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ESO, INSTINTO BÁSICO

ESO, INSTINTO BÁSICO

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Poco esfuerzo mental se necesita para comprender que los instintos son pautas de comportamiento que, en los animales, contribuyen a la conservación de la vida del individuo, aunque este juego de palabras que los académicos se han sacado de la manga no aclare a qué se refieren los sabios que han llegado a tal definición sobre aquello que determina el comportamiento humano.

Sobrevivir y reproducirse, es decir, comer y copular, son las dos funciones instintivas básicas que realiza el ser humano siempre que puede, porque en ellas se fundamenta la perduración personal y de la especie, produciendo ambas acciones indescriptible placer a las personas que las practican.

El irracional, antihumano, contranatural y conculcado voto de castidad impuesto a religiosos, religiosas y laicos votivos es, además, contrario al mandato divino de “creced y multiplicaos” y al deseo de Jesús que eligió al casado San Pedro como apóstol cabecera (Mc. 1, 29-31), demostrando la experiencia que puede más el instinto de reproducción en muchos clérigos y monjas, que las normas religiosas y los mandatos eclesiásticos.

El gozoso afán de los humanos por practicar el sexo, pocas veces se ejerce con intención de reproducir la especie, sino de obtener el gratificante goce carnal que produce, al que los seres racionales nos entregamos con oficio y gusto en todo tiempo, para diferenciarnos de los irracionales que solo practican el coito en época de celo.

RECUERDO SOLIDARIO

RECUERDO SOLIDARIO

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Mientras el rey pronunciaba el discurso navideño olvidándose de los inmigrantes, una patera con veinte de ellos llegaba a la costa almeriense mostrando la angustia en sus cuerpos, lágrimas en la mirada, bocas resecas y profunda soledad en el alma, huyendo de la muerte, dispuestos a sudar por la patria que el monarca ensalzaba en su predicación.

A tantos como han llegado desde lejanas tierras en busca del pan que no pudieron amasar en sus países de origen, quiero abrazar en vísperas de los santos inocentes, grupo castigado del que forman parte, sin haber cometido pecado alguno. Seres condenados por fatal infortunio de la cuna, que hace reyes a unos y a otros esclavos de la miseria, sin merecer unos ni otros la suerte o desgracia que les ha tocado en el reparto divino.

Nadie se juega la vida en una patera para hacer turismo. Nadie cruza el Atlántico en la bodega en un crucero si no es para sobrevivir. Nadie altera sus costumbres y cultura si la hambruna no llama a la puerta. Nadie abandona su familia para refugiarse en la soledad de una habitación decorada con fotos de los que ama.

A estas solitarias personas, desarraigadas del paisaje que les vio nacer, trabajadores obligados a demostrar cada día su competencia, hoy envío mi recuerdo. A estos seres humanos sin protección que les asista, contratados para realizar esfuerzos que sólo a ellos se les pide, acompaña mi solidaridad.

A quienes realizan detestables tareas rechazadas en muchos casos por quienes piden diariamente su expulsión.

A los que se hacinan en Centros de Internamiento de Extranjeros, “guantánamos” sin las más elementales condiciones de habitabilidad.

A quienes sienten en sus carnes el injusto arañazo del racismo y el mordisco de la xenofobia por cometer el delito de querer liberarse del hambre y la miseria.

A quienes sufren desprecio y culpas por actos vandálicos, hurtos y extorsiones realizados por otros extranjeros que no merecen un espacio entre nosotros.

A todos ellos envía un abrazo solidario quien gozó en tierra extraña de privilegios inalcanzables para ellos, sin poderse desprender de nostalgias infantiles cuando pasó las fiestas navideñas recogido en su isla familiar, lejos de su patria, su gente, su cultura y sus tradiciones.

MILLONARIOS A COSTA DEL HAMBRE

MILLONARIOS A COSTA DEL HAMBRE

El ser humano cumple una pauta hereditaria de comportamiento, común a toda la especie, que le impulsa instintivamente a sobrevivir. Algo así como un eco ancestral irrenunciable que domina su voluntad, obligándole a satisfacerlo para mantener la vida.

Así es la supervivencia, cuyo timbre de alarma lo da el hambre avisando de la necesidad y exigiéndonos buscar alimento para saciarla, en lugares donde éste se encuentra. Circunstancia aprovechada por los aprovechados para hacerse millonarios a costa del hambre de los demás.

Y no hablo de los 925 millones de personas que no tienen nada que comer y van suplicando mendrugos de pan por las esquinas, buscando restos de comida en los contenedores, arañando raíces en la tierra o hacinándose famélicos en los campos de refugiados.

Me refiero a quienes dependemos de las 500 sociedades multinacionales que controlan el 52,8% del producto mundial bruto, que han visto incrementadas sus arcas intermediando con productos alimenticios básicos, las cuales han aumentado un 30% sus beneficios en el segundo semestre del pasado año, gracias a la especulación de sus empresas, a las cuales no ha llegado la crisis.

Multiplicación de ganancias a costa del hambre de los demás, como lo demuestra el aumento de transacciones especulativas con productos de alimentación básica, cuyo aumento entre los años 2002 y 2008, fue del 500%, inferior al incremento que tiene en la actualidad, en este mundo globalizado.

Todo ello, gracias al dominio de las políticas neoliberales que dirigen el mundo occidental, donde la solidaridad y la ética se han retirado de la escena, y los derechos sociales apenas ocupan un renglón en los libros de contabilidad.