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Mes: julio 2014

PROFUMO DESBRAGUETADO

PROFUMO DESBRAGUETADO

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Los devaneos amorosos del anterior rey de España, – nunca desmentidos por el coleccionista de amantes -, han quedado políticamente impunes ante el Gobierno, el Parlamento y el pueblo, contrariamente a lo que sucedió a mediados del siglo pasado con el maridado y desbraguetado John Profumo, ministro de Guerra británico, cuyos pasajeros encamamientos con la showgirl Christine Keeler le costaron el cargo, cuando se supo que esta compartía cama por oficio prostitulero con el espía soviético Ivanov, llevándose también por delante al primer ministro Macmillan.

En el caso Profumo se mezclaron política y vida privada, agitadas por la guerra fría en la coctelera del espionaje, espesando la corona real, escandalizando al arzobispo de Canterbury y perturbando la flema inglesa, incapaz de mostrar la hipocresía atribuida por Salvador de Madariaga.

En nuestro caso, las presuntas infidelidades reales silenciadas por el monarca, ocultadas por los medios de comunicación y ninguneadas por políticos ante la indiferencia de los ciudadanos por la vida privada del Borbón, nos obligan a recordar que el histórico borboneo de la saga fundada por Felipe de Anjou no fue anecdótico, intrascendente ni fugaz, sino importante y duradero hasta nuestros días.

El maduro conservador Profumo tuvo la desvergüenza inicial de negar en la Cámara de los Comunes sus amoríos con la veinteañera prostituta, hasta que los servicios de inteligencia británicos lo pusieron contra las cuerdas dándole un uppercut con documentos de incuestionable verdad que lo arrojaron a las tinieblas políticas.

No es acertado mezclar vida pública con vida íntima, pero conviene advertir a cortesanos y palmeros que los reyes no tienen vida privada, recordando a los ciudadanos que quien traiciona con infidelidades a su esposa nunca será leal con los súbditos, por muchos juramentos que haga con la mano sobre los evangelios y el crucifijo de testigo.

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

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El abandono de carrozas y diligencias de caballos en beneficio de los vehículos a motor no fue fácil y tuvo sus reticencias, porque en los inicios de la mecanización vial explotó la caldera de un vehículo con motor a vapor, matando a cinco viajeros y dejando malheridos a otros tantos, obligando a las autoridades a restringir la velocidad de aquellos artilugios autopropulsados.

Sabiendo los británicos que las balas y los vehículos eran inofensivos por ellos mismos, y que su capacidad para matar estaba en la velocidad que llevaban los proyectiles y coches, decidió su Parlamento reducir a mínimos la aceleración de los coches, aprobando el 5 de julio de 1865 la primera ley que limitaba la velocidad de circulación de las vaporosas y pavorosas máquinas, por la izquierda de sus carreteras.

Ley restrictiva, severa y sancionadora, que impedía a los británicos circular con sus vehículos a más velocidad de los 6 kilómetros por hora autorizados por la norma legal  parlamentaria, una vez contabilizado el número de víctimas ocasionado por la circulación vial en sus rutas.

No contentos con la restricción de velocidad, obligaron a que corriera delante del vehículo una persona agitando una bandera roja para alertar a los peatones del grave peligro que se avecinaba, manteniendo esta exigencia durante años, con grave perjuicio para la recién llegada industria automovilística de combustión interna, que sufrió un parón recordado con dolor por las empresas del sector.

Esto llevó a un retraso industrial que fue aprovechado por empresas viales francesas, alemanas y estadounidenses, adelantándose en progreso, beneficios y servicios a los británicos, hasta el punto de provocar un gran enfado en el científico Thomas Alva Edison, que reprochó a los británicos tal medida, teniendo tan buenos ingenieros y carreteras, no aprovechados debido a pacatos prejuicios inexplicables que les llevaron a la cola de industria automovilística.

LA GRAN SEÑORA SKLODOWSKA

LA GRAN SEÑORA SKLODOWSKA

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La polaca María Salomea Skłodowska abandonó este mundo un día como hoy de 1934, alcanzando la inmortalidad en las páginas de la historia universal con el apellido de su marido Pierre Curie, tras ser la primera profesora que tuvo la Universidad de París y la única que ha repetido Premio Nobel, ganando el de Física en 1903 y Química en 1911.

Fue madame Curie modelo de investigadora, ejemplo de tenacidad y paradigma de científica comprometida con su tarea, que supo transmitir a su hija Irene el amor a un oficio no siempre agradecido, al que se dedicó con pasión para merecer también el Nobel junto a su marido Joliot.

Desgracias familiares, análisis de pensamiento y reflexiones intelectuales llevaron a María al agnosticismo en el que siempre se mantuvo, desde que comenzó a formarse de manera autodidacta en su juventud, aprendiendo francés, Física y Química de forma independiente en la Universidad de la Sorbona, donde conoció a su marido, profesor de Física, que murió once años después de la boda, atropellado por un coche de caballos en 1906.

Ella le rindió homenaje en la primera clase que dio como catedrática, ante un público expectante, iniciando su lección con las últimas palabras que pronunció su marido en clase, antes de ser arrollado por el carruaje: “Cuando consideramos los progresos logrados en los dominios de la física durante los diez años últimos, nos sorprende el gran avance de nuestras ideas en lo concerniente a la electricidad y a la materia”.

Superado el dolor por la tragedia, inició una pasajera relación sentimental con el físico Langevin discípulo de su esposo y amigo de la familia, que fue duramente censurada por estar casado este, generándose un escándalo de proporciones desmedidas, que afectó sensiblemente a María.

Las radiaciones cegaron sus ojos y enloquecieron las células de su cuerpo contaminándola con un cáncer que se la llevó al sueño eterno en la Clínica Sancellemoz el 4 de julio de 1934, siendo enterrada junto a su marido en el cementerio parisino de Sceaux, donde reposaron hasta 1995 en que fueron trasladados al Panteón de París.

DESDE ESPINHO

DESDE ESPINHO

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Amanece el día en Espinho con sosegada calma, ondulando gotas salobres de resaca nocturna, acallada por olas que se mecen en la playa acariciando reflejos de luces irisadas sobre la patena azul del océano, dando tiempo a las aves para recrear sus alas en el horizonte atlántico que separa cielo y mar.

Los puntos cardinales de esta ciudad portuguesa son cinco freguesías de nuestras feligresías, que dividen el municipio donde ahora duermen sus diez mil habitantes, esperando la apertura de las olas para surfear y degustar pescado en las terrazas protegidas del incansable poniente.

El primer swing que un golfista hizo en la península ibérica fue sobre la verde pradera del campo donde el jubilado que ahora despierta comienza una jornada más de merecido ocio, acogido por brazos amigos que hacen posible la sonrisa en medio de la pobreza que no se oculta a la vista del privilegiado turista que se alberga en las pousadas.

Por las calles de Espinho paseó Unamuno a comienzos del pasado siglo, durante los veranos que tomó en su playa baños de sol y sufrió golpes de calor, hasta que le llegó la inesperada noticia de la muerte de su madre, forzándole a dejar su reposo y partir hacia Bilbao para despedirla al borde luctuoso del responso funerario.

Buscando las huellas de su amistad con el médico Laranjeira he llegado a este pueblo costero y de él me llevo testimonios y documentos inéditos que un día verán la luz en páginas de un libro, conformándome hoy con seguir sus pisadas, porque la inmovilidad del océano, la quietud del cielo y la eterna brisa marina me ayudarán a soñar su paradero.

EL PAPA BUENO

EL PAPA BUENO

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La devoción mariana de la Nossa Senhora me recuerda que hace ya cuarenta y un años el sottomontesino Angelo Giuseppe Roncalli murió de cáncer de estómago con 81 años, en una habitación del Palacio Vaticano, firmando a voluntad propia su sentencia de muerte negándose a pasar por el quirófano. Y el pasado 27 de abril subió a los altares San Juan XXIII, tras dispensarle el papa Francisco del segundo milagro.

Bien merece el “Papa bueno” por su docilidad de espíritu esa distinción, siendo sus “florecillas” un testimonio evangélico ejemplar, de verdad incuestionable y cumplimiento del mensaje divino, hecho realidad en el compromiso de este hombre santo con los desfavorecidos, en tiempos de descreencia y escaso cumplimiento de la palabra de Dios por parte de muchos creyentes y buena parte de la jerarquía católica.

Un papa de tránsito para los cardenales que pusieron su nombre con indiferencia en la papeleta electoral, resultó ser el más joven revolucionario doctrinal de la Iglesia con setenta y siete años, que puso patas arriba las formalidades litúrgicas mantenidas desde el Concilio de Trento, con las fuerzas de un anciano que no podía mirar demasiado lejos en el tiempo, pero que fue capaz de llevar a cabo el aggiornamento que necesitaba la estructura eclesial anquilosada.

El descreimiento no me impide amar en el recuerdo a este hombre bueno, entregado generosamente a todos los ciudadanos sin demandar pedigrí de fe, nacionalidad o ideología. Abrazo con fuerza a este hijo de aparceros, por su honradez moral, dignidad humana y valentía personal en exigir la paz, pidiendo el cese inmediato de la carrera de armamentos, la prohibición de armas atómicas y el desarme total.

VECINOS PENINSULARES

VECINOS PENINSULARES

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Buscando verdores deportivos de praderas alfombradas donde hacer rodar pequeñas esferas de irregular superficie hacia el distraído hoyo que espera impaciente su llegada, piso la tierra republicana portuguesa que rompió el maridaje peninsular en 1143 con Alfonso Enríquez y la bendición apostólica de Alejandro III.

Es fácil sentirse en Portugal como en casa propia porque resulta placentero degustar sus platos gastronómicos, reconfortante disfrutar de los paisajes que adornan el país y gratificante gozar de la hospitalidad que brindan los vecinos, aunque estén pasando el peor momento social de las últimas décadas, como le sucede a millones de españoles.

También es buen momento para recuperar las dormidas Lusiadas de Camoens, empapar el espíritu errante con Saramago, recrear el tiempo con los heterónimos de Pessoa y sosegar el ánimo leyendo Los Simples versos de Junqueiro, el buen amigo de Unamuno.

Sabed que Portugal huele a campo virgen, sabe a vino añejo, sueña quimeras imposibles, entona románticos fados, come bacalao embravecido y entona Grândola Vila Morena desesperanzado yen silencio, mientras recuerda su historia de grandeza cuando el mar era su dominio sin puertas ni secretos para sus conquistadores.