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Etiqueta: solidaridad

AMAR Y SER AMADO

AMAR Y SER AMADO

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Amar es opción subordinada a la voluntad de cada cual, pero ser amado está a merced de conformidades externas, no siempre dispuestas a complacer el amor, haciendo posible la fusión de agente y paciente.

Quien ama pierde su identidad al fusionarse con la persona amada, pero ésta puede ser querida manteniendo su independencia sin mácula ni contaminación, porque la indiferencia protege su dolor del contagioso amor.

La persona amada es el pretexto que pone el amor sobre la mesa para hacerse visible en la vida de quien ama, pero no justifica el fracaso del olvido prematuro que no da tiempo a guardar las conmociones del amor en su espíritu.

El ser amado teme la caducidad del amor, se niega al abandono y desecha la soledad, pero sabe que todo ello es posible si un golpe inesperado de la sangre conmueve los cimientos de la inseguridad a que conduce el riesgo de amar.

Amar es dulce costumbre que retrocede espantada por la indiferencia de corazones pedregosos, mientras multiplica en los desamparados la esperanza de ser amados a golpes sistólicos fraternales y diastólicos solidarios.

Ser amado ilumina, vivifica, alienta, consuela y acompaña de paz las acciones amorosas, pero amar excede en generosidad, desborda benignidad, sobresale en benevolencia y complace a quien otorga amorosidad.

Si amar nunca hiere porque nada espera, ser amado deja en el alma cicatrices cuando la luz de amor se extingue en la vida del amado y la oscuridad deja a la intemperie recuerdos de una felicidad que olvidó su paradero.

PABLO NERUDA

PABLO NERUDA

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A las 22:30 horas del domingo 23 de septiembre de 1973, moría en la clínica Santa María de Santiago de Chile, Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, el más grande poeta del siglo XX, en palabras de García Márquez, doce días después que el general Pinochet y sus muchachos liquidaran a tiro limpio la democracia en Chile, encerrando al país en el pozo más negro de su historia.

Murió Pablo de dolor por la tragedia de su patria, aunque el pretexto oficial fuera el antiguo cáncer de próstata que le acompañaba desde hacía tiempo, siendo llevados sus restos a la casa que tenía frente al mar en Isla Negra, cuando ya el dictador había quemado todos sus versos, exterminado con pólvora su esperanza y rapiñado lo poco que al poeta le quedaba.

Entre mascarones de proa se despidió de la vida, dejándonos eternos sueños de amor en sus estrofas, cantos de libertad en poemas rebeldes a la injusticia, rutas de solidaridad entre los versos, ecos solidarios en caracolas y nostalgias salobres fraternales que hoy recuperamos en el aniversario de su muerte.

Frente al apacible mar del recuerdo, compartimos lunas, pétalos y sonrisas, alzando nuestra copa de vino para brindar por la eternidad de Pablo, junto al viento ultramarino que alimenta la desesperanza en la imposible redención de la herida en su costado, mientras La Chascona y La Sebastiana continúan llorando reclinadas frente a la bahía de Valparaíso.

NACIMIENTO DEL HOMBRE NUEVO

NACIMIENTO DEL HOMBRE NUEVO

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Ayer he dejado mi huella en los pasillos del Museo Reina Sofía, donde gané el tiempo perdido contemplando un cuadro de Dalí que cuelga en sus paredes, cuya reproducción postal lleva muchos años conmigo, junto a otras entrañables pinturas de Van Gogh, Renoir, Monet, Brueghel y más artistas a los que nunca podré agradecer los placenteros momentos que he pasado contemplando sus obras.

Me refiero al cuadro pintado por Dalí en 1943 reflejando el nacimiento del hombre nuevo, al que yo incorporé los versos de Alberti, escritos al abrigo de María Teresa León, cuando ambos vivieron el inmerecido destierro al que fueron condenados por la barbarie de una guerra incivil: “Creemos el hombre nuevo cantando, el hombre nuevo de España cantando, el hombre nuevo del mundo cantando. Canto esta noche de estrellas en que estoy solo y desterrado, pero en la tierra no hay nadie que esté solo si está cantando”.

Fundido con ambos en el deseo de renovación del ser humano, yo también reclamo el nacimiento de un hombre nuevo en el mundo. Un hombre que venga con la solidaridad que nos falta, el amor que hemos perdido y la honradez que deseamos. Un hombre que nos devuelva el sacrificio olvidado, la empatía abandonada, el talento servicial y la bondad que nos permita transformar este valle de lagrimas en fértil vergel de felicidad compartida.

HAMBRUNA Y HARTURA

HAMBRUNA Y HARTURA

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Nunca fueron buenos los extremos ni admisibles las posiciones radicalmente opuestas en el ámbito existencial, pero ese antagonismo se hace detestable cuando toma cuerpo en la justicia social, y abominable si afectan al reparto de riqueza, porque en ambos casos revienta la conciencia ciudadana, destierra la solidaridad y espanta los más elementales principios éticos y morales que deben regir la sociedad.

Bastaría tomar algunos deciles situados en la parte superior derecha de la campana social gaussiana y pasarlos a la parte inferior izquierda de la misma, para que los golpes del badajo anunciaran felices repiques solidarios en vez de tristes campanadas funerarias, como sucede hoy en todas las espadañas de nuestra geografía económica.

Los ciudadanos que pasan el tiempo discutiendo sobre la calidad del chocolate, mientras sus vecinos se comen los puños de hambre, merecen ser desposeídos de sus bienes. Una sociedad que tolera impasible la convivencia del hambre y la hartura en sus calles, es una sociedad enferma que debe ser llevada a la hoguera por su herejía social.

La hartura de bienestar lleva asociado el despilfarro que abre jirones de impotencia y rebeldía en quienes buscan restos de alimentos en los estercoleros con el dolor a cuestas, la enfermedad en el cuerpo, el hambre en el estómago y la desesperación en el alma, condenando esta sociedad occidental defensora de la civilización cristiana que profesan los mandatarios y siervos de todos los países cristianizados.

Paradoja doctrinal exhibida con cínica ostentación por los favorecidos que unen al desprecio y condena de los empobrecidos, la contradicción de golpearse el pecho en los templos con la mano izquierda mientras con la derecha abofetean la miseria, protegidos por el Dios que predican quienes roban la comida al hambriento, desnudan al vestido, infectan al sano, cierran los grifos al sediento y condenan al inocente.

CORAZONES HURDANOS

CORAZONES HURDANOS

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Invitado por el Centro de Documentación de Pinofranqueado, pasé ayer el día en Las Hurdes recordando a los hurdanos el viaje que hace cien años realizó Miguel de Unamuno a esa desfavorecida comarca, antes de que por ella se perdieran reyes, príncipes y políticos para fotografiarse con nativos, sin el compromiso que esa tierra merecía.

Pero no fue la descripción de la ruta seguida por el maestro lo que me trae hoy a esta bitácora, sino la lección de grandeza humana que recibí de los corazones hurdanos que compartieron el día conmigo, justificada por el ejemplo de solidaridad que me ofrecieron, la generosidad que destilaron y la inquietud intelectual mostrada en sus preguntas, inquietudes y propuestas.

El motivo de mi viaje se desvaneció ante la nobleza, confianza, autenticidad, simpatía y afecto recibido por los jurdanos que llenaron plenamente el auditorio, un día gris que amenazaba con descargar sobre aquella tierra madrastra otro diluvio universal, para ahogar las esperanzas renovadas de un pueblo orgulloso de su paternidad sobre el terruño que le vio nacer.

Inolvidable jornada al lado de personas con alma limpia, luchador espíritu y disconformidad profunda con la injusta y trágica leyenda que se ha fraguado sobre su comarca, pues en nada se diferencia ese territorio de otras zonas deprimidas de España, que no merecieron el castigo de ser “Tierra sin pan” como se empeñó Buñuel en difundir por el mundo.

Como afecto a los hurdanos que compartieron entrañables horas conmigo entregándome un pedazo de su alma sin pedir nada a cambio, quiero simbolizar mi gratitud con este abrazo sincero y fraternal que envío desde mi rincón a José Pedro y Gervasio para que lo hagan extensivo a todos los que desde hoy serán mis paisanos.

DÍA MUNDIAL DE LA ESPERANZA

DÍA MUNDIAL DE LA ESPERANZA

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En el Día Mundial contra el Cáncer, hablo de esperanza de vida, olvidando la inevitable muerte que nos espera a todos, incluidos los afectados por el cáncer del cáncer, porque todos tenemos una cita inevitable con la dueña de la vida, mereciendo esta dama negra el desprecio por seducirnos a todos con su desencanto.

Dolorosa sentencia impuesta por el destino cuando traspasamos el umbral de la vida en el vientre materno, al formarse un embrión con características morfológicas de la especie humana. En ese instante ya queda rubricada nuestra condena, sin que hayamos hecho mérito alguno para merecerla ni tengamos posibilidad de indulto, aunque la envidiable fe de los creyentes les lleve a la inmortalidad en paraísos de felicidad perpetua.

Sea como fuere, hagamos de este día del cáncer la jornada mundial de la esperanza, llevando nuestra voluntad más allá de la detestable enfermedad neoplásica que multiplica las células de forma anormal e incontrolada, y extirpemos los tumores sociales malignos que se han extendido como una mancha de aceite, pintando de negro la esperanza.

Alejemos a quienes piden la muerte de los ancianos para ahorrar gasto sanitario. Recortemos el poder a los que recortan la investigación científica que podría librarnos del cáncer. Aparquemos en el desierto a los que convierten la vida en un infierno anticipado. Borremos del mapa social la insolidaridad y ocupémonos en ganar la vida, auténtica batalla que merece la victoria, porque el cáncer no es más que una de las múltiples causas por la cual abandonamos la existencia.

Conquistemos, pues, la vida sabiendo que la muerte es invencible, tomándonos cada mañana un vaso que contenga dos chorritos de generosidad, tres gotas de altruismo, cuatro pellizcos de honradez, cinco cucharadas de empatía y seis cazos de solidaridad.

RETORNO A LA INFANCIA

RETORNO A LA INFANCIA

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Ayer he renovado el imposible deseo de volver a la infancia y en ella permanecer soñando el resto de días que me faltan para alcanzar el eterno descanso que a todos nos espera, sin posibilidad de redención ni milagro que alivie el empeño de la vida en dejarnos abandonados al pairo del olvido.

Viendo la cara de los niños observando a Sus Majestades venidos de Oriente, con los ojos deslumbrados por el brillo de sus pupilas, pensaba en las virtudes que guarda la primera edad que todos abandonamos, cayendo en manos de la irreversible madurez que, por inmadura, nos impide madurar en el amor y la solidaridad.

Volver a la infancia nos permitiría someter la razón a la sinrazón de la esperanza, imposible para los adultos, llevándonos a pedir cosas imposibles y conseguirlas. A mantener la capacidad de asombro ante las pequeñas cosas de cada día. A ser crédulos de imposibles quimeras; veraces, sin la picardía que guarda la adolescencia; y bondadosos, sin la maldad reservada a los mayores.

Necesitamos la sencillez, ingenuidad e indulgencia de los niños, para abandonar penas y rencores acumulados, llevándonos el olvido a la reconciliación inmediata tras una riña con nuestra yunta doméstica o laboral.

Humildes como ellos, para saber que solos y sin ayuda de demás no llegaremos a parte alguna ni conseguiremos lo que buscamos. Crédulos para dormir el sueño de la vida dejándonos mecer por cuentos que nada tienen que ver con la realidad. Y confiados, como ellos, en el vecino mayor que nos visite, para declararle con desvergüenza y sin preocupación nuestros sentimientos.

No se trata de aniñarse, ni de achicarse, sino de ir en pos de aquello que se desea sin medir el peligro que se corre para conseguirlo.

¿No será el regreso a la infancia perdida el camino a seguir para recuperar la esperanza?