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TORO DE LA VEGA

TORO DE LA VEGA

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Sabed que mientras escribo esta página en la madrugada sevillana, un ser vivo de nombre Vulcano cuyo único delito es haber nacido, espera en un corral a ser llevado al campo abierto tordesillano para ser alanceado brutalmente hasta la muerte, por cientos de cobardes lanceros a caballo, en injusta lucha y desigual torneo.

Salvaje espectáculo de sangre, dolor y muerte, sin otra finalidad que divertir a un pueblo ocioso empeñado en reproducir cada año un rito medieval, propio de tribus con entrañas incultas, cabezas descerebradas, instintos silvestres y almas montaraces.

Baldón de un país que el 18 de enero de 1980 dio espaldarazo legal a semejante crueldad, declarándola de interés turístico, confirmado el 7 de septiembre de 1999 por la Consejería de Presidencia de la Junta de Castilla y León como espectáculo taurino tradicional, lo que no es más que un acto de crueldad y vandalismo salvaje, vergonzante para la irracional especie humana.

Los ciudadanos que se divierten alanceando al toro, degradan a sus vecinos, ultrajan los sentimientos humanos y deshonran la especie a la que pertenecen, porque la obscenidad de su comportamiento hiere de muerte la sensibilidad y quebranta el alma

La sonrojante matanza que hoy nos espera, tiene persistente hedor y amargo sabor a humanidad descarnada e infamante, formada por una multitud exacerbada, enrojecida, vesánica, aturdida y sobrada de crueldad, que presenciará la siniestra ceremonia y coreará el mortífero juego entre cientos de muñecos trágicos y un noble animal, inocente de toda culpa.

PATRIMONIO DE LA MUERTE

PATRIMONIO DE LA MUERTE

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En el verano de 2007, el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO aprobó la petición de Polonia de cambiar el nombre al “Campo de Concentración de Auschwitz” dado en 1979, por el de “Auschwitz-Birkenau, Campo de Concentración y Exterminio Alemán Nazi, 1940-1945”, en la lista de Patrimonios de la Humanidad.

Para muchos ciudadanos ese cementerio de vivos no es patrimonio de la humanidad, sino de la muerte, porque tal recinto amurallado y alambrado con espinas de dolor, es el mayor exponente de la locura humana, llevada a cabo por unos sádicos y demenciados que redujeron a humo, polvo, jabón y nada, a un millón doscientos mil seres  inocentes, que formaban parte de la Humanidad.

La macabra Solución Final pretendía exterminar en hornos crematorios, con fuego impurificador de locura colectiva, a todo judío que respirase, sin tener en cuenta el sexo ni la edad, junto a gitanos y otros prisioneros de guerra, para complacer el antisemitismo y racismo del Tercer Reich.

La combinación de torturas, trabajos forzados y asesinatos escandalizó a los habitantes del infierno, porque ni el mismísimo demonio habría llegado a tanto, desde que los doctores de la Iglesia hicieron del diabólico Lucifer el rey de la maldad.

Con ese otorgamiento, la UNESCO quiso denunciar y condenar la indignidad inhumana, cruel y metódica, llevada a cabo por los alemanes que protagonizaron atrocidad semejante, invitándonos a conservar en la memoria colectiva el recuerdo de lo que allí sucedió para que no vuelva a repetirse un genocidio de los más débiles.

FRAGILIDAD DE LA VIDA

FRAGILIDAD DE LA VIDA

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No ha muerto el padre de un amigo de grave enfermedad irreversible ni de un golpe de sangre que le haya reventado el corazón o comprimido el cerebro, sino por simple fragilidad de la vida, ya que ésta se vuelve quebradiza como un delgado vidrio a medida que la edad va desgastando el cuerpo, haciéndose dueña de él y acosándolo hasta dar el último soplido a una vela que irremediablemente se extingue, sin que la ciencia pueda hacer algo para evitarlo.

Una simple caída doméstica y el olvido del cuerpo en cambiar de posición en la cama mientras recuperaba fuerzas, han bastado para que unas malditas escaras agotaran la posibilidad de supervivencia a quien fue roble en su vida, capaz de superar asedios de gérmenes y huracanes de enfermedades sin ayuda de medicina alguna.

“Por fin va a descansar”, me ha dicho Julio con voz cansada recordando el dolor del herido durante los últimos días, cuando las llagas se apoderaron a traición de su cuerpo cansado de vencer estigmas durante noventa años, más fuertes que las úlceras provocadas por la inmovilidad de su espalda contra las sábanas.

La noticia de su muerte ha vaciado el ánimo, succionado la poca esperanza que a todos nos quedaba en su fuerza vital para vencer una vez más la adversidad de unas muescas en la piel, por profundas que estas fueran. Pero no ha sido posible la victoria para un cuerpo frágil, roto y descompuesto por los años que pasó bregando con la vida.

No por previsto el desenlace, ha sido menos doloroso, y abrazo a Julio, viudo y ahora huérfano en medio de un túnel, pero no abandonado ni solo porque su enorme cuerpo guarda un corazón grande cuajado de personas que le quieren, animan, ayudan, consuelan y acompañarán siempre, entre las que me encuentro, dispuestas a desterrar la precariedad del futuro y hacer posible la luz redentora que aleje el dolor provocado por la inevitable parca que a todos busca, hasta encontrarnos.

La discreción y entereza con que este amigo ha llevado su dolor desde el día que presintió inevitable el recorte inmediato de la vida en quien vida le dio, es un ejemplo de fortaleza para los que estamos a su lado, y el mejor homenaje a la memoria de quien aceptó remar a su lado en el proceloso río de la vida, hasta llegar a un mar ennegrecido que a los dos se les antojaba muy lejano.

ANCIANOS AL MORTUORIO

ANCIANOS AL MORTUORIO

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El ministro de finanzas japonés, Taro Aso, ha encontrado la clave para resolver los problemas económicos de su país, pidiéndole a los ancianos la recuperación del espíritu kamikaze, y estos le han respondido que se suba al avión suicida él con toda su familia y se estrellen contra el monte Fuji, porque lo que sobran en el mundo no son ancianos, sino hijos de puta.

Este genocida encorbatado de 72 años, al que le falta bigote, flequillo y cruz gamada, ha pedido a los ancianos que den prisa en morir para que el país pueda ahorrarse los gastos de atención médica que merecen quienes han llevado a Japón donde ahora está, aunque este miserable pida ahora su exterminio por vía de urgente muerte natural.

Cabe suponer que la próxima petición de tan práctico asesino potencial será el exterminio de los enfermos crónicos, de los retrasados mentales, de los mutilados, de los presidiarios, de los parados y de todos aquellos organismos vivos improductivos para las arcas de la clase financiera que representa este macho de cabra montesa, que pretende cornear a los ancianos.

Alguien tendría que decirle a tan pérfido econhumano que las personas no son fríos números abstractos en asientos contables, ni materia prima para fabricar jabón. Que las personas tienen nobles sentimientos desconocidos para él, entre los que se encuentra el amor a la vida y el deseo de que ésta se prolongue junto a los seres queridos.

Nunca la condición humana estuvo tan degradada, ni los sentimientos tan degenerados, ni el desagradecimiento por los servicios prestados fue mayor. Nunca la perversión de valores llegó a tales cotas, ni el desprecio a la vida humana mereció tanto deseo de muerte rápida para quien la pide a los demás.

OFERTAS DE LA VIDA

OFERTAS DE LA VIDA

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Anticipándose muchos años a las ofertas comerciales de enero, la vida nos hace propuestas desequilibrando las posibilidades de adquirirlas, pues la desigualdad de oportunidades que ofrece determina fatalmente el destino de cada una de ellas, quedando las bicocas para unos pocos, y los saldos para la mayoría invisible que va por el mundo, porque quien no tiene, no es, ni se le mira.

Ofrece la vida banquetes ceremoniales con sabrosos manjares a poderosos, que son llevados a la mesa por quienes tienen que conformarse con pasar la lengua por los platos al terminar el festín.

Ofrece la vida poltronas de terciopelo y despachos con dosel, a una selecta casta de seudócratas, a quienes lustran los zapatos de madrugada un cortejo de siervos sin pedigrí que son utilizados por ellos como alfombras.

Ofrece la vida mitras, casullas y báculos de oro a ministros divinos que imparten bendiciones y predican bienaventuranzas a quienes que se dejan la piel rescatando infieles que seguirán arrodillándose al paso de los capelos.

Ofrece la vida techo a quienes le sobran palacios, mientras entrega planchas oxidadas de hojalata para que construyan chabolas los que sirven a señores feudales del siglo XXI en sus lujosas mansiones.

Ofrece la vida piña colada en la cubierta de lujosos yates a financieros de la estafa, mientras los esclavos que abrillantan la cristalería de bohemia toman vino amargo en la bodega con vasos de plástico.

Pero también ofrece la vida papeletas de felicidad que el dinero no puede comprar, y garantiza la muerte en igualdad de condiciones para todos, sin mirar a la cuenta corriente ni al poder de cada cual.

PENAS DE MUERTE

PENAS DE MUERTE

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Superado el franquismo, fue abolida la pena de muerte en el artículo 15 de nuestra Constitución, consagrándose así el cinismo legal que autoriza a condenar a la pena capital a ciudadanos que cometen el grave delito de no tener saneada su cuenta corriente.

Cuando habíamos terminado con los violentos terrorismos de Terra Lliure, Grapo y ETA, que nos amargaron la existencia durante 54 años a bombazo limpio, lapa traidora y tiro en la nuca, aparece un nuevo terrorismo de guante blanco que amenaza con llevarse por delante más muertos de los contabilizados en las masacres terroristas convencionales.

La especulación de los depredadores financieros está consiguiendo que aumente significativamente el porcentaje de suicidios y la mortalidad se haya incrementado en los dos últimos años. Condenas a muerte disfrazadas de legalidad, que salvan patrimonios multimillonarios de los sentenciadores.

Cómplices de tales depredadores son los politiqueros que se empeñan en salvarlos, enviando al matadero a la población económicamente débil, que espera impotente a la puerta del cementerio una enfermedad crónica pase a recogerlos o que alguien les preste una cuerda para ahorcarse cuando el desahucio llame a la puerta.

Tanto “hunos” como “hotros” amenazan con dejar a España inválida y a la intemperie, pensando que ellos van a salvarse de la catástrofe. Ambos son anverso y reverso de la misma moneda. Patologías dispuestas a extirpar y fumigar la pobreza por vía del exterminio, ahogándonos a todos en un albañal regido por la especulación financiera y la cobardía política, finalmente reconocida por una lideresa de la izquierda más descolorida.

Aquí no hay más que estafa y mentira, amparadas en el cinismo legal que defienden los beneficiarios de la farsa, enviando a los guardianes del orden a contener de quienes luchan por la supervivencia. Y la falta de sentimiento compasivo está desplazando el dinero de la inversión productiva hacia la especulación financiera más dura, cerrando las puertas a familias, pequeños empresarios y jóvenes sin futuro que terminarán aplicando la misma pena de muerte que reciben.

LA FUERZA DEL MIEDO

LA FUERZA DEL MIEDO

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El miedo no es más que una perturbación angustiosa del estado de ánimo de cada cual, a la que se llega cuando nos acecha un riesgo o un daño que puede ser real o imaginario. Sentimos miedo por el recelo o aprensión que tenemos a que nos suceda lo contrario que deseamos.

De esta forma, el miedo mutila la esperanza, oscurece la voluntad, anula la razón, nubla el pensamiento, incapacita para la acción, genera resignación y anula la rebeldía. Esto lo saben bien quienes explotan el miedo colectivo en su propio beneficio, haciendo de la injusticia nuestra condenación.

El miedo es el gran nubarrón que oscurece las iniciativas. El responsable de que hagamos lo contrario a lo que nos dicta la conciencia.  La palabra que habla por nosotros obligándonos a decir lo contrario de lo que pensamos. El miedo es, en definitiva, quien nos lleva a los dioses, somete nuestros deseos a la voluntad ajena y justifica la obediencia debida.

Es fácil concluir, pues, que el miedo al castigo nos condena al silencio. El miedo a la muerte nos amarga la vida. El miedo a movernos nos lleva a la parálisis. El miedo a protestar nos reduce a la impotencia. El miedo a recordar la historia nos produce amnesia. El miedo a caminar en las manifestaciones nos produce cojera. El miedo a coger las riendas nos deja mancos. El miedo a pedir justicia nos hace mudos. El miedo a escuchar la voz de los sin voz nos vuelve sordos. El miedo a ver la realidad nos deja ciegos.

Y así, cojos, mancos, mudos, ciegos y sordos, vamos con nuestro miedo a cuestas por la vida mientras los beneficiarios del temor colectivo se hacen dueños de nuestras vidas, manteniéndonos escondidos tras los visillos de las ventanas domésticas, sin atrevernos a salir a la calle, esperando con resignación de corderos la llegada del ángel exterminador que nos lleve al matadero.