NUEVO DESTIERRO

NUEVO DESTIERRO

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El abogado tetuaní Méndez de Vigo y Montojo, hijo de un ayudante militar del Caudillo, IX barón de Claret y accidentalmente durante unos meses ministro de Educación, Cultura y Deporte, no tiene simpatía alguna por uno de los grandes intelectuales que la España de su Gobierno ha tenido a lo largo de la historia, como demuestra que su primera decisión como ministro haya sido mandar retirar de su despacho oficial el retrato que Solana hizo a Miguel de Unamuno en 1936, aceptado durante trece años con gusto por sus cinco predecesores en el cargo, desde que Pilar del Castillo lo solicitó prestado al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Nada que objetar a la decisión del ministro, porque yo tampoco tendría un retrato suyo, – de don Íñigo, claro – en mi despacho, por tratarse de un personaje político que no me inspira, ni me estimula, ni me atrae, ni me hacen gracia sus pretendidas gracias, ni me gustan sus artículos, ni comparto los sucesivos nombramientos y designaciones políticas gratuitas que ha tenido a lo largo de su vida.

Tal vez, si estuviera propuesto para el premio Nobel de Literatura, fuera reconocido mundialmente como pensador, destacado filósofo, autor de novelas importantes, ensayista de prestigio, admirado poeta, dramaturgo y español universal con doctorados honoríficos en las más prestigiosas universidades del mundo, le guardaría respeto intelectual, admiración personal y tendría su retrato sobre mi mesa. Pero no es el caso.

Coincide el actual ministro con su antiguo antecesor Bergamín y el dictador Primo de Rivera, en quitarse a Unamuno del medio sin explicación alguna, porque la destitución del rectorado y el destierro a Fuerteventura no fueron justificadas, como sucede ahora con el mandamás de la educación y cultura española, amparando su decisión en un medalagonismo impropio de estos tiempos, aunque nos resulte fácil imaginar las razones por las cuales ha decidido el nuevo destierro de Unamuno al cuarto oscuro, para evitar que siga agitando conciencias y llamando a la rebeldía contra los usurpadores.

Ignoramos cual es el pensamiento del ministro porque su largo periplo exterior de diecinueve años disfrutando de la mayor canonjía que imaginarse pueda en el Parlamento Europeo, nos ha impedido conocerle en su propia tierra, pero sabiendo que le gustan las carreras de caballos con apuestas y la Semana Santa, es natural que no quiera compartir despacho con un intelectual que jamás rellenó una apuesta gemela ni asistió a procesiones.

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