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Etiqueta: violín

JOSHUA BELL

JOSHUA BELL

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A primera hora de una ajetreada mañana americana cuando la ciudad de Washington comenzaba a desperezarse, un joven de treinta años se acomodó junto a la papelera en una estación de metro, apoyó el violín en su hombro y estuvo deslizando el arco sobre sus cuatro cuerdas durante una hora.

Pasaron ante él sin detenerse más de mil personas que viajaban hacia “la noche oscura para el suicidio del que desespera”. Sólo siete de los pasantes por aquella “subterránea y basta gusanera” donde se cataba el secreto de la tumba, detuvieron varios segundos su acelerado paso frente al músico.

Nadie aplaudió su actuación, pero algunos arrojaron de paso monedas a la funda del violín hasta alcanzar 37 dólares en calderilla, permitiendo bromear al músico mientras recogía los centavos y algún dólar suelto, diciendo que con ese dinero podría vivir, sin tener que pagarle a su agente.

Sólo fue reconocido el violinista callejero por la señora Stacy Fukuyama, trabajadora del Departamento de Comercio, que había pagado tres semanas antes 100 dólares por asistir al concierto que el virtuoso más cotizado, Joshua Bell, había dado en la biblioteca del Congreso.

La anónima actuación del gran violinista fue organizada por el periódico The Washington Post como parte de un experimento social que pretendía analizar la sensibilidad y prioridad de las personas, preguntándonos de forma indirecta a los seres humanos si teníamos tiempo para la música, el arte y la belleza.

DELEITE MUSICAL

DELEITE MUSICAL

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La carencia de habilidades mínimas para sacarle una elemental nota a la flauta dulce, y tener un oído musical como piedra de granito que me inhabilita para el manejo de cualquier instrumento incluido el tambor, no me incapacita para disfrutar gustosamente de la música que otros componen e interpretan.

Por eso, acompaño diariamente mi trabajo con música y asisto a conciertos siempre que tengo posibilidad de hacerlo, especialmente en estas fechas que despiden el año viejo y dan la bienvenida al nuevo, pródiga en conciertos vieneses y locales, como sucedió ayer por la tarde en el “Concierto de fin de año”, entre polkas, danzas húngaras, azules danubios, leyendas de besos, intermedios de bodas, goyescas, guitarras aranjovicenses de don Joaquín y cierre festivo con palmas a Radetzky.

Pero no quiero hablaros de esto, sino de un ángel musical que formaba parte de la orquesta en segunda fila de violines. Joven nacida para la música, porque no cabe mayor deleite musical que el expresado por esta chiquilla, con gestos, sonrisas y requiebros de arpegios, capaces de contagiar la pasión musical y llevar a quien esto escribe a un estado de complacencia envolvente difícil de expresar, inoculando mi ánimo con placenteros sueños, hasta hacerme nota musical en la caja de resonancia de su diapasón.

Al acabar el concierto no tuve más opción que acercarme a ella para agradecerle tan deleitoso contagio y el delirio musical que transmitió, augurándole una vida feliz junto a las cuerdas de su violín.