315views
Durante años estuvimos justificando lagunas democráticas en el país, argumentando la bisoñez de nuestra democracia y los inevitables efectos colaterales derivados de los cuarenta años de dictadura que padecimos, pero ya no caben más disculpas ni retrasos.
Nuestros jóvenes y los adultos en primera madurez, han nacido y crecido en democracia y somos responsables los de mi generación de haberles ofrecido un sistema de gobierno que poco tiene que ver con la realidad que se vive en países democráticamente consolidados.
Basta comprobar la impunidad política, ética y judicial con que se mueven los dirigentes políticos, para certificar que la igualdad ante la ley, el compromiso moral con el pueblo y la renuncia al cargo, son quimeras inalcanzables en este país.
Basta contemplar la corrupta mancha de aceite que se extiende por la piel de toro, para solicitar que la indignación de los desfavorecidos y parados se derrame por encima de ella y ahogue en sangre la especulación, los abusos, las mentiras y las trampas.
Basta recordar nombres como Flick, KIO, Rumasa, Ibercorp, Urralburu, Salanueva, Roldán, Conde, Naseiro, Hormaechea, Pallerols, Villalonga, Forcem, Gescartera, y ver hoy inscritos en la punta del iceberg a Gürtel, Malaya, EREs, Matas, Palau, Pretoria, Campeón, Renedo, Berzosa y Urdangarín, para darnos cuenta, como dice la pancarta, que no hay suficiente pan para tanto chorizo suelto en un país que juega a ser democrático.
Basta oír a la infanta Pilar mandando callar a los vasallos de su hermano Juanito y culpando a los medios de comunicación de las fechorías de su sobrilítico Iñaki, para sentirnos despreciados como siervos medievales de la gleba.
Basta leer el programa electoral del PP, repasar las hemeroteca y pasear la vista por las videotecas para darnos cuenta del fraude electoral cometido por la gaviota, al prometer que no harían algunas cosas que están haciendo, dañando especialmente a los inocentes de la tragedia.
Basta recordar ciertas gestiones del anterior gobierno, evocar algunos ministros/as y contemplar las navajas que vuelan en Ferraz y Sevilla, para comprender lo que pasó el 20-N y disponernos a aceptar resignados el oscuro porvenir que nos espera con lo que está por venir del socialismo político profesional.
Basta ver tirados en estercoleros políticos valores democráticos como la honradez, igualdad, participación, transparencia, solidaridad, respeto, tolerancia y verdad, para confirmar sin error la degradación del sistema.
Basta comprobar la indiferencia con que una sociedad dormida y adocenada acepta resignadamente el despilfarro institucional, el abuso salarial de políticos y la incompetencia de los dirigentes, para certificar el cierre por defunción.
Basta reflexionar un par de minutos sobre la dimisión del presidente alemán Christian Wulff al apuntar hacia él la fiscalía de Hannover, para constatar el camino democrático que aún nos queda por recorrer.
Basta oír al Jefe del Estado apelar a razones judiciales y penales para acreditar la honestidad de cargos públicos y yernos, olvidando el clamor popular de los súbditos exigiendo testimonio ético, compromiso moral y honradez a la mujer del César.