MENTIRAS ASESINAS

MENTIRAS ASESINAS

Las guerras se promueven mintiendo al pueblo y se ganan matando al enemigo de los poderosos, sean éstos mercaderes de la miseria, explotadores de territorios, líderes ideológicos o avaros del poder.

Claras maniobras publicitarias para justificar lo injustificable y operaciones de marketing al servicio de intereses  espurios muy concretos que sólo benefician a quienes se quedan en los despachos, mientras envían a los vecinos al matadero.

Recordad que el presidente Johnson ordenó la invasión de Vietnam en 1964 alegando que los vietnamitas habían atacado dos buques americanos en la bahía de Tonkin. Con esta invasión, don Lyndon alcanzó una popularidad jamás soñada, siendo aclamado por todo el pueblo norteamericano. Pues bien, cuando ya los miles muertos por ambas partes no podían resucitar, su ministro de Defensa McNamara confesó que el ataque pretextado en el golfo de Tonkin no había existido.

Más cerca de nosotros, hemos visto en el año 2003 que el presidente Bush justificó la invasión de Irak denunciando que el país tenía las armas de destrucción masiva más letales que jamás se inventaron, consiguiendo igualmente ser aclamado por todo el país, a excepción de los demócratas. Sabemos hoy que tales armas jamás existieron y que el reguero de muertos y sangre aún nos está salpicando a todos.

NO ENTIENDO

NO ENTIENDO

A ver si alguien me lo explica, porque no entiendo.

El Banco Central Europeo llena sus arcas en Frankfurt con euros que le dan los Estados miembros de la Unión Europea, es decir, con dinero tuyo y mío, lector. Pero no puede prestar dinero a dichos Estados, sino a los bancos, porque así lo reglamentaron en Amsterdam en 1998, un grupo de políticos, siguiendo el dictado de los jefes del sistema financiero. Bien.

Esto significa que el BCE presta dinero a los bancos de los respectivos países al  1 % de interés para que las entidades financieras nacionales se lo represten a sus Estados respectivos al 6 ó 7 %, dándose la perversa paradoja de que quienes ponen el dinero pagan sustanciosos intereses a los bancos que le prestan su propio dinero, obteniendo estos centros de usura millones de beneficios en tan limpio estraperlo, que van a parar a los bolsillos de los banqueros.

Así, por ejemplo, en créditos a Portugal los bancos ganaron de intereses casi ¡¡cuatro mil millones de euros!! que se fueron directamente a las cuentas opacas de directivos, consejeros, asesores y accionistas correspondientes.

A ver si alguien me explica qué hacemos los ciudadanos impasibles y cruzados de brazos, ante semejante usura, injusticia, mentira y abuso.

A ver si alguien me explica el afán que tenemos los ciudadanos en ir cada cuatro años a las urnas para ser cómplices de nuestro propio exterminio.

A ver si alguien me explica el silencio y la resignación con que soportamos tantos escupitajos a nuestra dignidad, insultos al sentido común que nos asiste y estafa a los bolsillos que ya tenemos esquilmados.

PESADILLA

PESADILLA

La pesadilla de esta noche me ha traído el desconsuelo de olvidar en isla de frustración el sueño del Estado del Bienestar que había comenzado a ser realidad en España con tantos años de retraso. Sueño descuartizado a tijeretazo limpio y machetazo sucio, asestado por mano extraña, con la voracidad de buitres hambrientos.

Al despertar, descubrí que no había sido una pesadilla nocturna la causa de mi abatimiento, sino la espantosa realidad de un país que agoniza, sin que nadie acuda a practicarle la respiración asistida para librarle de una muerte segura.

Defunción provocada por mercaderes sin escrúpulos, usureros oportunistas, estafadores sin entrañas y especuladores de la pobreza. Todos ellos han dictado la sentencia de muerte, apoyados por una legión de líderes incompetentes, mediocres administradores y cobardes políticos, sometidos al mercado internacional y los intereses financieros.

Amarga decepción de lo que pudo ser y no fue. Penosa frustración de  ver como nos alejamos de la tierra prometida, mientras los dioses de barro permaneces acampados en el Sinaí de la riqueza, gozando de sueños que a todos pertenecen y disfrutando del milagro reservado a los vencedores. Los mismos que lucen toisones de oro en la solapa, muescas de abusos en la cartuchera y cuentas corrientes en paraísos alejados de la miseria que rodea a los eternos perdedores.

COMIENZO DE LA DESGRACIA

COMIENZO DE LA DESGRACIA

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La censura franquista nos impidió saber lo ocurrido en cuarenta años de corrupción que hicieron millonarios a tantos ministros y ediles, con nombres y apellidos que todos recordamos. Políticos que utilizaron la adhesión interesada a los Principios del Movimiento Nacional, el poder, la información privilegiada y el silencio de los medios de comunicación, en su propio beneficio.

Dicho esto, consideramos que fue clara intención de los inexpertos partidos políticos que ganaron las primeras elecciones democráticas de acabar con la corrupción heredada, y lo hubieran conseguido de haberse empeñado en ello, pero no fue así.

La continuidad del infortunio ciudadano se produjo hace ahora treinta y un años, una calurosa mañana de 1981, cuando el gabinete de dirección del Ayuntamiento de Madrid se reunió en el despacho del alcalde con el fin de estudiar la concesión de una contrata de limpieza para los distritos de Fuencarral, San Blas y Hortaleza, con un presupuesto de cuatro mil millones de pesetas y duración de cinco años.

Entre las empresas que presentaron proyectos de contratación figuraban FOCSA, CYCSA y SEMAT, saliendo beneficiada con la dichosa contrata de limpieza la empresa que ofreció mayores comisiones al partido de Aymerich, Puerta, Espelosín y Mella, comenzando ahí  nuestro calvario.

Podría haber sido otro, pero fue este el pistoletazo de salida y el salvoconducto que abrió las puertas a la democrática corrupción política en este país, incrementada exponencialmente en los últimos años, sin que veamos posible remedio a un estado generalizado de corrupción, despilfarro, abuso y enriquecimiento personal, origen de nuestra desgracia actual, de la que no va a sacarnos una casta política considerada por los ciudadanos como el tercer problema más importante del país, tras el paro y la crisis.

CAMALEÓNIDES

CAMALEÓNIDES

Los humanos hemos imitado costumbres de animales a lo largo de la historia, pero nunca como ahora se han reproducido actitudes camaleónicas con tanto vigor y fidelidad, por parte de los camaleónides.

Cubrirnos con pieles, golpearnos el pecho implorando el “mea culpa”, guturalizar sonidos y aparearnos al aire libre, son costumbres imitadas que han pasado a segundo plano, desde que los camaleones han tomado posición en jaulas domésticas y terrarios escolares, contaminando de camaleónides los escaños parlamentarios y consejos de administración.

Saurópsidos escamosos que modifican el color de la piel a su antojo para ocultarse, mueven los ojos en todas las direcciones en busca de la presa y alargan con rapidez su pegajosa lengua para cazarla.

De tan pacíficos animalitos, muchos han aprendido a cambiar de chaqueta política según convenga a la cartera. Se han mimetizado en la selva social en busca de carne fresca para alimentarse, nutriendo con ella sus ambiciones de poder y dinero.

Hoy se llama culto a quien mejor oculta el dinero y la miseria moral que le invade. Hoy se dedican vítores y aplausos a culturetas disfrazados de intelectuales. Hoy se venera a predicadores del lenguaje ambiguo, creyendo sus palabras, sin poner atención en los comportamientos que manifiestan y aceptando el falso testimonio de vida que disimulan engolando la voz en púlpitos y tribunas sociales.

Hoy se admira a los usureros condenados en sentencia firme, desviando la vista de su doble contabilidad. Se inclina el tronco ante sujetos que practican doble moral. Se elogian sotanas y capelos de profesionales de la virtud, sin ejemplaridad alguna.

Es hora, pues, de abrir la veda y lanzarnos, ética en mano, a la caza moral de los camaleónides que infestan las Instituciones y las cúpulas sociales.

MENTIRAS

MENTIRAS

Si mentir es manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa, es obvio que la mentira reina en el mundo desde el Vaticano a La Meca; de la Casablanca al Kremlin; de los juramentados a los jurados; de jueces a fiscales; de acusadores a acusados; de policías a ladrones; y de vecinos a vecinas.

Es así, porque todos hemos mentido en alguna ocasión para evitar un castigo, obtener un beneficio o despistar a los preguntones. Así decía mi abuela: a quien mucho quiere saber hay que decirle poco y al revés.

El problema no son los engaños ocasionales o las piadosas mentiras, sino el embuste como oficio ejercido por mentirosos profesionales. Tal es el caso de los políticos en campaña electoral y fuera de ella, es decir, siempre que se suben a una tribuna para ofrecer al pueblo lo que saben de antemano que no van a darle.

Algo parecido ocurre con determinados abogados a quienes no les basta su propio cinismo, y transmiten el virus por vía minuta a los clientes obligándoles a jurar todo lo que se le ponga por delante, obedeciendo el mandato del letrado que con mentiras y falsos testimonios, pretende librar al culpable de la trena.

El problema es que hay abogados tan celosos de su oficio que van por el mundo vacunados contra la verdad, pensando que engañan al personal sin darse cuenta que las convicciones de cada cual, – aún sin pruebas demostrables -, le bastan a los vecinos para hacer indigeribles las mentiras que pueden ser aceptadas en tribunales de justicia por falta de pruebas.

CIELO E INFIERNO

CIELO E INFIERNO

El Padre Astete me enseñó por boca del cura Esteban que si me portaba bien tendría como premio el cielo, y si era malo sería castigado con el infierno. Premio y castigo eternos, es decir, para siempre. Bueno, no; más que para siempre porque la eternidad era más que siempre.

Lo que nunca se me aclaró fue el lugar concreto donde estaban el cielo y el infierno, pues eso de que uno estaba “arriba” y otro “abajo” no me convencía mucho, o sea, nada. Tampoco se me dijo cómo podía hablar con los que allí estaban, ni el lugar intermedio donde pasaría mi alma una temporada, hasta que purgara en el fuego purgatorio la pena venial merecida por los pecados menores cometidos.

Todo ello tras pasar por el juicio final, claro, en el que Dios Todopoderoso perdonaría o condenaría mi alma, que siendo única y estando dentro de mí, nunca supe dónde estaba, aunque imaginaba de andaría por el cerebro, el hígado o el corazón, porque si fallaba uno de estos órganos, me iba directamente al tribunal celestial.

Eran tiempos de temer y creer, o si se prefiere, había que creer porque la increencia llevaba al suplicio terrenal y a la eternidad infernal. En el primer caso, cuando el párroco se negaba a firmar el “certificado de buena conducta”; y en el segundo, por decisión de nuestro Padre celestial, pues el Hijo y el Santo Espíritu poco tenían que ver en esto, aunque fueran la misma cosa, sin serlo. Es decir, los tres eran dioses, que se transformaban en personas para hacerse un sólo Dios verdadero. Está claro, ¿no?

Pasando el tiempo, he comprendido finalmente qué es eso del cielo y el infierno, dónde se encuentran y cómo pueden evitarse, al descubrir el paradero de ambos en la propia vida humana terrenal, como tendré ocasión de comentaros otro día, sin pretender dogmatizar mi opinión ni hacer de mi creencia patrón universal.