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CONDICIONES PARA SER POLÍTICO

CONDICIONES PARA SER POLÍTICO

Un veterano y experimentado político español, acreditado en la historia por su inigualable currículo político, tras dedicar su vida a la gestión pública, llegando a ser tres veces presidente del Gobierno, ministro de varias carteras, presidente del Congreso y del Senado, alto ejecutivo institucional y algunas cosillas más por el estilo, dejó escrito en sus «Reflexiones y recuerdos», que “los sentimentales y los místicos no sirven para el ejercicio del poder”.

Razones poderosas debía tener don Álvaro de Figueroa para decir esto, y gratitud le debemos quienes no encontrábamos explicaciones ni argumentos para determinar con precisión las condiciones que debían tener los políticos para ejercer el poder. Pero atendiendo a la sabia voz del Conde de Romanones, ahora ya lo tenemos claro.

Según este Grande de España, para ser político hay que carecer de sentimientos, es decir, deben tenerse entrañas contaminadas y carecer de la vida espiritual, conciencia moral y compromiso ético, propio de los místicos.

Bien, pues en España podemos presumir con orgullo de tener los mejores políticos de la galaxia, suponiendo que los marcianos se rijan por los mismos comportamientos de los «decadentes» políticos terrícolas.

El señor conde nos ha dejado claro qué personajillos ejercen el poder, explicándonos el porqué las personas con sentimientos nobles y honrada vida espiritual, viven alejadas del cínico mundo político, interesado, codicioso, avariento y perverso, hasta el insulto.

¡Ah!, se me olvidaba. Un amigo, compañero, filósofo y honrado concejal popular que volaba a lomos de la gaviota sobre un pueblo cercano a Salamanca que “tiene tren, pero no tiene tranvía”, le oyó un día a su jefe de filas, – antiguo alcalde de la ciudad charra y hoy en el cementerio de elefantes -, que la ética no tenía espacio en la política, cuando el modesto edil apelaba a la moral pública con ocasión de un problema en el Consistorio.

SUBID AL ASCENSOR

SUBID AL ASCENSOR

Ayer tuve ocasión de cumplir un deseo, alentado desde hacía semanas por quienes me precedieron en la visita, y me “subí a la fachada” de la Universidad salmantina para vivir una experiencia única a la que todos estáis invitados, porque el ascenso a esa joya del plateresco es un deleite del que los lectores de esta bitácora no deben privarse.

El viento, la lluvia y, sobre todo, los ácidos excrementos de palomas y estorninos han pretendido llevarse por delante el excepcional tapiz pétreo del Estudio, inoculando en la piedra arenisca gérmenes contaminantes que han herido gravemente una belleza con 500 años de historia, obra cumbre del Renacimiento español.

La restauración de esta inigualable obra de arte se ha librado de los recortes económicos, siendo promovida su intervención por la Universidad de Salamanca con el patrocinio de la empresa Enusa y el apoyo de la Fundación del Patrimonio Artístico, para ser llevada a efecto a partir de octubre.

Con ese motivo se ha instalado en la fachada una plataforma de ascenso a la misma para que los técnicos de diferentes especialidades estudien las filigranas de la piedra y recompongan los daños causados, dando oportunidad a los ciudadanos a subir al ascensor estos dos meses, cuando los investigadores descansan de su tarea.

Os invito a todos, estéis donde estéis, a que no perdáis esta oportunidad única para descubrir y acariciar secretos históricos de la fachada que van más allá del dichoso batracio académico, porque la oportunidad de hacerlo es única e irrepetible, como la vida.

MANIFESTACIÓN

MANIFESTACIÓN

Los dirigentes políticos deben saber que veinte mil salmantinos manifestándose por las calles de Salamanca, son demasiados salmantinos protestando indignados contra todo lo que se mueve en esta doliente España. Sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de ellos dieron su voto de confianza a un partido cuyo Gobierno está haciendo lo contrario que dijo que haría, cuando los ciudadanos le dieron masivamente su voto.

Tal vez por eso, se oyeron en la manifestación eslóganes duramente críticos con el Gobierno y muchos insultos en pequeños grupos circulantes, irreproducibles en esta bitácora porque los dioses y familiares de los políticos, nada tienen que ver con los atropellos del Congreso, que ayer oficializó los recortes con el exclusivo voto popular de los impopulares seguidores del vuelo equivocado de la gaviota.

El deseo de que “el próximo parado sea un diputado” fue unánime, así como el grito de guerra pidiendo a los “banqueros y políticos, menos cachondeo y menos choriceo”, mientras se anticipaba el “final de la paz social”.

Finalmente, un destacado líder tomó la palabra ante la prensa, en nombre de los 20.000 manifestantes, para decir que “el gobierno está gobernando de espaldas a los ciudadanos, al margen de lo que están sufriendo las familias. Están haciendo recortes que sólo benefician a los políticos corruptos, a la economía sumergida, al sistema bancario y a la Iglesia”.

Pero esta mañana los parados desayunarán el mendrugo ácido de la frustración, los trabajadores acudirán indignados a sus puestos y los pensionistas caminarán con el miedo bajo el brazo, mientras los banqueros se abanican con billetes de quinientos euros, los corruptos hacen la peineta a la justicia, los millonarios toman el sol en la cubierta de los sus barcos y los políticos siguen mamando de la ubre.

INMERECIDO HONOR

INMERECIDO HONOR

Que nadie vea falsa modestia en mis palabras, pero considero un inmerecido honor haber ocupado ayer la cátedra del Paraninfo de la Universidad de Salamanca, para dar una conferencia sobre la vida académica de Unamuno.

Cuando subía al púlpito de este templo de la sabiduría no sabía si flotaba o temblaba. Mientras hablaba, ignoro si deletreaba o tartamudeaba. Y cuando un cerrado y generoso aplauso me llevaba en volandas escaleras abajo de la cátedra, no sabía si bajaba o rodaba.

Ocupar la tribuna por la que han pasado los más grandes eruditos de la historia universitaria, es un privilegio al alcance de unos pocos favorecidos entre los que me encuentro, a pesar de no tener los méritos acreditados por quienes me precedieron en el estrado.

Hablar desde el mismo lugar que Miguel de Unamuno dirigió su inmortal lección inaugural en octubre de 1900 y se despidió de la cátedra en septiembre de 1934, es la recompensa a muchos años de investigación, trabajo y sacrificio, que ayer se vieron compensados.

Mis palabras se mezclaron con imperecederos ecos de sabios maestros, guardados en los tapices que decoran el emblemático salón donde la barbarie venció sin convencer, el día que la sinrazón desterró al silencio al mayor intelectual que ha pasado por las aulas salmantinas, emulando a Fray Luis, Nebrija, Vitoria y Brocense.

Gracias, por ello, al profesor Enrique Cabero que me hizo la invitación en nombre de la Universidad para subir a tan distinguido sitial. Gracias a los que asistieron, por el religioso silencio que guardaron escuchando mis palabras. Y gracias a mi maestro Unamuno por darme la oportunidad de hablar sobre él y agradecerle sus enseñanzas, en ese marco incomparable.

PASEAR POR SALAMANCA

PASEAR POR SALAMANCA

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Lo voy a decir sin reparos, de frente y por derecho: Salamanca es una ciudad hecha para pasear, por mucho que la prisa urbana y los vehículos impulsados por motores de cuatro tiempos se empeñen en demostrar lo contrario.

Caminar por Salamanca es como pasear por las arterias de un museo al aire libre, y no exagero. Deambular por las nostálgicas rúas y plazuelas salmantinas es un privilegio inestimable, no bien disfrutado por aquellos que olvidan el pálido recogimiento de la luz en los chaflanes. Esto hace que algunos no hayan gozado todavía del vagabundeo ocioso entre casonas, palacios, fachadas, blasones, templos y empinaduras, cortejadas por melancólicas farolas de mortecina candela.

Si algún amigo de este blog decide venir a Salamanca yo le esperaré en la puerta del río para llevarle a lomos de callejuelas empedradas por el antiguo casco salmantino, remanso de confidencias y acunaciones serenadas por el lento goteo de lágrimas doradas destiladas por el corazón de la piedra en el crepúsculo.

Hay mucho que compartir en esta isla de paz, con jóvenes enamorados y jubilosos turistas que intercambian tímidamente miradas al cruzar sus pasos por las solitarias rondas que circundan el perímetro inimitable de nuestro recinto universitario. Cobijo de paz, jalonado de vítores y picaresca; entre ropavejeros, nodrizas, libreros, pupilos, cortesanas y prestamistas, que recrean la centenaria tarea machadiana de caminar dialogando junto al otro que llevamos siempre al costado.

Déjadme presumir de semejante desprendimiento y os invito a compartir conmigo el generoso legado de callejas y recodos donde se reconforta el espíritu y ahuyentan los malos pensamientos. Tendidos en el silencio, alcanzaremos modestos nirvanas urbanos impensables en otras latitudes, sin necesidad de perdernos por legendarios parajes, ni participar en cursillos de relajación mental.

Abandonar el alma entre semioscuras callejuelas nocturnas es la única manera de encontrarnos con el milagro de los cinceles en el tapiz pétreo que franquea la entrada al templo plateresco de la sabiduría, de donde fue expulsada la ignorancia hace setenta y seis años por el sumo sacerdote vascocastellano. A partir de ese día, la inteligencia se hizo costumbre en el claustro y se quedó entre nosotros para ofrecer la puerta de entrada a este recinto peatonal que nos brinda, sin intereses ni comisiones, la oportunidad de recogernos en él y caminar sin miedo a convertirnos en estatuas de sal por volver la vista a las túnicas, birretes, mucetas, ceremonias y aulas renacentistas.

Os invito, amigos, a tomar esa salida conmigo para descubrir juntos un mundo de nuevas sensaciones. Y os invito sabiendo que gustáis de escondidas sendas que llevan a espacios retirados, donde sobreviven un sabio fraile agustino, un vasco ilustrado, un gramático andaluz y un dominico jurista, junto a la santa de Ávila. En ese cielo terrenal, el rumor de la piedra funde su alma con la suave caricia de la luz, para redimir al silencio del olvido. Todo descansa en tan mínimo rincón de una ciudad insomne porque, extramuros, nada duerme.

Vagabundear por ese espacio privilegiado es disponerse al asombro, pues su descaro impide al paseante sustraerse al embrujo de este remanso o esquivar su inevitable hechizo. Deambular por sus aceras es descubrir los mensajes que dejaron, a golpe de buril, los canteros sobre la piedra. Caminar sin  rumbo entre sus callejas es aprender lecciones universitarias en la erudición que destila a cada paso la memoria ilustrada de la piedra, con letras y relieves que hablan de nuestra procedencia. Pasear por sus empedradas rúas es preludio de venturosos encuentros inesperados, porque el eco acompasado de las pisadas pone el contrapunto musical que el silencio necesita para ilustrar la vida con el milagro de convertir un simple paseo en un recuerdo inolvidable.

AMIGOS, SIN MÁS

AMIGOS, SIN MÁS

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Cuento en mi vida con la suerte de haber pasado la adolescencia con fieles compañeros del Infanta. Inolvidable camaradería aliñada con tinte fraternal, para compensar el abandono de la orfandad, la indiferencia de profesores, el mal trato de los inspectores y el luto inmerecido en manos de la peor suerte imaginable.

Cómplices de inexistentes delitos extramuros de la “tapia”. Solidarios en “burreos” a los guardianes cuando éstos se excedían sus funciones. Y amigos, siempre amigos, que serán recordados más allá de la muerte, cuando nuestros hijos los señalen en las fotos a sus nietos, diciéndoles que eran amigos del bisabuelo en el Infanta.

Inseparables yuntas en pupitre escolares de pizarrines, palilleros y plumillas. Arriesgados usurpadores de otros nombres cuando en las listas se declaraban presentes para evitar el castigo a los ausentes. Aliados de aventuras amorosas en Guetari, Consulado, La Tuna y Paraninfo, a los que entrábamos con un par de cañas de vino peleón en el cuerpo para ayudarnos a descomprimir la energía interna no se liberaba con la facilidada que predice Gibbs.

Pues bien, la vida que durante tantos años se encargó de alejarnos a unos de otros, lleva tiempo ayudándonos a recuperar el tiempo perdido dándonos la oportunidad de abrazarnos en ocasionales reuniones, que quisiéramos prolongar más allá de lo que el tiempo nos permite.

Hace unos días ocurrió un nuevo encuentro en la tierra que me acoge, donde he recibido con entrañable afecto difícil de expresar, la visita de cuatro de estos amigos, dejándome su compañía el agradable sabor de hermandad, mezclado con el placer de abrazarlos a ellos y a sus mujeres, como si el tiempo se hubiera detenido bajo la acacia del “patio central”, en las durmientes “familias”, en los balones del “campo de abajo”, en el escalón roto de la “puerta principal” o en la bondadosa acogida del “señor Puertas”.

Imborrable recuerdos de negros tiempos cuando “poliburó”, “parte”, “prepa”, “queo”, “cocleta”, “arca” y “pitraco”, eran palabras ausentes del diccionario que sólo conocíamos los internos del colpicio. Aventuras compartidas, saltos nocturnos por la ventana de la primera familia,  capones recibidos, aspirinas curatodo, pederastra incluido y las “sobrinas” del padre Esteban a quienes la naturaleza no permitió que despertaran siquiera nuestra reprimida lujuria.

De todo lo pasado hemos conversado aquí en Salamanca, pero también hemos compartido el presente, haciéndonos promesa de futuro, porque nada de los demás nos es ajeno, haciendo innecesario un juramento de sangre para saber que cada uno de nosotros está en su sitio, esperando que el otro lo reclame para acudir a su llamada.

CONTRADICCIONARIO

CONTRADICCIONARIO

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Invitado por algunos de sus autores, he asistido ayer por la tarde a la presentación en Salamanca del libro “En el combate por la historia”, que tuvo lugar en la Facultad de Geografía e Historia. Libro que viene a ser el contradiccionario del “Diccionario Biográfico Español”, aunque esto lo niegue su coordinador, el catedrático Ángel Viñas.

Una treintena de reconocidos profesores universitarios de Historia, han plasmado en 973 páginas su versión sobre lo que fue la Segunda República, la guerra civil y el franquismo, contrapeso a las afirmaciones que figuran en la obra patrocinada por la Real Academia de la Historia.

Cierto es que nunca será posible conocer los hechos en su realidad más objetiva y cierto porque no lo permite la condición humana, pero es bueno que el pluralismo abra nuevas ventanas a la realidad, sobre todo si la información procede de historiadores tan destacados como Arostegui, Barciela, Casanova, Elorza, Fontana, Miralles, Mainer, Viñas y Robledo, por citar algunos de los autores, que han puesto el libro en circulación en un tiempo record.

Lamento tener que esperar a que aparezca en las librerías la segunda reimpresión para leerlo, ya que la primera edición se ha agotado en pocos días, a pesar del volumen de páginas que contiene. Se ve que los españoles nos preocupamos por conocer la realidad más cercana a nuestra historia, y es algo que nos honra.

Confío estar de acuerdo con Preston, Juliá y los cientos de serios investigadores históricos que rechazaron la versión de la Academia en los temas estudiados por estos profesores. Cuestiones que fueron muy aplaudidas por revisionistas ocasionales que han aprovechado el río revuelto para llenar las redes de pescado.