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Etiqueta: tierra

EPPUR SI MUOVE

EPPUR SI MUOVE

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Galicia con sus meigas y conjuros es buen lugar para recordar el humillante castigo sufrido por Galileo, simplemente por defender una realidad demostrable y cierta, en contra de las predicciones bíblicas anunciadas por los escritores del libro sagrado bajo desacertada inspiración divina.

“Yo, Galileo, hijo de Vincenzo Galileo de Florencia, a la edad de 70 años, postrado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, en toda la República Cristiana, ante los sacrosantos Evangelios, que toco con mi mano, juro que siempre he creído, creo aún y, con la ayuda de Dios, seguiré creyendo todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia, reniego de la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve”.

Con estas palabras, el anciano sabio Galileo abjuró en el romano convento de Minerva, de la teoría heliocéntrica para librarse de la prisión perpetua, tardando la Iglesia cuatro siglos en reconocer el abuso, la humillación y el error que cometió con el científico, por mucho que dijeran que la Biblia establecía la inmovilidad  de la Tierra en el centro del Universo.

Cuenta la tradición que Galileo dijo tras la abjuración : “Eppur si muove”, es decir, “¡Y sin embargo, se mueve!”, algo sin visos de certidumbre, que solo pudo decir con el pensamiento o a su perro, porque de lo contrario hubiera descansado en cárcel inquisitorial hasta el final de sus días, condenado por una Iglesia de evangélicos y tolomeícos geocéntricos, que vencieron y condenaron a los certeros heliocéntricos, con ayuda de la Inquisición y el apoyo incondicional del cardenal Belarmino, que incineró vivo a Giordano Bruno con ramas de olivo en una hoguera.

Actitud detestable de una Iglesia que cercenaba de raíz el progreso científico, contravenía violentamente los evangelios, abusaba de la ignorancia popular, imponía la doctrina a cristazo limpio y conculcaba derechos básicos, con la bendición apostólica de los representantes de Dios entre los hombres, mientras el pueblo resignado cumplía los mandamientos.

ANIVERSARIO DEL PRIMER VATICACEÑO

ANIVERSARIO DEL PRIMER VATICACEÑO

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Son vaticanos y vaticanas las personas que reciben esa nacionalidad por concesión gratuita y no por nacimiento, aunque nazcan infantes en el Estado Ciudad del Vaticano sin que nadie se sorprenda de ello, porque ese pequeño territorio de 44 hectáreas está habitado por novecientos hombres y mujeres con capacidad procreadora, aunque la mayoría que en ese Estado viven hayan renunciado oficialmente al sexo.

Además de ser la única teocracia europea, regida por un Jefe de Estado que es también Sumo Pontífice con los tres poderes en su poder, el Vaticano goza de un patrimonio artístico y un legado histórico únicos en el mundo, protegidos por la soltería de los mismos guardias suizos que velan por la seguridad del Vicario de Cristo en la Tierra y sus tesoros, por si el Ángel de la Guardia se despista en algún momento.

Hace hoy ochenta y cinco años que nació oficialmente en el Vaticano el primer hijo de aquella tierra, engendrado extramuros de la fortaleza doctrinal católica cuatro meses antes, porque el Vaticano se independizó de Italia con el Pacto de Letrán, firmado el 11 de febrero de 1929, siendo romanos todos los vaticaceños nacidos hasta esa fecha.

La preocupación por la pequeña tasa de nacimientos en el mundo que tanto preocupa a la Curia, contrasta con ser el Estado que presenta el menor porcentaje de natalicios, algo que contradice su predicación.

Celibatados los cardenales, obispos, clérigos y monjas; solteros los guardias suizos por exigencia reglamentaria; y desnacionalizada la mitad de la población, solo dan trabajo a las cigüeñas parisinas los cuarenta y tres funcionarios laicos autorizados a reproducir la especie humana, que trajeron hace un año veinte vástagos vaticacenses, bautizados por el Papa en la Capilla Sixtina.

NOSTALGIA CONSERVADORA

NOSTALGIA CONSERVADORA

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La cantidad de basura doméstica que generamos bate el record de incremento en todas las cuestiones susceptibles de aumentar, porque hemos producido en los últimos cuarenta años más desperdicios que en toda la historia de la humanidad, desde que el primer bípedo comenzó a caminar por la tierra.

Hoy poco se arregla y todo se cambia y se tira. Se desechan objetos que funcionan, como los teléfonos móviles. Se cambian caprichosamente elementos en uso, como televisores. Se descartan ordenadores en funcionamiento. Se rechaza ropa en buen estado. Se excluyen coches que circulan, por otros nuevos. Y se cambia de pareja, con la facilidad que se tira un kleenex a la papelera.

Todo ello sorprende a los de generaciones anteriores que comprábamos cosas con intención de que fueran heredadas por hijos y nietos. Desgastábamos los aros, las peonzas, los llaveros y las canicas. Arreglábamos los juguetes. Teñíamos la ropa para rejuvenecerla. Recomponíamos “tomates” en los calcetines. Zurcíamos los pantalones. Dábamos la vuelta al cuello de las camisas. Remendábamos los zapatos y poníamos tachuelas en las botas para alargarles la vida.

Generación que guardaba todo por si servía para algo. Guardábamos el papel “de plata” del chocolate, las botella vacías y los corchos, la cuerda de los envoltorios, el papel de estraza de los ultramarinos, los botes vacíos de conservas para hacer macetas, el papel de celofán para hacer adornos, las cajas de zapatos para guardar todo. Y amontonábamos los periódicos para envolver cosas, proteger el pecho del aire, limpiar cristales y ponerlos sobre el suelo recién fregado para pisar sobre ellos.

CIENCIA Y CREENCIA

CIENCIA Y CREENCIA

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El origen, estado actual y devenir de la Tierra que habitamos no puede predecirse de manera categórica, única y cierta, porque la respuesta que puede darse depende esencialmente de los conocimientos, ideología y creencias de cada cual, como sucede con la muerte y otros aspectos de la existencia humana, desconocidos para nosotros.

Así ocurre, por la dificultad que tenemos para interpretar los hechos debido a al insuficiente conocimiento que atesoramos sobre nuestra procedencia, sobre la realidad que nos envuelve y sobre el futuro que nos espera, haciendo pensar a muchas personas en seres superiores que explican virtualmente todo, y a otros tantos vecinos en realidades científicas objetivas o supuestas interpretaciones por evidenciar.

El colectivo de fieles creyentes en divinidades superiores, creadoras y administradoras de vidas y haciendas, se consuela, gratifica y reconforta con la intervención de poderosos dioses que todo lo explican, desde el subjetivo prisma personal que les lleva a dar crédito a ciertos argumentos que repelen la razón otorgada por el todopoderoso creador, que también concede pasaporte hacia la paradisíaca vida eterna.

En cambio, el grupo de seres racionales descreídos, rechaza aquello que la tradición le presenta como incuestionable, por ser para ellos intelectualmente incomprensible, lógicamente incoherente, ideológicamente desnaturalizado y doctrinalmente contradictorio, dejándose llevar por la ciencia hasta donde esta ha sido capaz de llegar, y absteniéndose de inventar respuestas para lo desconocido que repudien a su razón.

VERSIONES DE LA VIDA

VERSIONES DE LA VIDA

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El origen, estado actual y devenir de la Tierra que habitamos no puede predecirse de manera categórica, única y cierta, porque la respuesta que puede darse depende esencialmente de los conocimientos, ideología y creencias de cada cual, como sucede con la muerte y otros aspectos de la existencia humana, desconocidos para nosotros.

Así ocurre, por la dificultad que tenemos para interpretar los hechos, debido al insuficiente conocimiento que atesoramos sobre nuestra procedencia, sobre la realidad que nos envuelve y sobre el futuro que nos espera, haciendo pensar a muchas personas en seres superiores que explican virtualmente todo, mientras otros vecinos piensan en realidades científicas objetivas o supuestas interpretaciones por evidenciar.

El colectivo de fieles creyentes en divinidades superiores, creadoras y administradoras de vidas, se consuela, gratifica y reconforta con la intervención de poderosos dioses que todo lo explican, desde el subjetivo prisma personal que les lleva a dar crédito a ciertos argumentos que repelen la razón que les ha otorgado el propio todopoderoso creador, que también concede pasaporte para la paradisíaca vida eterna.

En cambio, el grupo de seres racionales descreídos, rechaza aquello que la tradición le presenta como incuestionable, por ser para ellos intelectualmente incomprensible, lógicamente incoherente, ideológicamente desnaturalizado y doctrinalmente contradictorio, dejándose llevar por la ciencia hasta donde esta ha sido capaz de llegar, y absteniéndose de inventar respuestas para lo desconocido que repudien a su razón.

Personas de ambos colectivos conviven a veces en el mismo hogar, o son vecinos, tienen aficiones comunes, disfrutan juntos de la vida o comparten amistad, porque cuando el amor, la tolerancia y el respeto ganan su espacio en las relaciones humanas, los pensamientos divergentes no interfieren en la feliz convivencia de creyentes y descreídos.

MIEDO

MIEDO

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Es el miedo profunda caverna que se hace cada vez más tenebrosa cuanto más se penetra en ella por el camino empedrado de la cobardía, llegando a perderse en el silencio las huellas del redentor sendero que conduce a la luz, pues la oscuridad que alimenta el miedo es mayor que la esperanza en la resurrección.

El miedo forma parte esencial de la raza humana, es un componente básico de su estructura vital y acompaña al ser humano desde que el primer homínido apareció sobre la Tierra azarosamente, permaneciendo milenios hermanado a su constitución personal, inseparable y afiliado a él como el grano de trigo a la espiga.

El ser humano tiene miedo a toda novedad impredecible que escape a su control y dependa de voluntades ajenas. Por eso teme a la nada, a lo invisible, a lo desconocido, a la muerte, a la soledad, al sufrimiento, a la enfermedad, al paro, al castigo y a perder amores, amigos o salud.

Pero conviene saber que el poder otorgado por su primogenitura, puede ser derrotado con la entereza del valor, la intrepidez del arrojo y el denuedo del coraje, porque el miedo no es invencible, y sale huyendo por la gatera cuando la osadía entra por la ventana. Eso explica el renombre de los héroes que sometieron el miedo al atrevimiento para vencer la resignación y el triunfo inevitable del pueblo que arrinconó temores colectivos alentando revoluciones que han cambiado el rumbo de la historia

Pero el invento de dioses a quien adorar y ofrecer sacrificios para eliminar el miedo a la contingencia humana, ha multiplicado la turbación que pretendía evitarse, porque se ha extendido el temor a los propios dioses que fabricamos para liberarnos de él, siendo la muerte la gran liberadora de todos nuestros miedos.

EL SER HUMANO

EL SER HUMANO

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El oficio más antiguo que existe no es el de ramerío sino el de ejercer como ser humano, algo que no se hace por voluntad propia, sino impuesto por deseo de los progenitores que deciden traer al mundo descendientes, para complacerse en los sucesores y prolongar la especie humana.

El ser humano es un extraño omnívoro, travestido del mono, algo trastocado, bastante trastornado y muy deformado. Perecedero sin redención, bípedo contingente, codicioso insaciable, mártir de sí mismo, soberbio con la naturaleza, inquilino de la Tierra, presunto omnisapiente, náufrago en la vida y cuadrúpedo mental que tropieza cien veces con la misma piedra.

Ejecutor de tareas básicas comunes a otros seres celulares, nace, crece, se reproduce, muere, desaparece y es olvidado, por mucho que pretenda alojarse en la memoria generaciones posteriores y hacerse eternamente perdurable en ficticios paraísos celestiales de felicidad perpetua.

El ser humano viaja sin sexo definido con su eterna insatisfacción sobre los hombros, curioseando por los escaparates en busca de la eterna juventud y la vida perdurable en la pasajera existencia, oponiéndose al inútilmente al ineluctable destino que le espera.

Camina perdido en soledad, sin brújula vital que le oriente, con careta de júbilo para ahuyentar temores y buscando asidero en la prisa de cada día, pretendiendo lograr su particular carpe diem en la agitación que esteriliza el proyecto de regresar a la paz amparadora del vientre materno, donde la sangre nutre la esperanza del renacimiento.

Ignorante de su procedencia y su destino, el ser humano es ajeno a su eventualidad, íntegramente perfectible, genéticamente contradictorio, autocoronado rey del universo con aspiraciones divinas y ambición de eternidad, ignorando que su extinción beneficiaría a la propia especie y al resto de seres vivos, como testifican las guerras y el deterioro de la naturaleza que provoca con sus acciones.