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LA DICHA DE SER MADRE

LA DICHA DE SER MADRE

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Las diferentes formas de manifestar la alegría se distinguen por el origen que provoca esta, mereciendo especial atención las actitudes tan opuestas manifestadas por los agraciados, algo que les impide ser complementarias por ser contrapuestas en la causa del regocijo que generan, aunque todas ellas llenen de satisfacción a quienes las disfrutan.

La primera se refiere a la forma que tienen de expresar públicamente su regodeo las personas agraciadas en los sorteos de lotería, sin recato, prudencia, ni pudor, actuando de la forman que todos sabemos: dando gritos, cantando bulliciosos, mostrando enloquecidos el décimo afortunado, saltando, besando maniquíes y libando vino espumoso hasta enrojecer para celebrar ese guiño de la fortuna.

También expresa su alegría con emoción contenida el recién titulado universitario, con la distintiva banda colegial plegada sobre el pecho y los extremos colgando a la espalda. O el catedrático poniéndose orgulloso birrete y toga para abrazar a su familia y amigos, satisfecho de haber conseguido la presea académica perseguida durante años.

Pero ninguna felicidad es comparable al profundo sentimiento íntimo de los enamorados que se acarician en silencio con la mirada, pasean las manos por la piel del otro, se humedecen mutuamente los labios, pierden los pasos caminando solitarios y abrazados por la nube feliz que los envuelve, hasta culminar su andadura en la dicha de la madre primeriza que contempla emocionada el primer gesto de su hijo recién nacido, expresando una felicidad desbordante, sin castañuelas, títeres, alharacas, ni aspavientos.

El rostro de la madre expresa una dicha serena, responsable, comprometida, inquietante y esperanzada, pensando en su hijo, consciente que a partir de ese irrepetible momento la criatura que abraza será el principal argumento de su vida, exponente de su callado sacrificio, permanente renuncia, constante dedicación, incondicional entrega, inagotable trabajo y generoso esfuerzo, para sacar felizmente adelante el retoño que duerme en ese momento a su lado sin importarle nada lo que ocurre alrededor.

NEGRA SOLEDAD

NEGRA SOLEDAD

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Negra soledad es la Soledad con mayúscula, la de verdad, la que no engaña, la que atosiga, entristece, mutila y debilita. La que viene directa a por nosotros cuando el amor se esconde, cuando estamos a la intemperie, cuando la suerte nos abandona al pairo de la vida, cuando manos ajenas se tornan garfios y la solidaridad huye espantada a las cavernas donde la redención no es posible.

A esta Soledad me refiero y no a la consoladora melancolía que acompaña en las tardes invernales, cuando el viento silba en la ventana y el fuego del amor arde en la distancia de corazones enajenados, esperando la resurrección con el beso enamorado de la falda que se espera con un verso de la mano.

Detengo mi pluma frente a la negra Soledad que siempre acude inoportuna a la terca llamada del luctuoso desamparo, al aliento funerario del amor perdido, a la decepción de la intimidad amistosa o al fracaso humano desprevenido, para dejarnos en el alma un poso acre de dolor, hermanado con pesadillas de insomnio determinante.

Esta Soledad no tiene finalidad en sí misma, pero se convierte en destino inevitable. No se propone un objetivo premeditado, pero en ella finaliza el destierro exterior. No justifica la huida sin destino, pero cobija en su sombra a los exiliados. No entiende el abandono, pero explica el quebrando del aislamiento involuntario.

Nos acercamos a esta Soledad desnuda cuando vamos hacia ella vestidos de harapos robando silencios a la vida, sin encontrarnos en el camino hacia ella con frágiles pierdetiempos que nos distraigan, con tropezones que alteren el ritmo de marcha, y con direcciones obligatorias que llevan nuestros pasos hacia al secreto territorio donde nos espera tendida en cuna la desesperanza.

SOLEDAD SOÑADA

SOLEDAD SOÑADA

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La carencia involuntaria o voluntaria de compañía es lo que distingue la negra soledad de la soledad soñada, siendo la primera hermana del desamor y la segunda inspiración amorosa, sin que ambas exijan necesariamente el enamoramiento de otra persona, pues la propia vida es objeto de amor, igual que la belleza, el perdón, la paz o la amistad.

Sea cual fuere la soledad prendida, esta es siempre personal e intransferible, tanto en la dicha y como en el infortunio, pero la soledad soñada elige los destinatarios donde se hospeda, exigiendo especiales condiciones de alojamiento para acampar en el alma que demanda su presencia.

Este aislamiento emocional pide sosiego de espíritu, amor sin cautela, serenidad de ánimo, entrañable recuerdo, nostalgia redentora y corazón abierto a la felicidad que reporta el silencio recogido, la calma alentadora, el alejamiento de la prisa, la ceguera del artificio y el destierro de la bisutería, para acercarse de puntillas a la penumbra de una vela encendida, a la música estremecida y a los pétalos verdecidos.

La soledad soñada no necesita luz, ni reverso de imagen en el espejo, ni sombra de pensamiento, porque le basta seguir el rastro del amor para embargar espíritus con irremediable dicha, alzando puentes levadizos hacia el nuevo mundo que espera tras la huida del bullicio, recuperando el estado basal donde se encontraba la vida antes de partir hacia la agitación anímica.

CARTA ABIERTA A DOS ENAMORADOS

CARTA ABIERTA A DOS ENAMORADOS

Queridos Maira y Diego:

Añadid a la buenaventura que anoche os deseé, mi petición de que la magia litúrgica y el papel que firmasteis ante testigos no os alteren la vida, porque vuestro compromiso de amor no necesitaba sellarse en un contrato, aunque así lo hayáis hecho.

Tampoco hagáis mucho caso a las palabras del oficiante, que gastó inútilmente sus energías tratando de advertiros sobre futuros cambios en vuestras vidas, existentes sólo en la mente del clérigo, empeñado en diferenciar el antes y el después de la ceremonia, con pretendido afán de haceros ver un futuro virtual.

Estad tranquilos, que nada va a cambiar a partir de ahora, ni debéis permitir modificación alguna en vuestra ruta, porque habéis hecho de la felicidad costumbre, sin necesitar santificaciones ni acuerdos por escrito. Enriqueced, pues, cada día el amor como venís haciendo y con eso será bastante para manteneros uno en el otro. Propósito de vínculo en régimen de igualdad y ayuda mutua, dentro de la comunidad de vida que fundasteis hace años con vocación de permanencia, sin ayuda de terceros, bendiciones rituales ni contratos formales.

Pacto de amor libre, ayer convertido en institución social, que debe perpetuarse al albedrío que dicte el amor que os tenéis, confirmado algún día, tal vez, con hijos fruto del respeto mutuo, la ayuda solidaria y la actuación cooperativa en beneficio de la comunidad familiar. Igualdad de derechos y deberes que os mantendrá unidos, guardándoos fidelidad y recíproca ayuda.

León Tolstoi comparaba la pareja enamorada con una barca que llevaba a dos personas por un mar tormentoso, afirmando que si alguna de ellas hacía movimientos bruscos, la barca se hundiría. Por eso debéis mantener la prudencia en las palabras, la moderación en los gestos, la templanza en las actitudes y el diálogo en las diferencias. Si esto hacéis, poniendo las cuatro manos en los remos, tened seguro que la barca se mantendrá a flote, lejos del naufragio.

Sosteneos en la adversidad por fatigosa que esta sea. Perseverad en la tolerancia. Sed leales a vuestros principios. Obstinaos en la indulgencia. Persistid en la generosidad. Renunciad al propio beneficio. Prodigad el perdón. Ejerced la empatía. Y sustentaos en la solidaridad, para ganar la vida que sólo a vosotros pertenece.

Esto quería deciros en carta abierta, y desearos al mismo tiempo corta estancia en Brasil, confiando que la situación de nuestro país mejore para que cerebros universitarios como vosotros no tengan que irse de la piel de toro a lidiar en otras latitudes el miura del paro intelectual.

Un abrazo, queridos Diego y Maira,  y mucha suerte.