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NEGRA SOLEDAD

NEGRA SOLEDAD

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Negra soledad es la Soledad con mayúscula, la de verdad, la que no engaña, la que atosiga, entristece, mutila y debilita. La que viene directa a por nosotros cuando el amor se esconde, cuando estamos a la intemperie, cuando la suerte nos abandona al pairo de la vida, cuando manos ajenas se tornan garfios y la solidaridad huye espantada a las cavernas donde la redención no es posible.

A esta Soledad me refiero y no a la consoladora melancolía que acompaña en las tardes invernales, cuando el viento silba en la ventana y el fuego del amor arde en la distancia de corazones enajenados, esperando la resurrección con el beso enamorado de la falda que se espera con un verso de la mano.

Detengo mi pluma frente a la negra Soledad que siempre acude inoportuna a la terca llamada del luctuoso desamparo, al aliento funerario del amor perdido, a la decepción de la intimidad amistosa o al fracaso humano desprevenido, para dejarnos en el alma un poso acre de dolor, hermanado con pesadillas de insomnio determinante.

Esta Soledad no tiene finalidad en sí misma, pero se convierte en destino inevitable. No se propone un objetivo premeditado, pero en ella finaliza el destierro exterior. No justifica la huida sin destino, pero cobija en su sombra a los exiliados. No entiende el abandono, pero explica el quebrando del aislamiento involuntario.

Nos acercamos a esta Soledad desnuda cuando vamos hacia ella vestidos de harapos robando silencios a la vida, sin encontrarnos en el camino hacia ella con frágiles pierdetiempos que nos distraigan, con tropezones que alteren el ritmo de marcha, y con direcciones obligatorias que llevan nuestros pasos hacia al secreto territorio donde nos espera tendida en cuna la desesperanza.

SOLEDAD SOÑADA

SOLEDAD SOÑADA

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La carencia involuntaria o voluntaria de compañía es lo que distingue la negra soledad de la soledad soñada, siendo la primera hermana del desamor y la segunda inspiración amorosa, sin que ambas exijan necesariamente el enamoramiento de otra persona, pues la propia vida es objeto de amor, igual que la belleza, el perdón, la paz o la amistad.

Sea cual fuere la soledad prendida, esta es siempre personal e intransferible, tanto en la dicha y como en el infortunio, pero la soledad soñada elige los destinatarios donde se hospeda, exigiendo especiales condiciones de alojamiento para acampar en el alma que demanda su presencia.

Este aislamiento emocional pide sosiego de espíritu, amor sin cautela, serenidad de ánimo, entrañable recuerdo, nostalgia redentora y corazón abierto a la felicidad que reporta el silencio recogido, la calma alentadora, el alejamiento de la prisa, la ceguera del artificio y el destierro de la bisutería, para acercarse de puntillas a la penumbra de una vela encendida, a la música estremecida y a los pétalos verdecidos.

La soledad soñada no necesita luz, ni reverso de imagen en el espejo, ni sombra de pensamiento, porque le basta seguir el rastro del amor para embargar espíritus con irremediable dicha, alzando puentes levadizos hacia el nuevo mundo que espera tras la huida del bullicio, recuperando el estado basal donde se encontraba la vida antes de partir hacia la agitación anímica.

GABO HABLA DE SU OBRA

GABO HABLA DE SU OBRA

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Al cumplirse hoy tres meses del fallecimiento de Gabo, el señor de Macondo nos habla de su obra literaria diciéndonos que su novelista preferido fue el escritor griego Sófocles, calificando su tragedia “Edipo Rey” como la mejor novela policiaca que se ha escrito en todos los tiempos.

En cambio, para sorpresa de propios y extraños, un día declaró en Radio Habana que su mejor libro era “El coronel no tiene quien le escriba”, asumiendo como desdicha el haber escrito “Cien años de soledad” leído por tanta la gente y reclamado en Estocolmo el 21 octubre 1982, para recibir el Nobel de Literatura con traje campesino.

Reconoció Gabo en la Revista de la Unesco, que toda su obra era fruto de la nostalgia. Nostalgia de su país y nostalgia de la vida, porque tuvo una infancia extraordinaria, rodeada de personas de gran imaginación y cargadas de supersticiones, personas que vivían en medio de una realidad, como embrujada y cargada de fantasmas. Su abuela le contaba de noche, de la manera más natural del mundo, cosas aterradoras para él que luego transformó en fantasías sobre su vida.

Así contó el nacimiento de Macondo a Vargas Llosa en 1967: “Fue la vez que regresé con mi madre a Aracataca, el pueblito donde yo nací. No quiero decir que Aracataca es Macondo. Para mí es el pasado y, bien, como a ese pasado hay que ponerle casas y calles, temperatura y gente, le puse la imagen de ese pueblo caluroso, polvoriento, acabado, arruinado…, un pueblo que se parece mucho a los pueblos del sur de los EE.UU. Ahora, el nombre de pueblo sale de una finca de bananos que estaba muy cerca y que se llamaba Macondo”.

La gran adivinanza para Gabo, se escondía en las buenas novelas que debían descifrar los críticos, no siendo deber de los escritores conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia, mientras los gramáticos revientan de ira con los desatinos de escritores que los del siglo siguiente recogen como genialidades de la lengua.

Concluyó pidiendo tranquilidad a sus millones de lectores, porque volvería a encontrarse con ellos en el tercer milenio, donde él seguiría interesado en escribir libros, pero sin publicarlos.

GRACIAS, GABO

GRACIAS, GABO

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Le han sobrado a García Márquez los 47 años de vida que le llevaron a la eternidad entre nosotros, desde que en 1967 la editorial Sudamericana expusiera en las librerías bonaerenses los sentimientos de un continente reducidos al mínimo espacio de Macondo, donde la saga Buendía vivió las peripecias del realismo mágico que a todos nos hizo enmudecer con gozoso placer literario.

Mercedes, Rodrigo y Gonzalo llevarán las cenizas de su cuerpo al homenaje, recordando los paquetes de cigarrillos que consumió diariamente en el exilio mexicano de la “cueva de la mafia”, mientras daba eterna vida en las páginas a la soledad centenaria de José Arcadio, Úrsula, Aureliano, Melquiades, Amaranta y Remedios, recibiendo a cambio 500 dólares como anticipo, para ahuyentar el hambre.

Ayer escribía yo en esta bitácora un elogió al amor, ignorando que agonizaba en su casa un hombre que vivió solamente para que sus amigos le amaran. Y le amamos todos los que hoy le agradecemos las páginas que nos han deleitado durante años, convertidas en libro de cabecera y costumbre diaria.

Se ha ido un cuerpo desgastado por el cáncer, pero su espíritu dicharachero, su abierta sonrisa y su alma buena queda entre nosotros, unida al compromiso solidario, la lucha por la justicia, el amparo de los derechos humanos y la denuncia de abusos, que Gabo condenó en voz alta desde las tribunas, como hizo en Estocolmo el miércoles 8 diciembre 1982, al recibir el más alto galardón de las letras, diciendo:

“Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

SOLEDAD BARRET VIEZMA

SOLEDAD BARRET VIEZMA

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Soledad era nieta del escritor Rafael Barrett, de quien aprendió que si el Bien no existía, había que inventarlo. Tan aplicada alumna, pasó la vida intentando hacer realidad el deseo del abuelo allá por donde pasó, hasta ser asesinada en Recife el 8 de enero de 1973 a manos de la policía brasileña, cuando apenas contaba 28 años de edad y portaba en su alma el romanticismo militante que aprendió del patriarca.

Su muerte inundó de lágrimas las calles de Asunción, doloridas por la brutalidad que cercenó la vida de una joven inteligente, comprometida, solidaria, valiente y generosa, con secundarios añadidos de natural belleza, destacado encanto personal, garganta de cantante y graciosas cualidades para la danza paraguaya, que deslumbraban a quienes se dejaban cautivar por la magia de su voz y sus pies.

Luchadora por la justicia social, redentora de los oprimidos y sensible al dolor ajeno, su integridad moral sin fisuras la llevó al martirio, cuando siendo dirigente estudiantil en Montevideo, sufrió en julio de 1962 los arañados de la intolerancia, al ser raptada por un grupo neo-nazi que grabó a cuchillo en su cuerpo varias cruces gamadas, por negarse a gritar consignas ultraderechistas. Detestable acto que abrió las puertas a la violencia del régimen militar, obligándola a emigrar a Cuba donde contrajo matrimonio y tuvo una hija, con el revolucionario brasileño José María Ferreira.

El asesinato de su marido en Brasil estimuló su lucha contra la dictadura con mala fortuna, pues cruzó su vida en la clandestinidad con el cabo Anselmo, amigo de su marido, de quien se enamoró sin sospechar que se trataba de un agente infiltrado al servicio de la policía, delator de Soledad.

La vileza de Anselmo le llevó a denunciar sistemáticamente durante casi dos años a decenas de compañeros, para entregarlos a la tortura y la muerte, llegando su traición a señalar con el dedo sin reparo a los seis miembros del grupo donde estaba infiltrado, entre los que se encontraba Soledad, embarazada de un hijo suyo.

Los seis fueron apresados, torturados y asesinados. La abogada Mercia Alburquerque que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro, dijo: «Soledad, desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto».

Historia ya olvidada que traigo hoy a mi bitácora con el alma encogida, al recordar el injusto final de una mujer excepcional que luchó, amó y fue traicionada por el padre del hijo que llevaba en su seno.

MIEDO

MIEDO

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Es el miedo profunda caverna que se hace cada vez más tenebrosa cuanto más se penetra en ella por el camino empedrado de la cobardía, llegando a perderse en el silencio las huellas del redentor sendero que conduce a la luz, pues la oscuridad que alimenta el miedo es mayor que la esperanza en la resurrección.

El miedo forma parte esencial de la raza humana, es un componente básico de su estructura vital y acompaña al ser humano desde que el primer homínido apareció sobre la Tierra azarosamente, permaneciendo milenios hermanado a su constitución personal, inseparable y afiliado a él como el grano de trigo a la espiga.

El ser humano tiene miedo a toda novedad impredecible que escape a su control y dependa de voluntades ajenas. Por eso teme a la nada, a lo invisible, a lo desconocido, a la muerte, a la soledad, al sufrimiento, a la enfermedad, al paro, al castigo y a perder amores, amigos o salud.

Pero conviene saber que el poder otorgado por su primogenitura, puede ser derrotado con la entereza del valor, la intrepidez del arrojo y el denuedo del coraje, porque el miedo no es invencible, y sale huyendo por la gatera cuando la osadía entra por la ventana. Eso explica el renombre de los héroes que sometieron el miedo al atrevimiento para vencer la resignación y el triunfo inevitable del pueblo que arrinconó temores colectivos alentando revoluciones que han cambiado el rumbo de la historia

Pero el invento de dioses a quien adorar y ofrecer sacrificios para eliminar el miedo a la contingencia humana, ha multiplicado la turbación que pretendía evitarse, porque se ha extendido el temor a los propios dioses que fabricamos para liberarnos de él, siendo la muerte la gran liberadora de todos nuestros miedos.

DROGAS

DROGAS

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Leo en un rincón del periódico que dos jóvenes han muerto a causa de las drogas, por adulteración y sobredosis, mientras los grandes traficantes del veneno deben estar celebrando en lujosas mansiones los beneficios de tan lucrativo negocio, sin enterarse ni mover una ceja por tan penosas defunciones.

Declararse enemigo de las drogas es una de las condiciones sociales exigidas al vecino, para condecorarle en la solapa civil con el título de buen ciudadano y persona de orden, temerosa de contagiarse con la blanca peste negra vergonzante y destructiva de personas, que ya están destruidas por la sociedad.

Desde Adán y Eva, que vivían felices en el paraíso terrenal, el ser humano no ha dejado de buscar paraísos artificiales para ahuyentar el dolor, acompañar la soledad y evitar el abandono, con remedios caseros rudimentarios o estimulando últimamente la vida con opios relajantes, heroínas liberadoras, cocaínas euforizantes, alcoholes hilarantes, pastillas gozosas, infieles “marías” o humeantes “chocolates”.

Drogas no, mil veces no y otras mil que tampoco. Vale. Pero la actual situación de tráfico y consumo de estas sustancias que envenenan el cuerpo y descuartizan el alma, obliga a pensar que la mejor solución sería que los Estados productores y/o consumidores cogieran el toro por los cuernos y lo doblegaran, como hizo Ursus con el morlaco en presencia de Ligia y todo el pueblo.

Mirando la historia y echando un vistazo al mundo que nos rodea, vemos que la “ley seca” americana multiplicó el crimen organizado durante los catorce años que estuvo vigente, consiguiendo su derogación que desaparecieran las mafias, se redujeran los precios, disminuyera la delincuencia y se moderara el consumo.

En algunos países musulmanes como Arabia Saudita se prohíbe la ingesta de alcohol, castigando severamente con cárcel a quienes incumplen el veto, propinándoles latigazos y sentándolos en el potro árabe. En Kuwait se conforman con la cárcel. Y en Qatar se deporta a los borrachos, mientras el resto del mundo “progresa adecuadamente” publicitando y consumiendo alcohol.

Estas experiencias me autorizan a pensar que legalizando y controlando debidamente el consumo de drogas se arruinaría a los traficantes, disminuiría el consumo, se evitarían abusos, se eliminarían estafas, aminorarían los delitos, menguaría la explotación, desaparecería el mercado negro, se limpiaría el dinero opaco, bajarían los precios, no habría muertes por adulteración, y los jueces, carceleros y policías tendrían más tiempo para dedicarse a otros menesteres.