DAD, PIDE EL ABAD
Por fin un dirigente de la Iglesia Católica ha hablado al pueblo desde el púlpito sobre la crisis que está arruinando a la feligresía. Ha sido el reverendo Munilla, obispo de San Sebastián, quien ha levantado la voz en defensa de los más desfavorecidos por la crisis, pero no para movilizar a la grey del Señor contra los recortes que desgracian a las familias, como hizo Rouco en su condena del matrimonio homosexual. No.
Tampoco ha denunciado a los responsables de la crisis, a los verdaderos culpables de la tragedia que viven sus parroquianos, sino que ha acusado a éstos de cómplices y pecadores, afirmando que “la crisis es un pecado del que todos hemos sido cómplices”, confundiendo pecado con delito y culpando a los inocentes fieles de complicidad inexistente.
Tampoco ha hecho amago el obispo de estimular a jueces y fiscales terrenales para que hagan valer la justicia contra los autores de la catástrofe. No. Ni siquiera se le ha ocurrido apelar a la implacable justicia divina para condenar a los estafadores.
Este dirigente de la organización más rica del mundo, ha tenido el descaro de sumarse a los durísimos recortes del Gobierno, pidiendo a los devotos católicos que se priven de la paga extraordinaria y la entreguen a una subcontrata de la multimillonaria Iglesia que imparte bendiciones y consejos.
Si el fundador de la empresa levantara la cabeza y viera el negocio que sus seguidores han montado partiendo de unas redes descompuestas, una barquichuela con vías de agua, dos panes y cuatro peces, comprendería que sus milagros fueron bromas sin importancia comparados con el emporio que ha levantado la Iglesia redentora de los pobres.
Disculpemos al pastor Munilla porque su misticismo, dedicación a la oración y entrega a los pobres le impiden advertir que los bienes terrenales, inmuebles, templos, tesoros, riquezas, obras de arte y subvenciones de la Iglesia resolverían el problema del hambre en el mundo, la pobreza del sur, el subdesarrollo crónico, las enfermedades endémicas y todas las crisis que hubiera en la galaxia durante el próximo milenio, sin necesidad de pedir más sacrificios a quienes apenas les queda sangre en las venas.