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Etiqueta: plutocracia

ANTE LA HUELGA GENERAL

ANTE LA HUELGA GENERAL

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La experiencia de mis años por Centroeuropa me permitió constatar fielmente la complementariedad entre la Europa del norte y la del sur, siendo la primera racionalista, tecnológica y productiva y la segunda sensitiva, humanista y lúdica, dándose una a la otra lo que cada una tenía que a la otra le faltaba.

Pero las cosas han cambiado en poco tiempo y la tendencia a la homogeneización social, política y laboral se ha impuesto, con victoria de los proyectos norteños. Ello, aunque todos salgamos perdiendo, nadie se entere de lo que ha pasado y la resignación se haya apoderado de los corazones rebeldes.

En tiempos no muy lejanos, Alemania se conformaba con exportar maquinaria y tecnología, es decir, coches, motos, electrodomésticos, televisiones y cuantos aparatos pasen por vuestra la mente. Pero desde hace unos años ha dado el paso definitivo para acabar con el proyecto sureño, exportando también su modelo laboral y productivo con una exigencia impositiva sin precedentes, vendiendo al mundo un milagro alemán incompatible con el sentimiento austral.

Cierto es que enarbolan la bandera del éxito presumiendo de haber reducido el paro en ocho años en dos millones de personas, pasando de cinco a tres millones de parados, pero los procedimientos empleados para conseguirlo no pueden ser aceptados por una sociedad humanista, culta y solidaria que rechaza métodos mercantilistas insolidarios para conseguir los fines impuestos por una plutocracia sin escrúpulos, que se da golpes de pecho en las iglesias y merienda chocolate con churros en suntuosos salones con prelados.

No puede hablarse de reducción del paro si éste va acompañado de trabajos basura y desprecio laboral. No puede elogiarse una reforma que abarata el trabajo y flexibiliza el despido. No puede hablarse de un milagro que sacrifica salarios, disminuyendo la protección y rebajando la calidad. Sobre todo si detrás del escenario se oculta entre bambalinas el deseo de obtener una mayor rentabilidad por parte de la minoría privilegiada que vive del sudor ajeno.

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

Borges nos habla de Abtu en su libro sobre los seres imaginarios, y Castel lo cita como Abdyu en su Diccionario sobre mitología egipcia. Sea como fuere, era uno de los dos peces, – el otro era Anet -, que según la teología heliopolitana nadaban por delante de la barca del sol en su viaje nocturno y subterráneo, para advertir al dios Ra de los peligros que pudieran venirle.

No cabe metáfora más elocuente sobre el valor de la experiencia, ni existe imagen retórica de mayor convicción para recordar a los impetuosos jóvenes que van por el mundo arrollando las canas y a la sociedad que lo permite, la necesidad de abrir los oídos y despejar la mente para dar cabida en ella a sabias palabras no contenidas en libro alguno, ni al alcance de quienes surcan la vida entre inevitables turbulencias, desconocidas para ellos.

Joubert nos advirtió en póstumos pensamientos, que la tierra por donde los jóvenes caminaban perdidos, era harto conocida para él. Pero esto al mercantilismo dominante le rebota en los tímpanos y a la plutocracia le resbala en la cartera, guiados por un feroz capitalismo y desmedido abuso laboral, amparados por una comunidad social que navega con el rumbo equivocado.

En nombre de un artificioso progreso disparatado y una modernidad trasnochada antes de su nacimiento, la actual sociedad ha olvidado que desde el comienzo de los tiempos, los humanos tuvieron claro el valor de la experiencia y se protegían con la sabiduría de quienes iban delante en la travesía colectiva, advirtiéndoles de los peligros que acechaban para evitar que cayeran en ellos. Así, por ejemplo, el Consejo de Ancianos, institución consultiva de la monarquía, contrabalanceaba el poder real en la antigua Roma.

Pero esto, que en la mitología recibe el aplauso y la admiración, sólo merece el desdén en los años que nos ha tocado vivir, donde se menosprecia la sabiduría, templanza y experiencia de quienes han viajado antes por la vida, igual que los nuevos ricos abandonan valiosas antigüedades a cambio de las novedades que el marketing les pone en la pantalla del televisor.

Hoy quedan postergados sabios ciudadanos excluidos de la vida laboral, en un alarde de despilfarro intelectual merecedor de eterno castigo.  Hoy se trata como material de desecho a preclaras mentes de veteranos profesionales, con capacidad para aportar grandes beneficios a la sociedad, olvidando el Conseil des Anciens francés de finales del siglo XVIII, precursores del grupo The Global Elders, que ayudaban a resolver los conflictos mundiales.