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Etiqueta: Renacimiento

PICARESCA POSTMODERNA

PICARESCA POSTMODERNA

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Los pícaros son personajillos genuinamente españoles, protagonistas por méritos propios de un género literario muy nuestro y definidor del alma hispánica, como son los toreros, las celestinas o los bandoleros de Sierra Morena, siendo la picaresca conducta dominante en la piel de toro durante los últimos siglos.

Pero la truhanería dominante hoy día incorpora una vulgaridad ajena a la gracia mostrada por los granujillas de la picaresca surgida en la transición del Renacimiento al Barroco, donde los guzmanes de Alfarache y lazarillos de Tormes gozaban de simpatía popular por sus fechorías de guante blanco.

La picaresca moderna ha salido de los arrabales para instalarse en colmenas urbanas vecinales, en grandes superficies comerciales, despachos profesionales e instituciones públicas. No se viste de harapos, ni mendiga en monasterios, ni finge cojera, ni tima con estampitas.

Tampoco la practican apátridas menesterosos, ni charlatanes de feria, ni sopistas de conventos, ni cómplices de trileros, porque hoy es madre de la codicia, hija de la golfería, hermana de la mentira, pariente del abuso, allegada de la procacidad, amiga de la impunidad, compañera de la insolencia, vecina del descaro, inseparable de la desfachatez y aliada del atrevimiento.

RÉGIMEN COLEGIAL EN EL RENACIMIENTO SALMANTINO

RÉGIMEN COLEGIAL EN EL RENACIMIENTO SALMANTINO

Colegio de Calatrava 1896_thumb[2]

El retorno a las aulas tras las vacaciones navideñas, cuando a Salamanca regresan los estudiantes foráneos para ocupar los Colegios Mayores de la ciudad, nos da pie a recordar cómo era el régimen interno de tales centros en época renacentista de máximo esplendor del Estudio salmantino.

Los Colegios Mayores gozaban entonces de gran prestigio y reconocimiento en la población y entre los propios estudiantes, pues fueron concebidos para educar hombres bien nacidos y virtuosos, a los que se exigía delicada cortesía, refinada urbanidad, capacidad de sufrimiento, demostrada piedad, humilde obediencia, probada castidad, firme voluntad, mucho trabajo y asentada modestia.

En principio se construyeron para ayudar a los estudiantes procedentes de familias humildes que demostraran capacidad intelectual para el estudio y un espíritu disciplinado, con objeto de evitar que se perdieran talentos útiles al reino sólo por falta de recursos económicos.

Los colegios estaban ocupados por becarios, familiares, criados, capellanes, personal de servicio y los llamados porcionistas que iban sólo a recibir lecciones y a comer, pero que dormían siempre en casa de sus padres. El horario de los internos era duro, pero más flexible que en los conventos.

En los Colegios no se podía practicar ningún tipo de juegos, ni recibir visitas de mujeres, ni tener disputas entre ellos, ni gozar de diversiones frívolas y mundanas, porque la banalidad no tenía cabida estatutaria en estos centros, aunque la realidad fuera muy distinta a lo reglamentado.

Durante el curso se levantaban a las seis de la mañana, para ir directamente a la capilla a celebrar la misa, antes de tomar la primera colación que precedía a las clases de Prima. A las diez tenían la segunda colación a base de verduras, carnes, pescados en salazón y quesos, después de la cual se les concedía una hora de descanso. Transcurrido este tiempo, pasaban al estudio o a la biblioteca donde realizaban las lecturas y trabajos encomendados por los profesores, antes de la tercera colación que tenía lugar a las cinco de la tarde, casi siempre a base de cocido o legumbres calientes. Después pasaban al estudio comunitario hasta el momento de matar velas que coincidía con las diez o las once de la noche.

LOS HEREJES MICHELANGELO Y LUTERO

LOS HEREJES MICHELANGELO Y LUTERO

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Un día como hoy se despedían del mundo Miguel Ángel y Lutero con dieciocho años de diferencia entre ambas despedidas, pues el artista dejó el mundo en 1564 y agustino en 1546, uno en Roma y otro en Eisleben, coincidiendo ambos en irse al descanso eterno con el baldón de la herejía católica a sus espaldas.

Michelangelo por pintar el juicio final en la Capilla Sixtina a su antojo, poniendo malas caras a los apóstoles, quitando alas a los ángeles celestiales, fortaleciendo los pechos de las matriarcas y dándole a Cristo un aspecto juvenil, barbilampiño y con rubios tirabuzones, flotando sobre una pequeña nube y con la mano levantada, diciendo qué sé yo qué, pero tan enfadado con los pecadores como para asustar a su madre.

El monje agustino fue excomulgado por rebelarse contra los abusos de la Iglesia y atreverse a reformarla, eliminando estafadoras indulgencias y exhortando a la jerarquía católica a que retomara las enseñanzas de la Biblia, porque estaban abandonadas en un rincón, provocando una contrarreforma de consecuencias bien conocidas por todos.

El escándalo provocado por el artista con su interpretación del Juicio final llevó a la irritación clerical al pintar un sacerdote crítico que andaba entre la curia, rodeado por una serpiente y mordiéndole el pene, para que se ocupara más de quitarse de encima el reptil y aliviarse del mordisco, que de censurar la obra del artista, inspirándose en San Juan.

Por su parte, el teólogo Martín Lutero reunió a todos los que protestaban bajo la bandera del luteranismo, dando vida a la corriente protestante que hoy se expande por todos los rincones, mientras se casaba con Catalina de Bora poniendo en solfa el celibato que hoy se cuestiona la Iglesia de la que fue expulsado.

Para debilitar el escándalo de los ofendidos por la pintura de Miguel Ángel, Pío V ordenó tapar con paños las vergüenzas de los personajes a un discípulo suyo, pasando a la historia el purificador Daniele da Volterra con el mote de “Braghettone”, es decir, “pintacalzones”, sin evitar la acusación de herejía que pesó sobre el genio del Renacimiento Italiano.

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

EL FRESCO MÁS FRESCO DE LA HISTORIA

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Sabemos que el fresco es una pintura realizada sobre pared o techo, después de recubrirlo con mortero de cal, como hizo Michelalgelo cuando pintó la Capilla Sixtina, que luce todo su esplendor con la nueva iluminación que se le ha dado a tan singular obra de arte.

Aplausos que la obra recibe desde hace siglos para compensar los silbidos, críticas y abucheos iniciales con que recibieron los italianos en 1541 el fresco del Juicio Final que pintó Miguel Ángel en el ábside del altar, que fue y sigue siendo la más «fresca» obra de arte que salió de sus manos, no porque la pared estuviera todavía húmeda cuando se mostró al público, sino porque allí los protagonistas del fresco estaban frescos de ropa, es decir, desnudos para escándalo de capelos, mitras, bonetes y fieles católicos puritanos.

Excesivos culos, tetas y penes sueltos, acompañado escenas sexualmente condenadas que provocaron taquicardias en los purpurados, agitaciones en los videntes, perturbaciones en las damas, sonrisas en los pícaros, miradas de reojo entre los guardias suizos y rechazo del respetable, que echaba de menos el recato que tuvo el artista al pintar la bóveda de la capilla 25 años antes, aunque no faltara en dicha obra la exhibición de zonas corporales similares en el techo, pero no en el altar mayor.

El fresco más fresco de todos los frescos, fue la expresión del pesimismo del artista, algo cansado de la vida y de aguantar los caprichos de cinco papas, desde Julio II a Pablo III, sabedores de que el señor Ludovico Buonarroti acabó con el cuello dolorido de tanto mirar al techo y a los lados en los pasillos vaticanos.

TRADUCCIÓN Y CASTIGO

TRADUCCIÓN Y CASTIGO

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En pleno Renacimiento y estando la Inquisición en lo más alto de la columna político-religiosa, se le ocurrió a Fray Luis de León contravenir las órdenes del poderoso tribunal católico, traduciendo al castellano el bíblico Cantar de los Cantares, libro de imposible lectura para creyentes incultos, cuyo arriesgado texto despertaba en su prima especial curiosidad, capaz de promover en el alma un singular empeño por conocer el contenido del texto.

La tenaz insistencia de la monja y sus lógicos argumentos, acabaron por convencer al fraile Luis, quien lo tradujo en la primavera de 1561 sabiendo el riesgo que representaba para él semejante atrevimiento, porque los libros sagrados sostenedores de la doctrina estaban a disposición de los fieles, para no ser comprendidos por ellos y así evitar interpretaciones sesgadas de los mensajes divinos contenidos en sus páginas.

Inquisidores y obispos entendían que Dios no había inspirado a los profetas las sagradas escrituras para que fueran entendidas por los files, en ellos encontraran consuelo al dolor, aliviaran los trabajos diarios, sirvieran de luminaria en las tinieblas de la vida y remediaran las llagas que el pecado dejaba en sus almas.

Esa fue la voluntad de Dios, nunca respetada por las autoridades eclesiásticas para evitar que los ignorantes creyentes pudieran leer los mensajes divinos, pues en opinión de los prelados las gentes eran toscas, incapaces de alcanzar las riquezas de las Escrituras, ni interpretarlas adecuadamente, pudiendo con su incultura contravenir el mensaje y la voluntad de Dios.

Fray Luis de León fue procesado por ello y condenado a cinco años de cárcel en una celda inquisidora donde sufrió castigo, desprecio, dilaciones injustificadas y trato degradante por el grave delito cometido ante quienes predicaban amor al prójimo, amenazándole a la puerta de la libertad con nuevos castigos si mantenía su empeño libertario.

ISAAC DÍAZ PARDO

ISAAC DÍAZ PARDO

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Isaac Díaz Pardo fue un pintor, porcelanista, diseñador, empresario, intelectual y galleguista vocacional que hoy cumpliría 93 años, si la parca no se hubiera detenido a la puerta de su casa hace año y medio, cuando este santiagués aún mantenía pícara sonrisa ante las faldas, agudo sentido del humor, espíritu libertario y ganas de vivir, como acreditan sus entrañable arcángeles custodios, Ángeles y Maite.

Este soñador del arte, creador de belleza, padrino de Sargadelos y antifranquista, oyó sobrecogido los disparos del pelotón de fusilamiento que perforó el cuerpo del pintor y escenógrafo Camilo Díaz al comienzo de la guerra incivil, dejando huérfano a Isaac, en plena adolescencia, cuando media España sojuzgaba España entera.

Quede su biografía en las páginas de la historia, la medalla de oro a las Bellas Artes en la estantería y déjenme recordar con sus palabras que Picasso no hizo nunca porcelana, sino cerámica, considerando el artista gallego que la cerámica del siglo XVIII era arte de repostería con tantas flores y encajes, blandos y artificiosos, que le restaban el valor que pretendían darle los artistas de Sèvres, Limoges, Dresde y Copenhague.

Opinaba Isaac que la pintura nació en el Renacimiento italiano con Massacio, Fra Filippo y luego Tintoretto, valorando a Goya como el más grande entre todos y estimando a los impresionistas franceses, pero sin conceder mérito ni respeto a Salvador Dalí, de quien hablaba literal y reiteradamente diciendo que “tenía más cuento que Calleja”.

Pintor de hermosos cuadros y porcelanas de increíble belleza, fueron los retratos un tormento para él. Pero pocos saben que su hermanamiento con la porcelana fue casual, pues sin pretenderlo, ni buscarlo, se encontró con ella mientras iba detrás de la cerámica, añadiendo al caolín de Castro algo de cuarzo en su pazo de Samoedo, cuando no había cumplido los treinta años.

Hombre honrado, luchador por la libertad, defensor del galleguismo, valiente, comprometido y solidario, que fue engañado por su hombre de confianza y retirada su foto de los corazones familiares cuando esperaba en la estación término la llegada del tren para el gran viaje.

TRIPALIUM

TRIPALIUM

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Se conoce con el nombre de tripalium los tres palos donde eran amarrados los esclavos para ser azotados. Por eso este nombre se aplicaba en el Renacimiento a las actividades que producían dolor en el cuerpo, como eran los trabajos físicos que dejaban a los obreros apaleados y sin resuello.

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El tripalium del siglo VI derivó en tripaliare, luego en trebejo y concluyó en trabajo, es decir, esfuerzo y sacrificio que aparece cuando la rentabilidad empresarial está por encima del bienestar de los trabajadores, es autorizado por las leyes, consentido por los trabajadores, silenciado por la sociedad, bendecido por la Iglesia y aprovechado por los explotadores.

El trabajo se convierte en tripalium medieval cuando los obreros trabajan doce horas seguidas encerrados en naves, por un puñado de euros. Cuando la miseria ofrece diez brazos al explotador y éste paga salario por dos. Cuando la salud del trabajador pende de un hilo en los núcleos de las centrales nucleares, en campos de fumigación o en las naves de tinte.

El trabajo se convierte en tripalium cuando falta el aire, sudan las pestañas, crujen los huesos, se quiebra el espinazo, no llegan las fuerzas y la enfermedad laboral se hace costumbre. Cuando los cazadores de brazos utilizan como arma la injusta legalidad para azotar las espaldas de los obreros. Cuando el trabajador piensa más en la desgracia del patrón que en su propio infortunio.

En definitiva el trabajo se convierte en tripalium, con hoguera en los pies incluida, cuando la libertad se esclaviza a horarios interminables, salarios raquíticos, escasos derechos laborales y nula seguridad profesional.