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DEL EXCESIVO RECATO TEMPLARIO, AL DESCARADO DESTAPE

DEL EXCESIVO RECATO TEMPLARIO, AL DESCARADO DESTAPE

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Contemplando el interior de la catedral salmantina con unos amigos en esta pequeña Roma, requirió nuestra atención una hermosa joven con mínimo pantaloncito y escaso sujetador, como únicas prendas de ropa protectoras del frescor que hacía en el templo, debido a las elevadas bóvedas donde se recoge el aire caliente emigrado desde el suelo al cielo templario por su menor densidad.

Esto es algo que no ocurrió con el peso específico de nuestra lívido que se mantuvo a ras de suelo sobre las losas graníticas del pavimento, casi tan pesadas como las babosas miradas que dedicaron a la chiquilla algunos de los penitentes que apartaron sus ojos del retablo para clavarlos en el cuerpo de la mozuela.

Esta pequeña ninfa semidesnuda en el templo, nos hizo recordar tiempos no lejanos, cuando el excesivo recato exigido por mandato eclesial obligaba a las mujeres católicas a entrar en las iglesias con medias tupidas, mangas largas, jerséis hasta el cuello y velos sobre la cabeza, como símbolo de humildad, sumisión y obediencia a Dios, acatamiento del que los hombres estaban exentos.

Recordamos con una sonrisa las palabras pronunciadas por un párroco salmantino mientras criticaba los escotes de algunas mujeres, amenazando con meter ahí mano el obispo y él, algo que otros colegas suyos hicieron realmente sin tener en cuenta la prohibición exigida por el voto de castidad.

Ya no hay respeto para los dioses – que son tres -; para las vírgenes, que se cuentan por cientos; ni para los santos, – contados por miles, amén los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos y dominaciones, que están repartidos por altares de los templos, protegidos por ángeles de la guardia que los custodian.

CALVARIO CIUDADANO

CALVARIO CIUDADANO

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La muerte de Jesús de Nazaret que hoy celebra la Iglesia, trae a mi bitácora el recuerdo de todos los hijos de Dios que mueren en la fe católica por decretos y órdenes ministeriales firmadas por sus hermanos de confesión religiosa, con la misma mano que se dan golpes de pecho en las iglesias y asisten ceremoniosos a las procesiones penitenciales.

Imaginando el recorrido del Hijo de Dios camino del Calvario, contemplo en la pantalla de televisión a los enfermos contagiados con hepatitis C, que también recorren su calvario camino de una cirrótica muerte segura, que podrían evitar los que se santiguan y otorgan méritos terrenales, cruces y honores a Vírgenes y Santos, sin percibir la condena que reciben de ellos.

Imaginando el cadáver de Jesús enterrado en el sepulcro prestado por José de Arimatea al carecer de tumba propia, contemplo las imágenes televisivas de la expulsión violenta de sus casas a hijos de Dios, ordenada por quienes comparten su fe y glorifican al Señor ante las mismas cámaras sociales, donde firman impasibles los desahucios.

Pero también, imaginando al Cirineo ayudando a Jesús a llevar la cruz, abrazo solidariamente a todos los miembros de las ONGs, comedores sociales, centros asistenciales y profesionales de la judicatura, sanidad, docencia y parroquias, que junto a bomberos, monjas y el resto de ciudadanos laicos, ayudan a los desfavorecidos a llevar la cruz del infortunio sobre los hombros.

LAS QUEJAS DEL «CHARRO AMARGAO»

LAS QUEJAS DEL «CHARRO AMARGAO»

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Recibe Salamanca estos días afluencia de paisanos provinciales que llegan a la capital desde diferentes pueblos para disfrutar de las fiestas patronales capitalinas, aunque no todos los salmantinos se sumen a la feria, porque algunos tienen pocas ganas de festejos, otros carecen de espíritu festivalero y no faltan los críticos que se niegan a participar en tales divertimentos, como le sucede al “charro amargao”.

Censura este vecino que la ciudadanía subvencione la diversión de forasteros y financie a hosteleros, restauradores y comerciantes que son los grandes beneficiados del dinero que dejan en sus cajas registradoras los visitantes, haciendo en septiembre su agosto.

Se queja el “charro amargao” del alboroto general que reina en la ciudad, de los ruidos, cortes de tráfico, insomnio jaranero, excesos alcohólicos, calles intransitables, litronas por el suelo, cláxones inoportunos, inquietantes petardos, canciones y pasacalles.

No acude el “charro amargao” a las casetas callejeras por el mal trato que recibe, el humo que respira, el polvo que ingiere, el plástico donde bebe, el escaso líquido que le sirven, los empujones que soporta, el cansancio de sus pies y el precio que le cobran.

Está aburrido, harto y cansado el “charro amargao” del asombro nocturno de los fuegos artificiales, que repiten cada año desde su infancia los mismos destellos multicolores, idénticas explosiones y análogas figuras luminosas, sobre la chopera tormesina.

No asiste el incrédulo “charro amargao” a misas ceremoniales con incienso incluido, ni secunda procesiones religiosas callejeras, ni participa en cortejos místicos y ofrendas florales a vírgenes y santos, ni hace bulto en los pregones.

El “charro amargao” se marea en la noria, detesta el algodón de azúcar, es antitaurino enfermizo, padece alergia a las ferias de ganado, no soporta los atascos, le ensordecen los conciertos y detesta la diversión planificada a plazo fijo.

Finalmente, en su afán por amargar al personal, al “charro amargao” le hubiera gustado que los euros verbeneros gastados en festejos se hubieran empleado para mejorar los servicios locales sanitarios y educativos, ayudar a la dependencia, aumentar los fondos de las bibliotecas públicas, promover asociaciones vecinales, mejorar el saneamiento, iluminar calles, arreglar aceras, limpiar pintadas, incentivar la cultura popular y otras cosas raras por el estilo.

MILAGROS NO MILAGROSOS

MILAGROS NO MILAGROSOS

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Las religiones atribuyen a sus líderes, profetas y santos, cualidades sobrenaturales que les permiten realizar acciones extraordinarias inexplicables para la razón, solo al alcance de los favorecidos por la mano todopoderosa del Dios que profesan, quien les otorga poderes para contravenir las leyes naturales por directa intervención divina.

Así se entienden los “milagros”, aunque no todos los “milagros” sean milagrosos para las autoridades católicas porque estas rechazan los hechos carentes del pedigrí necesario para ser considerados como tales sucesos extraordinarios con tinte milagrero, negando que sean explicados por la ciencia, fruto de la casualidad o debidos a causas ajenas a voluntades divinas.

La Iglesia católica ha sido históricamente pródiga en reconocimiento de milagros realizados por algunos fieles seguidores, desde su fundación hasta el pasado mes de abril con las últimas canonizaciones, oponiéndose al reconocimiento de milagros hechos por otras personas, como es el caso del profeta Mahoma o el dios griego de la medicina Asclepio, o Esculapio para los romanos, por citar dos ejemplos.

No lo ha hecho porque los milagros protagonizados por otros dioses y profetas, se hicieron al margen de la intervención del Dios que profesaba hasta 1983 el abogado del diablo, encargado de objetar y exigir pruebas para demostrar los méritos del candidato a los altares, como encargado de defender la autenticidad de los milagros presentados por los patrocinadores del candidato a beato y santo.

En el caso de Asclepio, fueron reconocidos por sus paisanos los “milagros” curanderos que realizó, así como su capacidad para devolver la vida a los muertos, hasta que Zeus lo mató con un rayo para que no despoblara más el otro mundo, al que ascendió Esculapio convertido en deidad por voluntad de otros dioses.

SANTOS INOCENTES

SANTOS INOCENTES

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Mientras la liturgia católica recuerda hoy la condena a muerte decretada por Herodes contra los inocentes niños menores de dos años nacidos en Belén de Judea, nosotros evocamos solidariamente a quienes buscan comida en los contenedores, esperan en el corredor de la muerte por falta de tratamiento médico o sobreviven dependiendo de la generosidad ajena.

La diferencia entre ambas conmemoraciones es que la segunda es tan real como la propia angustia de los condenados, y la primera se debe a la imaginación del evangelista Mateo, que confundió la supuesta salvación del niño Moisés con una hipotética matanza desconocida por todos los historiadores, incluido el romano Flavio Josefo, que no menciona matanza infantil alguna en su Historia de Judea.

Sería testimonialmente ejemplar que la Iglesia incluyera en su hagiografía a los actuales santos inocentes que naufragan en la pobreza, lamiendo cortezas de hambre y dejando su vida en desahucios inmisericordes sin haber cometido delito alguno, mientras la jerarquía eclesiástica bendice los manteles que comparte con los responsables de la tragedia, sin redimir de la hambruna a quienes tienen hambre de pan y sed de justicia.

Es hora de ver a capelos y mitras comprometerse con el evangelio que predican, salvando a los inocentes de la condena. Es hora de ver las púrpuras detrás de las pancartas pidiendo la redención de los inocentes. Es hora de convertir el cíngulo de castidad en látigo para echar del templo a los mercaderes. Es hora de remangarse el alba y ponerse manos a la obra redentora de miseria. Es hora, de canonizar a los santos inocentes que sufren persecución injusta por la justicia.