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Etiqueta: amistad

DÍA DE GRATITUD

DÍA DE GRATITUD

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Si ayer fue un día de amistad, hoy toca jornada de gratitud a cuantos me acompañaron ayer en la presentación del libro, algunos venidos con gran sacrificio personal de tierras alejadas de Salamanca, para compartir conmigo una feliz velada bajo la mirada de Miguel de Unamuno, testigo de nuestro encuentro.

Más allá del afecto que pude imaginar y por encima de todas las previsiones, el salón de recepciones del Ayuntamiento no pudo acoger a todos los amigos que quisieron estar conmigo en el alumbramiento de mi último libro, como cierre de la trilogía unamuniana que inicié hace diez años.

No siempre el diccionario facilita la posibilidad de expresar con sus voces los sentimientos humanos. Ni la gramática permite articular con frases lógicas ciertas conmociones internas. Ni la ortografía autoriza expresar sobre la pantalla sensaciones profundas del espíritu, imposibles de concertar con el alfabeto disponible para ello.

Quisiera dar las gracias a todos los que ayer estuvisteis a mi lado compartiendo el feliz parto de mi libro. Desearía agradecer el consuelo que me brindasteis ante la despedida del hijo literario que ya os pertenece. Y me gustaría expresaros lo que el vocabulario no me permite, porque mi sentimiento de gratitud va más allá de las palabras.

Permitidme, pues, que os abrace en silencio, dejando a nuestros corazones compartir sus latidos, hermanados en diástoles de sincero afecto a la amistad que nos une, imposible de agradecer con palabras.

DÍA DE AMISTAD

DÍA DE AMISTAD

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Hoy toca celebrar gozosa fiesta de amistad, promovida por páginas llegadas al mundo como pretexto de entrañable encuentro fraternal, aliviador de la separación paterno filial que tendrá lugar en el salón municipal del consistorio salmantino, y consolador refugio de la inevitable ruptura familiar que se avecina, arropada por queridos amigos que pincelarán la jornada con íntimos brotes de amistad.

Un hijo literario que ha convivido durante años con los afanes diarios de mi vida, hoy me abandona definitivamente para irse a ocupar un espacio en los anaqueles domésticos de cuantos amigos testificarán nuestra despedida, porque cuando un libro sale a la luz, el autor cede todos los derechos de propiedad a los lectores y sus páginas dejan de pertenecerle.

Día de amistad, porque quienes me acompañen hoy en el alumbramiento de esta nueva criatura no lo harán por causa del recién nacido, sino por inmerecido afecto personal hacia su padre, que agradezco de antemano a cuantos me acompañéis en el parto, especialmente a los que venís de provincias alejadas de la tierra charra, donde verán la luz sus páginas.

Atrás quedan años de investigaciones tozudas, búsquedas en archivos, rastreos en bibliotecas, indagaciones en hemerotecas, transcripciones de manuscritos, cotejos documentales, cribados informativos, análisis de datos, traducciones de originales y otras tareas previas a la redacción de un texto que ha salido de la imprenta esperanzado.

Hoy despediré públicamente a un nuevo hijo literario entre abrazos de amistad de los testigos que asistan a nuestra separación definitiva, tras un largo embarazo sobrellevado con pesar reconfortante, trabajo redentor, renuncia consentida y placentero esfuerzo, porque el dolor con gusto aceptado, como el parto de una madre, no implica sacrificio.

AMISTAD

AMISTAD

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La generosidad fraternal demostrada por mi juvenil yunta en el colpicio, me obliga a evocar recuerdos olvidados en áridos rincones de la memoria, verdecidos por la amistad eterna que guardo con Laureano y con todos los hermanos que hicieron posible la resurrección en el infierno irredimible de la orfandad.

No puede forzarse la amistad, ni surge del empecinamiento en lograrla, sino del riego que enraíza corazones en un mismo tronco, con ramas libres, independientes y autónomas, permitiendo el desarrollo del árbol en el silencio de la mutua permanencia, podando las hojas secas que entorpecen el crecimiento y coloreando esperanzas renovadas en la complacencia del encuentro.

No balbucea la amistad en sus primeros pasos palabras duraderas, ni hace gestos perdurables, ni nace con vocación de eternidad, aunque pueda sobrevolar por encima del espacio y del tiempo, manteniendo intacto el fuego en los naufragios y la luz en la noche oscura del olvido inesperado.

Tozuda, a veces, la amistad es siempre generosa; sacrificada, en la lucha compartida; inasequible al desaliento; ruidosa en los encuentros; sincera en las palabras; noble en los gestos; y de lealtad inquebrantable. Comprometida, rotunda, prudente, fiel, despierta, entregada y observadora.

Pero también es la amistad frágil a la traición, quejosa ante los caprichos, sensible a las mutaciones y escurridiza cuando la decepción toma cuerpo en su alma desprevenida, abriendo heridas incurables sobre la piel del espíritu, con hechos y aconteceres que suceden sin tener razón de ser ni justificación de existencia.

Es la amistad una forma de amor que no perturba, ni enajena, ni se apodera del huésped donde se aloja, que alcanza cota superior cuando la pasión le acompaña y se sublima al añadir descendencia compartida con la persona amada.

EL VALOR DE LUCHAR

EL VALOR DE LUCHAR

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No hay desventura invencible, ni desgracia duradera, ni contratiempo prematuro, ni fatalidad irredimible que perduren en el tiempo, si alzamos el espíritu por encima de toda calamidad imaginable con el ánimo en bandolera, pues el malhadado azar que conduce a un aciago destino, rinde su poder ante la fuerza de voluntad que enarbola la bandera de lucha por conseguir lo imposible para ganar la vida.

Cuando la vida se empeña en mostrar el azogue opaco de los espejos, no queda otro remedio al infortunio sino romperlos a golpes de voluntad para conquistar el futuro.

Cuando no se tiene escalera para ascender en la vida donde otros llegan remontados con soplos de amistad, hay que hacer de la constancia un taburete y empinarse sobre él.

Cuando la suerte da la espalda a la fortuna y el futuro se oscurece hasta hacerse un punto negro en el destino, hay que mirar de frente al infortunio y obligarle a dar la cara.

Cuando la esperanza es una puerta sin mañana, hay que tirarla abajo con empeño para abrir un camino al porvenir descerrajando los candados blindados por la desgracia.

Y si el destino mantiene fija su mirada en un punto venidero inalcanzable, hay que poner el valor en pie de guerra, fortalecer la voluntad, golpear con sacrificios, apelar a renuncias y perseverar en el empeño de la victoria, para redimir la adversidad de la inmerecida desgracia y prematura desdicha.

PAZ INTERIOR

PAZ INTERIOR

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El respiro otorgado por los armisticios de paz que suspenden hostilidades guerreras entre pueblos o ejércitos beligerantes, no es comparable al bienestar y dicha que reporta la paz interior, ajena a protocolos y firmas. Concordia íntima que revitaliza la esperanza, guarnece el amor, refuerza la amistad, conforta el ánimo, depura incertidumbres, esparce felicidad y destierra el insomnio, permitiendo descansar plácidamente en gozosa nube emocional reservada a quienes nutren su vida con bienes espirituales.

Al sosiego anímico de la paz interior se llega caminando con ascéticas almohadillas contemplativas por el sendero de la reflexión y buen entendimiento consigo mismo, haciendo de la reconciliación, virtud; indulto, de los pleitos personales; acuerdos, de las discordias; sosiego, de las turbaciones; y quietud de la agitación diaria provocada por desazones comunales, profesionales, sociales o familiares.

No es la paz interior patrimonio de la mística, ni coto privado de los altares, ni privilegio exclusivo de claustros conventuales, ni heredad de piadosas celdas. También la ascética espiritual laica es beneficiaria de los favores testamentarios legados por ermitaños medievales a los anacoretas rurales y urbanos del presente siglo, acelerado por la urgencia, el apremio y la impaciencia.

Es la paz interior soporte de la existencia presente y profilaxis espiritual del futuro personal de cada cual. Es mosquetón que afianza la voluntad y garantiza la seguridad contra vientos anímicos y tempestades espirituales, en escaladas de la vida, desgraciados barranquismos sociales, soledades espeleológicas morales y rescates personales, que precisan el aliento cálido de la paz para ver con nitidez el bosque de la vida sin pantallas de árboles que impiden ver la salida a la luz de la esperanza.

La paz interior es el consolador sueño que ambicionamos al despertar en medio de la pesadilla diaria. La gran esperanza en la reconstrucción cuando a nuestro alrededor todo son escombros. El disolvente que necesitamos para blanquear la negra aflicción que nos salpica. El aroma que extingue el dolor de la tristeza. La seda que enjuga las lágrimas. El refugio que ampara la soledad. Y el bálsamo que nos aleja del torbellino social, la prisa de los escaparates, la urgencia de la premura y el comercio dislocado del consumo, ayudándonos a disfrutar el presente, aliviar pasados quebrantos y ganar un futuro en paz, con templanza y moderación, que nos aleje de superfluas guerras interiores.

ABRAZO DE AÑO NUEVO

ABRAZO DE AÑO NUEVO

Yo

El amor y la amistad circulan separados en vías paralelas que se mantienen unidas por innumerables traviesas, cumpliendo éstas la contradictoria misión de unirlas, separando sus caminos para evitar cruces de raíles, hasta el encuentro de ambas en la eternidad infinita, cual sumidero de amores, amistades, vidas y esperanzas.

En el amor existen las mismas angustias y ansiedades que en la amistad, y a su vez, ésta participa de la lealtad y sinceridad que reclama el amor. Ambos nacen, crecen y se reproducen en hijos o nuevas amistades, pero ninguno de ellos garantiza la perpetuidad, aunque los dos tengan vocación de eternidad.

La amistad es tan impaciente, generosa y pacífica como el amor, y éste comparte con ella la bondad, el optimismo y la solidaridad. Ambos alejan la envidia, evitan la jactancia y gozan con el éxito del enamorado o el amigo, aunque no reciba uno parte del beneficio obtenido por el otro.

El amor y la amistad se nutren de confidencias, saborean felicidad, alejan la soberbia, estimulan el ánimo, comparten proyectos, degustan complicidad, desconocen el rencor, mantienen el humor, sobreviven en la adversidad, ejercen la tolerancia y son indulgentes con los errores ajenos.

Pero hay algo que los separa; algo que desiguala el amor y la amistad, porque las traviesas ferroviarias de la pasión, la comparecencia y la presencia han perdido los tornillos que mantenía unidos el enamoramiento y la hermandad, haciendo necesario el roce en el primero de ellos siendo, prescindible en la segunda, porque el amor exige la presencia física de los enamorados, algo que la amistad no reclama.

Los enamorados necesitan frecuentarse, tocarse, convivirse y amarse, para alimentar el amor, igual que el fuego precisa de las chispas, el calor y la luz. Pero a la amistad le basta la certeza de permanencia, aunque la distancia sea grande y largo el tiempo de ausencia.

A todos los amigos que tengo repartidos por el mundo, caminando con mi recuerdo a la espalda, les envío un abrazo fraternal sin desearles la felicidad que para ellos anhelo, en la seguridad de que los meses o años que pase sin caminar con ellos del brazo, no mermará el cariño, ni menguará el aprecio que les guardo, ni declinará la placentera nostalgia que me reporta su recuerdo.

ENCUENTRO

ENCUENTRO

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Fue ayer un día de feliz encuentro con antiguas amigas desconocidas que dejaron su juventud junto a un colpicio vecino al que se llevó la mía. Fue una tarde de amistad sin la desconfianza en lo ignorado. Fue una escaramuza fraternal, nutrida de historias participadas en la distancia. Fueron dulces minutos compartidos sin la premura de la prisa, ni la agitación del compromiso.

Sin previo aviso de solidaridad, fuimos hermanando recuerdos hasta llegar a la firme promesa de permanencia y compromiso de posteriores encuentros que no tardarán en llegar, porque cuando la desgracia llama a las puertas adolescentes, los corazones no necesitan más pretextos para compartir la vida feliz que llegó tras el infortunio.

No hay diván psiquiátrico, ni gabinete psicológico, ni santero, ni pitonisa, ni confesonario, que igualarse pueda en aliviar pesares, limpiar conciencias y ahuyentar malos pensamientos, como las manos amigas que no piden certificados de buena conducta, ni acreditaciones de honestidad, ni pedigríes ideológicos, para ofrecer felices sonrisas, reconfortantes palabras, placenteras miradas y sinceros abrazos.

Amistad robustecida en fraternal encuentro, donde sólo tuvo cabida el afecto y la nostalgia de un tiempo pasado en colpicios, superado con la voluntad de sobrevivir a ellos extramuros de las tapias, pero conservando de intramuros la hermandad sencilla de unos corazones ebrios de compañerismo, estancados por voluntad propia en solidaridad compartida, ajena a toda competencia y subordinación.

Fueron tiempos orfandad, lágrimas nocturnas entre sábanas negras y soledad participada en hermandad solidaria. Tiempos de mutilaciones familiares y roturas del almas infantiles, que el tiempo, la voluntad de sobrevivir y la fe en la resurrección, han tornado en amorosa convivencia familiar, sólido velo de olvido, traducido en la dichosa vida otorgada a los hijos, ignorantes del origen de su felicidad.