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VOTAR Y OPINAR

VOTAR Y OPINAR

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Votar en unas elecciones democráticas consiste en otorgar la confianza a un candidato presentado a representar al pueblo, es decir, expresar de forma secreta la preferencia de cada cual mediante una papeleta electoral introducida en la urna. Además, opinar, consiste en expresar el parecer personal sobre algo cuestionable, sin certera evidencia.

Por otro lado, voces sabias y democráticas aseguran sin vacilar que una grandeza democrática consiste en dar el mismo valor a cada uno de los votos emitidos por los ciudadanos, de manera que cada votante puede optar libremente por entregar su papeleta al candidato que prefiera. Dicho esto, vamos con el juego.

Si polemizan los políticos en campaña electoral, ¿por qué no vamos a discutir civilizadamente los ciudadanos sobre aspectos electorales dignos de reflexión? Abramos, pues, la polémica, con el único animo de animar el debate, agitando pilares democráticos y provocando réplicas intelectuales que nos enriquecerán a todos.

La democracia otorga  libertad de opinión a todos los ciudadanos para que cada uno diga lo que quiera sin ofender al prójimo, lo cual permite opinar a todos los vecinos, permitiéndome decir que el voto no es más que una opinión personal e intransferible, traducida en papeleta electoral que se introduce en una urna a través de una rendija, para decir de forma anónima quién debe ocupar el cargo político que se somete a votación, siendo emitido el veredicto de acuerdo con la opinión subjetiva del votante.

Hasta aquí todos conformes, pero demos paso a la polémica admitiendo que todos los votos tienen el mismo valor, pero negando que todas las opiniones valgan lo mismo y deban ser tenidas en cuenta de igual forma, ya que la inteligencia y el nivel de conocimientos de los opinadores determina el valor y mérito de los veredictos pronunciados sobre la cuestión objeto de consideración.

Vale que todos los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre lo que nos apetezca, pero no todas las opiniones tienen el mismo valor, ni deben ser tenidas en cuenta de igual forma, porque los conocimientos, la experiencia, el talento de las personas y su personalidad, determinan el valor de las opiniones y el respeto que merecen, aunque algunas no merezcan ningún respeto porque quienes lo merecen son las personas, no las opiniones, por mucho que aspiren a ser respetables.

Es decir, si aceptamos que el voto es una forma de opinar, y que las opiniones no tienen el mismo valor, es difícil aceptar que los votos otorgados por los diferentes ciudadanos valgan lo mismo, concluyendo que las elecciones democráticas son un fraude de imposible solución.

Queda abierto el debate y el desacuerdo. ¿Quién toma la palabra?

POLÍTICOS PROFESIONALES

POLÍTICOS PROFESIONALES

Unknown

Mientras el grueso de ciudadanos hacen su carrera profesional con sacrificio, ganándose el futuro trabajando duramente, otros se matriculan en las escuelas de alevines que los partidos políticos amamantan para nutrir sus filas, exigiéndoles simplemente lealtad a la organización, servidumbre al líder y paciencia en la espera a que el jefe los señale con su poderoso dedo, para sentarse veinte años en la poltrona.

El joven aspirante a un puesto de trabajo debe ganarse la vida opositando a plazas del Estado en dura competencia con el vecino o merecer un puesto en el mercado laboral demostrando competencia, abnegación y sacrificio. En cambio, al militante político juvenil le basta con genuflexionarse ante los patrones, rezar padresuyos al jefe, dar cabezadas doctrinales, repetir consignas y hacer diariamente sesiones de besaculos.

La modorra, gandulería, mentiras, verborrea, sueldos y privilegios de la casta política está llegando a una bajeza moral rayana en el pecado original, con descarados insultos a la inteligencia ciudadana y perversiones políticas ofensivas para la democracia, por obra y gracia de la abyección a que han llegado los partidos políticos, entregados a profesionales del oficio electorero que han hecho oficio de la política, presentándose ante los electores con hiriente desvergüenza.

         Mientras esta taifa de vividores ejercen la carrera política paseando su grotesca vanidad por las tribunas, los ciudadanos honrados se abstienen de participar en el juego electoral, sin percatarse que su implicación en el gobierno es el único medio de acabar con los polítiqueros, electoreros, partideros y tramperos, que se ofrecen a ellos en las elecciones para gobernarlos y administrar sus bienes, cuando en realidad sólo les interesa administrar los propios, aprovechando la extrema depresión de espíritu y escasa conciencia pública común que reina en el país.

IMPERIALISMO FINANCIERO

IMPERIALISMO FINANCIERO

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Por más milongas que nos cuenten los ministros, y por más veces que los portavoces políticos repitan que sucede lo contrario de lo que pasa, la tozuda realidad demuestra que los gobiernos no gobiernan, la democracia es una adormidera y las votaciones electorales un guiño tuerto a la voluntad popular.

Esto revelan las encuestas y reflejan las urnas, como quedó testificado en las últimas elecciones generales, donde más de diez millones de votos, representantes de la tercera parte del censo, optó por no votar a los partidos, evidenciado la falta de confianza en las organizaciones políticas y en la falsa democracia que los voceros tratan de meternos con calzador desde las tribunas.

La poca capacidad de los gobiernos para gobernar y la inoperancia del sistema democrático están en entredicho, porque ambas están sometidos al poder financiero, desde que éste inició su andadura con pisada fuerte y firme el ademán hace dos décadas, cuando los mercados financieros cogieron las riendas del poder, sometiendo votos, urnas y democracias a su interesada voluntad supranacional.

Pero no hemos sido engañados, ni debemos acusar a nadie de traición, ni podemos quejarnos de lo que ahora padecemos, porque fuimos claramente advertidos a tiempo y nadie hizo algo para evitarlo. A comienzos de 1996, el banquero alemán Hans Tietmeyer que presidía el Bundesbank advertía a las democracias europeas que los mercados financieros desempeñarían el papel de gendarmes, correspondiendo a los políticos someterse a ellos como verdaderos gobernantes en las aparentes democracias.

Y concluyendo el año 1997 fue cuando el presidente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, tomó aire para gritar al mundo: “El Estado no debe dar órdenes a los bancos”, que era tanto como decir que los bancos darían órdenes a los gobiernos.

LA SONRISA DE ARTUR MAS

LA SONRISA DE ARTUR MAS

Hay personas con sonrisa permanente que inspiran confianza, producen bienestar, reparten humor y provocan nuevas sonrisas. Pero hay muecas parecidas a sonrisas que pueden confundir a los ingenuos, seducidos por el visaje de un tahúr que no se guarda las cartas en la manga, sino detrás de una inquietante sonrisa.

Al primer grupo pertenecen todos los amigos que tengo en Cataluña y el resto de catalanes que se esfuerzan cada día por hacer grande su país, a pesar de los políticos que dirigen sus destinos, como don Artur Mas, cuyo eterno estiramiento de labios forma parte del segundo grupo de aspavientos, dejando claro que nada queda claro detrás de la sonrisa, porque sus arqueadas cejas la contradicen y su mirada no presagia nada bueno.

La sonrisa de Artur Mas nos recuerda al detestable profesor que esbozaba ese mismo gesto antes de castigarnos; al capitán de la compañía que sonreía de igual forma cuando nos arrestaba en el cuarto de banderas; y al trilero que se ríe de los incautos antes de timarlos y dejarlos sin un duro en el bolsillo.

La permanente sonrisa de Artur Mas inspira más dudas que seguridades; alienta más incertidumbres que certezas; produce más desconfianza que verdad; genera más inquietud que templanza; origina más recelo que confianza; provoca más sospechas que evidencias; y suscita el miedo propio de quien tiene poder sin talento para ejercerlo.

Esto deben pensar el 1.653.409 de catalanes ganadores de las elecciones, aunque la sonrisa de Artur Mas los desprecie sin olimpismo alguno por formar parte del olvidado colectivo de ciudadanos que militan en la abstención y el voto en blanco, nunca tenidos en cuenta en los procesos electorales.

ELECCIONES A LA VISTA

ELECCIONES A LA VISTA

Gallegos y vascos están convocados a las urnas, y los aspirantes a poltronas institucionales de todos los partidos han comenzado a cargar su artillería contra los enemigos políticos sin previo aviso, en el mismo escenario teatral  de elecciones precedentes, con idénticos protagonistas, semejantes amenazas mutuas, parecidos atrezzos y análogas mentiras.

Ganarán los actores que mejor engañen al pueblo. Los que tengan mayores habilidades para no decir lo que piensan hacer. Los que finjan ser lo que no son. Aquellos que prometan lo que no van a cumplir. Y quienes mejor representen su papel de salvadores del pueblo, cuando en realidad sólo les interesa su propia salvación.

Sabiendo todo esto, el pueblo hará cola en los colegios electorales con la esperanza de lograr lo que sabe de antemano que será imposible conseguir: que los elegidos se pongan al servicio de los ciudadanos, sometiendo sus intereses personales al bien común. Que los dirigentes superen la mediocridad que invade los cargos públicos. Que la incompetencia y que el carnet del partido no sea el banderín de enganche a la poltrona. Que las mentiras y falsas promesas no queden impunes ante los tribunales.

Pero no os hagáis ilusiones, porque nada de esto será posible.

AVISO A ELECTOREROS

AVISO A ELECTOREROS

El descontento de muchos ciudadanos libres e independientes que se acercaron a las urnas en las pasadas elecciones para votar cualquiera de los partidos electoreros, dirigido por electoreros, con espíritu electorero, compromiso electorero, incumplimiento electorero y engaño electorero, obliga a pensar que algo debe ir por derroteros indeseables en la vida política para que la decepción popular vaya en aumento.

Este es el riesgo de la ingenuidad electoral que hace beatos a pecadores y los sube a los altares. Una vez ocupada la peana sólo tienen cabida las reverencias de los fieles y las genuflexiones de los devotos. Los santos otorgan sus favores a quienes se les antoja, teniendo en cuenta el fervor demostrado por los suplicantes en sus oraciones, los regalos que éstos ponen sobre el altar del ofertorio y las promesas de lealtad hechas por los favores recibidos.

Pero nada de esto satisface a los arrepentidos que dieron su voto a uno de los partidos electoreros, sino todo lo contrario. La irritación va en aumento con cada sonrisa de los defraudadores, cada aplauso de los empresarios, cada respiro de banqueros y cada mirada al espejo de la oposición ensimismada en ella misma.

Tales hechos irritan sobremanera a los decepcionados como vemos cada día, donde la frustración a sobrepujado la esperanza, obligándoles a militar en el partido mayoritario de Independientes Defraudados, ganador indiscutible en las urnas si hoy tuvieran lugar unas elecciones, por voluntad propia de sus afiliados.

Los electoreros olvidan que el pensamiento libre y el sentido común de los ciudadanos no sigue el principio físico de la ley de inercia porque la lógica colectiva delata los sofismas y la ética ciudadana rechaza la mentira por muy serio, ceremonial, solemne y teatral que se ponga delante de la cámara el pinocho de turno.

No han valorado los electoreros que 10.361.756 de ciudadanos anularan su voto, votaran en blanco o, simplemente, no votaran, en las últimas elecciones. Ellos formaron un grupo que bien coordinado representaba hace unos meses la segunda “fuerza política” del país, a tan sólo 468.937 votos del ganador y con 3.387.876 de sufragios por encima del partido socialista. Pero que hoy ganaría por absoluta mayoría unas elecciones.

UN SORTEO IMPIDIÓ QUE UNAMUNO FUERA CONCEJAL

UN SORTEO IMPIDIÓ QUE UNAMUNO FUERA CONCEJAL

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El empate a votos que se ha producido en diferentes localidades entre el Partido Popular y el PSOE, ha obligado a dirimir tan excepcional equilibrio de fuerzas con un sorteo, para decidir qué lista ocuparía la alcaldía. Tal situación obliga a bucear en hemerotecas del siglo XIX para sacar a la luz una exclusiva mundial, desconocida y merecedora de reflexión, en estos días previos a la constitución de los nuevos ayuntamientos.

El domingo 12 de mayo de 1895 los ciudadanos de Salamanca fueron a las urnas para elegir concejales del municipio, siendo más votados los que figuran en el primer recorte del periódico, donde puede verse la militancia política de cada uno de ellos, figurando Miguel de Unamuno como candidato al concejo por los socialistas. Noticia que fue publicada en el diario local “La Información”, correspondiente al lunes 13 de mayo:

Realizado el escrutinio de las papeletas, resultaron igualados a 173 votos el abogado conservador Sandalio Esteban y el catedrático socialista Miguel de Unamuno, por lo que tuvo que reunirse el consistorio el viernes 17 de mayo para decidir por sorteo quién de los dos ocuparía la concejalía, con el resultado que el mismo periódico publicó al día siguiente, anunciando que don Miguel de Unamuno quedaba fuera del Ayuntamiento salmantino.

Hasta aquí la noticia. Pero conviene reflexionar sobre un aspecto que puede haber pasado desapercibido a quienes no hayan leído atentamente la misma: los votos se daban a las personas concretas, no a listas cerradas elaboradas por los partidos. Es decir, que ya a finales del siglo XIX la población tenía satisfecha una de las aspiraciones que hoy parece imposible de lograr, aunque sean millones los ciudadanos que demandan listas abiertas, en las que se pueda votar a los candidatos individualmente para el Congreso y Concejo, y no a los partidos que cierran las listas, obligando a muchos con ello a rechazar una partitocracia que pudo ser afortunada en la transición, pero que hoy no convence a nadie.