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Año: 2011

INFANTA SIN SALIDA

INFANTA SIN SALIDA

Como alumno que fui durante catorce años del colegio Infanta María Teresa, – hija del bisabuelo del rey y parienta lejana de su hija -, siento gozoso desconsuelo por Cristina. Tan guapa ella y tan rebelde que se negó aceptar las tradicionales reglas del juego monárquico y decidió compartir afanes, luchas , problemas y negocios con un plebeyo alto, guapo y descarado, a quien no le han bastado los favores de la infanta y la protección de los suegros, para ser feliz.

Los súbditos moderados y arbitrados por su padre para que no nos peguemos más, – que bastantes bofetadas nos dimos unos a otros en los inmediatos pasados siglos, bajo la tutela de sus antecesores –  no comprendemos a la duquesa, pero doblamos la frente, como los bueyes condenados por el poeta de Orihuela.

De ser cierto todo lo que está apareciendo sobre las andanzas del yernísimo, sus cambalaches financieros y blanqueos fiscales han metido a la esposa en un callejón tapiado del que no va a poder salir sin heridas, por muchas escaleras que le pongan sus padres para salvar el muro, y amplia sea la sordina que se impongan periodistas y políticos, incluido el antimonárquico Anasagasti.

A la pobrecita e inocente Cristina se lo ha puesto fácil el fiscal ante la justicia, al no querer saber nada de ella en el asunto. Pero lo tiene muy difícil ante el pueblo porque hasta el más lerdo de los vasallos, sabe que cualquiera de las dos opciones que tiene la duquesa de Palma, la lleva a una condena popular sin paliativos, por mucho que sonría en las fotos con la mamá, durante la visita que la reina ha hecho a la pareja en Washington.

Parece muy clara la situación de la infanta, porque sólo tiene dos caminos a seguir: o sabía los trapicheos de su marido por esos mundos de corruptelas o ignoraba los guisos que el vasco preparaba en el figón doméstico mientras ella dormía.

En el primer caso,  es decir, si Cristina de Borbón y Grecia estaba al corriente de las trampas que su atlético marido se traía entre manos, la complicidad de la duquesa en los abusos y fraudes del marido, es evidente.

Pero si desconocía la procedencia de tan suculentos ingresos en la familia, sin preguntarle en la cama a su marido de dónde salían los millones que entraban en casa, estamos obligados a pensar que su familia no es lo que aparentaba ser, y su marido un farsante que la obligará a pasearse  por el mundo con unos cuernos político-mercantiles-fiscales, vergüenza que teñirá de luto la nobleza de su sangre azul y la de toda la Casa Real.

El camino que tome la infanta nos dará la respuesta, pero será difícil aceptar que tanto daño a su persona y a la monarquía, tanta farsa, atropello, fraude, engaño y cinismo, quede impune y sin respuesta en las relaciones personales.

JEFECILLOS

JEFECILLOS

Todavía algunos desprecian la importancia que tiene en todas las organizaciones humanas, la persona que golpea la voluntad de sus subordinados con el bastón de mando. Esto tan obvio, es negado por quienes se empeñan en mantener que lo fundamental son las mimbres, sin darse cuenta que éstas no saben hacer los cestos.

No sé de ningún aparato automecánico que funcione si un motor no activa su movimiento. Ni he montado en vagones, por lujosos que sean, que circulen si una locomotora no tira de ellos. Esto ocurre en nuestra vida social, política, empresarial y doméstica, incluso. Cualquier organización humana será lo que quiera su jefe que sea y llegará donde la inercia la lleve si el responsable no hace nada para evitarlo.

En las organizaciones políticas, a los jefes acostumbran a llamarse líderes; en las entidades bancarias, presidentes; en los hospitales, gerentes; en los centros educativos, directores; y en las pequeñas empresas, simplemente, eso, jefes. Conociendo como conozco a ciertos líderes, presidentes, gerentes, directores y jefes, no me extraña que las organizaciones y departamentos que dirigen anden manga por hombro y que sucedan en ellas las cosas que suceden.

El jefe impregna la organización con sus propios valores. Pero si carece de ellos, se irá devaluando lenta y progresivamente hasta convertirse en un erial. No puede exigirse aquello que no se da. Bueno, perdonad, exigirse sí, pero será difícil obtener lo demandado. Tened en cuenta que nadie puede dar lo que no tiene y algunos jefes tienen poco que dar. Sin pretender que esto sirva de consuelo a quienes sufren la espuela de un jefecillo, deben saber que su caso no es excepcional, sino todo lo contrario. ¿Qué servicio médico, por ejemplo, tiene reconocido prestigio? El que está bien regido y en manos de facultativos con indudable competencia profesional.

Y no basta con que el jefe sea el más enterado en la materia de su competencia, eso bastaría si trabajara solo en una celda. Ha de ser un buen gestor, tener facilidad para las relaciones, buena comunicación, ser emocionalmente inteligente, capaz de conformar un grupo de trabajo eficaz, saber rentabilizar las habilidades de cada subordinado en beneficio del proyecto común y tener las cualidades personales de un líder natural. ¿Es este el caso de tu jefe, amigo? ¿No? Pues a sufrir la frustración de tenerlo encima de ti el tiempo que permanezca en el cargo, que puede ser hasta la eternidad profesional. En tal caso, no te librarás de recibir órdenes absurdas, abusos de autoridad para encubrir su incompetencia y propuestas de trabajo que degradarán tu inteligencia. No obstante, si un día te pide que recojas agua con una criba, mándalo a la mierda.

A pesar de todo, debes saber que el déspota incompetente no queda exento de culpa y pena, porque el día que le piquen el billete, recibira muecas en vez de sonrisas y el teléfono dejará de sonar, recordándole la miseria de su reinado.

Este es el drama que está viviendo un personaje que fue todopoderoso en el departamento que gobernaba, al abandonar su despótico sillón. Decepcionado y triste, me confesaba el otro día cuando lo encontré paseando por la ciudad con su carga de soledad a la espalda, que la gente se cruzaba de acera para no saludarle.

Tal sino que espera al jefecillo que oculta su incompetencia en el nombramiento que tiene colgado en su oficina. Así acabará quien considera que la vida se reduce a un despacho de mando, y piensa que el poder es eterno, porque sólo el afecto es capaz de traspasar las fronteras del alma y ayudar a que la vida discurra serena y feliz hasta ser llamados al valle de Josaphat.

DESPERDICIO DE PLACERES

DESPERDICIO DE PLACERES

Paseando por la Plaza Mayor con mi buen amigo Manolo, – rival en el tapete verde donde golpea con órdagos mis humildes “pares” y me quita la mano con un farol a “juego” -, me contaba ayer el placer que sintió cuando pudo beber un vaso de agua después de pasar diez días alimentándose con un gotero en el brazo, tras sufrir una delicada operación quirúrgica.

Hablamos largamente sobre ese pequeño gran placer, despreciado por él durante toda su vida. Y puedo deciros que oírle expresar las sensaciones que tuvo cuando dio el primer trago al vaso de agua tras levantarle el cirujano la prohibición de hacerlo, merecería un tratado sobre hedonismo, difícil de imaginar.

El regocijo de Manolo tiene su origen en la rutinización inconsciente que hacemos de muchas acciones, lo cual nos impide degustar los placeres que representan.  Fruiciones que despreciamos a diario hasta que carecemos de oportunidades para gozarlas.

El hábito de movernos de un lugar a otro sin dificultad alguna, nos impide disfrutar del placer de hacerlo hasta que un accidente nos cierra el paso. Sólo después de recuperar la movilidad perdida somos capaces de complacernos en algo tan simple como dar unos pasos sin ayuda de muletas o lazarillo.

Contemplar un paisaje, leer un libro o ver el rostro de las personas que amamos, no merece nuestra estimación hasta que el oftalmólogo no retira el velo de la catarata que nos impide ver lo que hasta entonces no estimábamos.

La simpleza de oír la música de nuestra preferencia en el momento que deseamos, no llega deleitarnos debidamente hasta superar la sordera que nos impedía gozar de melodías deseadas.

Disfrutemos, pues, amigos, mientras podamos, de los placeres que despreciamos a diario, sin dar oportunidad al infortunio para que sea éste quien nos lleve a gozar de los pequeños recreos que pasan cada día desapercibidos a nuestros sentidos, porque la vida es breve, única e irrepetible, y desaprovechar un minuto de felicidad es el principal pecado que cometemos contra nosotros mismos y la mayor penitencia que soportamos.

Broncas, las menos posibles. Enfados familiares, directos a la papelera. Reproches innecesarios, al rincón del olvido. Y mala memoria para lo despreciable, el camino al bienestar personal. Ya se encargará la vida, sin ayuda de nadie, ni consulta previa, de retirarnos el sorbo de felicidad que cada día nos corresponde.

AMOS DEL MUNDO

AMOS DEL MUNDO

Cada palmo de tierra perdido en el campo tiene un propietario, pero la Tierra pertenece a unos cuantos amos del mundo, desde que los mercados y las empresas se extendieron hasta alcanzar una dimensión universal más allá de las fronteras nacionales, con transformaciones económicas globales, fruto de un capitalismo feroz amparado en las democracias liberales, una vez que cayó el comunismo occidental y se dio por concluida la guerra fría.

En poco tiempo, quedaron subsumidas las economías locales en grandes multinacionales, liberándose una circulación de capitales favorecedora de la enfermiza sociedad de consumo que padecemos, gobernada por transacciones financieras, cuentas corrientes y depósitos bancarios en manos de unos pocos privilegiados, que se reúnen periódicamente para mejorar la forma de engordar sus nutridas huchas con el sudor de la gran mayoría silenciosa, admiradora de los responsables de su tragedia.

La nota más característica de este mundo económicamente globalizado no es el beneficio común, sino la desigualdad y el retorno al siglo XVIII, en medio de un sectarismo que fracciona a los humanos en dos partes excesivamente desequilibradas, debido a la salvaje especulación de un mercado carente de solidaridad, en el que pueden quitarse caramelos a los huérfanos sin mover una pestaña, ni sentir remordimiento alguno.

Urge un rearme ético y la unión solidaria de los pueblos para frenar los beneficios y la especulación, derivada de una ambición desmedida y desvergonzada, porque de no hacerlo seremos devorados irremediablemente por el grupo de codiciosos que realmente gobierna el planeta, aunque a los demás nos dejen jugar con las urnas electorales en irreales democracias occidentales.

Y no soy yo quien esto dice, sino el profesor suizo Jean Ziegler desde su prestigiosa vicepresidencia del Consejo Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

JALONES DE MUERTE

JALONES DE MUERTE

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Con jalones de muerte se ha ido escribiendo la historia de la humanidad, desde que el celoso Caín acabó de un quijadazo con la vida de su hermano Abel.

Hitos de sangre que marcan el camino seguido por la raza humana durante miles de años hasta hoy, con la diferencia de que en sus comienzos había algunos “señores” de la guerra que con el tiempo han desaparecido, como desaparecieron los elegantes ladrones de guante blanco.

Ahora sólo hay matarifes y butroneros. En las guerras de la antigua India había reglas elementales que aliviaban unas décimas las matanzas. No se permitía, ejemplo, el empleo de flechas envenenadas, ni matar a los hombres desarmados, heridos, dormidos o rendidos. Además, los guerreros a caballo no podían atacar a los combatientes que luchaban a pie. Y, en medio de la barbarie, alguien se ocupaba de recoger los muertos abandonados.

Más tarde, los romanos alternaron sus placenteras costumbres con las primeras muestras de atrocidad. Josefo nos ha contado que el bondadoso Tito se llevó por delante a más de un millón de judíos, a los que se añadieron las escabechinas de franceses promovidas por el gran Julio César.

Después vinieron las mitras y los turbantes, con sus “guerras santas” y “cruzadas”, a marcar el camino que debían seguir más tarde los invasores de Norteamérica para liquidar a los aborígenes por el módico precio de dos guineas por cada “piel roja” exterminado.

Pero todo esto, y mucho más que guardaba la historia, le pareció poca sangría al reducido grupo de esquizhomínidos que llevaron a la inmensa mayoría a dos exterminios mundiales que ni el animal más salvaje hubiera concebido.

Así es, amigos míos, y así me temo que va a seguir siendo durante muchos años mientras los libros duerman en las estanterías, la incultura campe por sus respetos y las soflamas sigan perforando pobres mentes ignorantes que nadie redime.

Ahí sigue esa selecta raza de privilegiados enviando a sus criados a esquivar las balas, mientras ellos contemplan distraídos como se diseminan los cuerpos destrozados por el campo, ocultando su cinismo con ceremonias, funerales,  banderas y condecoraciones.

AMISTADES PELIGROSAS

AMISTADES PELIGROSAS

La cara de poker que el rey estaba poniendo ante el envite lanzado por las andanzas de su hija y el yernísimo, se ha transformado en dolorido gesto por el tornado social que han provocado las declaraciones de Pilar Urbano, descubriendo el naipe que guardaba en la manga el padre y suegro de la pareja.

Según la biógrafa de la reina, el monarca sabía desde hacía tres años los guisos que preparaban en su cocina Iñaki y Cristina o Cristina e Iñaki, que tanto monta uno como otra. Al parecer, esa fue la razón por la cual el rey de muchos los españoles concedió a los duques de Palma el pasaporte para emigrar desde España al país del dólar, con maletines cargados de euros delatores.

Si esto que afirma Urbano es cierto, pocas opciones tiene Juan Carlos de redención y mi resignada aceptación del arbitro nacional se desmorona, por no pitar el penalti que están repitiendo a diario las pantallas de televisión.

Vamos, que el patrón lo sabía todo y optó por guardar la mierda bajo las alfombras de la Zarzuela. Dicho de otra forma, el rey conocía las corruptelas de hija y yerno, pero decidió lavar la ropa sucia en casa, sin darse cuenta que esa Casa la pagamos todos los españoles desde hace 36 años sin rechistar y mirando para otro lado, para no hacer caso a lo que es de dominio público en los mentideros de todas las ciudades del reino.

Formando corro con los duques, han tomado posiciones otras amistades peligrosas que harían tambalear la monarquía si entre políticos y periodistas hicieran desaparecer el velo que la cubre.

Ahí están  sus encarcelados amigos Conde, De la Rosa y Carvajal, tesorero privado del monarca. Muy cerca se halla también el llamado “Clan de Mallorca”, vecino del “Clan de Las Cuatro Estaciones”, donde comparten mantel con el Jefe del Estado unos sabios consejeros bursátiles de S.E.

También se incluye en la nómina de amistades peligrosas su entrañable Zourab Tchokotua, aristócrata georgiano que fue procesado en Mallorca por presuntas estafas inmobiliarias. De Fahd Bin Abdelaziz recibió como regalo un yate para compensar la simpatía del rey con él, no otra cosa. Sin olvidar a los cercanos Agnelli y Gardini, antes de volarse la sien.

Todos ellos inquietantes amistades para su padre don Juan, que nunca aceptó lo que sucesivamente aceptó quien le privó de la corona.

ANTORCHA HUMANA

ANTORCHA HUMANA

Me han conmovido el alma y sublevado el espíritu, las imágenes de la joven monja budista Palden Choetso ardiendo inmóvil en una calle de Tawu, hasta caer al suelo desmadejada en  cerro de cenizas, para reclamar los derechos de un Tibet libre.

Novena inmolación en poco tiempo, rociada con inflamable espíritu de 35 años vividos en la impotencia y frustración, sin más más salida de protesta que el suicidio.

Palden se plantó sobre el asfalto con el bidón de gasolina, una caja de cerillas y la voluntad firme de mantenerse ardiendo en pie para gritarle al mundo que la libertad de credo no puede ser aguijoneada por espuelas de intolerancia ni abuso de inquisidores .

El suicidio de esta monja ha transformado el ciclo de reencarnaciones en su credo, pero ella ha preferido perder posiciones en el mismo a cambio de golpear la moral de los despachos políticos, con el fin de lograr la libertad de sus hermanos tibetanos y los “programas de reeducación patriótica”.

No ha sido la locura causa de la expiación, ni tampoco el desamor a la vida, sino el deseo de emancipar a los hermanos de yugos y humillantes servidumbres, la causa que la ha llevado a ofrecer su vida por la patria y la fe, haciendo que la responsabilidad del acto caiga sobre quienes la obligaron a inmolarse para exigir libertad.

Ha pretendido Choetso hacer con su pira un arma contra el invasor y dar un tremendo aldabonazo a las conciencias occidentales que toleran silenciosas el atropello de un pueblo indefenso.

Por eso, quiero desagraviar mi dolor inmolándome con ella para hacer más llevadera mi estancia en esta magnífica cloaca, así definida por Marcuse y denunciada hace pocos días en el Parlamento Europeo por su seguidor Daniel Cohn-Bendit, en una histórica intervención que está dando la vuelta al mundo, de ordenador en ordenador.

Para los occidentales es difícil comprender la consolación que producen tales suicidios en el espíritu de quienes los practican, desde que el monje budista Thich Quang Duc se quemó vivo en una calle de Saigón el 11 de junio de 1963.

Por eso, me consuela pensar que para Choetso la muerte no ha sido una tragedia, ni un sufrimiento físico, porque se inmoló convencida que morir bien es mejor que vivir mal, pues malvivir es el mayor sacrificio.

Alguien que se prende fuego por un ideal, sin dar un solo grito, es un héroe al que todos debemos respetar.

Por eso, me inclino ante Palden ahogando lágrimas de dolor, mientras deposito en el asfalto chamuscado esta vela de adviento cristiano que hoy ilumina mi bitácora.