamiento, incapacita para la acción, genera resignación y anula la rebeldía. Esto lo saben bien quienes explotan el miedo colectivo en su propio beneficio, haciendo de la injusticia nuestra condenación.

El miedo es el gran nubarrón que oscurece las iniciativas. El responsable de que hagamos lo contrario a lo que nos dicta la conciencia.  La palabra que habla por nosotros obligándonos a decir lo contrario de lo que pensamos. El miedo es, en definitiva, quien nos lleva a los dioses, somete nuestros deseos a la voluntad ajena y justifica la obediencia debida.

Es fácil concluir, pues, que el miedo al castigo nos condena al silencio. El miedo a la muerte nos amarga la vida. El miedo a movernos nos lleva a la parálisis. El miedo a protestar nos reduce a la impotencia. El miedo a recordar la historia nos produce amnesia. El miedo a caminar en las manifestaciones nos produce cojera. El miedo a coger las riendas nos deja mancos. El miedo a pedir justicia nos hace mudos. El miedo a escuchar la voz de los sin voz nos vuelve sordos. El miedo a ver la realidad nos deja ciegos.

Y así, cojos, mancos, mudos, ciegos y sordos, vamos con nuestro miedo a cuestas por la vida mientras los beneficiarios del temor colectivo se hacen dueños de nuestras vidas, manteniéndonos escondidos tras los visillos de las ventanas domésticas, sin atrevernos a salir a la calle, esperando con resignación de corderos la llegada del ángel exterminador que nos lleve al matadero.

SÍ HAY SOLUCIÓN

SÍ HAY SOLUCIÓN

Efectivamente, hay solución, pero no pacífica y civilizada. La crisis no se sustanciará por vía del diálogo debido al desprecio financiero, indiferencia mercantil y sordera política que reina en los despachos, sino por caminos ya marcados a lo largo de la historia.

Nuestro problema no es coyuntural ni pasajero, sino estructural derivado de una crisis sistémica que afecta a las más puras esencias democráticas, desvanecidas por un mal ejercicio del poder otorgado por los ciudadanos a políticos de diferente origen, color y catadura.

No debe preocuparnos la crisis sino la causa que ha originado este hundimiento de las economías domésticas más débiles, a costa del enriquecimiento fácil de quienes sobrevuelan por encima de tragedia que ellos mismos han provocado.

Durante años hemos tenido los ciudadanos ocasiones de evitar la mierda que nos están arrojando encima, y no lo hemos hecho. En unos casos por acción contraria, en otros por omisión directa, en la mayoría por despreocupación, en parte por ignorancia y siempre por ingenuidad y exceso de confianza, pero todos somos culpables de lo que nos está sucediendo.

Los políticos por subvertir la democracia; los «cajeros» por someter su voluntad a politiqueros; los periodistas por olvidar su oficio; los despilfarradores por hacer cortijo propio de la patria común; los banqueros por hacer de la especulación, doctrina; la justicia por quitarse la venda; y nosotros por consentirlo todo resignadamente, elección tras elección.

Esta perversión ha facilitado a los servidores del pueblo servirse del pueblo para satisfacer sus ambiciones personales, en vez de proteger a los ciudadanos de la voracidad de los mercados.

Si cuando el presidente del Bundesbank, Hans Tiet Meyer, predijo el hundimiento de las democracias, afirmando que el estado democrático tenía que someterse a los mercados, el pueblo hubiera estado alerta en las urnas negándose al juego de intereses que los políticos practicaban, otra sería la situación que tendríamos ahora porque se hubieran regulado los mercados evitando el actual colapso depredador que nos ahoga.

La sumisión que están demostrando los políticos a las exigencias del poder económico salvará el sistema capitalista que gobierna el mundo, pero será a costa de acabar con los valores democráticos, hundiendo las economías domésticas, desplomando el estado del bienestar y habilitando morgues a cielo abierto en los descampados.

Una reflexión final para navegantes: los mercados no son entes abstractas e impersonales. No. En los Consejos de Administración y en las cúpulas dirigentes hay personas con nombres y apellidos, que coinciden muchas veces con quienes forman parte de las listas electorales. ¿Qué puede hacer, pues, el pueblo para salvarse y liberar la democracia del yugo esclavizador de la politiconomía? Pues seguir los pasos dados por la historia en momentos semejantes, cuando la revolución fue la única posibilidad de salvación para los ciudadanos.

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

Nadie duda que la Historia, – así, con mayúscula -, juzgará con el máximo rigor y desprecio a los políticos pseudócratas de las últimas hornadas, aunque a ninguno de ellos les inquiete la irremediable condena que recibirán en las páginas de los libros, porque cuando esto suceda ya descansarán todos al Valle de Josaphat.

Abochorna el espíritu y encoleriza el ánimo, la fauna descerebrada que está decidiendo en los últimos años sobre nuestras vidas, sin que tales mostrencos perciban los grandes pecados que están cometiendo contra los sectores más débiles de la sociedad.

Son ellos quienes están arruinado la moral y el bolsillo del pueblo, con un descaro merecedor del fuego eterno, aunque éste sólo exista en la mente de los cómplices que reparten bendiciones para mantener intacto el cepillo subvencional.

El desplome ético de la clase dirigente ha llevado al abuso de poder, a la incompetencia y la corrupción, abriendo las puertas a un insultante nepotismo y amiguismo que ha otorgado poltronas a vagos e incompetentes despilfarradores el dinero que teníamos en la hucha, mientras entretenían el tiempo bombardeando la convivencia social y causando un daño irreparable a la convivencia ciudadana, con asquerosas y repugnantes politiquerías de patio de vecinas.

CAMALEÓNIDES

CAMALEÓNIDES

Los humanos hemos imitado costumbres de animales a lo largo de la historia, pero nunca como ahora se han reproducido actitudes camaleónicas con tanto vigor y fidelidad, por parte de los camaleónides.

Cubrirnos con pieles, golpearnos el pecho implorando el “mea culpa”, guturalizar sonidos y aparearnos al aire libre, son costumbres imitadas que han pasado a segundo plano, desde que los camaleones han tomado posición en jaulas domésticas y terrarios escolares, contaminando de camaleónides los escaños parlamentarios y consejos de administración.

Saurópsidos escamosos que modifican el color de la piel a su antojo para ocultarse, mueven los ojos en todas las direcciones en busca de la presa y alargan con rapidez su pegajosa lengua para cazarla.

De tan pacíficos animalitos, muchos han aprendido a cambiar de chaqueta política según convenga a la cartera. Se han mimetizado en la selva social en busca de carne fresca para alimentarse, nutriendo con ella sus ambiciones de poder y dinero.

Hoy se llama culto a quien mejor oculta el dinero y la miseria moral que le invade. Hoy se dedican vítores y aplausos a culturetas disfrazados de intelectuales. Hoy se venera a predicadores del lenguaje ambiguo, creyendo sus palabras, sin poner atención en los comportamientos que manifiestan y aceptando el falso testimonio de vida que disimulan engolando la voz en púlpitos y tribunas sociales.

Hoy se admira a los usureros condenados en sentencia firme, desviando la vista de su doble contabilidad. Se inclina el tronco ante sujetos que practican doble moral. Se elogian sotanas y capelos de profesionales de la virtud, sin ejemplaridad alguna.

Es hora, pues, de abrir la veda y lanzarnos, ética en mano, a la caza moral de los camaleónides que infestan las Instituciones y las cúpulas sociales.

PRIMER BROTE NEGRO

PRIMER BROTE NEGRO

 La torpe visión de la realidad, unida a la pasividad y falta de capacidad de los gobiernos a lo largo de la historia para captar la situación real de los países que gobernaban, ha llevado en varias ocasiones a violentas revoluciones que podrían haberse evitado si quienes ocupaban las cúpulas del poder hubieran realizado los cambios que demandaban los ciudadanos.

En un Estado de Derecho, las leyes son el armazón que sostiene la estructura organizativa del mismo, pero cuando el hambre llama a la puerta y la supervivencia familiar depende de un mendrugo de pan que no llega, la legalidad huye por la ventana. Cuando el hambre provoca el llanto de los hijos y la angustia es la oración de cada día, no cabe la resignación.

Hemos visto el primer brote negro en Andalucía y la respuesta del Gobierno no ha sido atajar las causas que han llevado a la rebelión, sino condenar a galeras a los rebeldes, haciendo un alarde de ceguera poco común, si tenemos en cuenta que un periódico ha publicado los resultados de una encuesta en la que el 89,5 % de ciudadanos aprueban la incautación de alimentos que han hecho los Robín Hoods del SAT.

Vergüenza nacional que a todos avergüenza menos a los sinvergüenzas que ahora claman justicia represiva sin tener en cuenta que la supervivencia no entiende de leyes cuando el estado de necesidad exige alimento, sin importarle en camino a seguir para evitar la hambruma.

VISIÓN DE LA REPÚBLICA EN LA DICTADURA

VISIÓN DE LA REPÚBLICA EN LA DICTADURA

En todas las ciudades que visito, busco afanosamente librerías de viejo donde perderme entre el polvo de páginas desgastados por el tiempo, esperando siempre encontrar algo inesperado que ilumine algunos de los múltiples rincones que la ignorancia ocupa en mis limitados conocimientos.

Es así como adquirí ayer en Coruña la Historia de España de Segundo Grado publicada en 1944 por la zaragozana editorial Luis Vives, cuyos contenidos sirvieron de base a la formación que recibí sobre la  historia de la España, durante los primeros años de mi vida.

La lectura de este relato confirma el buen trabajo del servicio de adoctrinamiento y propaganda del régimen anterior para convencernos a los alevines de las maldades de la República, en una burda manipulación que confunde gobiernos con sistema político, atribuyendo a la República las malas acciones de los gobiernos regentados por “hunos” y “hotros”.

Así, en la página 213 del citado libro se mencionan “los crímenes y desafueros de la República”, rematando la faena a vuelta de hoja denunciando los “crímenes republicanos”, como si la República tuviera algo que ver en ello, identificando torticeramente sistema político y gobierno. Es más, gobierno de izquierdas, claro. Es decir, dos manipulaciones en un lote, y por el mismo precio.

Muchos han censurado la monarquía juancarlista argumentando que fue impuesta por el dictador, saltándose a la torera la línea dinástica. Pero son pocos los que han reparado en el gran servicio que hizo la dictadura a la monarquía asociando de forma indisoluble la República a la izquierda, como si Gil Robles, toda la CEDA y los generales Franco, Mola y Sanjurjo no hubieran sido republicanos, y jurado libre y voluntariamente lealtad a la República, en vez de retirarse cobrando íntegramente el sueldo, como hicieron 80 generales y 8000 oficiales que se negaron a ello, cumpliendo la Ley Azaña de 1931.

CONTRADICCIONARIO

CONTRADICCIONARIO

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Invitado por algunos de sus autores, he asistido ayer por la tarde a la presentación en Salamanca del libro “En el combate por la historia”, que tuvo lugar en la Facultad de Geografía e Historia. Libro que viene a ser el contradiccionario del “Diccionario Biográfico Español”, aunque esto lo niegue su coordinador, el catedrático Ángel Viñas.

Una treintena de reconocidos profesores universitarios de Historia, han plasmado en 973 páginas su versión sobre lo que fue la Segunda República, la guerra civil y el franquismo, contrapeso a las afirmaciones que figuran en la obra patrocinada por la Real Academia de la Historia.

Cierto es que nunca será posible conocer los hechos en su realidad más objetiva y cierto porque no lo permite la condición humana, pero es bueno que el pluralismo abra nuevas ventanas a la realidad, sobre todo si la información procede de historiadores tan destacados como Arostegui, Barciela, Casanova, Elorza, Fontana, Miralles, Mainer, Viñas y Robledo, por citar algunos de los autores, que han puesto el libro en circulación en un tiempo record.

Lamento tener que esperar a que aparezca en las librerías la segunda reimpresión para leerlo, ya que la primera edición se ha agotado en pocos días, a pesar del volumen de páginas que contiene. Se ve que los españoles nos preocupamos por conocer la realidad más cercana a nuestra historia, y es algo que nos honra.

Confío estar de acuerdo con Preston, Juliá y los cientos de serios investigadores históricos que rechazaron la versión de la Academia en los temas estudiados por estos profesores. Cuestiones que fueron muy aplaudidas por revisionistas ocasionales que han aprovechado el río revuelto para llenar las redes de pescado.