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Etiqueta: silencio

SECRETAS REUNIONES

SECRETAS REUNIONES

En democracia, el pueblo tiene el poder y los derechos que muchos le niegan, residiendo en los ciudadanos la soberanía. Esto significa que la democracia es respeto a opiniones ajenas, laicidad estatal, pluralidad ideológica y otras cualidades de igual importancia, pero que vienen escritas en letra pequeña al reverso de la Constitución.

Un pueblo demócrata y adulto no necesita tutelas, ni proteccionismo, ni poderes moderadores de ficticias tensiones, ni silencio negociador por parte de quienes ocupan sillones institucionales, despreciando el deseo del pueblo al guardar secretismo en las mesas de negociación, sin percibir que la lluvia de estos días es un buen momento para disolver en ella las leyendas y cuentos infantiles con que nos durmieron al recuperar la democracia.

Sabed, dominadores del cetro, la balanza y las leyes, que la democracia es luz, taquígrafos, transparencia y publicidad. No estamos pidiendo pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni presencia de orquestas en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni periodistas que redacten informes dirigidos a los analfabetos. Pedimos, simplemente, que se respete la inteligencia colectiva. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen del pueblo con los patucos puestos y el chupete en la boca.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo, que ignorarlo. Preferimos saber la verdad, por dura que sea, a vivir ignorantes sobre los platos que se están llevando a las mesas de negociación. Deseamos conocer los guisos que se preparan en las cocinas políticas, para evitar ser envenenados. Queremos estar informados de las palabras, los gestos, las razones y argumentos que cada cual esgrime para convencer al adversario y nos gustaría participar en las decisiones más allá de las urnas, porque las papeletas no son un contrato firmado en blanco sin contenido.

Preferimos sufrir sabiendo la ruta por donde se nos lleva, que ignorar por donde se nos obligará a ir, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso y acabemos en el despeñadero.

LA CARRERA DE DON TANCREDO

LA CARRERA DE DON TANCREDO

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Don Tancredo López se anunciaba como “fascinador ilusionista de toros bravos” en los carteles publicitarios de 1901, famoso personaje de temerario valor que conseguía llenar las plazas de toros plantándose inmóvil ante la cara de un bravo cornúpeta, antes de que los toreros lancearan, banderillearan y estoquearan al cuatreño.

El día que hoy recordamos, esperó nuestro héroe en el callejón a que se despejara el albero y los areneros colocaran en el centro del ruedo, frente a la puerta de toriles, el blanco pedestal correspondiente, al que se subió orgulloso y ceremonialmente el “rey del valor”.

Una vez en lo alto de la tarima, saludó al público que llenaba la plaza, brindándole  la suerte que iba a ejecutar, antes de cubrirse el rostro con una careta blanca y hacer la señal convenida al torilero Albarrán, quien descorrió el cerrojo de chiqueros y abrió el portón de los sustos por donde salió al galope el morlaco “Sacristán” con el número 14 en el costillar, llevado allí cansado de pastar en la finca de Víctor Biecinto, dirigiéndose a don Tancredo con un bufido que silenció los tendidos.

Se acercó el toro jabonero, sucio, corto y apretado de cornamenta al inmóvil temerario, olfateándole con el hocico la cintura, para después girar a su espalda y observarlo atentamente por la espalda, cuando los espectadores comenzaron a aplaudir entusiasmados asustando a la res que envistió al pedestal, obligando a salir corriendo a don Tancredo delante del toro, salvándole de la cornada los peones que arrojaron sus capotes a la cara del animal, permitiendo a la estatua humana saltar la barrera y salir luego al ruedo para recibir la ovación correspondiente, con vuelta al ruedo incluida.

A los tancredos políticos no les ocurre esto porque nadie les aplaude por quedarse inmóviles frente a los problemas, como mérito para salir luego en las fotografías de los carteles electorales.

BENEFICIO DEL SILENCIO ANTE LA SINRAZÓN

BENEFICIO DEL SILENCIO ANTE LA SINRAZÓN

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SILENCIO

Para saborear el placer de callar ante palabras dislocadas, injustamente ofensivas, esféricamente estúpidas, maliciosamente provocadoras o solemnemente erróneas, pronunciadas por desneuronadas lenguas bífidas sin noble oficio reconocido, es necesario haber experimentado la inutilidad de todo esfuerzo por atemperar regüeldos verbales de cínicos desocupados.

Controlar el instinto natural de respuesta a intemperancias que perforan los tímpanos del sentido común, es el mejor camino para el encuentro con uno mismo y la reconciliación gustosa con la razón que asiste a quien se blinda contra razones carentes de sentido, por mucho que las voces y los gestos pretendan imponerse con falsos argumentos regurgitados por la sinrazón.

Pero hay algo más que hacer en el camino de regreso a uno mismo tras luchar por alcanzar lo que jamás puede lograrse, hartos de disputas baldías en momentos de aspiraciones banales con aspiración a la nada, y es abandonar el empeño por trepar en la nube de humo que envuelve la voluntad de respuesta a los gruñidos.

Como el poeta, hemos de llegar a tiempo de saborear la vida, paladeando el deleitoso placer de la victoria interior que produce el silencio ante la provocación y la idiotez crónica, cuando alrededor todos piensan que callar es dar la razón a quien adolece de ella, porque es grande el bienestar que tal silencio aporta.

EL SILENCIO DE LOS PASOS PERDIDOS

EL SILENCIO DE LOS PASOS PERDIDOS

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Deambular sin prisa, ni rumbo fijo, ni argumento previo, por senderos salmantinos cultos y escondidos, es preludio de insospechado encuentro con el eco silencioso de los pasos perdidos, almohadillando pensamientos indiferentes al azogue diario de la impaciente celeridad laboral, donde el vértigo cierra las compuertas a la reflexión que fluye laminarmente en la penumbra de las callejuelas empedradas.

Es el afán de divagación quien disloca la lógica y aletarga toda previsión continuista, acostumbrando al espíritu redentor a olvidar la ruta mortecina de la realidad que espera extramuros del antiguo recinto, donde las pisadas dejan huella en el granito y el eco de los pasos cincela imágenes inolvidable en la memoria de la piedra espiritual.

Vagabundear con el alma en bandolera sin miedo a convertirnos en estatuas de sal por volver la vista hacia lo irredimible, es camino de salvación, porque la esperanza sabe que todo es posible en el espacio redentor de sueños y quimeras, donde la paz se hace costumbre, la soledad compañera y el silencio grito anímico llamando a la concordia íntima de cada cual con la sombra que le acompaña en la vida retirada donde sobreviven un sabio fraile agustino, un vasco ilustrado, un gramático andaluz y un dominico jurista, junto a la santa.

HABLADURÍAS DE ALCAHUETES

HABLADURÍAS DE ALCAHUETES

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Es un deporte nacional opinar otras personas, criticar a quienes no están presentes, reprobar el comportamiento de algunos vecinos, censurar a determinados compañeros de trabajo, juzgar a ciertos desconocidos y murmurar sobre los amigos, cuando los receptores de la murmuración están ausentes.

Esto es, porque domina en las relaciones humanas la cautela de guardar opiniones negativas sobre otras personas en el ámbito familiar o en las cercanas amistades del opinador, absteniéndose este de comentar al individuo objeto de sus descalificaciones las críticas que hace públicas sin rubor en los reducidos ámbitos ya citados.

Curiosamente, se añade a esto una componente de cinismo descarado que asombra a los testigos de la escena, cuando presencian amables saludos y abrazos del censor a la persona previamente criticada, como todos habremos tenido ocasión de comprobar alguna vez, con asombro, decepción y en silencio.

Cobardes habladurías – sean ciertas o falsas – de alcahuetes, sin otra finalidad que dañar la imagen y el honor de quien sufre tales puñaladas por la espalda, trucadas en sonrisas cuando el receptor de los oprobios esta presente, que denigran a la persona que practica tan detestable juego, sin recibir a cambio de las alcahueterías el castigo social que merece por sus malintencionados juicios de valor.

Si lo murmurado es cierto la corrección fraternal es obligatoria y debe saberlo el protagonista de las críticas para tener opción a enmendar actitudes o posibles errores cometidos. Pero si lo chascarrilleado es falso, hay que denunciar al calumniador ante quien sufre el inmerecido oprobio del farsante.

JORGE GUILLÉN

JORGE GUILLÉN

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Hace hoy treinta y un años que Jorge Guillén nos dejó abandonados al pairo de su Cántico, dejándonos versos del más puro laconismo impregnado de esperanza, para contrariar a los pesimistas versificadores de posguerra, desalentado por la quiebra moral y social que dejó la barbarie en las almas de vencedores y vencidos.

Se fue Jorge Guillén en silencio, ensartando crespones azules en el horizonte del mediterráneo malagueño, sin dar tiempo a que despertaran las mimosas anhelantes de la primavera y dejando en la patena del mar la aflicción del destierro y toda la esperanza abandonada en el pasillo dolorido de sus versos esenciales.

Se fue sin bendiciones, ni cruces, ni responsos, llevándose la indulgencia del agnosticismo en su bondad plena, mientras un coro de voces populares entonaba el Cántico en la noche malagueña, con luna nueva y la certeza del mar haciendo un espacio en el horizonte a este hombre enamorado.

Le oímos un día condenar la guerra incivil y declarar con rabia que matar a otro hombre no era un acto patriótico, sino un gesto de cobardía. También le oímos decir que estaban contados sus días, la víspera de morir.

NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

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A Manolo, compartiendo su doliente viudedad.

Titubea la llama de los cirios en el espacio que dejó la pupila enamorada de Ana María sobre las espadañas, tocando a muerta las campanas sin dar tiempo a la despedida, porque el antojadizo infortunio anticipó la separación con previo aviso imprevisible en las agujas del reloj, goteando lágrimas desconsoladas en la semilla fértil del amor y la ternura, ya irrecuperables en el destierro de la luz.

El silencio abandona su paradero para descender al luto de los brazaletes y solapas, y el ángel de las bodegas cotidianas olvidó acudir puntual a las copas de sobremesa, requerido por la pena de un adiós irremediable, sin encontrar consuelo en las amistosas cepas compartidas durante décadas con lisura de sonrisa y desenfadado humor filial.

Hoy vierten los capilares de la memoria un aliento húmedo que impide al milagro de la resurrección recuperar el himno que la sombra de la oblada custodia con invisible celo, entre rosarios terminales y reliquias adormecidas sobre las almohadas familiares.

Más tarde, la ausencia se hará costumbre sin más requerimiento, ni posible retorno, ni propuesta de salvación. Se aceptará el luto con resignación inevitable. Y un rosario interminable de sinembargos apadrinarán los nuevos desposorios del viudo con los hijos que comparten el dolor, mientras el crucifijo devuelve la esperanza en futuro encuentro con la mujer que anticipó su viaje, convencida del reencuentro feliz con quien gozó de la vida, compartiendo promesas de resurrección.