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Etiqueta: Infanta

TOGAS ENFRENTADAS

TOGAS ENFRENTADAS

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Con miedo a errar voy a dar unos pasos por el campo minado de la justicia, sabiendo que una mala pisada puede hacerme saltar por los aires, llevándome el sentimiento de frustración que me embarga viendo la lucha que mantienen las togas judiciales de Castro y las asociaciones de jueces, contra las fiscales de Horrach y Torres Dulce.

El fiscal anticorrupción se ensaña en su recurso contra el juez Castro, y su jefe dice que tiene la obligación de respaldarlo porque ha mantenido siempre el mismo criterio, a diferencia del juez que lo ha modificado, mientras las asociaciones judiciales apoyan al juez Castro y este pide a Horrach que le denuncie por prevaricador.

Eso dicen unos y otros, dándonos a los ciudadanos la oportunidad de opinar lo que pensamos sobre todo ello en foros como este blog donde la libertad de expresión es absoluta, siempre que los insultos no sustituya los argumentos.

Cuando Torres afirma que tiene la obligación de respaldar a Horrach, tal vez sea porque este es la voz de su amo en un oficio jerarquizado y fuertemente politizado, argumentando que la fiscalía siempre mantuvo el mismo criterio, quizás porque desde el comienzo tuvo claro cual debía ser la conclusión, fueran cuales fueran las informaciones recibidas, criticando al juez Castro por su lógico cambio de opinión en vista de las pruebas acusatorias que llegaban progresivamente a su mesa.

La dureza, insultos y descalificaciones personales del recurso fiscal lo invalidan en su propia esencia por carecer de argumentos jurídicos según han declarado las organizaciones judiciales, al tiempo que piden una intervención del Consejo General del Poder Judicial, considerando que el escrito de Horrach se acerca más un libelo que a un recurso.

Enfrentamiento institucional que resulta patético para la ciudadanía, que observa con estupor, espanto y decepción la quiebra de un poder básico del Estado de Derecho, sin que los responsables se den por aludidos ni atiendan el resultados de las encuestas donde se refleja la opinión mayoritaria de los ciudadanos hacia la culpabilidad de la Infanta.

ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

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Hoy cumple 79 años el poeta andaluz más desconocido entre todos los galardonados, porque el roteño Ángel García López suma al Premio Nacional de Poesía, al Adonais y al de Crítica, varios premios más, que su humildad franciscana le impide exhibir en los foros literarios y publicistas.

Conocí al poeta en el colpicio de mi adolescencia cuando él era estudiante universitario que inspeccionaba desocupadamente a los internos del madrileño Infanta, mientras enamoraba a la hija del capitán de la emisora, veía consumir sus cigarrillos sobre la mesa del estudio y cargaba a los habladores con la “peladilla”, una enorme piedra blanca, redondeada y pesada.

En medio de aquellas fiebres “A flor de piel”, nos dijo que “Emilia era su canción”, poniendo “Los ojos en las ramas” en la “Tierra de nadie”, y hospedándose emigrado desde su pacífico albergue gaditano a la capital de la dictadura, donde aún permanece dedicándonos su Posdata, aunque el rey se haya trasladado desde El Pardo a la Zarzuela.

En medio de todo ello nos hizo un “Retrato respirable en el desván” entre “Latrocinios, virginidades” y “Perversificaciones” en “Territorios del puma”, haciéndonos enmudecer con su “Trasmundo”, extenso poemario dolorido en la antesala del quirófano, con un pulmón quebrantado.

Dominador de la rima y la medida en los sonetos; elegante en la prosa poética; emotivo en los largos versos libres; desgarrador ante la angustiosa muerte; creador de rumbos lingüísticos; y clásico en la modernidad, es García López profundo trovador de inimitable belleza lírica, que hoy celebra en familia su encuentro con la vida.

Feliz cumpleaños para el inspector de mis sueños juveniles. Dichoso aniversario para el sencillo profesor de mis colpicianos; reconocimiento al maestro de los versos, por los momentos de placer que nos ha dado leyendo sus poemas; y gracias al hombre, por ser “Carne mortal, terrestre 
alacena del agua,
 pretérito presente y
 puerta abierta cerrada”.

AÑOS SESENTA EN EL INFANTA

AÑOS SESENTA EN EL INFANTA

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La conversación con un amigo del Infanta me lleva a la década de mi primera juventud, cuando las tapias, silbatos, poliburós y castigos hicieron posible una amistad duradera entre los que compartimos “pitracos”, listas, recreos, vacunas, misas, capones, “partes” y filas, sin más esperanza que sobrevivir a la desgracia que había llamado prematuramente a nuestra puerta.

Recuerdos imborrables de una década vividos con pasión juvenil en el colpicio, unidos a temores infundidos por los regentes que zarandeaban nuestra indiferencia ante los acontecimientos extramuros que convulsionaban el mundo, como hizo el padre Esteban reuniéndonos en la capilla para rezar por la paz mundial con motivo del bloqueo cubano en la crisis de los misiles.

Fue Marcelino, don Marcelino, quien nos informó después de cenar en el dormitorio, sobre el asesinato de Kennedy, sin que la noticia nos impidiera reunirnos en la “familia” para escuchar “Ustedes son formidables”, antes del toque de silencio y cuando el inspector desaparecía.

Las revueltas en la ciudad universitaria encabezadas por Tierno, Aranguren y García Calvo, las comentábamos en interminables paseos de ida y vuelta por la “ciudad prohibida” comiendo pipas compradas en “la señora”, haciendo carambolas en los billares, tomando cañas de cerveza en la “bodega”, o el “Rumbo” y jugando al futbolín tratando de imitar a Santisteban.

Bailamos las primeras canciones de Lennon, McCartney, Harrison y Ringo, en el “Gua”, “Guetary”, “Consulado”, “Paraninfo”, “Jóvenes” y “Estudio”, donde también sofocamos inquietantes ardores juveniles, hoy tan adormecidos con el paso del tiempo que ni la propia Bibi los haría despertar en el cine Roma.

Rezamos hasta cansarnos “por el éxito del Concilio”; fumamos cigarrillos en la adoración nocturna; nos inquietaron con la eternidad infernal en los ejercicios espirituales; y cantamos “tamtumergos” y “pangelinguas” cada vez que don Hilario se sentaba al órgano, para que nos fuera bien a los intrépidos de “Olimpiada del saber” con Daniel Vindel, mientras Luis Llach, Paco Ibáñez, Raimon, Laboa, Cano y Sisa cantaban otras cosas.

Nadie nos informó de la revolución de Mao ni de los asesinatos de Luther King, Malcolm X y Che Guevara, pero nos arrodillamos pidiendo inútilmente por la salud y vida de Juan XXIII, mientras algunos pasábamos orgullosos del “hipódromo” a las “familias”, como Neil Armstrong de la Tierra a la Luna.

A quienes fundamos el curso de Preuniversitario, nos daba impronta de poderío poder fumar sin escondernos en váteres, ni tirar las tobas ante la presencia del inspector, y nos alentaba más saltar por la ventana de la primera “familia” los domingos por la noche, que ir a una manifestación contra la guerra de Vietnam o ver cómo se levantaba en Berlín el muro de la vergüenza, porque nosotros teníamos nuestra propia tapia cercando el colpicio.

GARGANTILLAS DE SAN BLAS

GARGANTILLAS DE SAN BLAS

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En Salamanca es tiempo de “Gargantillas de San Blas”, el mismo Blas que nos aventura cada año nieves y tardías primaveras si las cigüeñas no retornan a los campanarios en estos días, algo que carece ya de validez porque en el presente año las cicónidas no han emigrado a tierras cálidas del sur.

Pero vayamos con las “gargantillas” que piden a San Blas la salvación de catarros y gargantas en memoria del prodigio obrado por el santo al retirar milagrosamente una espina de pescado de la faringe de un niño, que hubiera muerto ahogado si Blas de Sebaste no hubiera intervenido.

En memoria de ello se venden “gargantillas” a ingenuos creyentes que pretenden evitar con ese timo las afecciones de garganta, manteniendo las coloreadas cintas rodeando el cuello hasta ser quemadas el miércoles de ceniza, tras recibir las bendiciones parroquiales de pastores de la Iglesia dispuestos a realizar tan milagrosos menesteres.

Debo decir que conmigo nunca funcionó el invento durante los años infantiles en que mi cuello estuvo rodeado por el fetiche. Era mi entrañable abuela la que introducía cada año en un sobre postal la milagrera gargantilla y me la enviaba al Infanta para evitarme los inevitables ataques de fiebre con que las anginas me castigaban en invierno. Calentura que soportaba a pie firme para evitar caer en manos del sanador Cayetano o de las “señoras” de la enfermería.

CRISTINA

CRISTINA

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La imputación del secretario de las infantas reales, – casualmente “guardaeuros” de todo lo presuntamente mamoneado en el Instituto Nóos -, ha sido imputado por el juez Castro, dejando a la secretaria de Aizoon en difícil situación al ser la única no imputada de toda la cúpula dirigente de Nóos, organización con mucho, – pero que mucho -, ánimo de lucro.

Cristina no ha hecho honor a su nombre, porque es la variante femenina de Cristo, es decir, debía ser una seguidora incondicional del judío ungido por Dios que inspiró el Nuevo Testamento, basando su doctrina en principios morales limpios, honrados, y comprometidos, que la señora no ha cumplido ante los aplausos de grandes políticos y profesionales de la virtud que la han colmado de aplausos y bendiciones.

Pero a Cristina, llamarse así no la compromete con la verdad, porque nadie le preguntó su opinión en la pila bautismal, y viendo sus escasas facultades sensoriales ella hubiera preferido llamarse Lucía o Paquita de Sales, patrona de los ciegos la primera y de los sordomudos la segunda.

Así explicaríamos la protección que estas dos santas ejercen sobre Cristina evitando que Castro la llame a capítulo judicial, al considerarla ciega, porque nada vio; sorda porque nada oyó; muda, porque nada dijo; tonta por no distinguir folios de billetes, y analfabeta por firmar actas y recibos, como si fueran autógrafos a los aficionados al balonmano.

Inocente Cristina por no saber cómo llegaron a su bolsillo medio millón de euros de Aizoon; exculpada, por ignorar quién ingresaba miles de euros mensuales en su cuenta sin pisar la Caixa; y absuelta, por su deficiencia sensorial al no ver los millones de euros que su marido ponía en la mesita de noche, porque ella dormía al otro lado de la cama y de día no se ocupaba en limpiar el polvo de los muebles que había en el palacete, conseguido con la tarjeta de visita de su padre que el jugador exhibía en sus timos mercantiles.

FRATERNIDAD REDENTORA

FRATERNIDAD REDENTORA

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Como un oasis en el áspero desierto de la insolidaridad que campea por el mundo, hemos clavado la tienda durante unas horas viejos amigos colegiales en odres de renovada amistad, formando una interminable cadena de manos fraternales, reforzada con eslabones de generosidad desconocida.

Respiradero feliz de la nostalgia que oxigena con aliento solidario vivencias de almas gemelas, conservadas en vientos añorados y ajenas a vulgares intereses, porque los gestos sinceros y las palabras hermanadoras unen promesas de esperanza que nutren burbujas de solidaridad imposibles de pinchar con el paso de la vida.

Regreso del “Infanta” redimido de dolor por abrazos sanadores recibidos de quienes en tiempos lejanos compartieron conmigo castigo, soledad, lágrimas y orfandad, que sucumbieron al compañerismo, la ayuda mutua, el abucheo a las sanciones, los “queos” preventivos, la suplantación de los ausentes en las interminables “listas” y las noches de insomnio en la primera “familia” para rescatar a los rezagados cada domingo.

Fraternidad redentora de temores, dolores, sinsabores y sudores. Nostalgia hecha realidad, detenida en el tiempo sin merma de verdad. Receta emocional para la resurrección que ingerimos a dosis anuales haciendo posible el milagro de una hermandad duradera.

Gracias por su amistad a Ramón, Domingo, Rafael, Carlos, Adolfo, Benitín, Juan Carlos, Fernando, José Vicente, Pocholo, Julio José, Serafín, Vitoriano, Ricardo, Miguel Ángel y Emiliano. Gracias a todos los Pepe-s, Felipe-s, Santiago-s, Manolo-s  Luis-es y Ángel-es. Gracias a los “nuevos”: José Antonio, Lola, José Manuel y Francisco Manuel. Gracias a Ángel Vicente por hacer hace posible el encuentro cada año. Y gracias a la “juncarejensa” Auxi, por ese libro dedicado que comenzaré a leer en cuanto rubrique esta página, con aura de felicidad.

ME VOY DE ABRAZOS

ME VOY DE ABRAZOS

Mientras unos se van de viaje, otros de vinos, muchos de paseo y la mayoría de fiesta sabatina, yo me voy de abrazos al “Infanta” donde me esperan viejos amigos olvidados durante décadas, hasta que el milagro de la “red” nos puso a unos frente de otros, dándonos tiempo para recordarnos en encuentros anuales celebrados en las “cuarenta fanegas” desde hace años.

Ha sido para todos nosotros el milagroso retorno a la amistad perdida; la vuelta a la confidencia fraternal; a la vivencia existencial compartida en las “familia”; al pupitre tatuado de temor; a la mano tendida sobre el hombro; y a las fotografías en sepia, conservadas en naftalina solidaria, reliquias con aroma de fidelidad atesorada en el rincón del alma donde se guarda lo más sagrado.

Sentiré las ausencias físicas de Enrique, Santiago, Eugenio, Mari Luz, Begoña, Nerea y tantos otros que este año no podré abrazar, pero ellos y todos los ausentes tendrán un lugar entre nosotros y con ellos pasearemos por el “patio central”, subiremos al “hipódromo”, bajaremos a la “caldera”, “formaremos” en los pasillos, nos perderemos en el “laberinto”, pasearemos por la “ciudad prohibida”, recogeremos aspirinas en la “enfermería”, sufriremos “poliburó”, comeremos “chusco” y “pitraco”, “izaremos” libros, compartiremos “paquetes” y olvidaremos inspectores de cuyos nombres ninguno queremos acordarnos.

 Amigos de esta bitácora, salgo ahora mismo para Madrid, o mejor, rumbo al Infanta, en busca de abrazos fraternales que despejen por unas horas los nubarrones que se ciernen sobre nosotros.