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NO ES FÁCIL COMPRENDER

NO ES FÁCIL COMPRENDER

Suceden en nuestra sociedad algunos hechos difíciles de comprender por mentes sanas y espíritus descontaminados de ciudadanos moralmente saludables y políticamente independientes, incapaces de entender algunas piruetas sociales realizadas por mandamases que gobiernan instituciones, empresas y entidades de diversa índole, con acciones ajenas al sentido común de los mortales, a la lógica mental y al pensamiento colectivo, por mucho que los responsables de los esperpentos traten de justificarlas con demagógicas palabras, rechazadas por su propia inteligencia, aunque se cubran el rostro con una careta para ocultar su sonrisa.

Tal es el caso de algunos magistrados –no de todos ni de la Justicia- que llevan algún tiempo emulando a Valle Inclán con sus comportamientos, actitudes y sentencias, como ha sucedido con ciertos togados del Tribunal Supremo, porque no es fácil comprender lo que allí ha sucedido sin sospechar una segunda verdad que solo saben los protagonistas del grotesco espectáculo que han ofrecido, censurado por todos, incluso por los propios protagonistas del hecho, que han obligado a su presidente a pedir públicamente perdón por deformar la realidad con sus estrafalarios comportamientos.

Tampoco es fácil comprender que el presidente de dicho tribunal dijera que en España solo van a la cárcel los robagallinas, y nadie haya movido ficha.

No es fácil comprender que dicho presidente del Tribunal Supremo confunda la Ley Hipotecaria con el Real Decreto 1/1993, de 24 de septiembre que regula el impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados, para justificar lo injustificable.

No es fácil comprender que las “reglas del Estado de Derecho” invocadas por el presidente no sean comprendidas por los ciudadanos, ni por la opinión pública, el Gobierno, asociaciones judiciales y el panadero Casildo.

Tampoco es fácil de comprender que los miembros del alto Tribunal no estén obligados a declarar sus bienes e inversiones, para que los contribuyentes que pagamos su sueldo estemos más tranquilos viendo que no tienen personales negocios bancarios que defender.

Al presidente del máximo órgano constitucional del poder judicial no debe bastarle con pedir perdón por su mala gestión, reconociendo los errores cometidos en el procedimiento seguido para resolver un asunto de importancia tan singular, cuya resolución ha causado gran alarma social y grave daño al más elevado tribunal de la justicia española.

LA GRANDEZA DEL PERDÓN

LA GRANDEZA DEL PERDÓN

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El error es una cualidad del ser humano que a todos acompaña, merecedora de olvido cuando el transgresor solicita perdón con sincero arrepentimiento por la ofensa producida, siendo el indulto personal virtud evangélica y excelencia social que enaltece a quien lo practica.

Sabed ahora que alguien en trance de acabamiento moral ha solicitado humillante perdón por las ofensas proferidas a un mandamás, erigido en juez y parte, que tiene por oficio no dejar títere con cabeza desde las tribunas públicas y privadas, aceptando los ofendidos por él sus disculpas cuando privadamente las solicita, sabedores los calumniados que el perdón es el mejor camino para la reconciliación, el bienestar y la paz.

Itinerario de generosidad y bondad que los católicos manifiestan seguir ante su Dios entre golpes de pecho, pidiéndole perdón al Todopoderoso por las ofensas realizadas al prójimo, así como ellos perdonan a sus deudores. Por esto, los católicos sin capacidad de perdonar deben ser personas infelices con mucho sufrimiento interno y merecedoras de compasión por la frustración existencial que padecen y el pecado cometido al ofender a su Dios con actitudes alejadas de la religión que aseguran practicar, ante el auditorio que atónito les escucha y contempla con ojos asombrados por su comportamiento opuesto a los principios evangélicos que dicen profesar.

Deben saber los negadores del indulto a quienes arrepentidos de sus acciones lo solicitan, que el perdón engrandece a las personas que lo practican, y los acrecienta en virtudes que acercan a la felicidad, siendo el empecinamiento en el castigo camino de empobrecimiento moral y ruta que conduce a la incomprensión y el desprecio de los corazones generosos.

CAMINO DE LA FELICIDAD

CAMINO DE LA FELICIDAD

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La felicidad es quimera inalcanzable para las almas dormidas, empeño inútil de añejos espíritus, aspiración frustrante de los desesperanzados, presea infecunda de los farsantes, ambición estéril de maliciosos y desengaño para codiciosos que pretenden comprarla en una taquilla, ignorando que la insolidaridad, el orgullo, la ambición y el desamor condenan a la infelicidad.

Tampoco basta el deseo de ser feliz para conseguir serlo, pues hay que remangarse y tirar de la felicidad hacia sí con fuerza de portor amarrado a maroma, porque no es dócil a mandatos ni supersticiones, por mucho que la presenten sonriente junto a deidades de diferente naturaleza y procedencia.

La felicidad no llega siempre vestida de novia, ni con un título académico en el bolsillo, ni con el certificado de nacimiento de la mano, ni con el primer beso enamorado, porque a veces se presenta inesperadamente tras un fracaso, un golpe de muerte, un abandono o entre lágrimas reconfortantes por el desgarro amoroso.

Pero es más fácil encontrar la felicidad en la indulgencia del perdón; en la renuncia a beneficio propio por el bienestar ajeno; en la lealtad a ideas y personas; en el encuentro enamorado; en el pan compartido; en la esperanzada entrega; en el viaje interior; y en el amor a la vida, que el más grande enamoramiento que tenemos, porque la muerte posterga todos los amores.

IMPUNE MENTIRA INSTITUCIONAL

IMPUNE MENTIRA INSTITUCIONAL

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Es fácil detectar una mentira, ver sus primeros pasos, percibir el comienzo de la farsa, saber donde se dirige, quien va a ser el sufridor de ella y observar la coladura sin esfuerzo. Pero no siempre el mentiroso institucional sufre las consecuencias que merece ni sabemos cuándo termina su mentira, ni dónde, ni cómo, ni porqué, aunque percibamos los efectos del embuste.

En cambio, son evidentes las consecuencias del engaño sobre el mentiroso, cuando la falsedad se reduce al ámbito personal, amistoso o profesional, donde el mendaz pierde toda credibilidad, es señalado con el dedo, merece la desconfianza de los demás y es objeto de chistes, caricaturas y descalificaciones por parte de colegas y vecinos.

Esto no ocurre cuando la mentira se institucionaliza en las tribunas públicas, resultando imposible ver sus efectos en primer plano y alcanzar el desenlace de la patraña, por muy bien que sepamos el origen de la misma, conozcamos al farsante, veamos retratado en sus palabras al embaucador y la realidad anticipe las consecuencias de la falacia.

Así es, y no vale la pena pretender lo contrario ni llevarle la contraria a la tozuda realidad, cuando se empeña en mostrar lo contrario a lo prometido por quienes juegan con la vida ajena, olvidan su compromiso vital, y apuntalan mentiras con un salvoconducto legal en la boca y la impunidad en su vida pública, olvidando que quien miente al vecino no tiene cien años de perdón.

DESCEREBRADOS Y DESCORAZONADOS

DESCEREBRADOS Y DESCORAZONADOS

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El sabio refranero español exime de pecado a quien hurta a un ladrón, afirmando que quien roba a un caco tiene cien años de perdón, proverbio que yo prolongaría diciendo que quienes roban a los hambrientos merecen máximo castigo en la plaza pública, para que sirva de escarmiento a potenciales imitadores de tales depredadores.

Así debe sucederle a los descorazonados endriagos que han robado las viandas almacenadas en el banco de alimentos de Guadalajara, que pretendían alimentar durante seis meses a los alcarreños que llamaran a su puerta, por no tener un mendrugo de pan que llevarse a la boca.

Nunca un acto vandálico causó tanta indignación en almas limpias, solidarias y generosas, como la originada por los descerebrados que asaltaron ese depósito de la solidaridad, ofendiendo elementales sentimientos comunes a todos los seres vivos, pues incluso los cuadrúpedos tienen más sensibilidad que tales engendros de la naturaleza.

Despreciable pandilla de descerebrados, por carecer de neuronas sensitivas en su purulenta cisura de Rolando; y descorazonados, por tener una patata podrida en el pecho que late a impulsos de cobardes palpitaciones, pues nada hay más vil y miserable que robar el alimento que permite sobrevivir a los hambrientos.

Chusma de esperpentos humanos que han pateado la generosidad de los donantes, humillado la dignidad de los repartidores, coceado la disponibilidad de los administradores, injuriado el altruismo de los voluntarios y mancillado la prodigalidad de quienes habían donado generosamente los alimentos robados.

Para tan despreciable caterva de humanoides, pido castigo.

SOLEDAD SOÑADA

SOLEDAD SOÑADA

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La carencia involuntaria o voluntaria de compañía es lo que distingue la negra soledad de la soledad soñada, siendo la primera hermana del desamor y la segunda inspiración amorosa, sin que ambas exijan necesariamente el enamoramiento de otra persona, pues la propia vida es objeto de amor, igual que la belleza, el perdón, la paz o la amistad.

Sea cual fuere la soledad prendida, esta es siempre personal e intransferible, tanto en la dicha y como en el infortunio, pero la soledad soñada elige los destinatarios donde se hospeda, exigiendo especiales condiciones de alojamiento para acampar en el alma que demanda su presencia.

Este aislamiento emocional pide sosiego de espíritu, amor sin cautela, serenidad de ánimo, entrañable recuerdo, nostalgia redentora y corazón abierto a la felicidad que reporta el silencio recogido, la calma alentadora, el alejamiento de la prisa, la ceguera del artificio y el destierro de la bisutería, para acercarse de puntillas a la penumbra de una vela encendida, a la música estremecida y a los pétalos verdecidos.

La soledad soñada no necesita luz, ni reverso de imagen en el espejo, ni sombra de pensamiento, porque le basta seguir el rastro del amor para embargar espíritus con irremediable dicha, alzando puentes levadizos hacia el nuevo mundo que espera tras la huida del bullicio, recuperando el estado basal donde se encontraba la vida antes de partir hacia la agitación anímica.

PEDIR PERDÓN

PEDIR PERDÓN

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La escuela de la vida me ha dado ayer la oportunidad de aprender una nueva lección en edad tardía, cuando la insolente vanidad presumía de estar de vuelta en el camino hacia lo inesperado y la rutina se antojaba monótona costumbre cotidiana.

Velada reflexiva tuve antes del sueño para cerrar el pensamiento concluyendo que hay más grandeza en la solicitud de perdón por una ofensa cometida, que en el otorgamiento  de indulto por parte del ofendido.

Perdonar exige simplemente unas gotas de generosidad, algo de comprensión y mínimo esfuerzo para llevar el ultraje recibido al rincón más oscuro de la memoria donde habita la zona del olvido, trituradora de todo aquello que empobrece el alma con la venganza.

Pero solicitar indulgencia requiere autocrítica sobre la actitud tomada; dolor por el daño infringido; arrepentimiento del hecho cometido; sinceridad en el reconocimiento del perjuicio causado; propósito de no volver a repetirlo; humildad para reconocer el daño inducido; y valor moral para demandar perdón al agraviado.

En tiempos donde los oprobios se resuelven gritándole al vituperado “¡y tú más!”, complace oír petición de gracia por una afrenta recibida. En tiempos donde pocos reconocen errores cometidos, satisface recibir solicitudes de condonación por insultos proferidos. En tiempos donde la petición de absolución es una quimera inalcanzable para la mayoría, deleita otorgar el perdón y abrazar a quien hace público su arrepentimiento.