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LA SUERTE ESTÁ ECHADA

LA SUERTE ESTÁ ECHADA

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Julio César pronunció la frase “alea iacta est” antes de cruzar el Rubicón, con menos fe en la victoria que la mantenida por el grupo de once salmantinos que gritamos ayer con una sola voz “la suerte está echada”, antes de salir en un futuro inmediato a la palestra social salmantina con un proyecto ilusionante en las manos, para ofrecerlo a todos nuestros paisanos.

Aspiración que llevamos tiempo cocinando en los fogones de la esperanza, con desmedido entusiasmo, incondicional entrega y vocación de servicio, para llevar en volandas al más grande intelectual que ha tenido el Estudio en sus ochocientos años de historia, hasta el último rincón de la ciudad, sin esperar a cambio otra cosa que satisfacción por el empeño común que emprendemos.

Primer brote de un pequeño arbusto que esperamos se transforme en árbol frondoso con las hojas charras que en sus ramas crecerán, asociándose para hacer realidad lo que ahora no es más que noble intención de congregarnos a la sombra del maestro para recibir ejemplo de su testimonio vital, complacencia en su obra literaria, certificación de su honrado compromiso político y aserción de su entrega intelectual.

En manos de los que quieran unirse a nosotros pondremos el proyecto que presentamos esta mañana a quien corresponde, sin posibilidad de retroceso porque la suerte está echada con vocación perdurable, esperanza a flor de piel, esfuerzo anticipado, fortalecida voluntad, ilusión abanderada y entusiasmo creciente, manteniendo juntos la utopía visionaria de una hipotética realidad futura que suponemos cierta.

DEL JULIANO AL GREGORIANO

DEL JULIANO AL GREGORIANO

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El astrónomo Sosígenes convenció en el año 46 a.C. a Julio César para que este reformara el calendario egipcio porque sus cálculos fijaban la vuelta solar en 365 días y seis horas, intercalando cada cuatro años un día extra para ajustar la medida el 24 de febrero, por ser este número el día sexto antes de las kalendas de marzo, ante diem sextum kalendas martias», llamándolo «bis sextus», que derivó en año bisiesto.

Así estuvo la humanidad contando los días, semanas, meses y años, marcados por este Calendario Juliano, hasta que el jurista eclesiástico Ugo Buocompagni fue elegido papa con el nombre de Gregorio XIII, y puso a trabajar en el actual calendario a Cristóbal Clavio, Luis Lilio y Alfonso X el Sabio, siendo promulgado su uso con el nombre de “gregoriano” en 1582, mediante bula papal Inter Gravissimas fechada el 24 de febrero de ese año, estableciendo que al jueves 4 de octubre siguiera el viernes 15 de octubre, eliminándose diez días para anular el desfase con el año solar y los tres años bisiestos cada cuatro siglos.

Es decir, que hoy día 13 de junio en el calendario gregoriano sería día 2 en el juliano, si Gregorio XIII no hubiera tachado diez días del calendario, complicando el fallecimiento de Santa Teresa que murió el 4 de octubre de 1582 del calendario juliano, convertido en 15 de octubre del gregoriano, es decir, que sus seguidores de la época no tuvieron claro si fue enterrada al día siguiente o diez días más tarde, porque los ciudadanos se acostaron el 5 de octubre y amanecieron el 15.