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DÍA DE GRATITUD

DÍA DE GRATITUD

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Si ayer fue un día de amistad, hoy toca jornada de gratitud a cuantos me acompañaron ayer en la presentación del libro, algunos venidos con gran sacrificio personal de tierras alejadas de Salamanca, para compartir conmigo una feliz velada bajo la mirada de Miguel de Unamuno, testigo de nuestro encuentro.

Más allá del afecto que pude imaginar y por encima de todas las previsiones, el salón de recepciones del Ayuntamiento no pudo acoger a todos los amigos que quisieron estar conmigo en el alumbramiento de mi último libro, como cierre de la trilogía unamuniana que inicié hace diez años.

No siempre el diccionario facilita la posibilidad de expresar con sus voces los sentimientos humanos. Ni la gramática permite articular con frases lógicas ciertas conmociones internas. Ni la ortografía autoriza expresar sobre la pantalla sensaciones profundas del espíritu, imposibles de concertar con el alfabeto disponible para ello.

Quisiera dar las gracias a todos los que ayer estuvisteis a mi lado compartiendo el feliz parto de mi libro. Desearía agradecer el consuelo que me brindasteis ante la despedida del hijo literario que ya os pertenece. Y me gustaría expresaros lo que el vocabulario no me permite, porque mi sentimiento de gratitud va más allá de las palabras.

Permitidme, pues, que os abrace en silencio, dejando a nuestros corazones compartir sus latidos, hermanados en diástoles de sincero afecto a la amistad que nos une, imposible de agradecer con palabras.

¿DECÍAMOS AYER…?

¿DECÍAMOS AYER…?

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Fray Luis de León retornó a Salamanca desde la cárcel vallisoletana de la Inquisición, la mañana del domingo 30 de diciembre de 1576, entrando en la ciudad por la calzada principal que conducía a la Universidad, a lomos de una mula, siendo recibido por muchos ciudadanos que ocupaban la calle, balcones y ventanas, hasta llegar al convento de San Agustín.

Al día siguiente, el Rector de la Universidad convocó Claustro Pleno para informar a los profesores sobre la sentencia absolutoria dictada por el Santo Oficio, devolverle a su cátedra y decretar que le fueran pagados los sueldos correspondientes desde su detención, que ascendían a 25.000 maravedíes por cada año que estuvo ausente.

Tras unas palabras de agradecimiento, Fray Luis aceptó la restitución de su honor y honra, solicitando la nueva cátedra de Teología, que le fue otorgada por votación secreta de los claustrales, recibiendo el nombramiento oficial veinte días más tarde, mediante cédula real otorgada por el rey Felipe II.

Fray Luis ocupó dicha cátedra una semana más tarde, y el martes 29 de enero pronunció su primera lección después de cinco años de cautiverio y penalidades, ante un público expectante que llenaba el aula, esperando oír de sus labios el relato del cautiverio, los pormenores del proceso, la réplica a sus delatores y duros reproches al tribunal inquisidor que le juzgó.

Pero no fue así, ni como la tradición ha mitificado durante siglos afirmando que el maestro pronunció la frase “Decibamus hesterna die”, algo que no sucedió, pues Fray Luis inició su lección con las siguientes palabras: “Os saludo a todos en el nombre de Cristo y os pido que agradezcáis a Dios, conmigo, la merced que me ha hecho al permitirme estar de nuevo entre vosotros, con el mismo fervor que estaba el último día, cuando dicté en esta sala mi última lección antes de ser retirado de la cátedra. Al comentar aquel día el Salmo XXVI, les decía a mis alumnos de entonces que….

De esta forma, comenzó su primera clase, con la misma naturalidad que la hubiera comenzado al día siguiente de la suspensión el 26 de marzo de 1572, cuando fue detenido en el convento al concluir su lección diaria, sin expresar rencor a nadie ni consumirse en venganzas impropias de su condición.

BILBAO HUELE A UNAMUNO

BILBAO HUELE A UNAMUNO

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Hasta Bilbao me ha traído su Ayuntamiento para hablar de Unamuno a los paisanos del vasco más universal, que elogió su ciudad de nacimiento hasta el punto de hacer imposible comprender la villa del Nervión sin su presencia.

Acomodó Unamuno en Bilbao el origen, cuna de cuanto fue y crisol de esperanzas que cristalizaron luego en Salamanca. Pero fue Bilbao, villa fuerte y febril, hija del abrazo del mar con las montañas, cuna de ambiciosos mercaderes, esperanza por venir, hogar de su alma y tierra donde posó su joven corazón, para que hiciera de él cuanto fue.

Y en Bilbao quedó su alma, manantial de fuerza espiritual y nutriente de inextinguibles ansias y anhelos insaciables. El mirador de la vida con labios de madre que dejó en su espíritu historias de eternidad. Relicario de memorias infantiles palpitantes en su bochito, el suyo, que guardó el mundo de su infancia y juventud. Nido de niñez, rincón querido, en que ensayó con ansia el primer vuelo, entregándonos el alma de la edad primera donde se albergan recuerdos de esperanza y de consuelo, cuando era inesperaba la eternidad que guardaba el  porvenir.

Pocas cosas más melancólicamente sugestivas que volver al viejo hogar nativo del sentidor, donde rodó su cuna en los días en que no creía en la muerte. Retorno al cuarto de su infancia y a la cama que le brindaba reposo, como a un altar de ensueños, ilusiones y anhelos.

Tendido sobre tal relicario, acuden a la memoria recuerdos de su infancia, mientras el txistu desgrana ecos derritiendo el silencio, para traerme la primera nota de su vida.

HACIA LA TERCERA REPÚBLICA

HACIA LA TERCERA REPÚBLICA

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Hoy se cumple ochenta y dos años de la proclamación de la 2ª República Española, y es bueno recordar que fue Unamuno quien proclamó la República en Salamanca desde el balcón del Ayuntamiento, aquella lejana tarde del 14 de abril de 1931, antes de ser nombrado alcalde honorario a perpetuidad del concejo salmantino.

Advertimos, a quien no lo sepa, que la República trajo la modernidad social a España, impulsó económicamente el país y promovió la cultura por encima de otros países europeos, hasta el punto de alcanzar la literatura y el arte niveles que permitieron hablar de la segunda Edad de Oro de la cultura hispánica, con Picasso, Unamuno, Ortega, Madariaga, Lorca, Pidal, Machado y tantos otros intelectuales y artistas que engrandecieron la patria.

La República consagró el sufragio universal, liberó a las mujeres de cadenas seculares, estableció las Cortes unicamerales, instauró el Tribunal de Garantías Constitucionales, promovió los jurados populares, reforzó el referéndum, reorganizó territorialmente el Estado reduciendo el centralismo, incorporó el derecho al trabajo, la protección de la familia, de los ancianos, los enfermos y la infancia, formalizó el divorcio, estableció la absoluta laicidad y aconfesionalidad del Estado, suprimiendo los beneficios estatales de las distintas religiones.

Si ponemos el acento en la educación, baste decir que sólo en 1931 se crearon más de 7.000 nuevas escuelas en un país con atroces desigualdades sociales, cuyo analfabetismo rondaba el 38%. Y lo que es más importante para nuestros desahuciados, “preferenciados”, parados, hambrientos, explotados, empobrecidos y estafados ciudadanos: subordinó la propiedad privada a los intereses ciudadanos.

Todo esto, y más, fue la República, y no lo que en las escuelas contó el anterior régimen y repiten sus herederos, empeñados en asociar República con guerra, izquierda revolucionaria, vandalismo, desorden y barbarie, cuando se trata simplemente de una forma de organizar el Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos, eludiendo privilegios hereditarios propios de tribus infantiles y desvalidas, incapaces de moderarse porque la cultura les falta y les sobra inmadurez.

Anticipémonos, pues, al tiempo y evitemos que las generaciones futuras nos reprochen consentir que la máxima autoridad del Estado sea hereditaria, eterna, inviolable e irresponsable, como disponen los artículos 56 y 57 de nuestra Constitución, porque ya en 1931 la Constitución republicana establecía en sus artículos 71, 82 y 85 que el mandato del Jefe del Estado fuera por seis años solamente, que podría ser destituido si hacía lo que no debía y que era criminalmente responsable de sus obligaciones, anticipando que una ley de carácter constitucional determinaría el procedimiento a seguir para demandar la responsabilidad criminal del Presidente de la República.

DOMINGO REPUBLICANO DE UNAMUNO

DOMINGO REPUBLICANO DE UNAMUNO

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Hace hoy 83 años fue un gran día republicano porque las elecciones municipales celebradas el domingo 12 de abril de 1931 abrieron las puertas a la Segunda República Española y eliminaron barreras políticas fronterizas para que el abuelo del actual rey Juan Carlos no tuviera problemas para salir corriendo de España.

Unamuno pasó gran parte de la jornada en la Casa del Pueblo, hasta que se supo el primer resultado del escrutinio, en que todos los allí presentes pidieron entre vítores y ovaciones que hablara el maestro, tomando la palabra para decir a los salmantinos que abarrotaban salones y pasillos de la Casa:

«Hombres, y vosotras, mujeres, que habéis sabido cumplir con un deber de ciudadanía, echando de vuestras casas a los que querían explotar vuestra miseria y creían que Salamanca seguía siendo un pueblo de mendigos y pordioseros. Recibid un saludo cordial y fervoroso. Aquí no han quedado más mendigos que los que lo son de profesión, los de las órdenes mendicantes. Hasta en distritos conventuales, donde más se ha dejado sentir la influencia de la mendicidad y la pordiosería, ha sido hermosa vuestra unanimidad al votar, porque habéis votado por un ideal. 

Entraremos en la Casa de la Villa como representantes del pueblo, como representantes  comunales, porque no nos asusta el comunismo, ya que los Comuneros de Castilla no fueron otra cosa que comunistas… Entraremos, digo, en la Casa de la Villa, y yo os aseguro que, por mi parte, haré todo lo que pueda porque no nos presida el consabido retrato. Dijo un día que si los españoles queríamos la República, que la ganáramos en la calle. ¡Pues que baje él a la calle!

Y, ahora, mucha serenidad y tranquilidad; a ser, ante todo, ¡hombres!, a no doblegar la cerviz ante los poderes que carecen de autoridad. Tened civismo, y, sobre todo, hombría. El provenir es nuestro. Termino y vuelvo a repetir: “Desde este momento queda virtualmente proclamada en Salamanca, la República”.

UNAMUNO EN EL ATENEO

UNAMUNO EN EL ATENEO

Esta tarde daré una conferencia en el Ateneo recordando a los oyentes la peripecia de Unamuno como ateneísta en todas las sociedades culturales así tituladas que había en su época repartidas por España, dedicando especial atención al Ateneo Científico, Artístico y Literario de Salamanca, que él fundo en 1913 y presidió durante varios años.

No decimos nada nuevo al afirmar que don Miguel fue hombre de Ateneo desde su juventud, pues siendo estudiante en Madrid con 17 años, ya frecuentaba el Ateneo de la calle Montera, era asiduo lector de su biblioteca, visitante de las exposiciones que allí se presentaban y puntual oyente de sus conferencias, aunque mudo asistente a los debates que tenían lugar en sus salones. Más tarde, cuando fue trasladado el Ateneo madrileño a su sede actual de la calle Prado, Unamuno llegó a presidirlo, ocupó numerosas veces la tribuna, presentó a los socios algunas de sus obras, leyó poemas y discutió con los contertulios en la Cacharrería.

Siendo rector de la Universidad salmantina, fundó en esta ciudad el Ateneo local apoyado por profesores universitarios e intelectuales, con el catedrático de Derecho Político Tomás Elorrieta a la cabeza del proyecto,  para “elevar el tono de la cultura, entretenerse en algo más que en murmurar de honras ajenas, distraer de mezquindades y de hacer cábalas sobre si menganito o fulanito saldrá o no diputado provincial”, según palabras de Unamuno en la sesión inaugural de la Institución.

Fue tal el prestigio que tuvo este Ateneo que a él acudieron princesas, ministros, infantas, obispos, nuncios apostólicos, académicos franceses, intelectuales de renombre, músicos destacados y escritores de prestigio, con generosidad desconocida en nuestro mundo intelectual.

CERRADO POR HUELGA, DISCULPEN EL SILENCIO

CERRADO POR HUELGA, DISCULPEN EL SILENCIO

Si se cierran las aulas, se cancelan quirófanos, se retrasan sentencias, se vacían oficinas, se anulan transportes y se paran las máquinas, no puede rellenarse con voz propia la página de esta bitácora, porque la solidaridad con los desfavorecidos y parados destierra la palabra.

Disculpen, pues, el silencio y atiendan a la voz de Unamuno que hoy tomo prestada porque mi palabra huelga, recordándoles lo que el maestro dijo en el Círculo Mercantil de Salamanca, el jueves 14 de febrero de 1901:

«Las huelgas, como la guerra, son un mal necesario, que hay que afrontar muchas veces, aun con la convicción de la derrota, por los beneficios futuros. Jamás tendrán término, pues las peticiones de los obreros estarán siempre en relación con los beneficios de los capitalistas, y su objetivo final es la desposesión de los capitalistas y la creación de una nueva sociedad. Hay que mirar estas cuestiones con serenidad y valor, y hay que convencerse de que, si pan y catecismo son muy buenos, no son malos carne y ciencia. El progreso sólo se consigue con la lucha, y en ésta hay que persistir hasta que todos los hombres sean libres e iguales, y acabemos con el hambre, haciendo desaparecer también la hartura».