ELEUTERIOS

ELEUTERIOS

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Por la costa levantina, – tierra de arroz, flores, amor y luz -, es popular que los “eleuterios”  son especies animales con perfil humano, caracterizados por pasar “de la figa de su mare al cementerio”, sin romper la vida ni mancharla.

Personajillos de tres al cuarto empeñados en ser sal de los platos que indigestan con su presencia; mendas tautológicos de sus propias sandeces; coleguillas inhabilitados para concluir silogismos elementales; sujetos con pares cromosómicos desapareados; individuos con abstrusa mente engominada; y arquetipos de la estupidez.

Peligrosos fulanos que navegan por las redes sociales contaminando con sus necedades la solvencia de estos medios, al tiempo que obligan a los pobres incautos que caen en sus redes a malgastar el tiempo en sus páginas. Hay “eleuterios” de todos los colores, tipos, razas y nacionalidades. Van solos por la red, formando una gran comunidad de analfabetos funcionales, agremiados en la distancias por la bandera de la memez profesional. Pontifican sobre lo que ignoran; insultan con descaro ofensivo; y juegan al escondite tras las bambalinas.

Se cuelan estos prójimos en el Facebook con delirantes comentarios carentes de fundamento; escupen en Twitter sus absurdas proclamas, enlaces y ofertas, con palabras que sólo alcanzan los de su misma especie. Y, lo que es más grave, patrocinan blogs infumables, carentes de gusto, interés y contenido, con entradas que avergüenzan al diccionario, injurian la gramática y laceran el sentido común.

Para ser “eleuterio” no se precisan estudios, sino todos lo contrario. Tampoco se necesitan conocimientos que vayan más lejos de las tres primeras letras del alfabeto, ni se requiere saber contar los dedos de la mano o leer tres palabras seguidas con más de una consonante. Les basta con balbucear algunas palabras y entender la lengua materna sin alcanzar el nivel de los animales domésticos.

Lo grave de los “eleuterios” es que ignoran lo poco que saben y sacan pecho en los foros, comentarios y anotaciones, adornando su mentecatez innata con errores ortográficos, desaciertos lingüísticos y torpes plagios, atreviéndose a condenar, censurar y criticar sin argumentos, a quienes no alcanzarían nunca, aunque tuvieran las vidas de los gatos. Todo ello con alevosía y amparándose en el anonimato de ficticias fotos, falsos nombres, hipotéticos títulos y supuestos oficios.

 

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