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Etiqueta: hambruna

AMENAZAS CONTRA LA PAZ

AMENAZAS CONTRA LA PAZ

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La portada de La Gaceta (de los negocios) del sábado 15 de diciembre, anunciaba en grandes titulares la advertencia del Papa al mundo en el que viven los que se están muriendo de hambre y los desahuciados que se suicidan, sobre las tres grandes desgracias que asolan a la humanidad y serán causa de próximas guerras: los hijos no deseados, fruto de violaciones y trisomías; las muertes dignas de los enfermos terminales y los casorios homosexuales.

Yo pensaba que el origen de todas las guerras, – frías, calientes y templadas -, estaba en la codicia humana, el fanatismo, la ignorancia, la ideología y las creencias religiosas. Especialmente éstas últimas, que han llevado al matadero a millones de “fieles” e “infieles” en sangrientas guerras a lo largo de la historia. Pero no, estaba equivocado.

Según el representante diplomático, ideológico y religioso de Dios en la tierra,  actualmente amenazan la paz “el aborto, la eutanasia y el matrimonio gay”, algo que debe ser cierto porque este santo es infalible en su cátedra por la gracia de Dios y sabio por naturaleza divina.

Sólo cabe agradecerle al tuitero de la cuenta @pontifex, que nos haya sacado del error en que vivíamos, convencidos que era la ambición depredadora, el abuso codicioso, la corrupción política, la usura especulativa, la injusticia social, la mortal hambruna, la explotación laboral, las enfermedades curables privadas de curación, el cinismo institucional, la pobreza, la miseria, el desprecio y la pederastia de prelados y clérigos de su iglesia, algunos de los elementos que estaban amenazando la paz en el mundo.

EL «SISTEMA»

EL «SISTEMA»

Estamos dominados por un “sistema” que ha impuesto su método, donde impera el dominio de unos países sobre otros y de unas personas sobre otras, sin que los perjudicados se rebelen contra él, ni los beneficiarios del mismo agradezcan los servicios prestados a los remeros que sudan en las galeras de sus barcos para que ellos viajen felizmente en cubierta, tomando el sol y bebiendo piña colada.

Evito hablar de clases sociales para no herir castos oídos de puritanos capitaleros y eludir la crítica de sus palmeros publicistas, acusándome de utilizar un lenguaje trasnochando y perdido en la historia, por real que sea el desequilibrio existente entre el palacete y la chabola; el yate y la patera; el avión y la bicicleta; los sueldos millonarios y las limosnas; el caviar ruso y el mendrugo; la hartura y la hambruna.

El “sistema” ha convertido al vecino en enemigo; el amor en estraperlo; la solidaridad en rapiña; los trabajadores en utensilios; la competencia en peldaño de ascenso; el poder en ángel de la guarda; y el dinero en becerro de oro al que adorar cada noche antes de dormir y reverenciar por la mañana al salir de casa.

EXILIO Y DESEXILIO CON BENEDETTI

EXILIO Y DESEXILIO CON BENEDETTI

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La separación de la tierra que nos vio nacer conduce al exilio por razones de distinta índole, aunque esta palabra se haya reservado a causas políticas, guardando el término emigración para referir el exilio derivado de la pobreza, el desempleo y la hambruna. Tal fue el caso del exilio republicano español o la falta de futuro en la década de los sesenta, que provocó el éxodo masivo de españoles.

Quienes hemos conocido el exilio en alguna de sus formas, sabemos que el desexilio llega a veces con el amargo sabor de la despatriación vecinal, pues al retornar, los paisanos identifican al exiliado como “el suizo”, “el francés”, “el alemán” o “el belga”, después de haber sido señalado durante años como “el español” por los vecinos en el país de acogida.

La nostalgia del terruño, y no de la patria, es la ocupación sentimental del exiliado,  apenas interesado por el himno nacional y la bandera. El que abandona la tierra madre lleva en su maleta la familia que le espera, los amigos escolares, la infancia perdida, la calle de sus juegos, los amores primerizos, el idioma materno, los pucheros domésticos, las canciones juveniles, la siesta, el chateo y la tertulia.

De todo esto hablaba hace hoy 28 años, la noche del 2 de octubre de 1984, con Mario Benedetti en la Rote Fabrik de Zurich, – según veo reflejado en mi diario de aquel tiempo -, el día que llevé a los alumnos a la conferencia que allí dio el escritor uruguayo, dirigida a la colonia de exiliados políticos acogidos en Suiza.

De forma imprevisible y generosa compartimos Mario y yo nuestro común exilio, aunque en mi caso fuera dorado y en el suyo forzado por la situación política de su país. Guardo con entrañable afecto, infinita nostalgia y redentor estímulo, las horas nocturnas de conversación, tabaco y vino, que pasamos juntos, agradeciéndole cuanto ofreció el veterano intelectual de sesenta y cuatro años a un joven profesor de treinta y cinco años que sostenía románticas esperanzas justicia social y democracia real que no llegaría a conocer en su vida.

Encuentro inolvidable que el azar ha puesto hoy en mis manos al hacer la revisión anual de “papeles” que guardo en mi retiro de Varykino, a punto ya de concluir con los frescores otoñales.

CIELO E INFIERNO

CIELO E INFIERNO

Habiéndome olvidado de cumplir la promesa hecha el pasado día 8 de septiembre, un buen amigo me recuerda el compromiso que hice ese día de explicar en este blog dónde está “mi cielo” y “mi infierno”. Algo que me obliga a pedir disculpas por el retraso sin demorar ni un segundo más la respuesta.

Mi cielo se encuentra en el mismo lugar que lo sitúa el santificado escritor Lucas en el capítulo 17 de su libro, cuando afirma en el apartado 21 que el reino de Dios está entre nosotros. Siento esto así, y así lo creo, es fácil imaginar que el cielo se encuentra en la sonrisa de los niños, en los gestos de solidaridad, en la ayuda mutua, en la verdad sincera, en la generosidad desprendida, en la honradez demostrada, en el respeto al discrepante, en la paz sostenible, en la amistad leal, en la lectura de un libro, en la música preferida, en el paseo compartido, en compartir algo hermoso, en abrazar a la persona amada, en el humor que libera beta-endorfina,  en la capacidad de perdonar,  en el agua que sacia la sed, el pan que destierra la hambruna, en el beso de buenas noches y por supuesto, en el amor sin exclusiones, que nos libera de miserias morales.

Sin pecar de soberbia que al infierno me condene, no estoy de acuerdo con Lucas (16,23), ni con Mateo (13,42), ni con Marcos (9,46), ni con el arte litúrgico, porque en mi infierno no hay más llamas que las procedentes de las hogueras inquisitoriales. Para quien hace públicos estos pensamientos, el infierno se encuentra en la muerte prematura de alguien querido, en la enfermedad que rompe el alma, en el sufrimiento inmerecido, en la injusticia social, en el desengaño de la amistad, en las chabolas de cartón piedra, en la especulación de la pobreza, en la explotación de la miseria, en el abuso de los patrones, en el desprecio de los poderosos , en la sinrazón de las balas, en las viudas y huérfanos de guerras, en la usura de los banqueros, en las lágrimas de los desahuciados, en la muerte por inanición, en la mentira como oficio, en el enriquecimiento con sangre ajena, en la hambruna y en las pateras desesperadas.

La ventaja de mi cielo es que está al alcance de cualquiera que lo persiga llevando el corazón en la mano. Y el consuelo del infierno es que su castigo no es eterno, pues apenas dura el tiempo que la vida nos concede, por canalla que ésta sea para nosotros.

CAMBIO PIRA POR HUEVAZO

CAMBIO PIRA POR HUEVAZO

No desearía que las protestas vertidas en esta bitácora se interpretaran como una  invitación a la matanza de indeseables. Ni mucho menos. Nada hay más lejos de mis intenciones que incitar a lo que repudio con mis escasas fuerzas.

No estoy pidiendo que se haga pira inquisitorial de políticos y corruptos en la plaza pública, porque en España ya han ardidos demasiados cuerpos, libros y libertades, a lo largo de la historia, como para quitarme el ánimo de echar una sola astilla al fuego inquisitorial que detesto.

Pero un huevazo en el traje de alpaca de los insolidarios millonarios, no les vendría mal para que imaginaran como son los monos de trabajo llenos de grasa. También convendría poner unas gotas de acíbar en la tarta que se están repartiendo los políticos, para que conocieran el sabor amargo de la hambruna. Igualmente, sería bueno verter un chorrito de agua residual en la copa de Moet Chandon que liban los defraudadores en las cubiertas de los barcos rumbo a paraísos artificiales, con las bodegas llenas de sudor ajeno. Sería provechoso introducir arena o azúcar en los depósitos de combustibles y carburadores de lujosas limusinas privadas, para que sus ricos propietarios aprendieran técnicas básicas motoras que no necesitan ingeniería financiera para esquilmar a los mecánicos manuales. Finalmente, cortocircuitar la corriente en palacetes acercaría a sus moradores al mundo de las velas para que supieran lo que cuesta vivir en la penumbra familiar, por falta de luz que ilumine el futuro.

PRIMER BROTE NEGRO

PRIMER BROTE NEGRO

 La torpe visión de la realidad, unida a la pasividad y falta de capacidad de los gobiernos a lo largo de la historia para captar la situación real de los países que gobernaban, ha llevado en varias ocasiones a violentas revoluciones que podrían haberse evitado si quienes ocupaban las cúpulas del poder hubieran realizado los cambios que demandaban los ciudadanos.

En un Estado de Derecho, las leyes son el armazón que sostiene la estructura organizativa del mismo, pero cuando el hambre llama a la puerta y la supervivencia familiar depende de un mendrugo de pan que no llega, la legalidad huye por la ventana. Cuando el hambre provoca el llanto de los hijos y la angustia es la oración de cada día, no cabe la resignación.

Hemos visto el primer brote negro en Andalucía y la respuesta del Gobierno no ha sido atajar las causas que han llevado a la rebelión, sino condenar a galeras a los rebeldes, haciendo un alarde de ceguera poco común, si tenemos en cuenta que un periódico ha publicado los resultados de una encuesta en la que el 89,5 % de ciudadanos aprueban la incautación de alimentos que han hecho los Robín Hoods del SAT.

Vergüenza nacional que a todos avergüenza menos a los sinvergüenzas que ahora claman justicia represiva sin tener en cuenta que la supervivencia no entiende de leyes cuando el estado de necesidad exige alimento, sin importarle en camino a seguir para evitar la hambruma.

SOMALIA, NUESTRA VERGÜENZA

SOMALIA, NUESTRA VERGÜENZA

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Viendo en la televisión las imágenes de la hambruna en Somalia se me ha descompuesto el alma, encogido el corazón y acrecentado la incredulidad, porque mi entendimiento no puede aceptar el Dios todopoderoso y creador  que me presentaron en la infancia, mientras la fatalidad de la cuna determine la vida humana de forma tan contundente.

Juan Arias no podía creer en un Dios complaciente con los ricos a cuya puerta yace el hambre y la miseria, ni yo tampoco. Y rechazo con Cifermann el Dios que hace la vista gorda a injustas distribuciones de riqueza, que llevan a criaturas inocentes a la muerte por inanición, mientras otros desperdician la redención de estas muertes.

“Más cornadas da el hambre” comentaba un famoso torero para explicar su desprecio a la vida ante el toro, pero la cornada que el hambre ha dado al cuerno de África llevándose por delante a millones de personas de un lado para otro en un éxodo vergonzante para el primer mundo, supera toda consideración.

No es la sequía de dos años sin lluvias la consecuencia del exterminio, sino el olvido y la falta de alimentos la causa de las moscas que devoran el rostro de los niños en Somalia, Kenia, Yibuti, Uganda y Etiopía, ante la indiferencia de los dueños del mundo que alimentan a sus perros con filetes de ternera y agua envasada en recipientes esterilizados, mientras discuten la calidad del chocolate.

Morir de hambre en un mundo donde hay alimentos para todos une a la crueldad de la muerte por inanición, el insulto de la deshumanizada raza humana que contempla impasible el rosario de cadáveres en las cunetas y el acecho del buitre al niño moribundo.

Debo confesar que esta situación de hambruna me indigna más que la denunciada por nuestros “indignados”,  porque la muerte de miles de niños por carecer de un mendrugo de pan que llevarse a la boca, silencia toda reivindicación.

Caravanas de ancianos que no pueden dar un paso, mujeres sin fuerzas para incorporarse, adultos desnutridos y niños famélicos, caminan desperdigados decenas de kilómetros rumbo a la muerte, entre pestilentes animales muertos, sin los cuales se encoge aún más su futuro, porque las cabras, burros y camellos son necesarios para sobrevivir.

En el campo de refugiados de Dadaab, se hacinan 400.000 hambrientos, en la región de Turkana el índice de desnutrición alcanza el 50 % y en Somalia no pueden contabilizarse los muertos, donde cuatro millones de personas necesitan ayuda urgente paz, en un país sin ley atormentado por una guerra incivil.

Y mientras esto ocurre en el sur, en el norte sufrimos enfermedades por sobrepeso y la FAO denuncia que 1,3 billones de toneladas de comida acaban cada año en los vertederos.