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Mes: julio 2013

NUEVO GRITO DE LOS ESPAÑOLES

NUEVO GRITO DE LOS ESPAÑOLES

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El poeta de Tábara advierte que los españoles hablamos demasiado alto y que hemos dado tres gritos concluyentes a lo largo de la historia. El primero fue “¡Tierra!”, cuando coreamos con Rodrigo de Triana el descubrimiento del nuevo mundo. El segundo grito lo dimos con don Quijote por los campos de La Mancha, pidiendo “¡Justicia!”. Y el tercero fue avisando en 1936 de la tragedia gritando “¡Que viene el lobo!”, sin que fuera creído por los muertos de ambos bandos.

Hoy los españoles añadimos un nuevo grito a los tres bocinazos recogidos por León Felipe, sin esperanza alguna de ser escuchados por los tres poderes del Estado, porque uno de ellos está sometido al dictado teutón, otro vive en el nirvana de sus privilegios y el tercero cierra la ventana cuando el hedor de la corrupción llega a su despacho.

Mientras esto ocurre, el pueblo español grita “¡¡Se puede!!” hasta desgañitarse, frente al Palacio de la Moncloa, junto al Palacio de las Cortes y a la puerta del Convento de las Salesas Reales, escribiendo en las pancartas con sangre dolorida y lágrimas de impotencia que puede dársele lo que en justicia pide.

Efectivamente, se puede modificar la ley sobre desahucios censurada por el Tribunal de Justicia Europeo, dictaminando que no garantiza la protección ciudadana con cláusulas abusivas en hipotecas que vulneran la normativa comunitaria.

Se puede reparar el daño causado a los ahorradores estafados y engañados con las participaciones preferentes, devolviendo a los afectados el dinero que pusieron en manos de los usureros bancarios.

Se puede evitar que los defraudadores oculten su dinero en lejanas cajas bancarias y cuentas opacas, investigando movimientos de dinero y firmando acuerdos internacionales que eliminen del mapa los paraísos fiscales.

Se puede erradicar la impunidad de los corruptos obligándoles a devolver el dinero robado y enviándoles algunas décadas a la cárcel como penitencia por sus pecados en esta tierra, que del castigo infernal se encargará su Dios.

Se puede imponer una justicia igual para todos los ciudadanos sin más que equilibrar la simbólica balanza, ponerle de nuevo la venda en los ojos y despolitizar los tribunales y cortesanos que tiene tan bella dama.

Se puede democratizar el país abriendo listar electorales, limitando la vida política, aboliendo privilegios, reduciendo sueldos, desterrando el amiguismo, impulsando la vocación de servicio y confinando la mediocridad.

Se puede, en fin, rearmar éticamente la sociedad dando ejemplo a los ciudadanos de honradez, sinceridad, sacrificio, renuncia, esfuerzo, generosidad y otros valores morales que dignifican la raza humana.

RIESGO DE NAUFRAGIO

RIESGO DE NAUFRAGIO

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Vivimos la aventura de la vida viajando juntos en un barco, rumbo a la estación término que a todos nos espera y sin posibilidad de obtener el billete de vuelta al punto de partida, por mucho empeño que pongamos en conseguirlo.

Viaje fugaz, irreversible, desconocido, sorprendente y fatal, para todos los embarcados en el cascarón de la vida, aunque algunos naveguen en camarotes de lujo, otros duerman en cubierta,  bastantes compartan la bodega con roedores, muchos trabajen de marineros y la mayoría ocupe las hamacas, manteniéndonos todos ellos a las órdenes del capitán, que a su vez obedece incondicionalmente al armador.

Todos los embarcados, – y embarcados estamos todos -, dependemos unos de otros, aunque los armadores, equipo de gobierno, orquesta de palmeros y ocupantes de opulentas suites, piensen lo contrario, creyendo erróneamente en salvaciones imposibles para ellos, si el barco se va a pique con la proa rumbo a la fosa abisal de la revolución popular.

El armador como dueño del dinero, y el capitán que dicta instrucciones a la marinería y pasajeros, deben saber que el barco donde navegamos puede naufragar y llevarnos al destino final, con fatales consecuencias para todos, incluidos armadores y patronos, porque si la nave se hunde en una revolución no habrá salvación para nadie.

PROETAS

PROETAS

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Emulando los años de romanticismo, han brotando como hongos miles de proetas con aspiraciones a poetas que van por las redes sociales y sedes editoriales espantando la poesía con penosos ripios que hieren de muerte los versos, recordándonos las palabras de Tomé de Burguillos cuando afirmaba en sus Rimas humanas y divinas, que en cada esquina había cuatro mil, – digo yo -, proetas, haciendo realidad la propuesta de Moratín de que más vale ser mozo de café que poeta ridículo.

Proetas que no son más que fantasmas de poetas jugando a la ficción de ser lo que nunca serán, coreados por amigos y familiares que estimulan su intrusismo carente de latidos interiores y sin fuerza para ser escuchados en foros distintos al círculo de intrusos donde se apoyan mutuamente perpetrando fechorías proéticas, lejos del sentimiento de Juan Ramón, creador oculto de un mundo no aplaudido.

Parafraseando al difunto marqués de Iria Flavia, espero que superemos estos tiempos y lleguen otros más fértiles para los versos donde podamos contabilizar los poetas con algo más que los dedos de la mano, – de una mano, claro -, y no como sucede en estos tiempos de escasez poética y exceso de proetas.

TOMA DE LA BASTILLA

TOMA DE LA BASTILLA

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Una vieja fortaleza construida por Carlos V de Francia en 1370 para defender la parte oriental de París, fue convertida en símbolo del absolutismo por el cardenal Richelieu al transformar una parte de ella en prisión estatal, y la otra en almacén de grano y pólvora. En esa cárcel fueron internados por orden del rey o de sus ministros, ciudadanos que no pasaban por los tribunales de justicia, entre los que destacaban aristócratas y burgueses, junto a delincuentes comunes que cumplían sentencias dictadas por la justicia real.

Siete eran los reclusos que dormían en sus celdas cuando los ciudadanos franceses decidieron acabar con el antiguo régimen, derribando el símbolo del despotismo, la arbitrariedad y el abuso, representado por la monarquía, dando paso a una república asentada sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad, valores siempre anhelados y nunca hechos realidad en nuestro país.

Tras apoderarse de las armas guardadas en Les Invalides, miles de parisinos fueron al castillo de la Bastilla el martes 14 de julio de 1789 para hacerse con la munición y pólvora allí guardada, siendo repelidos por los defensores de la fortaleza, hasta que un destacamento de 61 guardias franceses dirigido por el sargento de la guardia suiza Pierre Hulin emplazó frente a la Bastilla cinco piezas de artillería, que disparó sus proyectiles hasta que la Bastilla se rindió a los revolucionarios.

Ese fue el inicio de la revolución popular que derrocó el antiguo régimen, cuando los ciudadanos se hartaron de aguantar absolutismo, mentiras, abusos y trampas. Ahora falta saber si reyes, políticos, estafadores financieros y usureros conocen la historia y han meditado sobre las consecuencias que puede tener gobernar un pueblo herido y al acecho, harto de sufrir el castigo que merecen quienes lo propinan. De momento, Ángel pone el cañón y los ciudadanos la indignación.

PLACERES OLVIDADOS

PLACERES OLVIDADOS

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                                                                                    A los amigos de mi generación, con afecto.

El progreso nos ha traído confort y longevidad, pero se ha llevado por delante pequeños placeres olvidados, imposibles de recuperar, por mucho empeño que pongamos en conseguirlo, pues las llaves que abren el cofre donde se revitalizan los recuerdos se han perdido en el fondo marino de la historia.

Sorprende que en esta era de la comunicación social domine la incomunicación personal, reine el silencio más absoluto en las distancias cortas y miremos con prevención al vecino, mientras caminamos perdidos entre la muchedumbre como fantasmas solitarios, acosados por una gentío que vuela a velocidad de vértigo hacia la nada buscando el arca perdida de la felicidad, sin detenerse a contemplar una flor, dibujar una sonrisa, recrearse en la luz, acariciar el viento y redoblar la canción, recuperando la vocación de ser cada cual.

Lejos queda el placer olvidado que reportaban las complacientes pequeñeces vitales que llegaban envueltas en pétalos de amapolas y violetas silvestres, a ritmo de campana y titilante lamparilla, versos de la vida escritos con pluma de ave humedecida en lágrimas de felicidad compartida.

Lejos quedan los sabores perdidos de vendimias otoñales y primaveral fruta fresca, cuando las uvas hacían el milagro del vino familiar y los tomates, fresas, melocotones y ciruelas, sabían a lo que eran, sin contaminaciones con fertilizantes, insecticidas y pesticidas que adulteraran aromas y sensaciones en el paladar.

Lejos quedan los complacientes pucheros familiares cocinados con mimo, a fuego lento y carbón vegetal, apacentados con agua de manantiales naturales que llegaba a la mesa con la frescura otorgada por el botijo, acompañando la olla común el pan candeal recién horneado al calor doméstico.

Lejos quedan las tertulias nocturnas al fresco en las puertas de las casas, redentoras de la calima veraniega, donde se congregaban los vecinos a conversar y compartir la vida, mientras los chiquillos jugaban al escondite, compartían comba con las niñas y correteaban sin peligro por las callejas.

Lejos quedan las invernales reuniones familiares en torno al brasero cisco, oyendo silbar el viento en la ventana y compartiendo alegrías, dolores, consejos, esperanzas y proyectos. Entrañable diálogo, conversación abierta y vínculo robado al trajín de la jornada, compartido por padres, hermanos y abuelos sobre un hule con sabor a confidencia.

AUSTERIDAD, ¿PARA QUIÉN?

AUSTERIDAD, ¿PARA QUIÉN?

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Sin dar tiempo a que nuestro presidente del Gobierno dijera que la crisis económica tocará este año a su fin, el jefe del influyente Instituto económico alemán recomienda la devaluación de sueldos y una bajada del 25 % en los precios, proponiendo la germanización del país y asegurando que la austeridad va para largo. ¡Bien por el chico!

No sé si Hans sabe lo que dice, cuando dice lo que dice, porque no estamos dispuestos a mortificar más los sentidos y pasiones, es decir, a castigar físicamente el cuerpo con penitencias y castigos propinados por quienes desconocen la mortificación, el tormento y sacrificio.

Austeridad, ¿para quién, herr Werner? ¿Para el pueblo harto de sufrir, mientras los depredadores sonríen complacidos? ¿Austeridad para millones de ciudadanos que tienen las venas resecas y no les queda ni una gota de sangre que donar? ¿Austeridad para las personas a quienes solo les resta el alma en propiedad porque han tenido que vender el esqueleto y las córneas?

¿Para quién la austeridad, herr Sinn? ¿Para los desahuciados que ya no tienen ni techo donde cobijarse? ¿Austeridad para los jubilados estafados con las “preferentes”? ¿O austeridad para los enfermos crónicos dependientes de la generosidad ajena?

¿Para quién es la austeridad que exige el presidente del IFO? ¿Para usted, señor Hans Werner Sinn? ¿Pide usted austeridad para su patrona Merkel? ¿O para la insolidaria clase privilegiada que visita los paraísos fiscales? No creo que usted pida austeridad a los banqueros, defraudadores, especuladores y millonarios que toman piña colada en la cubierta de sus barcos.

A CONCHA, EN EL RECUERDO

A CONCHA, EN EL RECUERDO

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Treinta y tres años ha estado Concha García Campoy entrando en nuestras casas a través de la pequeña pantalla, desde aquel lejano 1983 en que Manuel Campo Vidal la sentó a su lado en el telediario de RTVE, después de pasar por la radio y antes de enseñarnos “a vivir que son dos días”, aunque ella haya vivido entre nosotros cincuenta y cuatro años.

Se ha adelantado Concha al viaje que a todos nos espera, sin avisar ni darnos la oportunidad de acompañarla en el andén donde esperaba el tren desde la Navidad del año 2011, confiando en que el cariño de todos, su ánimo de lucha, la ciencia y los médicos hicieran el milagro, pero su hígado se ha negado a metabolizar los medicamentos que pretendían alejarla de la leucemia.

No puedo decirle “hasta pronto”, porque mi desconfianza escatológica me lo impide, pero todos caminamos hacia la estación término aunque se nos antoje lejana meta, pues nadie se libra de tal condena desde el nacimiento, en un ejercicio socializador inevitable, que nos obliga hoy a escuchar el repique de campanas que voltean por todos nosotros ante la muerte de Concha.

Nos quedamos con su permanente sonrisa, le agradecemos la compañía que nos ha ofrecido durante años, la llevaremos en el recuerdo, conservaremos la humanidad de sus gestos, mantendremos su vitalidad, y en su nombre abrazamos a los anónimos enfermos de cáncer que esperaban con ella en la estación final.